Imagen: El País / Iluminación 'navideña' en Donostia |
Es una fiesta religiosa en la que los cristianos celebran el nacimiento de Jesús. Aunque, si se investiga un poco más, su origen se pierde en la antigüedad.
Guillermo Altares | El País, 2017-12-09
https://politica.elpais.com/politica/2017/12/08/sepa_usted/1512736033_713696.html
La Navidad se ha convertido en una fiesta en la que se mezclan las tradiciones de muchos orígenes con el consumismo desatado que, pese al auge del comercio electrónico, sigue atascando las ciudades. Las luces, los árboles, las compras, los mercadillos y las cenas de empresa tal vez no dejan ver el bosque: la Navidad es una fiesta religiosa, en la que los cristianos celebran el nacimiento de Jesús. Aunque, si se investiga un poco más, su origen se pierde en la antigüedad, en las primeras y remotas creencias humanas a las que a lo largo de los siglos se han ido incorporando nuevas tradiciones. La Navidad ha sido desde el Imperio romano una lucha entre elementos religiosos y paganos, entre lo festivo y lo litúrgico, que se prolonga hasta nuestros centros comerciales.
¿Por qué celebramos la Navidad en diciembre?
El solsticio de invierno es la noche más larga del año y, a la vez, el momento en el que los días comienzan de nuevo a crecer, una victoria simbólica del sol sobre la oscuridad. Tiene lugar entre el 21 y el 22 de diciembre y se celebra desde tiempos inmemoriales. El historiador Richard Cohen relata en su libro ‘Persiguiendo el Sol. La historia épica del astro que nos da la vida’ (Turner) que “prácticamente todas las culturas tienen una forma de celebrar ese momento”. “El aparente poder sobrenatural para gobernar las estaciones que se manifiesta en los solsticios ha inspirado todo tipo de reacciones: ritos de la fertilidad, festivales relacionados con el fuego, ofrendas a los dioses”, sostiene Cohen. En esa misma época del año, a mediados de diciembre, se celebraban en la antigua Roma las Saturnales, una fiesta en la que se ofrecían regalos, pero también se intercambiaban los papeles sociales, una mezcla entre nuestra Navidad y el Carnaval.
¿Qué ocurrió el 25 de diciembre?
“La Navidad fue fijada el 25 de diciembre por el emperador Constantino, porque en esa fecha se celebraba la gran fiesta solar en Roma”, explica Ramón Teja, catedrático emérito de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria, especialista en historia del cristianismo y presidente de honor de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones. Así el emperador que convirtió el cristianismo en la religión del Imperio romano, que gobernó entre 306 y 337, identificaba de alguna manera su figura con la divinidad aprovechando el antiguo Festival del Nacimiento del Sol Invicto. “Fue una fusión del culto solar con el culto cristiano”, prosigue Teja.
¿Entonces no nació Jesús en Navidad?
No existe ninguna información sobre la fecha de nacimiento de Jesús. La inmensa mayoría de los expertos sostienen que fue una figura histórica, pero, al igual que sí se conservan datos sobre su muerte —que fue crucificado por Roma en Jerusalén durante la pascua judía—, su nacimiento es un profundo misterio. “El único dato histórico es que reinaba todavía Herodes I, por lo que el cálculo del año cero estaba equivocado, habría que adelantar cuatro o cinco años”, explica Ramón Teja, ya que Herodes el Grande murió en el año 4 antes de nuestra era.
El periodista de El País Juan Arias, uno de los grandes conocedores de la figura de Cristo y profundo divulgador de la historia cristiana a través de libros como ‘Jesús. Ese gran desconocido’, escribió: “La leyenda del nacimiento de Jesús es silenciada por dos de los cuatro evangelios canónicos: el de Marcos, considerado el más antiguo, y el de Juan. Ellos inician el relato de la vida de Jesús cuando era ya adulto”. La revista ‘National Geographic’ ha publicado en su número de diciembre un amplio reportaje sobre las certezas arqueológicas en torno a Jesús, firmado por Kristin Romey y fotografiado por Simon Norfolk, que se pronuncia en el mismo sentido. “La Iglesia de la natividad en Belén es el templo cristiano más antiguo todavía en uso, pero no todos los expertos creen que Jesús de Nazaret naciese en Belén. La arqueología guarda silencio sobre el asunto”, escribe Romey. El relato del pesebre y de los pastores aparece en Lucas; los Reyes Magos, la masacre de los inocentes y la fuga a Egipto, en Mateo. “Es una interpretación teológica a posteriori”, explica Ramón Teja. “Se trata de una forma de indicar que desciende de la tribu del rey David, que procedía de Belén”, agrega.
