Imagen: El Confidencial / Perico Fernández |
Su controvertida y genial figura ya está unida a la Edad de Oro del boxeo español. Fue, como en caso de Urtain, un muñeco roto sólo un lustro después de ganar el campeonato del mundo.
Agustín Rivera | El Confidencial, 2016-11-11
http://blogs.elconfidencial.com/deportes/tribuna/2016-11-11/muerte-perico-fernandez-boxeo-roma-zaragoza_1288245/
Perico Fernández (Zaragoza, 1952) fue un boxeador superdotado. Su preparador confesó años después que Perico jamás subió al ring a más del 50% de posibilidades de victoria por su escasa condición física. No preparaba los combates, le fascinaban los bocadillos de mortadela envueltos en papel de aluminio… y la cerveza. La indisciplina y poca amistad con el trabajo duro en el gimnasio le privó de un mayor número de éxitos.
Campeón nacional y campeón europeo en dos categorías (ligero y welter), se convirtió en el más joven pugilista patrio en conseguir un título mundial. Con 21 años. Apenas un año y medio antes era sólo un aspirante al título de España. 21 de septiembre de 1974 era la fecha de la gloria. Ocurrió en el Palazzetto dello Sport de Roma frente al japonés Lion Furuyama. “Pegada muy importante, estilo lleno de fantasía y originalidad, oriundo de él mismo, y una preparación lamentable”, así diseccionaba a Perico Manuel Alcántara, el más brillante cronista del boxeo español de todos los tiempos, en su crónica para el diario 'Marca'.
Perico dosificó sus fuerzas. Jamás estuvo en apuros y “llegó mucho y bien al mentón de Furuyama”. Aún así, no ganó por KO, sino que venció a los puntos tras 15 asaltos. En la víspera del combate, el presidente de la Federación Española de Boxeo, José María Sainz Huerta, entró en la habitación del boxeador. Le vio fumando y fue invitado por Perico a tomar whisky. “Era un golfo y loco”, me contó Alcántara en el otoño de 2011. “Un bohemio que ha nacido para el boxeo”, relató el cronista. Aquel chico veinteañero, que tartamudeaba, convirtió la noche romana del barrio del Trastevere en la balada triste de Furuyama.
Perico Fernández fue un púgil muy popular en la segunda mitad de la década de los setenta, cuando el boxeo competía (e incluso superaba) en popularidad al fútbol en España. E igual que Urtain, ya era un juguete roto de la vida sólo un lustro después de haber ganado el campeonato de Europa. Y competía y perdía. No se cansaba de perder. Tenía fe en él. Pensaba que volverían los buenos tiempos que jamás regresaron. Fue derrotado en nueve de sus últimos 11 combates. El último fue en agosto de 1987. Se retiró a Zaragoza, a su ciudad, medio olvidado, aquejado de la enfermedad del olvido; bajo los escombros de la memoria de un pasado remoto.
Por derecho propio, su controvertida y genial figura está ya unida a la Edad de Oro del boxeo español. La de los púgiles de leyenda. Contemporáneo de los únicos supervivientes de aquellos campeones como José Durán (‘El monje’), que ganó en 1976 frente a Wajima, el campeonato mundial, José Legrá, el Cassius Clay de bolsillo, y Evangelista, que luchó contra Alí en Maryland.
Perico jamás dejó de contar historias de sus noches siempre inciertas e intensas; de talento concentrado en el ring. "Tardará en nacer, si es que nace, un boxeador con tanta personalidad. Aprende él mismo y se diría que a falta de otros regalos, un ángel le dejó en la cuna dos guantes de crin. Él no tiene nada que ver con nadie. Su boxeo es suyo, suya es su escuela", dejó escrito Alcántara.
Hoy Perico ya ha besado la lona de la muerte. La gloria es suya.
Campeón nacional y campeón europeo en dos categorías (ligero y welter), se convirtió en el más joven pugilista patrio en conseguir un título mundial. Con 21 años. Apenas un año y medio antes era sólo un aspirante al título de España. 21 de septiembre de 1974 era la fecha de la gloria. Ocurrió en el Palazzetto dello Sport de Roma frente al japonés Lion Furuyama. “Pegada muy importante, estilo lleno de fantasía y originalidad, oriundo de él mismo, y una preparación lamentable”, así diseccionaba a Perico Manuel Alcántara, el más brillante cronista del boxeo español de todos los tiempos, en su crónica para el diario 'Marca'.
Perico dosificó sus fuerzas. Jamás estuvo en apuros y “llegó mucho y bien al mentón de Furuyama”. Aún así, no ganó por KO, sino que venció a los puntos tras 15 asaltos. En la víspera del combate, el presidente de la Federación Española de Boxeo, José María Sainz Huerta, entró en la habitación del boxeador. Le vio fumando y fue invitado por Perico a tomar whisky. “Era un golfo y loco”, me contó Alcántara en el otoño de 2011. “Un bohemio que ha nacido para el boxeo”, relató el cronista. Aquel chico veinteañero, que tartamudeaba, convirtió la noche romana del barrio del Trastevere en la balada triste de Furuyama.
Perico Fernández fue un púgil muy popular en la segunda mitad de la década de los setenta, cuando el boxeo competía (e incluso superaba) en popularidad al fútbol en España. E igual que Urtain, ya era un juguete roto de la vida sólo un lustro después de haber ganado el campeonato de Europa. Y competía y perdía. No se cansaba de perder. Tenía fe en él. Pensaba que volverían los buenos tiempos que jamás regresaron. Fue derrotado en nueve de sus últimos 11 combates. El último fue en agosto de 1987. Se retiró a Zaragoza, a su ciudad, medio olvidado, aquejado de la enfermedad del olvido; bajo los escombros de la memoria de un pasado remoto.
Por derecho propio, su controvertida y genial figura está ya unida a la Edad de Oro del boxeo español. La de los púgiles de leyenda. Contemporáneo de los únicos supervivientes de aquellos campeones como José Durán (‘El monje’), que ganó en 1976 frente a Wajima, el campeonato mundial, José Legrá, el Cassius Clay de bolsillo, y Evangelista, que luchó contra Alí en Maryland.
Perico jamás dejó de contar historias de sus noches siempre inciertas e intensas; de talento concentrado en el ring. "Tardará en nacer, si es que nace, un boxeador con tanta personalidad. Aprende él mismo y se diría que a falta de otros regalos, un ángel le dejó en la cuna dos guantes de crin. Él no tiene nada que ver con nadie. Su boxeo es suyo, suya es su escuela", dejó escrito Alcántara.
Hoy Perico ya ha besado la lona de la muerte. La gloria es suya.
Perico Fernández: “Si quieren un portero, que fichen a Zubizarreta”.
Fue una de las frases más célebres del excampeón mundial de boxeo, fallecido este viernes. Referente del deporte español en los años 70, se arruinó tras su retirada y tuvo que vivir en la calle y hasta en un club de alterne.
José Luis Artús | Mundo Deportivo, 2016-11-11
http://www.mundodeportivo.com/boxeo/20161111/411785940476/perico-fernandez-boxeo-campeon-del-mundo-club-de-alterne-zubizarreta-portero-muerto.html
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