La joven artista Carlota Juncosa compartió casi un año con este personaje doliente: cupletista, transexual, prostituta, friki televisiva, amante frustrada, presa franquista y emblema de la otra Barcelona. Carne, hueso y espejo de una sociedad enferma.
Lorena G. Maldonado | El Español, 2017-06-14
http://www.elespanol.com/cultura/libros/20170614/223728312_0.html
Uno piensa en Carmen de Mairena y le viene a la mente una peluca rojiza que crece hacia arriba sin mucha gracia -tarrina de nata montada en forma de pamela sobre el cerebro-; un lunar mentiroso, hecho a lápiz, que un día brota en el pómulo y otro en la barbilla; unos ojos inexpresivos, pochos, que elevan en procesión las pestañas postizas; y una boca -todo un hocico, en realidad-, que, como decía José Luis Alvite de Yola Berrocal, parece más bien una vagina nacida en la cara. “Todo lo que tengo de morro lo tengo de potorro”, clamaba, la muy descarada. Es una Nancy trasnochada, Carmen. Pero ha cumplido ya 84 años, hay orín en el suelo de su cuarto y los tres ‘amigos’ que tiene la rondan como buitres para robarle. No hace gracia. Tal vez no la hizo nunca.
Es cierto que cuando uno tiene por primera vez entre las manos ‘Carmen de Mairena. Una biografía’ (Blackie Books), de Carlota Juncosa, se le ensanchan las comisuras y remite una risilla cómplice recordando sus “Tengo el poderío en el coño metío”, sus “Yo soy esa, la que te pone la cosa tiesa” y sus “Yo tengo mucho talante, tanto por detrás como por delante”. El lector espera una semblanza guasona -más con la portada rosa y las ilustraciones frescas, incorrectas, aniñadas-, pero al final se encuentra el cuento de una criatura vieja y desgraciada que sabe poco o nada de dignidad y recapitula su vida con torpeza, sin convicciones, sin poder evitar babear.
No es mujer ni hombre, cuenta Carmen. A veces habla de sí misma en masculino y a veces en femenino, según le vuele ese día la peineta: en realidad es un ser humano agnóstico apegado al género que le dé de comer. “Soy una mujer completa: tengo polla y tengo tetas”, reza, a carcajada limpia. Ni siquiera se sintió hembra alguna vez: se cambió de sexo por amor, para gustarle a un fulano del que andaba pillada.
Jamás llegó a quitarse el pene. Para no dejar ‘de sentir’. No se cree a los transexuales que dicen que se excitan después de operarse. “Eso es su imaginación”, relincha. Cuando aún era Miguel de Mairena, tenía éxito como cupletista en las mejores salas de Barcelona. Después fue rechazada por su público. Fue detenida un par de veces y encarcelada por Franco allá en los sesenta, porque se pasaba la Ley de Vagos y Maleantes por su particular Arco del Triunfo.
Malos tratos, cárcel y desamor
Dicen que fue torturada en la cárcel y que esos malos tratos le dejaron tal secuela que, al salir de prisión, no pudo volver al vodevil, así que trabajó como peón junto a su padre en Gavá. Sin embargo, ella explica en el libro una versión muy peculiar de los hechos: “¿Cómo explicártelo? Salí de la cárcel con toda la cara llena de granos que no se me quitaban, entonces me fui allí para que se me curaran…”. ¿Cómo va a ser eso? “Porque un mariquita de la cárcel me depiló la cara y se me infectó. Entonces ya no podía hacer galas de artista”. Ah.
“¡Todo por los tíos! A mí me lo han estropeado todo los tíos”, gruñe. “No quieren a nadie. Ni las putas, ni los maricones. No quieren a nadie. Más claro, agua”, y sorbe su calimocho. En los últimos tiempos se enamoró de un joven gitano que también la estafó. Quién sabe si había otra vida posible para Miguel, para Carmen de Mairena, para el artista del coño imposible que lo mentaba sin parar, como para hacerlo carne y llenarlo de terminaciones nerviosas. Dice siempre que se prostituyó porque quiso. “Me acosté con los hombres que me gustaban. Y con los que no me gustaban, también”.
En una ocasión, un guardia civil le tiró los trastos en un cabaret y se la llevó a la montaña en coche. “¡No tienes pechos! ¡No tienes nada! ¡Eres un hombre disfrazado!”, le gritó. Ya la había desnudado. Le dijo que se bajara, que tenía que arreglar una rueda del coche, y la dejó tirada. “Tuve que bajar andando como del Paralelo a La Barceloneta, ¡en bolas!”. Hizo películas –‘Soy puta pero mi coño lo disfruta’, ‘FBI: Frikis Buscan Incordiar’, ‘Diniofollando_com’...- y porno –‘Por detrás me gusta más’-, convirtió su casa en un prostíbulo y hasta fue detenida, en 2006 y 2008, en macrooperaciones en El Raval contra redes de proxenetas que obligaban a prostituirse a mujeres rumanas. Ella fue la única de los arrestados puesta en libertad.