¿Y cuál es el papel de los Reyes Magos en esta historia?
El relato de la visita de los magos con sus regalos —un momento conocido como la Epifanía— sólo aparece en el Evangelio de Mateo. La inmensa mayoría de los historiadores considera que Gaspar, Melchor y Baltasar tienen una función muy importante en la tradición cristiana porque, como explica Teja, “los reyes que vienen a visitarle son paganos, no judíos, y son los primeros que le reconocen como un descendiente de la estirpe de David, como rey y como dios”. De hecho los cristianos de Oriente siguen conmemorando la Navidad el 6 o el 7 de enero. Tiene que ver con las diferencias entre calendario juliano y el gregoriano, pero también con el hecho de que en Oriente se mantuvo durante siglos la Epifanía como el momento clave de esta fiesta. Su asociación con regalos es mucho más tardía y comienza a finales del XIX, aunque su presencia en nuestra cultura es enorme: la primera obra teatral castellana de la que existe constancia es el ‘Auto de los Reyes Magos’, del siglo XII. En otros países también se celebra: en Italia, por ejemplo, el 6 de enero viene una bruja buena, la Befana —palabra que procede de Epifanía—.
¿Cómo cuadra Papá Noel en todo esto?
El viaje de Papá Noel o Santa Claus hasta nuestra Navidad es largo y tortuoso. Los más radicales entre los protestantes, los puritanos, prohibieron la Navidad porque consideraban, tal vez con cierta razón, que era una fiesta que se estaba paganizando. Además, el protestantismo defendía la iconoclastia, estaba en contra de la representación de figuras sagradas, lo que no cuadraba mucho con las tradiciones navideñas. El Parlamento británico prohibió las Navidades en 1644 y no fueron restauradas hasta 1660.
Los puritanos fueron los primeros colonos de América del Norte y se llevaron aquellas costumbres: en Boston también prohibieron las fiestas entre 1659 y 1681. Pero, poco a poco, la Navidad fue renaciendo en el Nuevo Mundo, aunque decidieron buscar su propio camino para diferenciarlas de las fiestas católicas. Así se acordaron de un viejo santo, San Nicolás. “Santa Claus es una figura muy cristiana”, explica Diarmaid N.J. MacCulloch, profesor de Historia de la Iglesia en el Saint Cross College de Oxford. “El nombre es una traducción holandesa de San Nicolás. Otra cosa es que realmente existiese: era un santo de Mira, en lo que es hoy Turquía, y su leyenda incluía la historia de que resucitó a tres niños asesinados, de ahí su conexión con la infancia”. La importancia cultural que Estados Unidos ha ido adquiriendo en nuestras sociedades hizo el resto: Papá Noel comenzó a colonizar las fiestas durante el siglo XX. El gran antropólogo francés Claude Levi Strauss escribió un pequeño ensayo sobre este proceso, ‘El suplicio de Papá Noel’. Según su teoría, la clave no estaba en el prestigio de EE UU, sino en “la función práctica de los ritos de iniciación”, en este caso, enseñar que las buenas acciones tienen recompensas, regalos a cambio de portarse bien.
¿El árbol de Navidad es también una invención de Estados Unidos?
El abeto de Navidad también realizó un viaje extraño desde Europa hasta Estados Unidos y vuelta, pero no es en absoluto una invención americana. Al revés, como Santa Claus, es una exportación. En este caso, como ocurre con los solsticios, el culto a los árboles se pierde en las profundidades de nuestras tradiciones culturales y religiosas. Sin embargo, como explica el profesor MacCulloch, “el árbol de Navidad es una tradición más cristiana de lo que piensa la gente”. “Todas las religiones utilizan a los árboles como símbolos y es un elemento esencial en la historia del Génesis. Los primeros árboles de Navidad decorados que conocemos son de Alemania en el siglo XVI, en la época de la Reforma. El propio Martín Lutero alentó esta costumbre”, prosigue el profesor de Oxford. De nuevo, una tradición relacionada con el protestantismo –el árbol de Navidad evita las representaciones de figuras sagradas– cruza el Atlántico y vuelve convertida en un símbolo universal. En España convive pacíficamente con la representación máxima de nuestra Navidad: los belenes.
