Imagen: Izquierda Diario / Manifestación en Barcelona, 2017-06-26 |
Allá por los años ‘70 se celebraba en Barcelona la primera manifestación contra la entonces vigente Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
Eduardo Nabal | Izquierda Diario, 2017-09-19
http://www.laizquierdadiario.com/Gloria-mas-que-incierta-Cataluna-y-los-derechos-LGTB
Entonces parecía que muchas luchas iban juntas, incluso que todas las izquierdas podían tirar de la estaca franquista, como hoy cantan en muchas ciudades españoles ante las actitudes represivas del gobierno corrupto y soberbio de Mariano Rajoy.
Como bien señala Guillen Clua en su artículo “El McGuffin del referéndum”, los independentistas catalanes con este referéndum no van a conseguir la independencia pero si aumentar su base social y sobre todo que el gobierno central “enseñe su ropa interior franquista”. Y lo vemos cada día más. El problema es sino beneficia también a Rajoy que no se hable de su gobierno de vagos y maleantes y si de Cataluña, pero esa es otra historia.
Volviendo al principio Cataluña tomó de algunos movimientos franceses de liberación homosexual unas señas libertarias que se reflejaron en las Ramblas de Ocaña, de Nazario, del FAGC, y que luego han sido también calles donde se han celebrado batallas por la diversidad, algunas victorias y también se han perdido vidas como la de la transexual Sonia Rescalvo a manos de unos neonazis hoy en libertad, o la de Juan Andrés Benítez a manos de diez Mossos d’Esquadra, también en libertad.
Cataluña ha sido pionera en muchas cosas, como la desiquiatrización trans, se ha hecho cine y teatro LGTB ya desde los años setenta y solo la cambiante Madrid ha competido con Barcelona como destino del exilio rural para los y las jóvenes LGTB que un día buscaron el anonimato.
También hemos de reconocer que las alianzas ya entonces se mostraron poco fiables y eso se ha comprobado en todo el estado. La Izquierda primero extraparlamentaria y luego parlamentaria oyó algo del feminismo institucional pero apenas le llegaron algunos ecos de la lucha LGTB y, sinceramente, solo hoy apuesta tímidamente por ella.
En Barcelona se han organizado las prostitutas del Raval desoídas no solo por las autoridades municipales sino también por esa izquierda ombliguista que solo mira su santuario, también se han hecho avances insólitos en materia de reconocimiento legal o derechos formales, aunque algunas realidades sangrantes de la violencia neonazi nos dicen que ni lo capitalino ni lo capitalista son terrenos realmente libres ni seguros. La inmigración ha traído la diversidad, pero también el racismo.
Hoy la cosa se pone fea para los y las alcaldesas catalanes que quieren que se celebre el referéndum, aunque su valor sea simbólico. Mucha gente LGTB tiene todo el derecho a preguntarse ¿Por qué he de luchar yo por ell@s si ell@s nunca han luchado por mí? No lo sé, pero aun así me sigo emocionando cuando oigo la Estaca cantada en todo el Estado.
Será porque como decía Francisco Nieva, pionero del teatro gay en Andalucía, “tengo el alma rojeras”. Pero no me olvido que he encontrado “ropa interior franquista” u “homofóbica” bajo los trajes de todos los colores políticos, de todas las banderas, y en todos los países.
Como bien señala Guillen Clua en su artículo “El McGuffin del referéndum”, los independentistas catalanes con este referéndum no van a conseguir la independencia pero si aumentar su base social y sobre todo que el gobierno central “enseñe su ropa interior franquista”. Y lo vemos cada día más. El problema es sino beneficia también a Rajoy que no se hable de su gobierno de vagos y maleantes y si de Cataluña, pero esa es otra historia.
Volviendo al principio Cataluña tomó de algunos movimientos franceses de liberación homosexual unas señas libertarias que se reflejaron en las Ramblas de Ocaña, de Nazario, del FAGC, y que luego han sido también calles donde se han celebrado batallas por la diversidad, algunas victorias y también se han perdido vidas como la de la transexual Sonia Rescalvo a manos de unos neonazis hoy en libertad, o la de Juan Andrés Benítez a manos de diez Mossos d’Esquadra, también en libertad.
Cataluña ha sido pionera en muchas cosas, como la desiquiatrización trans, se ha hecho cine y teatro LGTB ya desde los años setenta y solo la cambiante Madrid ha competido con Barcelona como destino del exilio rural para los y las jóvenes LGTB que un día buscaron el anonimato.
También hemos de reconocer que las alianzas ya entonces se mostraron poco fiables y eso se ha comprobado en todo el estado. La Izquierda primero extraparlamentaria y luego parlamentaria oyó algo del feminismo institucional pero apenas le llegaron algunos ecos de la lucha LGTB y, sinceramente, solo hoy apuesta tímidamente por ella.
En Barcelona se han organizado las prostitutas del Raval desoídas no solo por las autoridades municipales sino también por esa izquierda ombliguista que solo mira su santuario, también se han hecho avances insólitos en materia de reconocimiento legal o derechos formales, aunque algunas realidades sangrantes de la violencia neonazi nos dicen que ni lo capitalino ni lo capitalista son terrenos realmente libres ni seguros. La inmigración ha traído la diversidad, pero también el racismo.
Hoy la cosa se pone fea para los y las alcaldesas catalanes que quieren que se celebre el referéndum, aunque su valor sea simbólico. Mucha gente LGTB tiene todo el derecho a preguntarse ¿Por qué he de luchar yo por ell@s si ell@s nunca han luchado por mí? No lo sé, pero aun así me sigo emocionando cuando oigo la Estaca cantada en todo el Estado.
Será porque como decía Francisco Nieva, pionero del teatro gay en Andalucía, “tengo el alma rojeras”. Pero no me olvido que he encontrado “ropa interior franquista” u “homofóbica” bajo los trajes de todos los colores políticos, de todas las banderas, y en todos los países.
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