Imagen: El País / Lita Claver |
La última reina del Paralelo barcelonés deja los escenarios con 72 años en un espectáculo final con Fernando Esteso de pareja.
Rosana Torres | El País, 2017-12-21
https://elpais.com/cultura/2017/12/20/actualidad/1513774343_808483.html
Lita Claver (Emilia Giménez, Zaragoza, 1945), la Maña, última reina del Paralelo barcelonés, ha decidido dejar el trono. Tras unos intentos con la boca pequeña en 2006 y 2010, ahora va en serio. Abdica y no tiene en quién. Su despedida de los escenarios en el Teatro Apolo (desde mañana viernes al 14 de enero), se está viviendo, y no podía ser de otra forma, como el fin de una era. Aquella en la que los espectáculos de variedades, vodeviles, revistas y music hall convirtieron esta arteria barcelonesa en la meca internacional de estos géneros. Ahora los teatros que existían se han reconvertido, los music halls son otra cosa o no quedan, las pocas salas de baile ya no tienen aquel tirón, no existen los cabarés. La Maña deja el oficio a los 72 años, con unas piernas esculturales y una energía no ya impropia para su edad, sino para cualquier persona de cualquier edad.
Pregunta. ¿Ejercer este oficio siendo gitana le habrá obligado a ponerse muchas veces el mundo por montera?
Respuesta. Jamás he renegado de mi raza, pero sí he tenido que ser muy rompedora, porque salir en bikini o en maillot, enseñar las piernas, eso era muy grave, para mi gente era lo peor de lo peor. El caso es que tenía necesidad de llevar dinerico a casa y eso era un trabajo. Pero ser gitana me encanta.
P. ¿Y que le decían?
R. Marrana. Mi madre iba al teatro donde trabajaba y decía en alto “vaya tía marrana, no la aplaudan que enseña las garras”, como se decía en caló, y siempre añadía “con lo bien que baila flamenco”. Y me montaba pollos. Era tremenda y muy buena.
P. ¿Y qué hacía usted?
R. Pues ir mirando por el agujero que hay en el telón al patio de butacas y como hubiera alguien de mi familia temblaba. Tengo mucho respeto a los gitanos, aunque una gitana no podía fumar y fumaba, no se podía pintar y yo iba como una puerta, una gitana no podía entrar a un bar y yo lo hacía… eso sí, sigo siendo abstemia. Y querían decidir mi vida, hasta el punto de intentar casarme con un gitanico de Lérida y ahí me planté.
P. ¿Lo del Paralelo es una muerte anunciada?
R. La televisión hizo daño a nuestro género, es cierto, y lo que vino después, con internet y las redes sociales, aún peor. Pero ahí nunca encontrarán la picardía, la doble mirada, la tensión por si se te escapa una tetilla… En un escenario hay verdad.
P. ¿Y lo de usted, se retira voluntariamente o es el paso de la vida quien le aparta de los escenarios?
R. Me retiro yo porque quiero que se me recuerde en plenitud de facultades. Siempre he dado alegría y no quiero dar pena. No quiero que pase conmigo, como me pasó cuando fui a la reapertura de El Molino, le habían robado el alma con una rehabilitación tan fría.
P. Y a su hija, abogada, a su nieta, le transmite lo que heredó como gitana?
R. De hecho le enseño palabras del idioma gitano, y ella se las transmite a su hija… porque siempre les digo de donde vienen y le recuerdo que mi marido era payo, pero yo soy gitana.
P. Aunque suene raro usted ya llevaba dinero a casa, donde era la pequeña de 16 hermanos, desde los cinco años.
R. Si. Bailaba en un par de tabernas y pasaba el platillo. Creo que empecé a bailar flamenco en la barriga de mi madre y esta es la hora que aún me arranco y palmeo.
P. Era cuando usted vivía en la Tenería zaragozana y su padre, tratante de burros, falleció.
R. Eso lo recuerdo perfectamente. Me llevaba de la mano, cayó al suelo y me dijo que avisara a mis tíos... murió allí mismo de un infarto. Es una imagen que tengo grabada, sé cómo iba vestido, con su imagen tan gitana… Es el único recuerdo que tengo de él. ¡Menudo panorama dejaba en casa!.