¿Cuándo comenzamos a montar belenes?
El primer belén aparece en una leyenda: en la noche del 24 de diciembre de 1223, san Francisco de Asís organiza en una cueva del pueblo de Greccio un belén viviente y la figura del niño acaba por convertirse en el verdadero Jesús. Este milagro fue plasmado por Giotto a finales del siglo XIII en uno de los frescos más famosos de la historia del arte, que puede contemplarse en la Basílica Mayor en Asís.
Para el relato de la historia de los belenes hemos recurrido a la erudición de Antonio Basanta, vicepresidente y patrono de la Fundación Sánchez Ruipérez, pero, sobre todo, dueño, junto a su esposa, Teresa Martín, de una de las mayores colecciones del mundo, una parte de la cuál puede verse estos días en la Casa del Lector del Matadero de Madrid. La colección Basanta-Martín se compone de 25.000 piezas, 4.000 conjuntos de belenes, todos realizados por artesanos en activo. “Es un fenómeno universal, indisociable de la cultura española”, explica Basanta, que acaba de publicar el ensayo ‘Leer contra la nada’. “Para organizar su belén, San Francisco tiene que pedir una dispensa papal, porque Roma los había prohibido en el siglo XIII ya que a través de los pastores se colaban elementos paganos. Eso quiere decir que es un fenómeno que ya existía antes”, explica Basanta.
El belén más antiguo de España se encuentra expuesto en una capilla de la Iglesia de La Sang de Palma de Mallorca y es de 1480, obra de los hermanos Alamanno. Desde Murcia hasta Nápoles, pasando por Barcelona o por la plaza Mayor de Madrid, los belenes ocupan un espacio enorme en nuestro imaginario colectivo. En las calles del casco histórico de Nápoles pueden comprarse figuras de Berlusconi o Maradona, santificadas en cierta medida a través de su conversión en barro, y en los mercados de Cataluña los famosos caganer —que, explica Basanta, provienen de la Edad Media y simbolizan el abono de la tierra— se encarnan en los personajes de la temporada. Este año, inevitablemente, se han agotado los Puigdemont y Josep Lluís Trapero. De nuevo, lo celestial y lo terrenal se funden en unas fiestas que resumen una parte importante del camino largo e inagotable de la relación humana con lo divino. Y nos hemos dejado fuera a Scrooge y los fantasmas de la navidades presentes, pasadas y futuras, y las luces, y ‘Qué bello es vivir’ y ‘Love actually’…
¿Por qué celebramos la Navidad en diciembre?
El solsticio de invierno es la noche más larga del año y, a la vez, el momento en el que los días comienzan de nuevo a crecer, una victoria simbólica del sol sobre la oscuridad. Tiene lugar entre el 21 y el 22 de diciembre y se celebra desde tiempos inmemoriales. El historiador Richard Cohen relata en su libro ‘Persiguiendo el Sol. La historia épica del astro que nos da la vida’ (Turner) que “prácticamente todas las culturas tienen una forma de celebrar ese momento”. “El aparente poder sobrenatural para gobernar las estaciones que se manifiesta en los solsticios ha inspirado todo tipo de reacciones: ritos de la fertilidad, festivales relacionados con el fuego, ofrendas a los dioses”, sostiene Cohen. En esa misma época del año, a mediados de diciembre, se celebraban en la antigua Roma las Saturnales, una fiesta en la que se ofrecían regalos, pero también se intercambiaban los papeles sociales, una mezcla entre nuestra Navidad y el Carnaval.
¿Qué ocurrió el 25 de diciembre?
“La Navidad fue fijada el 25 de diciembre por el emperador Constantino, porque en esa fecha se celebraba la gran fiesta solar en Roma”, explica Ramón Teja, catedrático emérito de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria, especialista en historia del cristianismo y presidente de honor de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones. Así el emperador que convirtió el cristianismo en la religión del Imperio romano, que gobernó entre 306 y 337, identificaba de alguna manera su figura con la divinidad aprovechando el antiguo Festival del Nacimiento del Sol Invicto. “Fue una fusión del culto solar con el culto cristiano”, prosigue Teja.
