martes, 7 de mayo de 2019

#hemeroteca #lgtbi | Alfredo Pazmiño: “Tenemos que quitarnos las gafas occidentales para poder ir a cualquier sitio”

Imagen: El Salto / Alfredo Pazmiño
Alfredo Pazmiño: “Tenemos que quitarnos las gafas occidentales para poder ir a cualquier sitio”.
Migrante, racializado, gay (aunque él prefiere llamarse marica), militante del PSOE, activista LGTBI y VIH+, la vida de Alfredo Pazmiño está atravesada por multitud de intersecciones.
Elena García | El Salto, 2019-05-07
https://www.elsaltodiario.com/racismo/alfredo-pazmino-migracion-derechos-lgtbiq-vih+

Alfredo Pazmino ha sido el responsable de la Cooperación en temas LGTBI con África en la Fundación Triángulo y Director de Programas y Proyectos de la asociación de migrantes y refugiados LGTBI Kifkif.

Nacido en Lima de padre ecuatoriano y madre peruana, llegó a España en 2006 como “migrante sentimental”. Enamorado de Canarias, dice que, a pesar de contar con la nacionalidad española, donde más le hicieron sentirse extranjero fue durante su estancia laboral en Madrid.

Ahora está aprendiendo quechua gracias a la inclusión en TVPerú, televisión nacional de Perú, de programación en las lenguas originarias, algo que considera fundamental ya que a partir de la lengua “también se crean realidades y discursos”.

De conversación pausada y amena, finaliza animando a las personas que han emprendido procesos migratorios “a ejercer ciudadanía y derechos, pues no estamos aquí de paso”.

P. Has trabajado en temas LGBTI en África, ¿qué desconocemos sobre el continente en ese aspecto, son todos los países iguales o hay diferencias?

R. Lo que siempre digo es que tenemos que quitarnos las gafas occidentales para poder ir a cualquier sitio. En África, sobre todo, porque estamos hablando de un continente donde las independencias son muy recientes y todavía existen heridas abiertas donde las poblaciones más vulnerabilizadas siempre han sido las mujeres y las personas diversas.

Al llegar a África lo primero que hay que hacer es quitarse las gafas LGBTI occidentales y ponerse las propias de allí. Siempre ha habido personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas y las han llamado de diferentes maneras y, en algunos de los casos, han estado por delante de la concepción occidental.

Conozco perfectamente la realidad de Cabo Verde y he acompañado a activistas caboverdianos durante muchos años. Ellos no utilizaban el término LGBTI sino el Tchindas para referirse a lo diverso porque una de ellas llamada Tchindas fue la que dio el primer paso. Por ejemplo, la sociedad había normalizado tanto esto y, por otra parte, el Estado había sido tan poco meticuloso, que en el DNI no aparece el género y las personas que nosotros entenderíamos como trans, podían cambiar su nombre de Carlos a María sin necesitar ni de una resolución ni de todos los problemas que podemos encontrarnos en Occidente. Lo que quiero decir es que a veces las naciones más pequeñitas tienen una forma de organizarse más natural y es esa traducción colonial la que lo pervierte.

P. ¿La homofobia en África es una característica propia de los países africanos o una herencia colonial?

R. La homofobia se alimenta, eso está claro. Las fobias se alimentan por discursos más “comprados” que autóctonos. La homofobia no es africana, está legislada desde Occidente, es un lastre que hemos exportado a muchos países sin haber sido capaces de hacer ese acompañamiento de la descolonización de la homofobia, ya que aún se encuentran en muchas de sus constituciones. Creo que el papel de África se está construyendo desde dentro con los mismos activistas que están allí.

P. Te he escuchado decir que a veces “salvamos o blindamos a un activista en un determinado país pero también estamos privando a ese país de un desarrollo muy fuerte”, ¿cómo sería esa idea?

R. Yo esto lo cojo de unas declaraciones de Khasa Nabagesera, presidenta de FARUG en Uganda. Ella nos contó en una conferencia que organizamos en Tenerife en 2010 que ante la primera violación correctiva lo primero que le pedía el cuerpo era huir, salir, correr; pero luego fue víctima de una segunda y una tercera. Al cabo de la tercera, ella entendió que su papel estaba en su país porque ya no la podían marcar más. Ella lo que pretendía quedándose era poder ayudar a que su país pudiera avanzar a través de su denuncia.

