Imagen: El País / Beso en el Orgullo de Jerusalén |
Centenares de policías blindan el recorrido tras el asesinato de una joven por un ultraortodoxo en la edición de 2015.
Juan Carlos Sanz | El País, 2017-08-03
https://elpais.com/internacional/2017/08/03/actualidad/1501783882_819302.html
Al contrario que el multitudinario desfile del orgullo gay de Tel Aviv, al que asistieron en un ambiente festivo más de 200.000 personas hace apenas dos meses, la marcha reivindicativa del colectivo LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) por Jerusalén estuvo en la tarde de este jueves blindada con fuertes medidas de seguridad y custodiada por centenares de agentes. La policía detuvo a una docena de personas, una de ellas armada con un cuchillo, al comienzo del cortejo.
Los miles de asistentes que marcharon a lo largo de varias calles del centro atravesaron un recorrido cerrado, al que solo se podía acceder por puntos autorizados, tras someterse a un proceso de control de identidad y registro de pertenencias. Hace dos años, un ataque ensangrentó la celebración de la diversidad sexual en la Ciudad Santa. El atentado homófobo, cometido por el ultraortodoxo judío radical Yishai Shlissel, se cobró la vida de la adolescente israelí Shira Banki, que murió tras ser apuñalada. Shlissel había salido de la cárcel pocas semanas antes después de haber cumplido condena por un ataque similar cometido en 2005.
El recorrido desde los jardines de la Campana de la Libertad hasta el parque de la Independencia estaba acotado y vigilado por policías uniformados y agentes de paisano mezclados entre el público. El superintendente de Jerusalén, Dakar Eshe, declaró al portal digital Ynet que al menos a una persona se le había prohibido acceder a la ciudad tras haber lanzado amenazas contra el desfile del orgullo LGTB en su página en Facebook. “Por ahora no hemos efectuado detenciones preventivas, pero hemos hecho llegar mensajes de advertencia a decenas de sospechosos”, puntualizó el jefe policial.
El rabino jefe del rito judío askenazi en Jerusalén, Aryeh Stern, había declarado pocas horas antes a la Radio del Ejército que condenaba la violencia, pero advirtió también de que el desfile causa “más daño que beneficio”, en su opinión, “al entrar en contradicción con el espíritu de Jerusalén como ciudad santa”.
La policía concedió permiso a la organización extremista del nacionalismo judío Lehava para convocar una contramanifestación a varios centenares de metros del punto de arranque de la marcha del orgullo gay. Bajo el lema Jerusalén no es Sodoma, pretendían protestar contra la concesión del derecho de adopción a las parejas homosexuales.
El alcalde de Jerusalén, el conservador Nir Barkat, tampoco asistió al desfile en esta edición del desfile, que hace la número 16 de las celebradas en la Ciudad Santa, alegando un viaje de trabajo en el inicio del fin de semana hebreo. El Ayuntamiento, no obstante, subvencionó con medio millón de shequels (unos 125.000 euros) a los organizadores del cortejo, entre los que destaca la ONG Jerusalén Casa Abierta para el Orgullo y la Tolerancia, que había convocado este año los actos del colectivo LGTB con el objetivo de reclamar el derecho de adopción.
La bandera del arcoíris se ha convertido en emblema en muchas ciudades de Israel, que aspira a convertirse en referente global para la comunidad gay. La comunidad homosexual goza en el Estado hebreo de gran libertad para expresarse en público, especialmente en la gran área metropolitana costera de Tel Aviv. Fuera de esa burbuja liberal, los miembros del movimiento LGTB sufren el acoso de la intolerancia. En 2016 se denunciaron 500 casos de ataques homófobos, según datos de la asociación Aguda.
Las parejas homosexuales israelíes tampoco pueden contraer matrimonio, a pesar de tener reconocidos derechos en la Administración, el Ejército y la Seguridad Social. Claro que en Israel tampoco está reconocido el matrimonio civil, ya que el Estado ha concedido a los rabinos el monopolio sobre las uniones conyugales entre judíos, que representan un 80% de los 8,5 millones de habitantes del país.
Los miles de asistentes que marcharon a lo largo de varias calles del centro atravesaron un recorrido cerrado, al que solo se podía acceder por puntos autorizados, tras someterse a un proceso de control de identidad y registro de pertenencias. Hace dos años, un ataque ensangrentó la celebración de la diversidad sexual en la Ciudad Santa. El atentado homófobo, cometido por el ultraortodoxo judío radical Yishai Shlissel, se cobró la vida de la adolescente israelí Shira Banki, que murió tras ser apuñalada. Shlissel había salido de la cárcel pocas semanas antes después de haber cumplido condena por un ataque similar cometido en 2005.
El recorrido desde los jardines de la Campana de la Libertad hasta el parque de la Independencia estaba acotado y vigilado por policías uniformados y agentes de paisano mezclados entre el público. El superintendente de Jerusalén, Dakar Eshe, declaró al portal digital Ynet que al menos a una persona se le había prohibido acceder a la ciudad tras haber lanzado amenazas contra el desfile del orgullo LGTB en su página en Facebook. “Por ahora no hemos efectuado detenciones preventivas, pero hemos hecho llegar mensajes de advertencia a decenas de sospechosos”, puntualizó el jefe policial.
El rabino jefe del rito judío askenazi en Jerusalén, Aryeh Stern, había declarado pocas horas antes a la Radio del Ejército que condenaba la violencia, pero advirtió también de que el desfile causa “más daño que beneficio”, en su opinión, “al entrar en contradicción con el espíritu de Jerusalén como ciudad santa”.
La policía concedió permiso a la organización extremista del nacionalismo judío Lehava para convocar una contramanifestación a varios centenares de metros del punto de arranque de la marcha del orgullo gay. Bajo el lema Jerusalén no es Sodoma, pretendían protestar contra la concesión del derecho de adopción a las parejas homosexuales.
El alcalde de Jerusalén, el conservador Nir Barkat, tampoco asistió al desfile en esta edición del desfile, que hace la número 16 de las celebradas en la Ciudad Santa, alegando un viaje de trabajo en el inicio del fin de semana hebreo. El Ayuntamiento, no obstante, subvencionó con medio millón de shequels (unos 125.000 euros) a los organizadores del cortejo, entre los que destaca la ONG Jerusalén Casa Abierta para el Orgullo y la Tolerancia, que había convocado este año los actos del colectivo LGTB con el objetivo de reclamar el derecho de adopción.
La bandera del arcoíris se ha convertido en emblema en muchas ciudades de Israel, que aspira a convertirse en referente global para la comunidad gay. La comunidad homosexual goza en el Estado hebreo de gran libertad para expresarse en público, especialmente en la gran área metropolitana costera de Tel Aviv. Fuera de esa burbuja liberal, los miembros del movimiento LGTB sufren el acoso de la intolerancia. En 2016 se denunciaron 500 casos de ataques homófobos, según datos de la asociación Aguda.
Las parejas homosexuales israelíes tampoco pueden contraer matrimonio, a pesar de tener reconocidos derechos en la Administración, el Ejército y la Seguridad Social. Claro que en Israel tampoco está reconocido el matrimonio civil, ya que el Estado ha concedido a los rabinos el monopolio sobre las uniones conyugales entre judíos, que representan un 80% de los 8,5 millones de habitantes del país.
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