¿Entonces no nació Jesús en Navidad?
No existe ninguna información sobre la fecha de nacimiento de Jesús. La inmensa mayoría de los expertos sostienen que fue una figura histórica, pero, al igual que sí se conservan datos sobre su muerte —que fue crucificado por Roma en Jerusalén durante la pascua judía—, su nacimiento es un profundo misterio. “El único dato histórico es que reinaba todavía Herodes I, por lo que el cálculo del año cero estaba equivocado, habría que adelantar cuatro o cinco años”, explica Ramón Teja, ya que Herodes el Grande murió en el año 4 antes de nuestra era.
El periodista de El País Juan Arias, uno de los grandes conocedores de la figura de Cristo y profundo divulgador de la historia cristiana a través de libros como ‘Jesús. Ese gran desconocido’, escribió: “La leyenda del nacimiento de Jesús es silenciada por dos de los cuatro evangelios canónicos: el de Marcos, considerado el más antiguo, y el de Juan. Ellos inician el relato de la vida de Jesús cuando era ya adulto”. La revista ‘National Geographic’ ha publicado en su número de diciembre un amplio reportaje sobre las certezas arqueológicas en torno a Jesús, firmado por Kristin Romey y fotografiado por Simon Norfolk, que se pronuncia en el mismo sentido. “La Iglesia de la natividad en Belén es el templo cristiano más antiguo todavía en uso, pero no todos los expertos creen que Jesús de Nazaret naciese en Belén. La arqueología guarda silencio sobre el asunto”, escribe Romey. El relato del pesebre y de los pastores aparece en Lucas; los Reyes Magos, la masacre de los inocentes y la fuga a Egipto, en Mateo. “Es una interpretación teológica a posteriori”, explica Ramón Teja. “Se trata de una forma de indicar que desciende de la tribu del rey David, que procedía de Belén”, agrega.
¿Y cuál es el papel de los Reyes Magos en esta historia?
El relato de la visita de los magos con sus regalos —un momento conocido como la Epifanía— sólo aparece en el Evangelio de Mateo. La inmensa mayoría de los historiadores considera que Gaspar, Melchor y Baltasar tienen una función muy importante en la tradición cristiana porque, como explica Teja, “los reyes que vienen a visitarle son paganos, no judíos, y son los primeros que le reconocen como un descendiente de la estirpe de David, como rey y como dios”. De hecho los cristianos de Oriente siguen conmemorando la Navidad el 6 o el 7 de enero. Tiene que ver con las diferencias entre calendario juliano y el gregoriano, pero también con el hecho de que en Oriente se mantuvo durante siglos la Epifanía como el momento clave de esta fiesta. Su asociación con regalos es mucho más tardía y comienza a finales del XIX, aunque su presencia en nuestra cultura es enorme: la primera obra teatral castellana de la que existe constancia es el ‘Auto de los Reyes Magos’, del siglo XII. En otros países también se celebra: en Italia, por ejemplo, el 6 de enero viene una bruja buena, la Befana —palabra que procede de Epifanía—.
¿Cómo cuadra Papá Noel en todo esto?
El viaje de Papá Noel o Santa Claus hasta nuestra Navidad es largo y tortuoso. Los más radicales entre los protestantes, los puritanos, prohibieron la Navidad porque consideraban, tal vez con cierta razón, que era una fiesta que se estaba paganizando. Además, el protestantismo defendía la iconoclastia, estaba en contra de la representación de figuras sagradas, lo que no cuadraba mucho con las tradiciones navideñas. El Parlamento británico prohibió las Navidades en 1644 y no fueron restauradas hasta 1660.
