Imagen: Google Imágenes / 'Protaetia speciosa' con su 'scutum' |
Cuando sabemos quién y cuándo creó una palabra, hablamos de "onomaturgia".
Lola Pons Rodríguez | Verne, El País, 2018-08-01
https://verne.elpais.com/verne/2018/08/01/articulo/1533111559_850954.html
Tenemos una nueva palabra en español y es escutoide. La repetimos, saboréala: es-cu-toi-de.
La han inventado unos investigadores con base en Sevilla y la utilizan para designar algo que han descubierto sobre el tejido del epitelio (o sea, el que recubre la superficie externa del cuerpo y también algunos de nuestros órganos). Vamos por partes: antes se pensaba que nuestras células se unían unas a otras formando prismas, de manera que la unión de esos prismas daba lugar al epitelio. Gracias al equipo liderado por el biólogo de la Universidad de Sevilla Luis M. Escudero, se ha descubierto que el abrazo de las células no conforma prismas sino una forma distinta de la que pensábamos hasta ahora. ¿Recuerdas la lista de cuerpos geométricos que nos enseñaban en el colegio (cilindro, cono, esfera...)? Pues bien, el escutoide es el nombre que han dado a esa figura nueva que observan cuando miran en el microscopio el epitelio (humano o animal) y cómo se pliega. En este artículo de una de las investigadoras que ha participado, Clara Grima, se explican los detalles científicos.
Saber cómo se empaquetan las células para formar tejidos celulares es, pues, un gran avance para la ciencia. Pero este descubrimiento ha tenido también una consecuencia lingüística, sin duda no prevista por el equipo que ha puesto en circulación en nuestro idioma la palabra escutoide.
¿De dónde ha salido la palabra? Según declara a Verne Alberto Márquez, matemático de la Universidad de Sevilla y uno de los miembros del equipo descubridor de los escutoides, la génesis de la palabra se debe a una “doble inspiración”: por un lado, el jefe del equipo científico, Escudero, fue el primero en advertir que el epitelio no era como nos habían contado, y que había una forma geométrica nueva a la que dar nombre. Su apellido, derivado del latín scutum (escudo), fue un primer aliento para la nueva palabra, que contaba además con otro apoyo: el hecho de que la estructura del escutoide recordase a la forma del tórax o scutum de algunas variedades de escarabajo. A la base de escudo se añadió el sufijo griego –oide, que significa ‘parecido a’.
No es raro que en la ciencia se conozcan determinados logros o hallazgos científicos con el apellido de su descubridor (pensemos en Doppler, Asperger, Down, Alzheimer, que fueron personas antes que nombres técnicos). Hablamos de epónimos para esos términos derivados de nombres de persona.
El descubrimiento de los escutoides ha sido expuesto en la prestigiosa revista científica 'Nature Communication' hace unas semanas en un artículo escrito en inglés y firmado por el equipo de dieciséis investigadores que ha desarrollado las pruebas: matemáticos, físicos y biólogos. Los investigadores tradujeron para ese artículo al escutoide como ‘scutoid’. Por tanto, la palabra ha nacido simultáneamente como voz nueva del inglés, lengua en la que está escrito el artículo original donde se difunde el descubrimiento, y palabra nueva del español, a través de los textos que los investigadores han puesto en circulación en esta últimas semanas para explicar su logro.
Es curioso que esta voz, en principio un mero tecnicismo, ha logrado en los últimos días colarse en las redes sociales con usos científicos y con usos menos científicos; ha sido abrazada de forma seria pero también de forma humorística, lo que, sin duda, ha ayudado a su difusión, tanto en inglés como en español.
Son muchas las palabras nuevas que van llegando a nuestro idioma, unas se incorporan por vía del préstamo, otras las creamos los hablantes y las lanzamos al mar de las conversaciones y los libros para que en ese mar se difundan. Podemos reconstruir, pero siempre aproximadamente, la fecha en que surge una palabra, y difícilmente podremos señalar quién fue el primer hablante en decirla. Por eso, lo relevante lingüísticamente de escutoide es que sabemos con toda exactitud quién ha creado la palabra y cuándo. Y eso es una rareza en cualquier idioma vivo.