Muchísimos han estado en esa disyuntiva; por ejemplo, David Kato, también de Uganda. A él se le ofreció protección en Suecia y la rechazó porque decía que salvaba su vida pero, salvando su vida, condenaba a su país a una generación más aguantando esa situación. La reflexión es que a veces no somos conscientes de que la protección internacional es completamente legítima y tenemos que abrir y mejorar los mecanismos, pero también necesitamos trabajar en origen con las estrategias de cooperación internacional. Estoy seguro que desde los países de Occidente podemos hacer mucho para que los activistas LGTBI no tengan que huir y condenar a sus países a 50 o 100 años más de este discurso de odio.

P. ¿Y cómo se puede trabajar de igual a igual con las poblaciones africanas en temas LGTBI?

R. Lo primero es acercarse con muchísima prudencia, quitándose las gafas LGTBI y entendiendo las dinámicas de los lugares y sobre todo no estigmatizando y poniendo etiquetas. Por ejemplo, el valor máximo de una mujer en África es tener un hijo y para conseguirlo algunas tienen relaciones con hombres, eso no las hace menos lesbianas que otras. Es quizás el prisma occidental el que condena muchas cosas.

No se hace de un día a otro, está claro, para poder sentarse y poder hablar de todo esto hace falta tiempo. En el 2009 fue la primera vez que fui a Cabo Verde y no fue hasta 2013 que ellos realizaron el primer Orgullo LGTBI. Ha habido un proceso de ver qué es lo que nosotros habíamos hecho, cómo ellos entienden esa realidad diversa y cómo adoptaron sus ritmos y las consignas que querían conseguir. Y allí estuvimos nosotros, acompañándoles. La clave está en respetar sus tiempos.

P. Participaste en la I Semana LGTIB en Guinea Ecuatorial, ¿qué supuso esa experiencia?

R. Fue un reto para nosotros. Yo fui el primero que recibí la llamada y a partir de ahí orquestamos a más personas para organizarlo. Fue un reto muy grande poder hacer este tipo de actividades en Guinea Ecuatorial. Sabemos cuál es la situación en Guinea y también que a los totalitarismos no les gustan las diversidades ni las minorías.

Era un reto llevar un mensaje claro sin que suene colonizador y sin renunciar a nuestras reivindicaciones por los derechos LGBTI. Todo fue bastante fácil, el Gobierno prestó bastante oído y atención a las acciones que estábamos realizando y creo que marcó una etapa bastante positiva que ahora mismo sigue con el apoyo de los agentes locales. Eso es lo importante, no ser nosotros los que hagamos cosas sino ayudar a que las personas se sientan fuertes, empoderadas, para poder hacerlas y que cuenten con nosotros que estaremos allí si nos necesitaran.

P. Eres migrante, racializado, gay, VIH+ y activista por los derechos de las personas LGTBIQ, ¿cómo se viven todas estas intersecciones?

R. Pues a veces te las olvidas. Te olvidas de todo eso y eres simplemente Alfredo. A veces vienen todas esas intersecciones cuando te las recuerdan. Te lo pueden recordar de manera muy amable, desde la empatía, de un hermano migrante que te pregunta cómo lo has hecho tú y miras hacia atrás y ves todo lo que has conseguido. Los papeles que nunca llegan, los tiempos de las citas, los miedos a la policía cuando estás sin la documentación en regla… Y te sientes muy reconfortado.

Cuando menos agrada es cuando te señalan con el dedo, cuando una intersección se convierte en un castigo, en una culpa, en un pecado. O quizá incluso cuando las personas que te quieren te recomiendan que lo ocultes, que no lo digas; me refiero al tema LGTBI y, sobre todo, al VIH. Aún España no está preparada para que las personas con VIH digamos que estamos aquí y que no pasa nada, ni necesitamos apoyo, ni queremos hablarlo. Simplemente somos VIH+ y debería ser tan normal como tener el cabello rizado o liso. El VIH es una condición más que convive con nosotros.

