Imagen: El Asombrario / Fotograma de 'Identidad borrada' |
Carlos Asensio | El Asombrario, 2019-05-13
https://elasombrario.com/identidad-borrada-curar-homosexualidad-moda/
‘Boy Erased’ ('Identidad borrada' en español) es un libro recientemente publicado por Dos Bigotes que narra la historia real de Garrard Conley, hijo de un pastor bautista del sur de Estados Unidos que fue obligado a seguir una terapia de conversión a la heterosexualidad. Con solo 19 años, Garrard fue enviado a Love In Action, una organización donde, a través de un sistema de doce pasos basados en la Biblia, intentaron suprimir y reorientar su homosexualidad. Estos hechos, ocurridos en la primera década de los 2000, son solo la brutal consecuencia de una larga historia de intentos por “curar” la homosexualidad y convertir a la población LGTB+ en individuos adaptados a la heteronorma.
Garrard Conley cuenta en el libro que, cuando su padre descubrió su homosexualidad a los 19 años, le dio a elegir entre dos alternativas: dejar de ser gay o dejar de formar parte de la familia y la comunidad. Confuso y desorientado, sin información básica ni referentes LGTB+, criado en un hogar cristiano y ultraconservador, Garrard solo vio una salida posible: hacer cualquier cosa para eliminar esa parte de él que tanto avergonzaba a sus padres (y a él mismo). Hacer lo que fuera necesario para acabar con esa mancha y volver a ser una persona ‘normal’. La aceptación familiar, incluso su felicidad personal –según él mismo llegó a creer–, pasaban por dejar de ser homosexual.
Con este objetivo, la familia de Garrard entra en contacto con Love In Action (LIA), una organización nacida en California en 1973 con el objetivo de curar a las personas LGTB+ de sus “adicciones sexuales”. Una red de centros que, en su momento de mayor éxito y expansión internacional, llegó a operar en varios países de Latinoamérica, además de en México, China, India o Indonesia. LIA, como todos los movimientos que buscan “convertir” a las personas LGTB+ en heterosexuales, parte de la premisa de que la homosexualidad es una enfermedad, un trastorno, un pecado, una anomalía que debe ser corregida, erradicada o sanada.
Siguiendo la estela de las corrientes médicas y psicológicas nacidas a finales del s. XIX, y sumando el –en muchos casos imprescindible– factor religioso, este tipo de centros buscan ayudar a sus pacientes a desentrañar el origen de la desviación sexual y luego corregirla. Por ejemplo, a descubrir en qué punto del árbol genealógico alguien de la familia pecó o llevó a cabo ciertos actos considerados inmorales. O a realizar un “inventario moral” de malas acciones cometidas por la persona que hayan podido contribuir a su extravío, con el fin de revertir la tendencia, como le ocurre a Garrard en LIA.
La reorientación sexual a lo largo de la historia
Las terapias de reconversión sexual, también conocidas como terapias de reorientación o terapias reparativas, son una serie de herramientas y métodos –la mayoría pseudocientíficos– utilizados para intentar modificar la orientación de las personas homosexuales, bisexuales y transexuales. El fin de todo este entramado de técnicas, terapias y procedimientos es claro: intentar convertir a la persona en heterosexual (y/o cis). O, al menos, disminuir su comportamiento y deseo desviado todo lo posible para que la persona pueda llevar una vida lo más “natural” posible.
Generalmente, en la historia de las terapias reparativas se suelen reconocer dos periodos: un primer periodo –entre finales del s. XIX y los años 60 del s. XX– en el que la reconversión era una práctica aceptada científicamente, donde todo lo relacionado con la sexualidad estaba dominado por la medicina, y un segundo periodo –a partir de los disturbios de Stonewall y el surgimiento del movimiento LGTB+– , en el que la comunidad médica comenzó a rechazar este tipo de terapias, a desaconsejarlas e incluso a prohibirlas, por su efecto nocivo sobre las personas.
