Imagen: El Mundo / Traslado a prisión de los tres acusados |
Declararon a la Policía que el encuentro sexual con la chica de 15 años fue algo "consentido".
Abraham Romero | El Mundo, 2017-12-13
http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2017/12/13/5a31a6d146163fe7288b469a.html
Apoyados contra el cristal de la puerta principal de los Juzgados de la calle Santiago, amigos, familiares, curiosos y periodistas esperan ver la cara de Carlos Cuadrado Santos, ‘Lucho’, de 24 años, Raúl Calvo, de 19, y Víctor Rodríguez Ramos, ‘Viti’, de 22, los tres jugadores de la Arandina Club de Fútbol que, según fuentes policiales a las que ha tenido acceso El Mundo, declararon haber tenido relaciones sexuales -consentidas, según su versión- con una niña de 15 años a principios de este mes en el piso que comparten en Aranda de Duero. Su primera declaración dista muchísimo de lo que contaba la menor cuando hizo la denuncia. La niña asegura haber tenido sexo consentido con uno de ellos, pero dice que los otros dos la forzaron a esas relaciones. Recordemos que es la propia madre de la víctima la que, tras revisar el móvil de su hija, interpone una denuncia por agresión sexual.
Esos amigos, familiares, curiosos y periodistas llevan haciendo guardia desde las frías nueve de la mañana y el reloj ya avanza sobre la (aún más fría) una de la tarde. La menor acaba de abandonar los Juzgados después de declarar y los tres acusados llegan en un furgón policial que no deja ver más allá de la silueta del agente que conduce el vehículo. Dos de ellos escoltan la puerta de entrada al lado del edificio y los demás consiguen subir al primer piso sin que los acusados aparezcan por el pasillo principal, visible desde la calle. «¡Están ahí!», vacila un adolescente. Mentira.
Tres hombres cruzan la calle, fuman, pierden la mirada y caminan pensativos durante las más de tres horas que dura la declaración. Descubrimos que son familiares de los acusados y, como muchos de la plantilla del primer equipo, se pasan este día entre el café del bar y la acera desde donde ven unos metros de la primera planta, hueco por el que de vez en cuando aparecen las siluetas de los jóvenes, que van sucediéndose en su presencia ante la juez para darle sus explicaciones.
«Esos hasta las cinco de la tarde ya no salen», sentencia el camarero del Bar Mejillón. «Entonces, ¿cuándo comen?», pregunta una señora, preocupada como haría cualquier madre por sus hijos. Los niños y adolescentes de un instituto cercano al edificio salen de clase y se acumulan alrededor de las cámaras de televisión. Hay cachondeo entre ellos, hacen bromas pensando que van a salir por la tele y se quedan obnubilados viendo el directo de una reportera de un programa matinal. Lo normal. Nadie quiere hacer el comentario, pero al final una mujer acaba expresando por pura inercia vital lo que todos llevábamos pensando varios segundos: «Mira, esas niñas de ahí deben de tener la edad de la chica».
Llegadas esas cinco de la tarde, la noticia: el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Aranda de Duero decreta el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza de los tres jugadores de la Arandina, que en la noche del miércoles fueron trasladados a la cárcel de Burgos, desde donde esperarán los avances de la investigación. La edad de la chica es clave en este caso, ya que el Código Penal considera delito sexual incluso las relaciones consentidas si estas se producen con menores de 16 años. Así lo señala el artículo 183: «El que realizare actos de carácter sexual con un menor de 16 años, será castigado como responsable de abuso sexual a un menor con la pena de prisión de dos a seis años». Unas penas que aumentan si se ha empleado violencia o intimidación -entonces el delito pasa a ser de agresión sexual, que es el que les ha imputado la juez en el auto de prisión-. Y que podrían variar cuando se confirme quién realizó la grabación de vídeo que busca la Policía. Porque hay grabación. De momento, al parecer, contenida en unos pocos dispositivos, pero con la amenaza real de propagarse como las nuevas tecnologías permiten hoy en día.
La noticia saltó como un resorte hacia la calle. «La familia de la niña está destrozada. Imagínate que le pasa a tu hija», comenta una amiga de la madre de la víctima, que también reconoce que la situación familiar de la joven no era la mejor: «Tenía una relación complicada con los padres y el carácter difícil de su edad, pero nada puede justificar todo lo que está pasando». También encontramos entre los espectadores a una madre de una compañera de clase de la víctima, que cuenta los últimos días de la joven: «Ya lo sabe todo el colegio. Mi hija dice que en clase estaba como siempre, con una actitud normal. Es una familia bastante conocida en el pueblo, con unos padres encantadores a los que esto les está destrozando».