Los puritanos fueron los primeros colonos de América del Norte y se llevaron aquellas costumbres: en Boston también prohibieron las fiestas entre 1659 y 1681. Pero, poco a poco, la Navidad fue renaciendo en el Nuevo Mundo, aunque decidieron buscar su propio camino para diferenciarlas de las fiestas católicas. Así se acordaron de un viejo santo, San Nicolás. “Santa Claus es una figura muy cristiana”, explica Diarmaid N.J. MacCulloch, profesor de Historia de la Iglesia en el Saint Cross College de Oxford. “El nombre es una traducción holandesa de San Nicolás. Otra cosa es que realmente existiese: era un santo de Mira, en lo que es hoy Turquía, y su leyenda incluía la historia de que resucitó a tres niños asesinados, de ahí su conexión con la infancia”. La importancia cultural que Estados Unidos ha ido adquiriendo en nuestras sociedades hizo el resto: Papá Noel comenzó a colonizar las fiestas durante el siglo XX. El gran antropólogo francés Claude Levi Strauss escribió un pequeño ensayo sobre este proceso, ‘El suplicio de Papá Noel’. Según su teoría, la clave no estaba en el prestigio de EE UU, sino en “la función práctica de los ritos de iniciación”, en este caso, enseñar que las buenas acciones tienen recompensas, regalos a cambio de portarse bien.
¿El árbol de Navidad es también una invención de Estados Unidos?
El abeto de Navidad también realizó un viaje extraño desde Europa hasta Estados Unidos y vuelta, pero no es en absoluto una invención americana. Al revés, como Santa Claus, es una exportación. En este caso, como ocurre con los solsticios, el culto a los árboles se pierde en las profundidades de nuestras tradiciones culturales y religiosas. Sin embargo, como explica el profesor MacCulloch, “el árbol de Navidad es una tradición más cristiana de lo que piensa la gente”. “Todas las religiones utilizan a los árboles como símbolos y es un elemento esencial en la historia del Génesis. Los primeros árboles de Navidad decorados que conocemos son de Alemania en el siglo XVI, en la época de la Reforma. El propio Martín Lutero alentó esta costumbre”, prosigue el profesor de Oxford. De nuevo, una tradición relacionada con el protestantismo –el árbol de Navidad evita las representaciones de figuras sagradas– cruza el Atlántico y vuelve convertida en un símbolo universal. En España convive pacíficamente con la representación máxima de nuestra Navidad: los belenes.
¿Cuándo comenzamos a montar belenes?
El primer belén aparece en una leyenda: en la noche del 24 de diciembre de 1223, san Francisco de Asís organiza en una cueva del pueblo de Greccio un belén viviente y la figura del niño acaba por convertirse en el verdadero Jesús. Este milagro fue plasmado por Giotto a finales del siglo XIII en uno de los frescos más famosos de la historia del arte, que puede contemplarse en la Basílica Mayor en Asís.
Para el relato de la historia de los belenes hemos recurrido a la erudición de Antonio Basanta, vicepresidente y patrono de la Fundación Sánchez Ruipérez, pero, sobre todo, dueño, junto a su esposa, Teresa Martín, de una de las mayores colecciones del mundo, una parte de la cuál puede verse estos días en la Casa del Lector del Matadero de Madrid. La colección Basanta-Martín se compone de 25.000 piezas, 4.000 conjuntos de belenes, todos realizados por artesanos en activo. “Es un fenómeno universal, indisociable de la cultura española”, explica Basanta, que acaba de publicar el ensayo ‘Leer contra la nada’. “Para organizar su belén, San Francisco tiene que pedir una dispensa papal, porque Roma los había prohibido en el siglo XIII ya que a través de los pastores se colaban elementos paganos. Eso quiere decir que es un fenómeno que ya existía antes”, explica Basanta.
El belén más antiguo de España se encuentra expuesto en una capilla de la Iglesia de La Sang de Palma de Mallorca y es de 1480, obra de los hermanos Alamanno. Desde Murcia hasta Nápoles, pasando por Barcelona o por la plaza Mayor de Madrid, los belenes ocupan un espacio enorme en nuestro imaginario colectivo. En las calles del casco histórico de Nápoles pueden comprarse figuras de Berlusconi o Maradona, santificadas en cierta medida a través de su conversión en barro, y en los mercados de Cataluña los famosos caganer —que, explica Basanta, provienen de la Edad Media y simbolizan el abono de la tierra— se encarnan en los personajes de la temporada. Este año, inevitablemente, se han agotado los Puigdemont y Josep Lluís Trapero. De nuevo, lo celestial y lo terrenal se funden en unas fiestas que resumen una parte importante del camino largo e inagotable de la relación humana con lo divino. Y nos hemos dejado fuera a Scrooge y los fantasmas de la navidades presentes, pasadas y futuras, y las luces, y ‘Qué bello es vivir’ y ‘Love actually’…
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