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Adelante con la revuelta de las mujeres: de aquí al 8 de marzo y hasta el 8 de marzo del año en que entreguemos el alma, estaré con mis hermanas.
Elisa Beni | El Diario, 2020-02-08
https://www.eldiario.es/zonacritica/Revuelta-mujeres_6_993610637.html
"Si el sexo es irrelevante, todas las políticas para combatir la desigualdad estructural que las mujeres padecemos se tornan irrelevantes" - Alicia Miyares
Mujer. Mujeres. Mujeres lesbianas. Mujeres negras o asiáticas. Mujeres transexuales. Mujeres de campo y mujeres de ciudad. Mujeres profesionales y mujeres pobres. Todas mujeres. Que no deje de resonar la palabra mujer en la revuelta porque esta es una revuelta de las mujeres contra la opresión de los roles impuestos por razón de nuestro sexo. Porque tenemos un sexo, las mujeres tenemos un sexo biológico y es por esa mera razón por la que hemos sido obligadas a adoptar un rol y un constructo social que nos ha alejado sistemáticamente del poder, del espacio social y de la igualdad y nos ha arrojado tradicionalmente a la pobreza, la desigualdad, la precarización, la explotación, el doble trabajo, las discriminaciones laborales y toda la injusticia patriarcal. Por ser mujeres.
Mujer es un nombre hermoso. Mujer, sin prefijos que yo, desde luego, no admito.
A muchos les va a parecer extraño, pero antes de escribir esta columna he dudado siquiera unos instantes. Pocos. Lo he hecho porque sé lo que va a suceder, aunque para muchos de mis lectores suponga una novedad, sé el tipo de ataques que voy a recibir y, la verdad, me reafirmo en que no me importa. Pero fíjense en que me justifico y verán que eso es por algo.
Ayer se produjo el primer acto de la llamada "revuelta feminista", justo un mes antes de un 8 de marzo que arriba en un momento complejo y delicado: tras dos años de un éxito fulgurante que ha visibilizado, normalizado y extendido la lucha feminista y, precisamente por ello, en un momento en el que las fuerzas contrarrevolucionarias se han convertido en virulentos ataques. El hecho de que la ultraderecha haya convertido al movimiento feminista, un movimiento político sin duda alguna, en el blanco fundamental de sus discursos, no es sino un reconocimiento de la pujanza y los éxitos que la lucha de las mujeres está cosechando y de la constatación de que se trata ya de una fuerza política transversal y transgeneracional que no tiene ni visos de parar, ni intención de esperar mucho más tiempo para lograr sus objetivos.
Tras dos años de éxitos, este 2020 se presenta, sin embargo, con un muy diferente planteamiento respecto a la forma de continuar la lucha y con divergencias importantes por la intromisión de tendencias o teorías que están apartando, o intentando apartar, los tradicionales objetivos de lucha feminista de la agenda. En principio, la cuestión de si convocar una huelga este año en que el día de lucha cae en domingo a mí me resulta más o menos irrelevante. Ambas opciones tienen sus argumentos en pro y en contra, como ya descubrimos en ediciones pasadas. De facto, créanme, muchas mujeres que ocupamos espacios públicos no quedamos muy satisfechas con el resultado final de desaparecer de nuestros lugares para dejar que los ocuparan hombres. Eso en el caso de las mujeres que nos dedicamos a la comunicación fue un debate especialmente abierto y sin una conclusión homogénea.
La cuestión es que debajo de este debate meramente organizativo subyace otro más de fondo, que es el que resuena como un tamtam –esperemos que no de guerra– en el fondo de muchas divergencias que se empiezan a visualizar dentro de los colectivos y personas que se agrupan en la lucha feminista. Esta semana pasada, hemos visto mensajes en Twitter de la Coordinadora Feminista 8M con los carteles para este año y el texto "La huelga general feminista ¡va!" y la respuesta de la Asamblea Abolicionista de Madrid que rezaba: "El 8 de Marzo es el Día Internacional de la Mujer y ahí no se ve la palabra MUJER".
Y es que bajo la revuelta hay marejada. El feminismo es un trabajo político de lucha de las mujeres. La aparición densa en redes y en las asambleas de seguidores de las denominadas teorías queer está enconando las posiciones. El mostrarse contraria a estas teorías que pretenden que el sexo y el género no son sino un constructo social y que, por tanto, se puede fluir de uno a otro o a posiciones no binarias, les ha valido a reputadísimas feministas españolas una lluvia de insultos y de descalificaciones. De ahí entenderán mi pequeña reticencia a embarcarme en este sujeto que es un tabú soterrado dentro del propio movimiento feminista.
Yo lo tengo meridianamente claro. Soy feminista porque soy mujer y porque me bato por los derechos y la igualdad de las mujeres frente a la opresión de una estructura social que aún pervive y a la que llamamos patriarcado. Todas las mujeres son bienvenidas a esta mi lucha, también las mujeres transexuales, por supuesto: para mí son mujeres como yo. Pero no comparto las teorías queer. Me parecen antifeministas y, en ocasiones, hasta misóginas, porque todo lo que suponga diluir el sujeto político mujer de esta lucha es volver hacia atrás y no ir hacia adelante, como sugieren. Las teorías queer, en mi opinión, bajo una retórica que parece subversiva y transgresora, están diluyendo el sujeto político y saboteando banderas tradicionales del feminismo, como son la abolición de la prostitución, el rechazo de los vientres de alquiler o la pornografía como explotación y muchas otras. Yo respeto todo planteamiento filosófico o teórico que otros puedan tener, pero no puedo compartirlo porque si el sexo no existe, si el sexo es algo que pende de una decisión, entonces las mujeres no solo no somos un sujeto político de derechos, sino que veo cómo se abre la puerta a huir de la opresión fluyendo hacia el género que tiene un rol preponderante.
Un discurso de este tipo es un discurso que está llamado a destruir el feminismo y que pretende hacerlo desde dentro. Está además fomentando una reacción brutal y visceral ante esos planteamientos –el género fluido, el no binario– que se vuelve reacción contra el feminismo como si, de facto, el feminismo al completo estuviera de acuerdo con una formulación teórica que a mí me parece una cháchara efectista que no resiste mucha confrontación filosófica; es más, que no resiste ni una lectura analítica de muchos de los postulados que construye.
Así que adelante con la revuelta de las mujeres. De aquí al 8 de marzo y hasta el 8 de marzo del año en que entreguemos el alma, estaré con mis hermanas. También con las lesbianas, las transexuales y las racializadas. Por supuesto. Faltaría más. Para lo otro no contéis conmigo. Nadie va a borrar de mi lucha la conciencia de que ha sido mi sexo biológico el que me ha otorgado un lugar en el mundo que no era igualitario. Si me van a dedicar unos cuantos bufidos descalificadores en forma de "TERF" (trans exclusionary radical feminist), la verdad, estoy acostumbrada a que lo que digo levante ampollas. Yo soy lo que soy y no aquello que quieran denominarme.
Al resto, incluidos los que estaban muy lejanos a esta polémica, señalarles que no va a permanecer mucho tiempo aletargada y que, ahora mismo, incluso en los entornos del Gobierno de coalición, hay personas que defienden una y otra postura; lo cual puede, como imaginan, suponer algún problema.
Yo no soy de esconder la cabeza. Yo soy feminista porque peleo por los derechos de las mujeres y, además, he leído suficiente filosofía como para que no me acogoten una serie de frases y conceptos aparentemente sesudos pero de dudosa realidad conceptual.
Por la revuelta feminista, siempre.
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