Imagen: La Vanguardia / Anthony Perkins |
El intérprete de ‘Psicosis’ hizo papeles memorables, pero estuvo marcado por el estigma de su personaje más célebre.
Astrid Meseguer | La Vanguardia, 2017-09-12
https://www.lavanguardia.com/cultura/20170912/43952786725/anthony-perkins-actor-escapar-sombra-norman-bates.html
Fue un magnífico actor que trabajó con los más grandes y protagonizó películas memorables, pero su nombre estará ligado para siempre al del siniestro y mítico personaje al que dio vida en ‘Psicosis’ (1960). Anthony Perkins era Norman Bates, un joven psicópata que regentaba junto a su madre un motel de carretera en esta película de culto inspirada en el asesino en serie Ed Gein, que cometió macabros asesinatos y violaciones. Un papel que le reportó una fama inmediata y al que regresó en tres secuelas menores, llegando incluso a dirigir la tercera parte.
Perkins tenía una relación de amor odio con Norman Bates, porque mucha gente le asoció directamente con la forma de ser de ese personaje atormentado. El actor siempre sostuvo que no sabía por qué le ofrecían roles de jóvenes con problemas emocionales o psíquicos, un prototipo de individuo que bordaba a la perfección.
Según él, era un hombre de lo más social, de talante tranquilo y sensible e incluso le gustaba gastar bromas. Sin embargo, públicamente se mostraba más bien tímido y retraído; un actor enigmático, de pocas palabras y muy celoso de su vida íntima. Una vida que estuvo marcada por la prematura muerte del padre a los cinco años y la presencia de una madre posesiva y dominante con la que mantuvo durante su adolescencia una relación “antinaturalmente cercana”, según manifestó en una entrevista en 1983.
Relación con una madre posesiva
Su infancia guarda así ciertas similitudes con la de Bates. Nacido en Nueva York el 4 de abril de 1932, fue el hijo único del actor de teatro y de cine Osgood Perkins y de Janet Rane. Su padre viajaba frecuentemente por motivos profesionales y el pequeño Anthony creció muy próximo a su posesiva madre en la casa familiar de Manhattan. Cada vez que su padre regresaba al hogar, sentía celos de él y llegó a desear su muerte, según declaró en una entrevista a la revista People. Osgood falleció de un ataque al corazón al poco tiempo, dejando a su hijo con un sentimiento de culpa que envenenó la relación con su madre. “Mi madre me tocaba y acariciaba constantemente”, aseguró Perkins.
La inestabilidad emocional, la paranoia y el miedo le convirtieron en un hombre que sentía pavor ante la idea de mantener relaciones sexuales con mujeres y llegó a rechazar la proposición sentimental de Brigitte Bardot cuando trabajaron juntos en ‘Un adorable idiota’ (1964). “Antes de haberme acercado a ella, me hubiera tirado por la ventana”, declaró.
Dio rienda suelta a su predilección por el sexo masculino y mantuvo relaciones sentimentales con varios nombres conocidos del mundo del espectáculo como Rock Hudson, Grover Dale, Tab Hunter o Rudolf Nureyev. Relaciones mantenidas en secreto en un Hollywood en el que entonces estaban mal vistas las parejas gais.
Doble vida
Anthony decidió acudir a terapia para luchar contra su homosexualidad y afirmó que no se había acostado con una mujer hasta los 39 años, cuando conoció a la actriz Victoria Principal y tuvo un idilio con ella durante el rodaje de ‘El juez de la horca’. A los 42 se casó con la fotógrafa Berry Berenson, hermana de la actriz Marisa Berenson, con la que tuvo dos hijos, Elvis y Oz. Berry era 16 años menor y estaba enamorada de él desde su juventud. Estuvieron unidos hasta la muerte del actor, ocurrida el 12 de septiembre de 1992, a causa del sida.
Durante su matrimonio, Perkins continuó llevando una doble vida, manteniendo relaciones sexuales con hombres. Una situación que no repercutió en la estabilidad de su unión con su mujer, que siempre tuvo palabras de amor hacia él, afirmando que fue un padre magnífico y que tuvieron una vida feliz juntos.