Afortunadamente, en nuestra época todas las prácticas que implican algún tipo de intervención quirúrgica o física están prohibidas y perseguidas, por lo que el daño ejercido sobre las personas tratadas por este tipo de terapias es solo psicológico. No obstante, no podemos olvidar que, a lo largo de la historia, se han utilizado inhumanos tratamientos para intentar reconvertir a la población homosexual y transexual, incluyendo prácticas aberrantes como la castración, la lobotomía, la ablación de clítoris, la histerectomía, los tratamientos hormonales y farmacológicos o los electroshocks.
A la hora de la verdad, la reconversión sexual ha probado ser no solo ineficaz, sino tremendamente perjudicial para la salud de las personas, desembocando en la mayoría de casos en sentimientos de autodesprecio, falta de autoestima, depresión y suicidio, como bien queda reflejado en la novela de Conley.
El cristianismo y el movimiento exgay
En el caso de organizaciones como LIA, donde la naturaleza elemental de la terapia es de tipo religioso, la intervención se basa en estrictos preceptos de la Biblia. ¿Su fin? Profundizar en la confesión de las faltas cometidas, conseguir el arrepentimiento por la conducta inmoral y lograr la rehabilitación de la persona a través de la expulsión del pecado. En este sentido, este tipo de centros utilizan como herramientas la terapia de aversión, la oración, el consejo religioso y la represión de los deseos homosexuales a través de ejercicio férreo de la voluntad.
Las terapias de reorientación de tipo religioso están estrechamente vinculadas con el movimiento exgay, un movimiento nacido en Estados Unidos –explícitamente cristiano–, que busca aglutinar a todas las personas que de una u otra forma han dejado de ser gais o han conseguido “mantener a raya” sus impulsos y deseos homosexuales. Organizaciones como Courage International (Coraje Internacional), Exodus Internacional (Éxodo Internacional), o Parents and Friends of Ex-Gays and Gays (Familiares y Amigos de Exgais y Gais) han contribuido durante años a la difusión de los supuestos poderes curativos de las terapias de reconversión.
Dentro de esta corriente podemos incluir el reciente caso del obispado de Alcalá de Henares, regido por Juan Antonio Reig Pla –persona conocida por su feroz homofobia–, acusado de ofrecer y auspiciar cursos ilegales para dejar de ser homosexual. Estos cursos, llevados a cabo por una supuesta terapeuta no colegiada, prometían curar a las personas homosexuales mediante psicoterapia y acompañamiento pastoral, algo muy similar a lo que Garrard Conley cuenta en ‘Identidad borrada’.
Las terapias de reconversión en la cultura popular
Aunque las terapias de reorientación sexual nacieron hace más de cien años, nunca han sido ampliamente representadas en la cultura popular. La población LGTB+ ha ido apareciendo de forma progresiva en la literatura, el teatro o el cine, pero problemáticas tan específicas –y peligrosas– como la reconversión solo lo han hecho de forma muy marginal.
Así ocurre en ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ (película de Milos Forman basada en el libro de Ken Kesey), donde uno de los pacientes de la institución psiquiátrica (Dale Harding), homosexual reprimido, es tratado como enfermo mental y sometido a terapia. También el protagonista de 'Maurice' (película de James Ivory basada en el libro homónimo de E. M. Forster) acude a un médico y a un hipnotista para “curar” su homosexualidad. Por otro lado, Brandon Teena, hombre transgénero y protagonista de 'Boys don’t cry' (de Kimberley Peirce), es obligado a ir a terapia para curar sus “problemas de identidad sexual”. También en ‘Lejos del cielo’, de Todd Haynes, Frank Whitaker, marido de la protagonista, acude a sesiones de psiquiatría para convertirse en heterosexual –sin éxito–. Y a Alan Turing, cuya vida es recreada en la película ‘The imitation game’, se le obligó a recibir tratamiento hormonal con inyecciones de estrógenos tras ser condenado por ser homosexual.