P. ¿Y poco después se incorpora a la compañía de Lázaro Esteso?
R. Mi madre sabía en qué manos me dejaba y siempre les estaré agradecida. Me enseñaron mucho. Por lo pronto a leer y escribir. Era la compañía itinerante de los padres de Fernando Esteso, con quien hacía muchos números juntos, siendo los dos unos niños. Íbamos por los pueblos y rifábamos una manta y una botella de coñac.
P. ¿Allí cogió tablas para poder incorporarse con quince años al Oasis, el teatro de variedades más conocido de Zaragoza?
R. Al principio bailando flamenco, pero como era buena moza y de buenas piernas me dijeron de incorporarme al cuerpo de baile como vedette.
P. ¿Nunca ha terminado de aceptar que se la califique de vedette?
R. Es que no lo era ni lo soy. Mi actuación estaba marcada por el humor, yo soy una cómica, al margen de que cuando ha hecho falta haya enseñado piernas y haya hecho topless. Pero eso han sido cosas puntuales o por sustituir a vedettes cuando caían enfermas.
P. ¿Ha sido un trabajo duro?
R. A veces mucho. He llegado a hacer siete funciones en un sólo día. El teatro ambulante es durísimo. Y cuándo las condiciones eran mejores, te tenías que dejar la piel y lo peor, ver a mi hija mucho menos de lo que quería. Pero nunca me he tenido que meter en una cama para trabajar.
P. ¿Pedía trabajo a la Pilarica y a la Moreneta?
R. Mucho. Las tengo una gran devoción porque me han dado mucho, ahora sólo pido salud. A ellas y a la virgen de la Piedad que es la de los gitanos. Tengo mis creencias aunque no voy a misa porque no creo en los curas, he visto maldades, lo de abusar de niños...
P. ¿Con 22 años llegó al Paralelo donde el que sería su marido, Rafael García, era la figura del Teatro Victoria?
R. Era una maravilla el Paralelo, una riada de gente diaria, a todas horas. La gente no tenía un duro, pero se lo pasaba pipa, todo abarrotado, los bares, los pubs, los cabarés, los cines. Todo transmitía alegría. Cómo me impresionó, se respiraba libertad. Estábamos en pleno franquismo, pero era un oasis. Se respetaba a los gays.
P. ¿Se les llamaba gays?
R. Se les llamaba maricones. Casi siempre con muy mal estilo. En el mundo del espectáculo también, pero con buen rollo, con respeto y también les llamábamos mariquitas. Era la época que venía la policía y se llevaba a los chicos a comisaría.
P. Entre aquel Paralelo y éste casi desaparece un género tan importante. ¿Qué ha pasado?
R. Pues que en los ochenta empezó a decaer y hubo gente que despreciaba este género. Recuerdo que un cargo político llamado Bru de Sala [director general de Promoción Cultural de la Generalitat en los ochenta] dijo que esto no era cultura y eso que no pedíamos dinero, sólo queríamos que adecentaran e iluminaran el Paralelo. Yo creo que el inculto es él y es un insulto hacia personas que me han venido a ver como Rafael Alberti, Serrat, Vittorio Gassman, Federico Fellini, Dalí, Vázquez Montalbán, Michel Piccoli... Todos muy incultos.
P. ¿Les han hecho sentir como profesionales inferiores a los que hacían teatro de texto?
R. Totalmente. Por eso hice con muchísima ilusión obras de texto, para que vieran que tenía otro registro.
P. Hasta el punto de cambiar plumas y pedrería por el método Stanivslavsky, con discípulos de William Layton, lo que supuso la primera incursión de una vedette en el Centro Dramático Nacional.
R. Yo no sabía quien era el ruso, pero Juan Margallo y José Pedro Carrión se portaron maravillosamente conmigo cuando montaron 'La tuerta suerte de Perico Galápago', de Jorge Márquez. Aunque era duro interpretar un drama y que la gente no riera. Por eso lo dejé, porque eso de la cuarta pared y no poder dirigirme al público no era para mí.
P. ¿Autodidacta o tiene referencias?
R. Todo lo he aprendido sola. No tengo referencias. Yo ya era conocida cuando vi actuar a Lina Morgan y me impactó tanto, me pareció tan grande, que ese día hice una función horrorosa, totalmente acomplejada.
