Imagen: El Cierre Digital / Mari Trini |
En sus últimos años se sintió engañada por el mundo musical pero siempre tuvo a su lado a su pareja, la francesa Claudette.
David González | El Cierre Digital, 2019-04-15
https://elcierredigital.com/cultura-y-ocio/555331155/Mari-Trini-cantente-muerte.html
Hace diez años fallecía Mari Trini, la cantautora más famosa de los 70. La artista acabó sus días apartada del mundo de la música después de sentirse engañada en la grabación de su último disco. Siempre estuvo a su lado, en la sombre, Claudette, la mujer de la que se enamoró a principios de los años setenta y que fue su sombra durante casi cuatro décadas.
En el panorama musical español, Mari Trini siempre ocupó un lugar sin definir y que, unido a su discreción, han hecho que injustamente se la recuerde menos de lo que debería. Tenía algo de francesa y de hecho fue la respuesta ibérica a la ‘chanson’ del país galo y, claro, también tenía algo de existencialista. En la era de la minifalda y lo ‘ye-ye’ ella apostaba por la maxi-falda y el tono un tanto lánguido en sus declaraciones. Estaba más cerca de Juliette Grecó que de las ‘Karinas’ que triunfaban en la España del desarrollismo.
María Trinidad Pérez-Miravete Mille, su verdadero nombre, nació el 12 de julio de 1947 en Caravaca de la Cruz (Murcia) en el seno de una familia no vinculada al mundo artístico. Desde pequeña vivió en Madrid y estudió en un colegio religioso. Su familia pertenecía a la nobleza ya que su madre era, Duquesa Viuda de la Torre, aunque tampoco es que nadasen en la abundancia.
La infancia de la artista estuvo marcada por la enfermedad que la obligó a pasar seis años en cama. "Fue una cosa del riñón. Padecí un foco infeccioso. Tuvieron que operarme varias veces de la garganta, la cabeza, los oídos… Mi boca quedó algo retorcida desde entonces” contaba la cantante en una entrevista. Esos años sin poder salir de su cuarta perfilaron su carácter lago retraído y uraño. "Cuentan que soy arisca, solitaria, antipática... Falso. Lo que no me presto es a romances inventados, a trucos publicitarios como hacen otras colegas", afirmaba. En ese tiempo que pasó en cama se aficionó a leer y escribir y a tocar la guitarra.
Con la llegada de la adolescencia también lo hizo el choque generacional. Comenzó a frecuentar el pub Nika’s que tenía en la capital el cineasta americano Nicholas Ray. El director de cine estaba instalado en nuestro país a expensas del productor Samuel Bonston que había hecho de España su plató particular y que contó con los servicios de Ray para filmes como ‘55 días en Pekín’ o ‘Rey de reyes’. Ray le animó a Mari Trini a rodar cine, pero el proyecto no llegó a buen puerto. Lo que sí hizo fue irse con él a Londres. Allí hizo teatro para la BBC a las órdenes del histórico actor y director Peter Ustinov. En sus años londinenses llegó a coincidir con Paul McCartney.
De Londres pasó a París y allí coincidió con el ‘pope’ de la música existencialista: Jacques Brel. Allí es donde se enamora de la música con aire melancólico y letras poéticas. A su vuelta a España a finales de 1968 ya poco tenía que ver con el resto de jovencitas que querían cantar. Era mucho más culta y había viajado más que cualquiera de sus coetáneas. Probó suerte en la multinacional discográfica RCA, cantando composiciones de Aute y Patxi Andión, pero el disco no funcionó.
Fue en 1970 cuando realmente comenzó su carrera de éxitos. Sus primeros números 1 fueron versiones de canciones francesas como Ne me quitte pas de Jacques Brel. Con su álbum ‘Amores’ (1971) se confirmó en el mundo de la música. A partir de ahí comenzó a acumular clásicos durante los siguientes 15 años con títulos como ‘Yo confieso’, ‘Si no te vas con la tarde’, ‘Ayúdala’, ‘Mi tercer amor’, ‘Cuando me acaricias’, ‘Mañana’, ‘Vals de otoño’, ‘Yo no soy esa’, ‘Un hombre marchó’ o ‘Una estrella en el jardín’.