La invención de una palabra con fecha de nacimiento y autor concretos es un fenómeno no muy común en las lenguas; recibe el nombre técnico de ‘creación léxica’ u ‘onomaturgia’. Por supuesto, para considerar una creación léxica como voz nueva en el vocabulario de una lengua, no basta con la mera invención de una palabra, sino que es necesaria su difusión y aceptación social. Cualquiera puede inventar una palabra pero no se considera que entra a formar parte del vocabulario de un idioma si no consigue aceptación y uso en la sociedad.
Entre los casos de onomaturgia del español, estudiados con detalle por el académico Pedro Álvarez de Miranda, contamos con vetustas palabras inventadas hace siglos. He aquí una muestra:
-La palabra perogrullada (verdad notoria que no es preciso explicar) fue creada en el siglo XVII por el escritor Francisco de Quevedo.
-Otro escritor, Miguel de Unamuno, acuñó a fines del XIX la palabra intrahistoria, que explicaba como “la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol” ('En torno al casticismo'), o sea la historia de los que no salen en los libros de Historia; una palabra para reclamar las historias olvidadas.
-La voz quirófano, usada para designar a la ‘sala de operaciones’ aislada del exterior, fue ideada en 1892 por el doctor Andrés del Busto, que utilizó dos raíces griegas para formarla (la de ‘mano’ y la de ‘mostrar’).
-También tenemos ejemplos cercanos: la muy simbólica palabra mileurista fue inventada por una lectora de El País, Carolina Alguacil, que la usó en una Carta al director en 2005 dando curso a su empleo hasta hoy.
Añadamos ahora una palabra más a la lista de creaciones lingüísticas con autor conocido: escutoide, surgida en 2018 de Escudero y su equipo. Un equipo que, por cierto, está formado íntegramente por españoles (quince andaluces y un madrileño radicado en Estados Unidos) que, de nuevo y frente al tópico, nos muestran que ni en ciencia ni en lingüística tiene sentido la frase que también puso en circulación Unamuno, el famoso '¡que inventen ellos!'.
La han inventado unos investigadores con base en Sevilla y la utilizan para designar algo que han descubierto sobre el tejido del epitelio (o sea, el que recubre la superficie externa del cuerpo y también algunos de nuestros órganos). Vamos por partes: antes se pensaba que nuestras células se unían unas a otras formando prismas, de manera que la unión de esos prismas daba lugar al epitelio. Gracias al equipo liderado por el biólogo de la Universidad de Sevilla Luis M. Escudero, se ha descubierto que el abrazo de las células no conforma prismas sino una forma distinta de la que pensábamos hasta ahora. ¿Recuerdas la lista de cuerpos geométricos que nos enseñaban en el colegio (cilindro, cono, esfera...)? Pues bien, el escutoide es el nombre que han dado a esa figura nueva que observan cuando miran en el microscopio el epitelio (humano o animal) y cómo se pliega. En este artículo de una de las investigadoras que ha participado, Clara Grima, se explican los detalles científicos.
Saber cómo se empaquetan las células para formar tejidos celulares es, pues, un gran avance para la ciencia. Pero este descubrimiento ha tenido también una consecuencia lingüística, sin duda no prevista por el equipo que ha puesto en circulación en nuestro idioma la palabra escutoide.
¿De dónde ha salido la palabra? Según declara a Verne Alberto Márquez, matemático de la Universidad de Sevilla y uno de los miembros del equipo descubridor de los escutoides, la génesis de la palabra se debe a una “doble inspiración”: por un lado, el jefe del equipo científico, Escudero, fue el primero en advertir que el epitelio no era como nos habían contado, y que había una forma geométrica nueva a la que dar nombre. Su apellido, derivado del latín scutum (escudo), fue un primer aliento para la nueva palabra, que contaba además con otro apoyo: el hecho de que la estructura del escutoide recordase a la forma del tórax o scutum de algunas variedades de escarabajo. A la base de escudo se añadió el sufijo griego –oide, que significa ‘parecido a’.