P. ¿Le preocupa lo que está pasando políticamente en Cataluña, en España?
R. Hay una incertidumbre tan grande que la gente ni sale al teatro, hay mucha preocupación, nadie sabe lo que va a ocurrir. Lo que tienen que hacer de una vez los políticos es sentarse y hablar. Hacía años que sólo votaba a gente que cuida el medio ambiente, pero ahora sí voy a votar aunque no muy convencida. Es vergonzoso tener que elegir entre políticos que se ponen a parir, sin pensar en la gente, siempre somos los que pagamos los platos rotos.
P. Ahora en su espectáculo ‘Un reencuentro inolvidable’ vuelve a compartir escenario con el más famoso de los Esteso. ¿Es como cerrar un círculo vital que empezó hace 67 años?
R. Sí. Y así quiero que sea. A partir de aquí viajar y descubrir otra vida.
Pregunta. ¿Ejercer este oficio siendo gitana le habrá obligado a ponerse muchas veces el mundo por montera?
Respuesta. Jamás he renegado de mi raza, pero sí he tenido que ser muy rompedora, porque salir en bikini o en maillot, enseñar las piernas, eso era muy grave, para mi gente era lo peor de lo peor. El caso es que tenía necesidad de llevar dinerico a casa y eso era un trabajo. Pero ser gitana me encanta.
P. ¿Y que le decían?
R. Marrana. Mi madre iba al teatro donde trabajaba y decía en alto “vaya tía marrana, no la aplaudan que enseña las garras”, como se decía en caló, y siempre añadía “con lo bien que baila flamenco”. Y me montaba pollos. Era tremenda y muy buena.
P. ¿Y qué hacía usted?
R. Pues ir mirando por el agujero que hay en el telón al patio de butacas y como hubiera alguien de mi familia temblaba. Tengo mucho respeto a los gitanos, aunque una gitana no podía fumar y fumaba, no se podía pintar y yo iba como una puerta, una gitana no podía entrar a un bar y yo lo hacía… eso sí, sigo siendo abstemia. Y querían decidir mi vida, hasta el punto de intentar casarme con un gitanico de Lérida y ahí me planté.
P. ¿Lo del Paralelo es una muerte anunciada?
R. La televisión hizo daño a nuestro género, es cierto, y lo que vino después, con internet y las redes sociales, aún peor. Pero ahí nunca encontrarán la picardía, la doble mirada, la tensión por si se te escapa una tetilla… En un escenario hay verdad.
P. ¿Y lo de usted, se retira voluntariamente o es el paso de la vida quien le aparta de los escenarios?
R. Me retiro yo porque quiero que se me recuerde en plenitud de facultades. Siempre he dado alegría y no quiero dar pena. No quiero que pase conmigo, como me pasó cuando fui a la reapertura de El Molino, le habían robado el alma con una rehabilitación tan fría.
P. Y a su hija, abogada, a su nieta, le transmite lo que heredó como gitana?
R. De hecho le enseño palabras del idioma gitano, y ella se las transmite a su hija… porque siempre les digo de donde vienen y le recuerdo que mi marido era payo, pero yo soy gitana.
P. Aunque suene raro usted ya llevaba dinero a casa, donde era la pequeña de 16 hermanos, desde los cinco años.
R. Si. Bailaba en un par de tabernas y pasaba el platillo. Creo que empecé a bailar flamenco en la barriga de mi madre y esta es la hora que aún me arranco y palmeo.
P. Era cuando usted vivía en la Tenería zaragozana y su padre, tratante de burros, falleció.
R. Eso lo recuerdo perfectamente. Me llevaba de la mano, cayó al suelo y me dijo que avisara a mis tíos... murió allí mismo de un infarto. Es una imagen que tengo grabada, sé cómo iba vestido, con su imagen tan gitana… Es el único recuerdo que tengo de él. ¡Menudo panorama dejaba en casa!.
P. ¿Y poco después se incorpora a la compañía de Lázaro Esteso?
R. Mi madre sabía en qué manos me dejaba y siempre les estaré agradecida. Me enseñaron mucho. Por lo pronto a leer y escribir. Era la compañía itinerante de los padres de Fernando Esteso, con quien hacía muchos números juntos, siendo los dos unos niños. Íbamos por los pueblos y rifábamos una manta y una botella de coñac.
P. ¿Allí cogió tablas para poder incorporarse con quince años al Oasis, el teatro de variedades más conocido de Zaragoza?
R. Al principio bailando flamenco, pero como era buena moza y de buenas piernas me dijeron de incorporarme al cuerpo de baile como vedette.