Javier Cárdenas, el vendefrikis
La televisión podía haberla salvado, pero sólo la explotó para reírse de ella y luego se la arrancó como un chicle pegado a un zapato. Esa gloria repugnante de los noventa. ‘Crónicas Marcianas’, ‘¡Al ataque!’, ‘Força Barça’… “Todo lo que hacíamos estaba pactado con ellos. Y hay que tener en cuenta que antes de salir el televisión, a Pozí y a Carmen de Mairena les metían palizas tremendas y les escupían por la calle”, dice Javier Cárdenas, vendefrikis profesional, cuando se le acusa de serlo. Habrá que darle las gracias.
Carlota Juncosa no dibuja la fábula desde fuera, sino que representa en las páginas las rarísimas entrevistas que tuvo durante casi un año con Carmen de Mairena. No hay grandes secretos, no hay muchos datos que no se conociesen: Juncosa charla con una señora medio senil. Lo interesante es vislumbrar más de cerca su mundo, sus malas compañías, sus amistades regidas por códigos mercantiles, sus amores frustrados, su piso cochambroso como la vida interior de una estrella friki de la televisión. Su ecosistema fermentado y resistente. Es como ver agrietarse un rascacielos muy despacio: allá dentro se han celebrado correrías de todo tipo.
Todo lo que la rodea es una pocilga, un dudoso paraíso para alguien abandonado de sí mismo. Basura en el sofá, un colchón húmedo en el suelo. La ilustradora y biógrafa, Carlota, con el corazón en un puño. Dice el escritor Javier Pérez Andújar en el prólogo que Carmen de Mairena es como la Estatua de la Libertad de Barcelona, “es decir, un símbolo que no tenemos”. “Carmen de Mairena es la búsqueda de un nuevo mundo antes de haber sabido que la tierra es redonda”, escribe. “Ella le otorga importancia a este libro como le da importancia a todo lo que pueda proporcionarle dinero: vender un objeto usado, vender su cuerpo usado, alquilar habitaciones por horas… vender libros es más llevadero que poner el culo y hacer mamadas”. Pequeño dinero para la supervivencia, apunta.
Comenta algo Pérez-Andújar que convierte el libro en un espejo y en una afrenta al lector: todos estamos en el ajo de Carmen de Mairena, todos pertenecemos a una sociedad enferma capaz de malograr así a un ser humano. No estamos limpios. No somos más dignos ni más valiosos. “Dicen que Valle-Inclán se lamentaba de que le había fallado su época. No ha sido así en el caso de Carmen de Mairena, pues ella contiene toda una época, como una estatua simbólica”, escribe. “Eso sí, a Carmen de Mairena le han fallado sus contemporáneos. Pero es que los contemporáneos siempre se creen mejor que la época que les ha tocado”.
Es cierto que cuando uno tiene por primera vez entre las manos ‘Carmen de Mairena. Una biografía’ (Blackie Books), de Carlota Juncosa, se le ensanchan las comisuras y remite una risilla cómplice recordando sus “Tengo el poderío en el coño metío”, sus “Yo soy esa, la que te pone la cosa tiesa” y sus “Yo tengo mucho talante, tanto por detrás como por delante”. El lector espera una semblanza guasona -más con la portada rosa y las ilustraciones frescas, incorrectas, aniñadas-, pero al final se encuentra el cuento de una criatura vieja y desgraciada que sabe poco o nada de dignidad y recapitula su vida con torpeza, sin convicciones, sin poder evitar babear.
No es mujer ni hombre, cuenta Carmen. A veces habla de sí misma en masculino y a veces en femenino, según le vuele ese día la peineta: en realidad es un ser humano agnóstico apegado al género que le dé de comer. “Soy una mujer completa: tengo polla y tengo tetas”, reza, a carcajada limpia. Ni siquiera se sintió hembra alguna vez: se cambió de sexo por amor, para gustarle a un fulano del que andaba pillada.
Jamás llegó a quitarse el pene. Para no dejar ‘de sentir’. No se cree a los transexuales que dicen que se excitan después de operarse. “Eso es su imaginación”, relincha. Cuando aún era Miguel de Mairena, tenía éxito como cupletista en las mejores salas de Barcelona. Después fue rechazada por su público. Fue detenida un par de veces y encarcelada por Franco allá en los sesenta, porque se pasaba la Ley de Vagos y Maleantes por su particular Arco del Triunfo.
