Imagen: El Mundo / Artiom Vechelkovski |
Artiom Vechelkovski ha desafiado la corriente homofóbica en Rusia al salir del armario y abandonar la Iglesia al perder la fe en Dios y en sus superiores.
EFE | El Mundo, 2015-10-17
http://www.elmundo.es/internacional/2015/10/17/56227dc0ca4741d5098b45fb.html
Un pope ortodoxo, Artiom Vechelkovski, ha desafiado la actual corriente homofóbica en Rusia al salir del armario y abandonar la Iglesia al perder la fe en Dios y en sus superiores, lo que le ha costado la persecución oficial.
"Desde que tengo uso de razón sé que soy homosexual, pero yo nunca consideré que fuera un pecado. En cambio, la alta jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa cree que arderé en el infierno", señaló a Efe Vechelkovski.
Sin quererlo, este antiguo profesor de idiomas en un seminario se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la intolerancia en un país donde las minorías sexuales aún no han salido de las catacumbas. Vechelkovski, versión rusa de su apellido polaco Wiecielkowski, se hizo cura al terminar la universidad en la ciudad de Samara, donde se licenció en literatura y lengua alemana, y para entonces todos sus conocidos, desde familiares a amigos, sabían de su orientación sexual.
"Al entrar en la Iglesia uno debe confesarse. Pero en la confesión sólo hay que arrepentirse de los pecados. Y para mí ser gay no es algo por lo que deba pedir perdón", dijo. Asegura que durante todos los años que fue miembro de la Iglesia "nunca se sintió incómodo en su piel", ya que "todos los que le rodeaban sabían que era homosexual, eran muy comprensivos y nunca me condenaron".
"Es que yo soy muy feliz de ser gay. Nunca he pedido a Dios que me hiciera de otra forma. Tampoco sufrí nunca por ello. Siempre fui discreto. Nunca fui a un desfile de orgullo gay. Todo el mundo sabía cómo era yo, pero nadie se escandalizaba", insistió. Considera que la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) está llena de gente "honesta" y "tolerante", pero que la alta jerarquía es otra cosa.
"La Iglesia no es un Ejército uniforme. Hay disparidad de opiniones. Hay gente ultraconservadora y otra muy tolerante. Los religiosos de a pie no son homófobos, pero los que encabezan el episcopado sí lo son", resalta. Vechelkovski cree que "la IOR ya no cumple sus funciones que consisten en propagar el mensaje de Dios", ya que se ha convertido "en una institución centrada en ganar dinero y para la que dar de comer a sus feligreses ya no es una prioridad".
"Es una estructura jerárquica hipócrita. El aparato burocrático eclesiástico es dictatorial, no democrático. Los popes son esclavos de la arbitrariedad de sus superiores. La Iglesia necesita una revolución, un nuevo Martín Lutero que reforme las instituciones", asevera. Conoció a su actual pareja en 2010 y dos años después se fueron a vivir juntos a un apartamento, tras lo que fue alejándose "gradualmente" de Dios.
Con todo, niega que la Iglesia le conminara a marcharse y que ser homosexual fuera lo que le empujó a dejar el seminario, sino su pérdida de vocación. "Si hubiera seguido creyendo en Dios, hubiera seguido. Cuando me hice cura era un idealista, un romántico. Me gusta decir que estaba enfermo y ahora, que he madurado, me he curado", señaló.
Reconoce que fue un "salto en el vacío", que "era muy feliz" como profesor en el seminario, donde enseñaba inglés, español, griego, latín, hebreo y el Nuevo Testamento. "Los estudiantes me querían mucho. La verdad es que fue un poco una aventura, pero no quería tener que mentir sobre mi fe. Firmé una solicitud y colgué los hábitos", dijo.
Ahora vive con su madre en su Togliatti natal, pero reconoce que se mudará con su pareja en cuanto encuentre un trabajo, mientras cuenta con el apoyo moral de su hermano gemelo, que también es cura. "Ahora sólo quiero vivir y ser feliz. Sigo creyendo en los ideales morales cristianos, pero no quiero tener nada que ver con la iglesia. Espero que me dejen enseñar, que es lo que sé hacer. Me gustaría trabajar de profesor en una escuela, mi auténtica vocación", confiesa.
En cuanto a la situación en la sociedad rusa, la describe como "catastrófica", cuando tras la caída de la Unión Soviética hubo un período de "mucha tolerancia".
"Con la llegada al poder de Vladímir Putin hemos regresado a la Edad Media. Uno no puede creer que estemos en un país europeo del siglo XXI. La retórica oficial es inculta y bárbara, y únicamente busca manipular a las masas", opina.
Sobre la ley contra la propaganda homosexual ironizó que "sólo con decir que eres gay ya te pueden acusar de propagar la homosexualidad. Persuadir a alguien para que se haga gay, es como convencerle para que tenga los ojos verdes". Él mismo ha sido víctima de la nueva ley, ya que las autoridades han abierto una causa penal en su contra por promover la homosexualidad.