P. ¿Nunca ha terminado de aceptar que se la califique de vedette?
R. Es que no lo era ni lo soy. Mi actuación estaba marcada por el humor, yo soy una cómica, al margen de que cuando ha hecho falta haya enseñado piernas y haya hecho topless. Pero eso han sido cosas puntuales o por sustituir a vedettes cuando caían enfermas.
P. ¿Ha sido un trabajo duro?
R. A veces mucho. He llegado a hacer siete funciones en un sólo día. El teatro ambulante es durísimo. Y cuándo las condiciones eran mejores, te tenías que dejar la piel y lo peor, ver a mi hija mucho menos de lo que quería. Pero nunca me he tenido que meter en una cama para trabajar.
P. ¿Pedía trabajo a la Pilarica y a la Moreneta?
R. Mucho. Las tengo una gran devoción porque me han dado mucho, ahora sólo pido salud. A ellas y a la virgen de la Piedad que es la de los gitanos. Tengo mis creencias aunque no voy a misa porque no creo en los curas, he visto maldades, lo de abusar de niños...
P. ¿Con 22 años llegó al Paralelo donde el que sería su marido, Rafael García, era la figura del Teatro Victoria?
R. Era una maravilla el Paralelo, una riada de gente diaria, a todas horas. La gente no tenía un duro, pero se lo pasaba pipa, todo abarrotado, los bares, los pubs, los cabarés, los cines. Todo transmitía alegría. Cómo me impresionó, se respiraba libertad. Estábamos en pleno franquismo, pero era un oasis. Se respetaba a los gays.
P. ¿Se les llamaba gays?
R. Se les llamaba maricones. Casi siempre con muy mal estilo. En el mundo del espectáculo también, pero con buen rollo, con respeto y también les llamábamos mariquitas. Era la época que venía la policía y se llevaba a los chicos a comisaría.
P. Entre aquel Paralelo y éste casi desaparece un género tan importante. ¿Qué ha pasado?
R. Pues que en los ochenta empezó a decaer y hubo gente que despreciaba este género. Recuerdo que un cargo político llamado Bru de Sala [director general de Promoción Cultural de la Generalitat en los ochenta] dijo que esto no era cultura y eso que no pedíamos dinero, sólo queríamos que adecentaran e iluminaran el Paralelo. Yo creo que el inculto es él y es un insulto hacia personas que me han venido a ver como Rafael Alberti, Serrat, Vittorio Gassman, Federico Fellini, Dalí, Vázquez Montalbán, Michel Piccoli... Todos muy incultos.
P. ¿Les han hecho sentir como profesionales inferiores a los que hacían teatro de texto?
R. Totalmente. Por eso hice con muchísima ilusión obras de texto, para que vieran que tenía otro registro.
P. Hasta el punto de cambiar plumas y pedrería por el método Stanivslavsky, con discípulos de William Layton, lo que supuso la primera incursión de una vedette en el Centro Dramático Nacional.
R. Yo no sabía quien era el ruso, pero Juan Margallo y José Pedro Carrión se portaron maravillosamente conmigo cuando montaron 'La tuerta suerte de Perico Galápago', de Jorge Márquez. Aunque era duro interpretar un drama y que la gente no riera. Por eso lo dejé, porque eso de la cuarta pared y no poder dirigirme al público no era para mí.
P. ¿Autodidacta o tiene referencias?
R. Todo lo he aprendido sola. No tengo referencias. Yo ya era conocida cuando vi actuar a Lina Morgan y me impactó tanto, me pareció tan grande, que ese día hice una función horrorosa, totalmente acomplejada.
P. ¿Le preocupa lo que está pasando políticamente en Cataluña, en España?
R. Hay una incertidumbre tan grande que la gente ni sale al teatro, hay mucha preocupación, nadie sabe lo que va a ocurrir. Lo que tienen que hacer de una vez los políticos es sentarse y hablar. Hacía años que sólo votaba a gente que cuida el medio ambiente, pero ahora sí voy a votar aunque no muy convencida. Es vergonzoso tener que elegir entre políticos que se ponen a parir, sin pensar en la gente, siempre somos los que pagamos los platos rotos.
P. Ahora en su espectáculo ‘Un reencuentro inolvidable’ vuelve a compartir escenario con el más famoso de los Esteso. ¿Es como cerrar un círculo vital que empezó hace 67 años?
R. Sí. Y así quiero que sea. A partir de aquí viajar y descubrir otra vida.
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