Esperamos que ‘Identidad borrada’ y la recientemente estrenada ‘The Miseducation of Cameron Post’ –protagonizada por Chloë Grace Moretz, que aborda la temática de las terapias de conversión desde el punto de vista de una chica lesbiana– contribuyan a dar visibilidad y terminar de una vez por todas con este tipo de prácticas ilegales, inhumanas e injustificadas.
Garrard Conley cuenta en el libro que, cuando su padre descubrió su homosexualidad a los 19 años, le dio a elegir entre dos alternativas: dejar de ser gay o dejar de formar parte de la familia y la comunidad. Confuso y desorientado, sin información básica ni referentes LGTB+, criado en un hogar cristiano y ultraconservador, Garrard solo vio una salida posible: hacer cualquier cosa para eliminar esa parte de él que tanto avergonzaba a sus padres (y a él mismo). Hacer lo que fuera necesario para acabar con esa mancha y volver a ser una persona ‘normal’. La aceptación familiar, incluso su felicidad personal –según él mismo llegó a creer–, pasaban por dejar de ser homosexual.
Con este objetivo, la familia de Garrard entra en contacto con Love In Action (LIA), una organización nacida en California en 1973 con el objetivo de curar a las personas LGTB+ de sus “adicciones sexuales”. Una red de centros que, en su momento de mayor éxito y expansión internacional, llegó a operar en varios países de Latinoamérica, además de en México, China, India o Indonesia. LIA, como todos los movimientos que buscan “convertir” a las personas LGTB+ en heterosexuales, parte de la premisa de que la homosexualidad es una enfermedad, un trastorno, un pecado, una anomalía que debe ser corregida, erradicada o sanada.
Siguiendo la estela de las corrientes médicas y psicológicas nacidas a finales del s. XIX, y sumando el –en muchos casos imprescindible– factor religioso, este tipo de centros buscan ayudar a sus pacientes a desentrañar el origen de la desviación sexual y luego corregirla. Por ejemplo, a descubrir en qué punto del árbol genealógico alguien de la familia pecó o llevó a cabo ciertos actos considerados inmorales. O a realizar un “inventario moral” de malas acciones cometidas por la persona que hayan podido contribuir a su extravío, con el fin de revertir la tendencia, como le ocurre a Garrard en LIA.
La reorientación sexual a lo largo de la historia
Las terapias de reconversión sexual, también conocidas como terapias de reorientación o terapias reparativas, son una serie de herramientas y métodos –la mayoría pseudocientíficos– utilizados para intentar modificar la orientación de las personas homosexuales, bisexuales y transexuales. El fin de todo este entramado de técnicas, terapias y procedimientos es claro: intentar convertir a la persona en heterosexual (y/o cis). O, al menos, disminuir su comportamiento y deseo desviado todo lo posible para que la persona pueda llevar una vida lo más “natural” posible.
Generalmente, en la historia de las terapias reparativas se suelen reconocer dos periodos: un primer periodo –entre finales del s. XIX y los años 60 del s. XX– en el que la reconversión era una práctica aceptada científicamente, donde todo lo relacionado con la sexualidad estaba dominado por la medicina, y un segundo periodo –a partir de los disturbios de Stonewall y el surgimiento del movimiento LGTB+– , en el que la comunidad médica comenzó a rechazar este tipo de terapias, a desaconsejarlas e incluso a prohibirlas, por su efecto nocivo sobre las personas.
Afortunadamente, en nuestra época todas las prácticas que implican algún tipo de intervención quirúrgica o física están prohibidas y perseguidas, por lo que el daño ejercido sobre las personas tratadas por este tipo de terapias es solo psicológico. No obstante, no podemos olvidar que, a lo largo de la historia, se han utilizado inhumanos tratamientos para intentar reconvertir a la población homosexual y transexual, incluyendo prácticas aberrantes como la castración, la lobotomía, la ablación de clítoris, la histerectomía, los tratamientos hormonales y farmacológicos o los electroshocks.