Pasión por la actuación
Perkins sintió una inclinación desde niño hacia el mundo de la actuación y se apuntó a clases de teatro. Debutó en la gran pantalla por la puerta grande con la película ‘La actriz’ (1953) al lado de Spencer Tracy y Jean Simmons. Tres años más tarde interpretó al hijo de Gary Cooper en ‘La gran prueba’, de William Wyler, por la que fue nominado al Oscar como mejor actor de reparto. Entre 1956 y 1966 rodó una veintena de filmes, la mayoría proyectos de calidad como los westerns ‘Cazador de forajidos’ y ‘Un hombre solitario’, ambas de 1957; las cintas románticas ‘La casamentera’ (1958) con Shirley McLaine, y ‘Mansiones verdes’ (1959) con Audrey Hepburn.
Hitchcock le escogió para encarnar al protagonista de ‘Psicosis’ y luego le pudimos ver en ‘No me digas adiós’ (1961), de Anatole Litvak, donde se metía en la piel de un abogado que entabla una aventura amorosa con una mujer mayor. A las órdenes de Orson Welles protagonizó una de sus mejores películas, ‘El proceso’ (1962), en la que era capaz de transmitir la paranoia de un inocente atrapado en un sistema burocrático laberíntico. En el drama ‘Phaedra’ (1962), de Jules Dassin, volvía a tener una relación sentimental con una mujer mayor, en esta ocasión con la actriz griega Melina Mercouri.
Durante la década de los setenta se volcó en el teatro y también rodó algunas cintas interesantes como ‘Trampa 22’ (1970), dirigida por Mike Nichols, y algunas producciones europeas. ‘La década prodigiosa’, ‘Asesinato en el Orient Express’ y ‘La pasión de China Blue’ son otros de sus trabajos destacables.
Un actor sin Oscar
En 1983 retomó a Norman Bates en ‘Psicosis II’, de Richard Franklin, y tres años más tarde interpretó y dirigió la tercera entrega de la saga, vapuleada por la crítica. Perkins acudió a presentar el filme al festival de Sitges, donde hizo gala de su excentricidad luciendo un calcetín de cada color y pidiendo a la organización que le trajera marihuana a altas horas de la noche, según cuenta el exdirector del certamen Joan Lluís Goas en su libro ‘Entre dioses y monstruos’.
A lo largo de sus 40 años de carrera profesional, Perkins dejó claro sus dotes como actor y también como cantante, una faceta más desconocida entre el público. Grabó algunos discos e interpretó algunos temas en varias de las películas que protagonizó, como en ‘Mansiones verdes’. No recibió un Oscar, pero ganó el galardón al mejor actor en el festival de Cannes por su papel junto a Ingrid Bergman en el filme ‘Good bye again’ (1960). El festival de cine de San Sebastián también le rindió homenaje con el premio Donostia en 1991, un año antes de morir.
Una enfermedad mantenida en secreto
Los rumores sobre su enfermedad surgieron en 1990, cuando la revista sensacionalista ‘National Enquirer’ publicó que el actor padecía sida, noticia de la que no se hizo eco ni un solo medio de comunicación norteamericano de los considerados serios. El representante de Anthony, Bob Gersh, negó tajantemente la información.
Desde entonces, la familia Perkins mantuvo en secreto la enfermedad y solo conocían la verdad un círculo muy reducido de amigos. El intérprete estadounidense se negaba a que la industria de Hollywood conociera su estado de salud y siguió trabajando en filmes menores, como la cuarta parte de ‘Piscosis’ (1990) o en la española ‘Los gusanos no llevan bufanda’ (1991).
Durante los últimos meses de vida prácticamente se recluyó en su casa de California. No quería que nadie le viera consumido por la enfermedad. Su mujer y sus hijos se mantuvieron permanentemente a su lado. Perkins guardó hasta el final el secreto de su dolencia, desvelándola únicamente a través de un comunicado personal preparado muy pocos días antes de su muerte.
Rechazo al competitivo mundo de Hollywood
Un texto en el que mostraba su desencanto con la industria de Hollywood. “Elegí no decirlo [que padecía sida] porque, parafraseando Casablanca, no es que yo sea muy noble, pero no lleva mucho tiempo darse cuenta de que los problemas de un viejo actor no valen ni un puñado de alubias en este mundo desquiciado”.
