martes, 5 de marzo de 2019

#hemeroteca #federicogarcialorca | Cuando Lorca invitó a Falla a bañarse en el mar de Málaga

Imagen: El País / Postal remitida por Federico García Lorca a Manuel de Falla
Cuando Lorca invitó a Falla a bañarse en el mar de Málaga.
Dos documentos históricos permiten recuperar la admiración del poeta granadino por la ciudad en la que pasaba sus vacaciones veraniegas.
Nacho Sánchez | El País, 2019-03-05
https://elpais.com/politica/2019/03/04/diario_de_espana/1551715394_234237.html

“Queridísimo Don Manuel: ¿Cuándo nos avisa de su llegada? Dios quiera que sea pronto, pues aquí estamos encantados pensando en que ustedes van a venir. ¡Animarse señores!”. Con estas palabras, Federico García Lorca invitaba a su amigo Manuel de Falla a darse un baño en las aguas del Mediterráneo malagueño. Las incluía en una postal fechada en septiembre de 1923 enviada desde el hotel Hernán Cortés, en el que Lorca se alojó con su familia en distintas temporadas de los veranos entre 1918 y 1924. “¡Al agua patos!”, escribía el poeta granadino antes de insistir a Falla su visita a la capital malagueña: “¡Es imprescindible!”.

La postal incluía una vista desde la terraza o el balcón de alguna de las habitaciones del hotel. La imagen descubre que entonces no había playa, ni paseo marítimo. Sí unas pequeñas casas junto a un pedregal sobre el que se asentaban las vías por las que circulaba el antiguo tranvía. Es uno de los dos documentos localizados ahora en el Archivo Manuel de Falla, en Granada, que han permitido rescatar la estrecha relación de García Lorca con Málaga, así como su fascinación por esta ciudad. El segundo es una carta con papel timbrado del mismo establecimiento hotelero y encabezada por una copla popular local escrita del puño y letra del granadino: “Viva Málaga señores, viva el puente de Tetuán, el Cristo de los Claveles y el barrio de la Trinidad”.

El hotel Hernán Cortés era entonces un lugar privilegiado. Sus atractivos eran la cercanía al mar, las vistas a los montes, sus jardines y unas cómodas y amplias habitaciones. Ubicado en la barriada de El Limonar, fue el primer edificio construido específicamente para alojar a turistas en la hoy capital de la Costa del Sol. Se convirtió en hospital durante la Guerra Civil, uso que mantuvo durante el franquismo, cuando fue conocido como 18 de julio. Tras su restauración, el inmueble es ahora sede de la Subdelegación del Gobierno, que ha querido recordar el tiempo que el poeta pasó descansando en él con una placa conmemorativa. “Es mejor que este lugar se recuerde por las estancias de Lorca que por uno de los episodios más trágicos de nuestra historia”, afirmaba este lunes la Subdelegada del Gobierno en Málaga, María Gámez.

A principios del siglo pasado, la relación de Granada (“la que suspira por el mar”, como la definió Lorca) era más fluida con la costa malagueña que con la granadina, ya que el sistema montañoso de Sierra Nevada ejercía como barrera natural difícil de superar con los antiguos medios de transporte. De ahí que la familia del poeta eligiera Málaga para sus vacaciones, donde podía llegar fácilmente en tren.

Su hotel preferido “se encontraba en un barrio para la burguesía donde muchas otras familias del interior andaluz alquilaban villas o incluso las tenían en propiedad para sus vacaciones”, destaca el historiador Víctor Heredia. En algunas se alojaban jóvenes con los que García Lorca comenzó a relacionarse. Entre ellos estaban Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, José María Hinojosa o Vicente Aleixandre, quienes pondrían en marcha con el tiempo la revista ‘Litoral’ y encontraban en la ciudad un ambiente más cosmopolita que en el resto de Andalucía. “Son amistades que nacieron junto a las olas de Málaga y luego se desarrollaron en Madrid”, añade el hispanista Ian Gibson.

“Málaga es maravillosa y ahora ya lo digo dogmáticamente. Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad, que se estiliza y desaparece ante el mar divino de nuestra sangre y nuestra música”, le explicaba García Lorca a Manuel de Falla sobre un lugar donde el turismo era apenas incipiente y que le recordaba a la Andalucía romántica del siglo XIX. Sobre todo, gracias a los “montes rojos que, llenos de casas blancas y de campanillas azules, vibran en este pedazo incomparable de mar”, como dejó escrito en el documento enviado al número 11 de la calle Antequeruela Alta, donde Falla residía en una vivienda típica granadina denominada Carmen del Ave María.

El buen clima, los paseos en automóvil hasta Fuengirola junto a su familia, las nuevas amistades literarias o los baños en la minúscula playa que había junto al hotel en la desembocadura del arroyo de La Caleta dejaron, sin duda, huella en Lorca, que se despedía de su amigo Manuel de Falla con una nueva admiración a la ciudad que le acogía cada verano: “Un abrazo desde este paraíso de Andalucía”. Eso sí, a pesar de su insistencia, el músico nunca acudió a la llamada malagueña del poeta. Quizás prefirió las playas de su Cádiz natal.

Un destino para familias adineradas
A comienzos del siglo XX, el turismo era apenas una actividad incipiente en Málaga. Lo practicaban principalmente importantes familias adineradas que viajaban con el personal de servicio y buscaban gran confort. Ocurría no solo en la capital, también en el gran balneario de Carratraca o el hotel Reina Victoria de Ronda. Pero también había una clase media que, a pesar de su menor capacidad económica, empezaba a visitar la localidad malagueña por puro placer. Entonces, un grupo de visionarios supo entender que el clima sería una de las principales bazas turísticas de Málaga. De ahí surgieron iniciativas como los Baños del Carmen, balneario donde la ciudad vio su primer campo de fútbol o su primer torneo de tenis. Y también el propio hotel Hernán Cortés, que a partir de 1925 se denominaría Caleta Palace con el objetivo de buscar un público más cosmopolita, principalmente británico. En los impulsores de esta renovación y aperturismo estaban Félix Sáenz y el arquitecto Fernando Guerrero Strachan, ligados también al hotel Príncipe de Asturias, inaugurado en febrero de 1926 y que, tras ser sede judicial, es hoy un establecimiento de lujo denominado Hotel Miramar.

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