Su carrera comenzó a pasar a un segundo plano cuando la artista murciana intentaba ampliar su registro sin que la compañía de discos le dejara. Estaba harta de su imagen melancólica. En esos años, a mediados de los 80, protagoniza un sonado desnudo en ‘Interviú’ para intentar romper con su imagen de mujer excesivamente seria. También en esa época se supo que durante años había participado como piloto de Fórmula 1 en plan ‘amateur’.
En los 90 intentó buscar nuevos estilos en la discográfica catalana Divucsa sin éxito. Su último trabajo discográfico fue en 2001 y sería su remate final. Se trataba de un disco donde se unía a Rafael Basurto y Los Panchos. Un periodista le convenció a la artista para que aportara dinero y lo que es más importante sus derechos de autora. Denunció a aquel ocasional socio porque se sintió estafada. Así lo denunció, ganando finalmente el juicio, aunque sólo recuperó los derechos de sus canciones, pero no sus ahorros. Fue en ese momento cuando decidió poner fin a su carrera musical.
Quien siempre ha acompañó a la artista, tanto en el éxito como en los momentos de frustración fue su pareja Claudette, una mujer francesa años mayor que ella que dejó a su marido por la cantante. Rosa Villacastín en un reciente libro, ‘Los años que amamos locamente’, narra como ella acabó ligando con el marido de Claudette y, gracias a ello, pudo acceder a entrevistar a la artista y a conocer una parte de su vida que siempre mantuvo resguardada. Nunca quiso hacer pública su condición sexual y muchos creen que en ese cierto ocultismo se encuentra la raíz de esa tristeza que parecía acompañarla siempre. Cuando murió víctima de un cáncer de pulmón en 2009, Claudette ni siquiera apareció en la esquela de la artista. No quería molestar a la familia de Mari Trini que era muy tradicional. Sólo esta mujer francesa tuvo acceso a conocer a la mujer detrás de la artista que se presentó en los 70 como un icono feminista. Con todo, la activista LGTB Mili Hernández, relató como en las primeras reuniones lésbicas en los estertores del franquismo, la música de Mari Trini era un ‘must’ porque para ellas “estaba muy claro todo”. Este ocultismo evitó que Mari Trini hubiese acabado siendo reivindicada por el público gay algo que le hubiese servido en sus últimos años. También en esto fue distinta.
En el panorama musical español, Mari Trini siempre ocupó un lugar sin definir y que, unido a su discreción, han hecho que injustamente se la recuerde menos de lo que debería. Tenía algo de francesa y de hecho fue la respuesta ibérica a la ‘chanson’ del país galo y, claro, también tenía algo de existencialista. En la era de la minifalda y lo ‘ye-ye’ ella apostaba por la maxi-falda y el tono un tanto lánguido en sus declaraciones. Estaba más cerca de Juliette Grecó que de las ‘Karinas’ que triunfaban en la España del desarrollismo.
María Trinidad Pérez-Miravete Mille, su verdadero nombre, nació el 12 de julio de 1947 en Caravaca de la Cruz (Murcia) en el seno de una familia no vinculada al mundo artístico. Desde pequeña vivió en Madrid y estudió en un colegio religioso. Su familia pertenecía a la nobleza ya que su madre era, Duquesa Viuda de la Torre, aunque tampoco es que nadasen en la abundancia.
La infancia de la artista estuvo marcada por la enfermedad que la obligó a pasar seis años en cama. "Fue una cosa del riñón. Padecí un foco infeccioso. Tuvieron que operarme varias veces de la garganta, la cabeza, los oídos… Mi boca quedó algo retorcida desde entonces” contaba la cantante en una entrevista. Esos años sin poder salir de su cuarta perfilaron su carácter lago retraído y uraño. "Cuentan que soy arisca, solitaria, antipática... Falso. Lo que no me presto es a romances inventados, a trucos publicitarios como hacen otras colegas", afirmaba. En ese tiempo que pasó en cama se aficionó a leer y escribir y a tocar la guitarra.