Respecto a su experiencia con el sida, el comunicado añadía: “Hay muchos que creen que esta enfermedad es una venganza de Dios, pero yo creo que fue enviada para enseñar a la gente cómo amarse y comprenderse, y para tener compasión por el prójimo. He aprendido más sobre el amor y la comprensión humana entre la gente que he encontrado en esta gran aventura en el mundo del sida que en el asesino y competitivo mundo en el que he malgastado mi vida”.
Cabe recordar que la familia Perkins se vio sacudida de nuevo por la tragedia el 11-S, ya que la viuda del actor falleció durante los atentados como pasajera del vuelo 11 de American Airlines.
Perkins tenía una relación de amor odio con Norman Bates, porque mucha gente le asoció directamente con la forma de ser de ese personaje atormentado. El actor siempre sostuvo que no sabía por qué le ofrecían roles de jóvenes con problemas emocionales o psíquicos, un prototipo de individuo que bordaba a la perfección.
Según él, era un hombre de lo más social, de talante tranquilo y sensible e incluso le gustaba gastar bromas. Sin embargo, públicamente se mostraba más bien tímido y retraído; un actor enigmático, de pocas palabras y muy celoso de su vida íntima. Una vida que estuvo marcada por la prematura muerte del padre a los cinco años y la presencia de una madre posesiva y dominante con la que mantuvo durante su adolescencia una relación “antinaturalmente cercana”, según manifestó en una entrevista en 1983.
Relación con una madre posesiva
Su infancia guarda así ciertas similitudes con la de Bates. Nacido en Nueva York el 4 de abril de 1932, fue el hijo único del actor de teatro y de cine Osgood Perkins y de Janet Rane. Su padre viajaba frecuentemente por motivos profesionales y el pequeño Anthony creció muy próximo a su posesiva madre en la casa familiar de Manhattan. Cada vez que su padre regresaba al hogar, sentía celos de él y llegó a desear su muerte, según declaró en una entrevista a la revista People. Osgood falleció de un ataque al corazón al poco tiempo, dejando a su hijo con un sentimiento de culpa que envenenó la relación con su madre. “Mi madre me tocaba y acariciaba constantemente”, aseguró Perkins.
La inestabilidad emocional, la paranoia y el miedo le convirtieron en un hombre que sentía pavor ante la idea de mantener relaciones sexuales con mujeres y llegó a rechazar la proposición sentimental de Brigitte Bardot cuando trabajaron juntos en ‘Un adorable idiota’ (1964). “Antes de haberme acercado a ella, me hubiera tirado por la ventana”, declaró.
Dio rienda suelta a su predilección por el sexo masculino y mantuvo relaciones sentimentales con varios nombres conocidos del mundo del espectáculo como Rock Hudson, Grover Dale, Tab Hunter o Rudolf Nureyev. Relaciones mantenidas en secreto en un Hollywood en el que entonces estaban mal vistas las parejas gais.
Doble vida
Anthony decidió acudir a terapia para luchar contra su homosexualidad y afirmó que no se había acostado con una mujer hasta los 39 años, cuando conoció a la actriz Victoria Principal y tuvo un idilio con ella durante el rodaje de ‘El juez de la horca’. A los 42 se casó con la fotógrafa Berry Berenson, hermana de la actriz Marisa Berenson, con la que tuvo dos hijos, Elvis y Oz. Berry era 16 años menor y estaba enamorada de él desde su juventud. Estuvieron unidos hasta la muerte del actor, ocurrida el 12 de septiembre de 1992, a causa del sida.
Durante su matrimonio, Perkins continuó llevando una doble vida, manteniendo relaciones sexuales con hombres. Una situación que no repercutió en la estabilidad de su unión con su mujer, que siempre tuvo palabras de amor hacia él, afirmando que fue un padre magnífico y que tuvieron una vida feliz juntos.
Pasión por la actuación
Perkins sintió una inclinación desde niño hacia el mundo de la actuación y se apuntó a clases de teatro. Debutó en la gran pantalla por la puerta grande con la película ‘La actriz’ (1953) al lado de Spencer Tracy y Jean Simmons. Tres años más tarde interpretó al hijo de Gary Cooper en ‘La gran prueba’, de William Wyler, por la que fue nominado al Oscar como mejor actor de reparto. Entre 1956 y 1966 rodó una veintena de filmes, la mayoría proyectos de calidad como los westerns ‘Cazador de forajidos’ y ‘Un hombre solitario’, ambas de 1957; las cintas románticas ‘La casamentera’ (1958) con Shirley McLaine, y ‘Mansiones verdes’ (1959) con Audrey Hepburn.