Cuentan los conocidos de la víctima que le gustaba ir a ver los partidos del equipo juvenil de la Arandina, «nada fuera de lo normal, tenía varios amigos ahí», y que «quizás» de sus visitas al campo de fútbol surge la relación con los jugadores de la primera plantilla, a la que este pasado verano llegaron ‘Viti’, Raúl y ‘Lucho’. Se oyen muchos comentarios, quien más y quien menos susurra esto o aquello, al final Aranda no es grande. Ni es una ciudad ni es un pueblo, pero es más pueblo que ciudad. Y aquí se oye de todo. Incluso se oye que amigos de la niña le decían que se olvidase de los futbolistas, que no pintaba nada con ellos. Se oye de todo. Y se oyen más cosas. Lo que ya no se oye es el ruido en la casa del número 40 de la calle San Francisco. Sus tres inquilinos duermen en la cárcel.
Esos amigos, familiares, curiosos y periodistas llevan haciendo guardia desde las frías nueve de la mañana y el reloj ya avanza sobre la (aún más fría) una de la tarde. La menor acaba de abandonar los Juzgados después de declarar y los tres acusados llegan en un furgón policial que no deja ver más allá de la silueta del agente que conduce el vehículo. Dos de ellos escoltan la puerta de entrada al lado del edificio y los demás consiguen subir al primer piso sin que los acusados aparezcan por el pasillo principal, visible desde la calle. «¡Están ahí!», vacila un adolescente. Mentira.
Tres hombres cruzan la calle, fuman, pierden la mirada y caminan pensativos durante las más de tres horas que dura la declaración. Descubrimos que son familiares de los acusados y, como muchos de la plantilla del primer equipo, se pasan este día entre el café del bar y la acera desde donde ven unos metros de la primera planta, hueco por el que de vez en cuando aparecen las siluetas de los jóvenes, que van sucediéndose en su presencia ante la juez para darle sus explicaciones.
«Esos hasta las cinco de la tarde ya no salen», sentencia el camarero del Bar Mejillón. «Entonces, ¿cuándo comen?», pregunta una señora, preocupada como haría cualquier madre por sus hijos. Los niños y adolescentes de un instituto cercano al edificio salen de clase y se acumulan alrededor de las cámaras de televisión. Hay cachondeo entre ellos, hacen bromas pensando que van a salir por la tele y se quedan obnubilados viendo el directo de una reportera de un programa matinal. Lo normal. Nadie quiere hacer el comentario, pero al final una mujer acaba expresando por pura inercia vital lo que todos llevábamos pensando varios segundos: «Mira, esas niñas de ahí deben de tener la edad de la chica».
Llegadas esas cinco de la tarde, la noticia: el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Aranda de Duero decreta el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza de los tres jugadores de la Arandina, que en la noche del miércoles fueron trasladados a la cárcel de Burgos, desde donde esperarán los avances de la investigación. La edad de la chica es clave en este caso, ya que el Código Penal considera delito sexual incluso las relaciones consentidas si estas se producen con menores de 16 años. Así lo señala el artículo 183: «El que realizare actos de carácter sexual con un menor de 16 años, será castigado como responsable de abuso sexual a un menor con la pena de prisión de dos a seis años». Unas penas que aumentan si se ha empleado violencia o intimidación -entonces el delito pasa a ser de agresión sexual, que es el que les ha imputado la juez en el auto de prisión-. Y que podrían variar cuando se confirme quién realizó la grabación de vídeo que busca la Policía. Porque hay grabación. De momento, al parecer, contenida en unos pocos dispositivos, pero con la amenaza real de propagarse como las nuevas tecnologías permiten hoy en día.
La noticia saltó como un resorte hacia la calle. «La familia de la niña está destrozada. Imagínate que le pasa a tu hija», comenta una amiga de la madre de la víctima, que también reconoce que la situación familiar de la joven no era la mejor: «Tenía una relación complicada con los padres y el carácter difícil de su edad, pero nada puede justificar todo lo que está pasando». También encontramos entre los espectadores a una madre de una compañera de clase de la víctima, que cuenta los últimos días de la joven: «Ya lo sabe todo el colegio. Mi hija dice que en clase estaba como siempre, con una actitud normal. Es una familia bastante conocida en el pueblo, con unos padres encantadores a los que esto les está destrozando».
Cuentan los conocidos de la víctima que le gustaba ir a ver los partidos del equipo juvenil de la Arandina, «nada fuera de lo normal, tenía varios amigos ahí», y que «quizás» de sus visitas al campo de fútbol surge la relación con los jugadores de la primera plantilla, a la que este pasado verano llegaron ‘Viti’, Raúl y ‘Lucho’. Se oyen muchos comentarios, quien más y quien menos susurra esto o aquello, al final Aranda no es grande. Ni es una ciudad ni es un pueblo, pero es más pueblo que ciudad. Y aquí se oye de todo. Incluso se oye que amigos de la niña le decían que se olvidase de los futbolistas, que no pintaba nada con ellos. Se oye de todo. Y se oyen más cosas. Lo que ya no se oye es el ruido en la casa del número 40 de la calle San Francisco. Sus tres inquilinos duermen en la cárcel.
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