Con la llegada de la adolescencia también lo hizo el choque generacional. Comenzó a frecuentar el pub Nika’s que tenía en la capital el cineasta americano Nicholas Ray. El director de cine estaba instalado en nuestro país a expensas del productor Samuel Bonston que había hecho de España su plató particular y que contó con los servicios de Ray para filmes como ‘55 días en Pekín’ o ‘Rey de reyes’. Ray le animó a Mari Trini a rodar cine, pero el proyecto no llegó a buen puerto. Lo que sí hizo fue irse con él a Londres. Allí hizo teatro para la BBC a las órdenes del histórico actor y director Peter Ustinov. En sus años londinenses llegó a coincidir con Paul McCartney.
De Londres pasó a París y allí coincidió con el ‘pope’ de la música existencialista: Jacques Brel. Allí es donde se enamora de la música con aire melancólico y letras poéticas. A su vuelta a España a finales de 1968 ya poco tenía que ver con el resto de jovencitas que querían cantar. Era mucho más culta y había viajado más que cualquiera de sus coetáneas. Probó suerte en la multinacional discográfica RCA, cantando composiciones de Aute y Patxi Andión, pero el disco no funcionó.
Fue en 1970 cuando realmente comenzó su carrera de éxitos. Sus primeros números 1 fueron versiones de canciones francesas como Ne me quitte pas de Jacques Brel. Con su álbum ‘Amores’ (1971) se confirmó en el mundo de la música. A partir de ahí comenzó a acumular clásicos durante los siguientes 15 años con títulos como ‘Yo confieso’, ‘Si no te vas con la tarde’, ‘Ayúdala’, ‘Mi tercer amor’, ‘Cuando me acaricias’, ‘Mañana’, ‘Vals de otoño’, ‘Yo no soy esa’, ‘Un hombre marchó’ o ‘Una estrella en el jardín’.
Su carrera comenzó a pasar a un segundo plano cuando la artista murciana intentaba ampliar su registro sin que la compañía de discos le dejara. Estaba harta de su imagen melancólica. En esos años, a mediados de los 80, protagoniza un sonado desnudo en ‘Interviú’ para intentar romper con su imagen de mujer excesivamente seria. También en esa época se supo que durante años había participado como piloto de Fórmula 1 en plan ‘amateur’.
En los 90 intentó buscar nuevos estilos en la discográfica catalana Divucsa sin éxito. Su último trabajo discográfico fue en 2001 y sería su remate final. Se trataba de un disco donde se unía a Rafael Basurto y Los Panchos. Un periodista le convenció a la artista para que aportara dinero y lo que es más importante sus derechos de autora. Denunció a aquel ocasional socio porque se sintió estafada. Así lo denunció, ganando finalmente el juicio, aunque sólo recuperó los derechos de sus canciones, pero no sus ahorros. Fue en ese momento cuando decidió poner fin a su carrera musical.
Quien siempre ha acompañó a la artista, tanto en el éxito como en los momentos de frustración fue su pareja Claudette, una mujer francesa años mayor que ella que dejó a su marido por la cantante. Rosa Villacastín en un reciente libro, ‘Los años que amamos locamente’, narra como ella acabó ligando con el marido de Claudette y, gracias a ello, pudo acceder a entrevistar a la artista y a conocer una parte de su vida que siempre mantuvo resguardada. Nunca quiso hacer pública su condición sexual y muchos creen que en ese cierto ocultismo se encuentra la raíz de esa tristeza que parecía acompañarla siempre. Cuando murió víctima de un cáncer de pulmón en 2009, Claudette ni siquiera apareció en la esquela de la artista. No quería molestar a la familia de Mari Trini que era muy tradicional. Sólo esta mujer francesa tuvo acceso a conocer a la mujer detrás de la artista que se presentó en los 70 como un icono feminista. Con todo, la activista LGTB Mili Hernández, relató como en las primeras reuniones lésbicas en los estertores del franquismo, la música de Mari Trini era un ‘must’ porque para ellas “estaba muy claro todo”. Este ocultismo evitó que Mari Trini hubiese acabado siendo reivindicada por el público gay algo que le hubiese servido en sus últimos años. También en esto fue distinta.
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