Hitchcock le escogió para encarnar al protagonista de ‘Psicosis’ y luego le pudimos ver en ‘No me digas adiós’ (1961), de Anatole Litvak, donde se metía en la piel de un abogado que entabla una aventura amorosa con una mujer mayor. A las órdenes de Orson Welles protagonizó una de sus mejores películas, ‘El proceso’ (1962), en la que era capaz de transmitir la paranoia de un inocente atrapado en un sistema burocrático laberíntico. En el drama ‘Phaedra’ (1962), de Jules Dassin, volvía a tener una relación sentimental con una mujer mayor, en esta ocasión con la actriz griega Melina Mercouri.
Durante la década de los setenta se volcó en el teatro y también rodó algunas cintas interesantes como ‘Trampa 22’ (1970), dirigida por Mike Nichols, y algunas producciones europeas. ‘La década prodigiosa’, ‘Asesinato en el Orient Express’ y ‘La pasión de China Blue’ son otros de sus trabajos destacables.
Un actor sin Oscar
En 1983 retomó a Norman Bates en ‘Psicosis II’, de Richard Franklin, y tres años más tarde interpretó y dirigió la tercera entrega de la saga, vapuleada por la crítica. Perkins acudió a presentar el filme al festival de Sitges, donde hizo gala de su excentricidad luciendo un calcetín de cada color y pidiendo a la organización que le trajera marihuana a altas horas de la noche, según cuenta el exdirector del certamen Joan Lluís Goas en su libro ‘Entre dioses y monstruos’.
A lo largo de sus 40 años de carrera profesional, Perkins dejó claro sus dotes como actor y también como cantante, una faceta más desconocida entre el público. Grabó algunos discos e interpretó algunos temas en varias de las películas que protagonizó, como en ‘Mansiones verdes’. No recibió un Oscar, pero ganó el galardón al mejor actor en el festival de Cannes por su papel junto a Ingrid Bergman en el filme ‘Good bye again’ (1960). El festival de cine de San Sebastián también le rindió homenaje con el premio Donostia en 1991, un año antes de morir.
Una enfermedad mantenida en secreto
Los rumores sobre su enfermedad surgieron en 1990, cuando la revista sensacionalista ‘National Enquirer’ publicó que el actor padecía sida, noticia de la que no se hizo eco ni un solo medio de comunicación norteamericano de los considerados serios. El representante de Anthony, Bob Gersh, negó tajantemente la información.
Desde entonces, la familia Perkins mantuvo en secreto la enfermedad y solo conocían la verdad un círculo muy reducido de amigos. El intérprete estadounidense se negaba a que la industria de Hollywood conociera su estado de salud y siguió trabajando en filmes menores, como la cuarta parte de ‘Piscosis’ (1990) o en la española ‘Los gusanos no llevan bufanda’ (1991).
Durante los últimos meses de vida prácticamente se recluyó en su casa de California. No quería que nadie le viera consumido por la enfermedad. Su mujer y sus hijos se mantuvieron permanentemente a su lado. Perkins guardó hasta el final el secreto de su dolencia, desvelándola únicamente a través de un comunicado personal preparado muy pocos días antes de su muerte.
Rechazo al competitivo mundo de Hollywood
Un texto en el que mostraba su desencanto con la industria de Hollywood. “Elegí no decirlo [que padecía sida] porque, parafraseando Casablanca, no es que yo sea muy noble, pero no lleva mucho tiempo darse cuenta de que los problemas de un viejo actor no valen ni un puñado de alubias en este mundo desquiciado”.
Respecto a su experiencia con el sida, el comunicado añadía: “Hay muchos que creen que esta enfermedad es una venganza de Dios, pero yo creo que fue enviada para enseñar a la gente cómo amarse y comprenderse, y para tener compasión por el prójimo. He aprendido más sobre el amor y la comprensión humana entre la gente que he encontrado en esta gran aventura en el mundo del sida que en el asesino y competitivo mundo en el que he malgastado mi vida”.
Cabe recordar que la familia Perkins se vio sacudida de nuevo por la tragedia el 11-S, ya que la viuda del actor falleció durante los atentados como pasajera del vuelo 11 de American Airlines.
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