viernes, 16 de junio de 2017

#hemeroteca #heteropatriarcado | ¿Follarse al enemigo?

'Lead and the Swan', pintura atribuida a Francois Boucher
¿Follarse al enemigo?.
Andrea Momoito, 2017-06-16
https://andreamomoitio.wordpress.com/2017/06/16/follarse-al-enemigo/

Estos días están moviéndose mucho por redes sociales un artículo de Pilar Aguilar, en la revista Tribuna Feminista, que ha titulado ¿Dulcificar el patriarcado llamándolo “heteropatriarcado”?, en el que la compañera critica el uso del término heteropatriarcado porque, a su entender, con su uso se “ignoran, se diluyen y difuminan las demás caras del avasallamiento salvaje que el patriarcado practica sobre las mujeres”.

Alude en su argumentario a que las opresiones que sufrimos mujeres y niñas en todo el mundo van mucho más allá, que no se dan “solo en el sexual y no solo obligándonos a ser heterosexuales”. Esto es innegable, pero para mí hay dos argumentos que me enfrentan directamente al planteamiento de Aguilar. Por un lado, el feminismo tiene que saber adaptarse a cada uno de los contextos. Las comunicadoras feministas sabemos bien que no siempre es útil hablar ni siquiera de ‘patriarcado’ porque un requisito indispensable para la comunicación es saber adaptar el mensaje a las personas receptoras. El pensamiento feminista, igual que cualquier ideología con la que queramos influir en el pensamiento de la sociedad, tiene que saber adaptarse a los distintos contextos en su lenguaje. Claro que no podemos predicar con Butler. Esto, sin embargo, no puede ser la razón por la que el feminismo siga obviando cómo la heterosexualidad influye directamente en las violencias que sufrimos las mujeres. Vaya, que una cosa es que no siempre sea útil hablar de heteropatriarcado y otra, muy distinta, no reconocer que es un término más preciso y completo.

En segundo lugar, y este es para mí el principal argumento: hablamos de heteropatriarcado porque la heterosexualidad es la principal herramienta del sistema patriarcal para perpetuarse. Escuece, claro, porque implica asumir que quizá tengamos que señalar a los hombres de nuestro entorno como los culpables de las violencias que sufrimos, pero el heteropatriarcado se encarniza en mi padre, en mi hermano y en todos vuestros maridos. Ellos son el engranaje, el mecanismo. Pueden serlo, además, porque les queremos.

Si no hemos conseguido derrocar el patriarcado aún es porque se sustenta en los vínculos más íntimos. Es una estructura social, obvio, pero sus pilares se asientan en casa. Si sólo se tratase de desigualdades a nivel político, económico y social, estaríamos más cerca de derrocarlo. Si sigue tan instalado en nuestras vidas es porque esa desigualdad nace y brota en nuestra vida más personal. Estamos jodidas, muy jodidas, porque los que nos matan, agreden, ignoran, invisibilizan… son los hombres de nuestro entorno más cercano. Algunas, os folláis al enemigo. Las desigualdades salariales siguen siendo el pan de cada día porque, bajo la premisa de heterosexualidad, el sueldo de las mujeres sigue siendo el sueldo secundario. Seguimos sin estar en la primera línea política y empresarial porque, bajo la lógica heterosexual, no se nos educa para escalar sino para formar familias; miles de mujeres siguen siendo víctimas de la ablación para preservar una pureza que culturalmente se les quiere entregar a ellos; el debate de la gestación subrogada está sobre la mesa porque uno de los principales mandatos del patriarcado, que se encarniza especialmente en la heterosexualidad, sigue siendo formar una familia. La autonomía de las mujeres y nuestra liberación es incompatible con la heterosexualidad. Sólo cuando seamos completamente independientes de los hombres a nivel emocional dejarán de matarnos y no me refiero a lograr una autonomía individual sino como clase. El prefijo ‘hetero’ del patriarcado no sólo evidencia esto sino que hace palpable que la heterosexualidad es una de las principales razones por la que el sistema patriarcal sigue indemne. Indemne porque hay un carcelero en cada casa, un carcelero para cada mujer. Me resulta increíble que desde el movimiento feminista en el que hemos hablado tanto de que lo que no se nombra no existe ahora se niegue la importancia de matizar en cada concepto, de señalar no sólo lo sistémico sino también las herramientas que lo sustentan. Hablar de heteropatriarcado nos señala la estructura y la herramienta. Pérez Reverte, claro, no estaría de acuerdo.

Es un concepto, además, poliédrico, que facilita también que se pueda hablar de las violencias que sufrimos las que no nos relacionamos sexoafectivamente con hombres. Violencias que también están mediadas por la lógica heterosexual. La lesbofobia es tan bestia porque las lesbianas nos hemos atrevido a cuestionar la herramienta con la que el patriarcado nos pretendía someter. Poner en cuestión que es importante hablar de ‘heteropatriarcado’ demuestra que cierto sector del feminismo sigue sin reconocer las aportaciones lésbicas al mismo y el valor subversivo y político de no follarse al enemigo y, sobre todo, de llevar el pensamiento feminista a todos los ámbitos de nuestras vidas sin matices, desde la más pura rabia y radicalidad.

Maricas, bolleras y trans, desde diferentes puntos de vista y en momentos históricos distintos, hemos cuestionado nuestras identidades y deseos para seguir complejizando el pensamiento feminista. Hemos asumido que nuestra forma de follar y la manera en la que somos leídas socialmente responden a una cuestión que trasciende la mera orientación sexual. Es hora, compañeras heterosexuales, que vosotras hagáis lo mismo. La heterosexualidad es también un régimen político.

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