No es raro que en la ciencia se conozcan determinados logros o hallazgos científicos con el apellido de su descubridor (pensemos en Doppler, Asperger, Down, Alzheimer, que fueron personas antes que nombres técnicos). Hablamos de epónimos para esos términos derivados de nombres de persona.
El descubrimiento de los escutoides ha sido expuesto en la prestigiosa revista científica 'Nature Communication' hace unas semanas en un artículo escrito en inglés y firmado por el equipo de dieciséis investigadores que ha desarrollado las pruebas: matemáticos, físicos y biólogos. Los investigadores tradujeron para ese artículo al escutoide como ‘scutoid’. Por tanto, la palabra ha nacido simultáneamente como voz nueva del inglés, lengua en la que está escrito el artículo original donde se difunde el descubrimiento, y palabra nueva del español, a través de los textos que los investigadores han puesto en circulación en esta últimas semanas para explicar su logro.
Es curioso que esta voz, en principio un mero tecnicismo, ha logrado en los últimos días colarse en las redes sociales con usos científicos y con usos menos científicos; ha sido abrazada de forma seria pero también de forma humorística, lo que, sin duda, ha ayudado a su difusión, tanto en inglés como en español.
Son muchas las palabras nuevas que van llegando a nuestro idioma, unas se incorporan por vía del préstamo, otras las creamos los hablantes y las lanzamos al mar de las conversaciones y los libros para que en ese mar se difundan. Podemos reconstruir, pero siempre aproximadamente, la fecha en que surge una palabra, y difícilmente podremos señalar quién fue el primer hablante en decirla. Por eso, lo relevante lingüísticamente de escutoide es que sabemos con toda exactitud quién ha creado la palabra y cuándo. Y eso es una rareza en cualquier idioma vivo.
La invención de una palabra con fecha de nacimiento y autor concretos es un fenómeno no muy común en las lenguas; recibe el nombre técnico de ‘creación léxica’ u ‘onomaturgia’. Por supuesto, para considerar una creación léxica como voz nueva en el vocabulario de una lengua, no basta con la mera invención de una palabra, sino que es necesaria su difusión y aceptación social. Cualquiera puede inventar una palabra pero no se considera que entra a formar parte del vocabulario de un idioma si no consigue aceptación y uso en la sociedad.
Entre los casos de onomaturgia del español, estudiados con detalle por el académico Pedro Álvarez de Miranda, contamos con vetustas palabras inventadas hace siglos. He aquí una muestra:
-La palabra perogrullada (verdad notoria que no es preciso explicar) fue creada en el siglo XVII por el escritor Francisco de Quevedo.
-Otro escritor, Miguel de Unamuno, acuñó a fines del XIX la palabra intrahistoria, que explicaba como “la vida silenciosa de millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol” ('En torno al casticismo'), o sea la historia de los que no salen en los libros de Historia; una palabra para reclamar las historias olvidadas.
-La voz quirófano, usada para designar a la ‘sala de operaciones’ aislada del exterior, fue ideada en 1892 por el doctor Andrés del Busto, que utilizó dos raíces griegas para formarla (la de ‘mano’ y la de ‘mostrar’).
-También tenemos ejemplos cercanos: la muy simbólica palabra mileurista fue inventada por una lectora de El País, Carolina Alguacil, que la usó en una Carta al director en 2005 dando curso a su empleo hasta hoy.
Añadamos ahora una palabra más a la lista de creaciones lingüísticas con autor conocido: escutoide, surgida en 2018 de Escudero y su equipo. Un equipo que, por cierto, está formado íntegramente por españoles (quince andaluces y un madrileño radicado en Estados Unidos) que, de nuevo y frente al tópico, nos muestran que ni en ciencia ni en lingüística tiene sentido la frase que también puso en circulación Unamuno, el famoso '¡que inventen ellos!'.
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