A la hora de la verdad, la reconversión sexual ha probado ser no solo ineficaz, sino tremendamente perjudicial para la salud de las personas, desembocando en la mayoría de casos en sentimientos de autodesprecio, falta de autoestima, depresión y suicidio, como bien queda reflejado en la novela de Conley.
El cristianismo y el movimiento exgay
En el caso de organizaciones como LIA, donde la naturaleza elemental de la terapia es de tipo religioso, la intervención se basa en estrictos preceptos de la Biblia. ¿Su fin? Profundizar en la confesión de las faltas cometidas, conseguir el arrepentimiento por la conducta inmoral y lograr la rehabilitación de la persona a través de la expulsión del pecado. En este sentido, este tipo de centros utilizan como herramientas la terapia de aversión, la oración, el consejo religioso y la represión de los deseos homosexuales a través de ejercicio férreo de la voluntad.
Las terapias de reorientación de tipo religioso están estrechamente vinculadas con el movimiento exgay, un movimiento nacido en Estados Unidos –explícitamente cristiano–, que busca aglutinar a todas las personas que de una u otra forma han dejado de ser gais o han conseguido “mantener a raya” sus impulsos y deseos homosexuales. Organizaciones como Courage International (Coraje Internacional), Exodus Internacional (Éxodo Internacional), o Parents and Friends of Ex-Gays and Gays (Familiares y Amigos de Exgais y Gais) han contribuido durante años a la difusión de los supuestos poderes curativos de las terapias de reconversión.
Dentro de esta corriente podemos incluir el reciente caso del obispado de Alcalá de Henares, regido por Juan Antonio Reig Pla –persona conocida por su feroz homofobia–, acusado de ofrecer y auspiciar cursos ilegales para dejar de ser homosexual. Estos cursos, llevados a cabo por una supuesta terapeuta no colegiada, prometían curar a las personas homosexuales mediante psicoterapia y acompañamiento pastoral, algo muy similar a lo que Garrard Conley cuenta en ‘Identidad borrada’.
Las terapias de reconversión en la cultura popular
Aunque las terapias de reorientación sexual nacieron hace más de cien años, nunca han sido ampliamente representadas en la cultura popular. La población LGTB+ ha ido apareciendo de forma progresiva en la literatura, el teatro o el cine, pero problemáticas tan específicas –y peligrosas– como la reconversión solo lo han hecho de forma muy marginal.
Así ocurre en ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ (película de Milos Forman basada en el libro de Ken Kesey), donde uno de los pacientes de la institución psiquiátrica (Dale Harding), homosexual reprimido, es tratado como enfermo mental y sometido a terapia. También el protagonista de 'Maurice' (película de James Ivory basada en el libro homónimo de E. M. Forster) acude a un médico y a un hipnotista para “curar” su homosexualidad. Por otro lado, Brandon Teena, hombre transgénero y protagonista de 'Boys don’t cry' (de Kimberley Peirce), es obligado a ir a terapia para curar sus “problemas de identidad sexual”. También en ‘Lejos del cielo’, de Todd Haynes, Frank Whitaker, marido de la protagonista, acude a sesiones de psiquiatría para convertirse en heterosexual –sin éxito–. Y a Alan Turing, cuya vida es recreada en la película ‘The imitation game’, se le obligó a recibir tratamiento hormonal con inyecciones de estrógenos tras ser condenado por ser homosexual.
Esperamos que ‘Identidad borrada’ y la recientemente estrenada ‘The Miseducation of Cameron Post’ –protagonizada por Chloë Grace Moretz, que aborda la temática de las terapias de conversión desde el punto de vista de una chica lesbiana– contribuyan a dar visibilidad y terminar de una vez por todas con este tipo de prácticas ilegales, inhumanas e injustificadas.
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