P. Militas en el PSOE, ¿es un partido en el que te sientes representado en todas tus intersecciones?

R. Yo creo que todos los partidos están llamados a poder adaptar sus discursos a la realidad social. Los partidos de izquierdas son por naturaleza los más abiertos a estos temas, al respeto de todos y de todas y especialmente al blindaje de las minorías. El PSOE claro que es un espacio en el que yo me encuentro seguro. Lo primero que necesitamos son espacios seguros para tener esa oportunidad y poder “demostrar” que valemos. Igual que lo tuvieron que hacer las mujeres, es algo lamentable que tengamos que demostrar que las personas migrantes valemos, que las personas LGTBI no solamente estamos para el Orgullo, que las personas VIH+ no somos desgraciaditos de la vida. Yo creo que el PSOE sí está brindando las oportunidades para que la diversidad de la sociedad se vea reflejada en la cotidianidad.

Pedro Zerolo hizo un trabajo maravilloso y yo creo que ahora nadie duda que una persona LGBTI pueda ser un representante político. Carla Antonelli es otra referente de mujer trans y política. Estamos en un momento en el que hacen falta mayores referentes porque esos serán en definitiva todos los escudos que nos permitirán combatir la xenofobia y el ataque. Hoy en España estamos en un momento en que tenemos la posibilidad de hablar, esperemos poder seguir haciéndolo pese al peligro de esa derecha que quiere silenciarnos.

P. ¿Es el VIH un doble estigma para las personas migrantes?
R. Claro que sí. Lamentablemente hasta hace poco no le temblaba el pulso al Ministerio de Sanidad, en ese momento gobernado por el PP, que retrataba el perfil de los nuevos diagnósticos de VIH como hombres latinoamericanos de entre 30 y 45 años. Entonces estigmatizaba y ponía un grupo de riesgo cuando sabemos que no hay grupos de riesgo sino prácticas de riesgo. Yo creo que eso también se está trabajando, hay diversas organizaciones como Kifkif que tiene grupos de apoyo a personas VIH+ de origen diverso. Cuando hablamos de que el estigma es el culpable, lo decimos porque muchas personas por miedo a conocer su diagnóstico no se hacen la prueba, ya que no serían capaces de asumir esa noticia. En muchos casos viven en casas de familiares o en albergues y si esa persona además de estar en esa situación sabe que es VIH+, es un blanco fácil para la estigmatización y para que lo aparten directamente.

P. Te he escuchado decir que nos tocará habituarnos a una España de muchos olores, colores y sabores, ¿qué significa esto en la práctica?

R. La igualdad social va de la mano de la igualdad legal, cuando en este país una persona afrodescendiente esté en un órgano directivo, podremos decir que esa igualdad social y esos colores y sabores han transcendido más allá de una charla que se da en un instituto. Esa situación de igual a igual se dará cuando estemos en los espacios públicos y políticos. Yo llegué en el año 2006 a Canarias, a Tenerife, que tiene una historia muy buena de migraciones de ida y vuelta. Llegué a un paraíso y me di cuenta de que era migrante cuando el año pasado vine a trabajar a Madrid. Muchas personas de manera directa o indirecta me hicieron sentir que no era de aquí. Nosotros mismos, las personas racializadas, las personas migrantes, tenemos una gran responsabilidad, tenemos que ser capaces de quitarnos ese miedo y decir “sí puedo”. Lo que hace falta es que este ‘Yes, we can!’ no sea solamente un spot sino que lo apliquemos a nosotros mismos.

P. Vives en Canarias, ¿crees que es una tierra más abierta en cuanto a migraciones y en cuanto a realidades LGTIB que el resto del Estado?

R. La respuesta rápida es que sí, en ambas. Canarias pasó una hambruna muy grande y hay municipios que se quedaron con apenas población. Muchos tuvieron que migrar a Venezuela o Cuba y han vuelto, son migraciones de ida y vuelta. Las personas mayores, sobre todo, tienen un respeto por las migraciones amplísimo porque en muchos de los casos ellos se han recordado llegando a Venezuela también de manera irregular y el país les abrió la puerta.

Canarias es un paraíso, son islas afortunadas no sólo por el clima sino también por su gente. La represión de Franco llegó de manera tan laxa que, por ejemplo, mientras en todo el Estado se prohibieron los carnavales, en Tenerife se mantuvieron como fiestas de invierno. Y esos carnavales eran un espacio de libertad donde las personas LGTIB podían salir del armario y mostrarse en libertad y seguridad. Canarias, en general, es completa y absolutamente amable con la diversidad. En definitiva, Canarias es la plataforma entre Europa, África y América Latina, somos de allí y somos de aquí.

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