Malos tratos, cárcel y desamor
Dicen que fue torturada en la cárcel y que esos malos tratos le dejaron tal secuela que, al salir de prisión, no pudo volver al vodevil, así que trabajó como peón junto a su padre en Gavá. Sin embargo, ella explica en el libro una versión muy peculiar de los hechos: “¿Cómo explicártelo? Salí de la cárcel con toda la cara llena de granos que no se me quitaban, entonces me fui allí para que se me curaran…”. ¿Cómo va a ser eso? “Porque un mariquita de la cárcel me depiló la cara y se me infectó. Entonces ya no podía hacer galas de artista”. Ah.
“¡Todo por los tíos! A mí me lo han estropeado todo los tíos”, gruñe. “No quieren a nadie. Ni las putas, ni los maricones. No quieren a nadie. Más claro, agua”, y sorbe su calimocho. En los últimos tiempos se enamoró de un joven gitano que también la estafó. Quién sabe si había otra vida posible para Miguel, para Carmen de Mairena, para el artista del coño imposible que lo mentaba sin parar, como para hacerlo carne y llenarlo de terminaciones nerviosas. Dice siempre que se prostituyó porque quiso. “Me acosté con los hombres que me gustaban. Y con los que no me gustaban, también”.
En una ocasión, un guardia civil le tiró los trastos en un cabaret y se la llevó a la montaña en coche. “¡No tienes pechos! ¡No tienes nada! ¡Eres un hombre disfrazado!”, le gritó. Ya la había desnudado. Le dijo que se bajara, que tenía que arreglar una rueda del coche, y la dejó tirada. “Tuve que bajar andando como del Paralelo a La Barceloneta, ¡en bolas!”. Hizo películas –‘Soy puta pero mi coño lo disfruta’, ‘FBI: Frikis Buscan Incordiar’, ‘Diniofollando_com’...- y porno –‘Por detrás me gusta más’-, convirtió su casa en un prostíbulo y hasta fue detenida, en 2006 y 2008, en macrooperaciones en El Raval contra redes de proxenetas que obligaban a prostituirse a mujeres rumanas. Ella fue la única de los arrestados puesta en libertad.
Javier Cárdenas, el vendefrikis
La televisión podía haberla salvado, pero sólo la explotó para reírse de ella y luego se la arrancó como un chicle pegado a un zapato. Esa gloria repugnante de los noventa. ‘Crónicas Marcianas’, ‘¡Al ataque!’, ‘Força Barça’… “Todo lo que hacíamos estaba pactado con ellos. Y hay que tener en cuenta que antes de salir el televisión, a Pozí y a Carmen de Mairena les metían palizas tremendas y les escupían por la calle”, dice Javier Cárdenas, vendefrikis profesional, cuando se le acusa de serlo. Habrá que darle las gracias.
Carlota Juncosa no dibuja la fábula desde fuera, sino que representa en las páginas las rarísimas entrevistas que tuvo durante casi un año con Carmen de Mairena. No hay grandes secretos, no hay muchos datos que no se conociesen: Juncosa charla con una señora medio senil. Lo interesante es vislumbrar más de cerca su mundo, sus malas compañías, sus amistades regidas por códigos mercantiles, sus amores frustrados, su piso cochambroso como la vida interior de una estrella friki de la televisión. Su ecosistema fermentado y resistente. Es como ver agrietarse un rascacielos muy despacio: allá dentro se han celebrado correrías de todo tipo.
Todo lo que la rodea es una pocilga, un dudoso paraíso para alguien abandonado de sí mismo. Basura en el sofá, un colchón húmedo en el suelo. La ilustradora y biógrafa, Carlota, con el corazón en un puño. Dice el escritor Javier Pérez Andújar en el prólogo que Carmen de Mairena es como la Estatua de la Libertad de Barcelona, “es decir, un símbolo que no tenemos”. “Carmen de Mairena es la búsqueda de un nuevo mundo antes de haber sabido que la tierra es redonda”, escribe. “Ella le otorga importancia a este libro como le da importancia a todo lo que pueda proporcionarle dinero: vender un objeto usado, vender su cuerpo usado, alquilar habitaciones por horas… vender libros es más llevadero que poner el culo y hacer mamadas”. Pequeño dinero para la supervivencia, apunta.
Comenta algo Pérez-Andújar que convierte el libro en un espejo y en una afrenta al lector: todos estamos en el ajo de Carmen de Mairena, todos pertenecemos a una sociedad enferma capaz de malograr así a un ser humano. No estamos limpios. No somos más dignos ni más valiosos. “Dicen que Valle-Inclán se lamentaba de que le había fallado su época. No ha sido así en el caso de Carmen de Mairena, pues ella contiene toda una época, como una estatua simbólica”, escribe. “Eso sí, a Carmen de Mairena le han fallado sus contemporáneos. Pero es que los contemporáneos siempre se creen mejor que la época que les ha tocado”.
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