miércoles, 1 de agosto de 2018

#hemeroteca #identidades #musica | Querida Rosalía, disculpe las molestias

Imagen: ctxt / Rosalía en 'Malamente'
Querida Rosalía, disculpe las molestias.
Algo se mueve en la juventud andaluza. De las letras de los Carnavales al auge de cuentas de humor andalucistas en redes se percibe un movimiento de reclamación y dignificación de la identidad cultural de Andalucía.
Jesús Jurado | ctxt, 2018-08-01
http://ctxt.es/es/20180801/Firmas/21067/Rosalia-andalucismo-cultura-Jesus-Jurado.htm

Como están los ánimos caldeados con este tema, querría comenzar haciendo dos puntualizaciones. La primera, que sin llegar a ser fan, sigo con agrado el trabajo de Rosalía desde que publicó ‘Los ángeles’ en 2016. La segunda, que todo lo que viene a continuación es más una intuición que una certeza; un intento de comprender el surgimiento de esta polémica más que una toma de posición ante la misma. Una forma, en fin, de sacar algo en claro de esta y otras discusiones, tan acaloradas como efímeras, que vemos con frecuencia en las redes sociales.

Suele situarse el origen de la polémica en este hilo de Noelia Cortés, publicado en los últimos días de 2017, poco después de la aparición del single 'Aunque es de noche' en el que Rosalía versionaba a Enrique Morente. El debate sobre el antigitanismo y la apropiación cultural saltó pronto de Twitter a prensa, con artículos como éste de Víctor Lenore, para después apagarse durante algunos meses y volver con más fuerza aún en mayo de 2018 con la publicación de 'Malamente' y en estos días con la llegada de 'Pienso en tu mirá'.

Como aficionado a Rosalía esta polémica me suscitaba y suscita sentimientos contradictorios. Por un lado reconocía la razón de quienes denuncian la invisibilización de artistas gitanas y andaluzas y la arrogancia de algunos críticos que se lanzaron alegremente a hacer odiosas comparaciones que Rosalía no necesita; por otro me rechinaba profundamente censurar a una artista que en sus primeros trabajos había sido capaz de recuperar y actualizar con éxito canciones olvidadas para el gran público, y que ahora proponía, con audacia, nuevas formas de fusión que podían tener un potencial inmenso a la hora de mantener al flamenco como un arte vivo y de vanguardia. Pero, ante todo, la polémica me suscitó una gran pregunta: ¿por qué surge en ese momento y no antes, por qué contra Rosalía y no contra cualquier otro músico de todos cuantos han empleado, con mayor o menor fortuna, elementos flamencos en sus producciones?

Vamos primero con el momento en que surge esta polémica. Quienes sean adictos a Twitter recordarán que la de Rosalía no fue la única polémica en enero de 2018. Fue inmediatamente seguida de otra mucha mayor sobre el uso del acento andaluz en 'La Peste', la superproducción histórica de Movistar+, que llevó a tuitear hasta a la presidenta andaluza, Susana Díaz. De igual modo recordarán que a mediados del pasado mayo no sólo discutimos sobre ‘Malamente’ sino también sobre la carta de Kichi a Monedero en la que el alcalde gaditano explicaba al profesor, entre otras cosas, que a los andaluces “nos molesta como una ardentía que imiten nuestro acento, que toqueteen nuestro arte con descuido, con malaje”. El último episodio, del mes de julio, coincidió también con otro menor aunque acalorado debate sobre Al Ándalus y la Edad Media andaluza. ¿Tienen algo que ver? ¿Son meras coincidencias temporales o expresan una corriente de fondo, un cierto estado de las cosas? Mi intuición, después de debatir largo y tendido con varios amigos por mejores medios que el intercambio de tweets, es que están íntimamente ligadas y son síntomas de un mismo fenómeno: la emergencia, todavía incipiente y difusa, de un nuevo andalucismo.