"Me han amenazado en varias ocasiones, pero es cosa de las autoridades. No veo odio en los ojos de la gente. No creo que todos sean homófobos. Espero que esta retórica signifique el pronto fin de Putin", admite.
"Desde que tengo uso de razón sé que soy homosexual, pero yo nunca consideré que fuera un pecado. En cambio, la alta jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa cree que arderé en el infierno", señaló a Efe Vechelkovski.
Sin quererlo, este antiguo profesor de idiomas en un seminario se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la intolerancia en un país donde las minorías sexuales aún no han salido de las catacumbas. Vechelkovski, versión rusa de su apellido polaco Wiecielkowski, se hizo cura al terminar la universidad en la ciudad de Samara, donde se licenció en literatura y lengua alemana, y para entonces todos sus conocidos, desde familiares a amigos, sabían de su orientación sexual.
"Al entrar en la Iglesia uno debe confesarse. Pero en la confesión sólo hay que arrepentirse de los pecados. Y para mí ser gay no es algo por lo que deba pedir perdón", dijo. Asegura que durante todos los años que fue miembro de la Iglesia "nunca se sintió incómodo en su piel", ya que "todos los que le rodeaban sabían que era homosexual, eran muy comprensivos y nunca me condenaron".
"Es que yo soy muy feliz de ser gay. Nunca he pedido a Dios que me hiciera de otra forma. Tampoco sufrí nunca por ello. Siempre fui discreto. Nunca fui a un desfile de orgullo gay. Todo el mundo sabía cómo era yo, pero nadie se escandalizaba", insistió. Considera que la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) está llena de gente "honesta" y "tolerante", pero que la alta jerarquía es otra cosa.
"La Iglesia no es un Ejército uniforme. Hay disparidad de opiniones. Hay gente ultraconservadora y otra muy tolerante. Los religiosos de a pie no son homófobos, pero los que encabezan el episcopado sí lo son", resalta. Vechelkovski cree que "la IOR ya no cumple sus funciones que consisten en propagar el mensaje de Dios", ya que se ha convertido "en una institución centrada en ganar dinero y para la que dar de comer a sus feligreses ya no es una prioridad".
"Es una estructura jerárquica hipócrita. El aparato burocrático eclesiástico es dictatorial, no democrático. Los popes son esclavos de la arbitrariedad de sus superiores. La Iglesia necesita una revolución, un nuevo Martín Lutero que reforme las instituciones", asevera. Conoció a su actual pareja en 2010 y dos años después se fueron a vivir juntos a un apartamento, tras lo que fue alejándose "gradualmente" de Dios.
Con todo, niega que la Iglesia le conminara a marcharse y que ser homosexual fuera lo que le empujó a dejar el seminario, sino su pérdida de vocación. "Si hubiera seguido creyendo en Dios, hubiera seguido. Cuando me hice cura era un idealista, un romántico. Me gusta decir que estaba enfermo y ahora, que he madurado, me he curado", señaló.
Reconoce que fue un "salto en el vacío", que "era muy feliz" como profesor en el seminario, donde enseñaba inglés, español, griego, latín, hebreo y el Nuevo Testamento. "Los estudiantes me querían mucho. La verdad es que fue un poco una aventura, pero no quería tener que mentir sobre mi fe. Firmé una solicitud y colgué los hábitos", dijo.
Ahora vive con su madre en su Togliatti natal, pero reconoce que se mudará con su pareja en cuanto encuentre un trabajo, mientras cuenta con el apoyo moral de su hermano gemelo, que también es cura. "Ahora sólo quiero vivir y ser feliz. Sigo creyendo en los ideales morales cristianos, pero no quiero tener nada que ver con la iglesia. Espero que me dejen enseñar, que es lo que sé hacer. Me gustaría trabajar de profesor en una escuela, mi auténtica vocación", confiesa.
En cuanto a la situación en la sociedad rusa, la describe como "catastrófica", cuando tras la caída de la Unión Soviética hubo un período de "mucha tolerancia".
"Con la llegada al poder de Vladímir Putin hemos regresado a la Edad Media. Uno no puede creer que estemos en un país europeo del siglo XXI. La retórica oficial es inculta y bárbara, y únicamente busca manipular a las masas", opina.
Sobre la ley contra la propaganda homosexual ironizó que "sólo con decir que eres gay ya te pueden acusar de propagar la homosexualidad. Persuadir a alguien para que se haga gay, es como convencerle para que tenga los ojos verdes". Él mismo ha sido víctima de la nueva ley, ya que las autoridades han abierto una causa penal en su contra por promover la homosexualidad.
"Me han amenazado en varias ocasiones, pero es cosa de las autoridades. No veo odio en los ojos de la gente. No creo que todos sean homófobos. Espero que esta retórica signifique el pronto fin de Putin", admite.
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