El 65,5% de los andaluces considera que en la esfera pública “se sigue utilizando el acento andaluz de forma ridícula, como si fuera inferior”, según el Barómetro Audiovisual de Andalucía; 23 puntos porcentuales más que hace diez años. Entre estudiantes, la cifra se eleva al 76%. Puede que sea efecto de una década de crisis que se ha vivido en Andalucía de forma más intensa y duradera que en el resto del Estado, puede que sea reflejo del conflicto catalán, puede que sea simplemente un agotamiento de la cultura de la transición en su declinación andaluza, puede que sea todo esto a la vez. Pero lo cierto es que algo se mueve en la juventud andaluza. De las letras de los Carnavales al auge de cuentas de humor andalucistas en redes sociales, de los monólogos de Manu Sánchez al rap de Gata Cattana, se percibe en los últimos años un cierto movimiento de reclamación y dignificación de la identidad cultural andaluza.

Un movimiento que se esfuerza en resignificar en clave moderna, progresista y feminista elementos culturales largamente asociados a una cultura conservadora y casposa y que reivindica, disputando el relato histórico oficial, las fuentes gitanas, árabes o africanas de la cultura andaluza. En este sentido entronca fuertemente con los propósitos del andalucismo cultural de los setenta y ochenta, los años del éxito del flamenco protesta y el rock andaluz. Si, en palabras de Antonio Manuel, “entonces ser andaluz era ser moderno, una declaración de principios frente al tardofranquismo”, hoy ser andaluz quiere significar otra cosa que participar en el programa de Juan y Medio.

Si este es el contexto que puede ayudar a comprender por qué la polémica nace ahora y no hace unos años, queda responder a la segunda cuestión. ¿Por qué contra Rosalía? Sin duda la introducción de nazarenos y toreros en el videoclip de ‘Malamente’ levantó algunas ampollas entre quienes están cansados de verse siempre reflejados en los mismos estereotipos. Pero imagino, llevando la hipótesis algo más lejos, que el problema es más profundo. Si este nuevo andalucismo reivindica las producciones culturales que actualicen en clave feminista y moderna la identidad andaluza; entonces el éxito de Rosalía es, en cierto modo, una ofensa y un obstáculo a sus propósitos. Una ofensa porque, sin cuestionar su mérito, el éxito de Rosalía es también fruto de las ventajas comparativas derivadas de producir desde una metrópoli global como Barcelona y no desde una localidad andaluza. Y un obstáculo porque el origen catalán y el discurso cosmopolita de Rosalía desligan esta nueva ola de fusión flamenca de una identidad netamente andaluza, desactivando en cierta medida su potencial político.

Sostengo que estamos, sí, ante una disputa política. Muchos se preguntan, con razón, qué sentido tiene hablar de apropiación cultural cuando todos los estilos musicales en boga son hijos del mestizaje más promiscuo. Pues bien, discutimos sobre apropiación cultural cuando se construye un sujeto colectivo que reivindica determinados elementos culturales como propios. O podemos plantearlo a la inversa: sólo es posible construir una identidad colectiva reclamando la propiedad sobre determinados elementos culturales, y esa es una operación que sólo se puede realizar denunciando su apropiación por parte de un otro. Que no se me malinterprete: esto no quiere decir que yo defienda un flamenco sólo, por y para andaluces, entre otras cosas porque es, desde 2010, patrimonio inmaterial de la Humanidad. Lo que intento hacer comprender es la importancia o, si se prefiere, la inevitabilidad de que surjan denuncias de apropiación cultural cuando hay un proceso de construcción nacional/popular en marcha, aunque sólo sea como manifestación de una disputa hegemónica, de una batalla cultural por definir qué define a quién. Pero cuidado, si asumimos este debate como síntoma de una disputa política de fondo, conviene no perder de vista el riesgo real de tomar el síntoma por la verdadera dolencia; de caer en una suerte de esencialismo identitario que, lejos de contribuir a la construcción de una Andalucía abierta y progresista, acabe estrechándola más y más en pos de una pureza imposible.

Como decía el cartero de Neruda, “la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”. Y hoy las andaluzas y andaluces necesitamos con urgencia reapropiarnos de la poesía, la música, el cine y la cultura para (re)constituirnos como una comunidad con voz propia y superar la brecha que nos condena a tener vidas más breves y más duras que las de nuestros vecinos del norte. Querida Rosalía, disculpe las molestias, pero nos estamos levantando.

Jesús Jurado es politólogo. Andaluz en el exilio madrileño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.