lunes, 20 de enero de 2020

#hemeroteca #trans #testimonios | La historia de la intelectual ‘trans’ española de 19 años que alterna la Sorbona con ‘First dates’

Imagen: El País / Elizabeth Duval
La historia de la intelectual ‘trans’ española de 19 años que alterna la Sorbona con ‘First dates’.
La media de lectura en España es de nueve libros anuales. Elizabeth Duval llega a los 80. Posmarxista y transgénero, esta joven estudia en París, edita su primer libro estos días y considera que la intelectualidad y los 'realities' son compatibles.
Eva Blanco Medina | ICON, El País, 2020-01-20
https://elpais.com/elpais/2020/01/07/icon/1578405262_913088.html

Aún es potencia, pero está a punto de convertirse en acto. Son varias las pistas que Elizabeth Duval ha ido dando de su talento –una obra de teatro por aquí; unos poemas y unos relatos por allá–, pero marzo de 2020 marcará su debut literario oficial con la publicación de 'Reina' (Caballo de Troya), una novela de autoficción en la que la madrileña, de 19 años, narra los inicios de su nueva etapa en París. Allí, en la Sorbona, cursa un doble grado en Filosofía y Filología Francesa. Pero, ¿cómo puede ser relevante la experiencia vital de alguien que, por su insultante corta edad, apenas ha comenzado a vivir?

Resulta que Duval, lesbiana, ‘trans’, activista, ‘performer’ y otras 200 cosas más, es un alma precoz. A los 10 años se metía en la piel de personajes mucho mayores que ella en foros digitales. A los 14, ya se había interesado por los estudios de género a través de Judith Butler y por la filosofía política de autores como Rousseau y Marx. Precisamente a esa edad comienza su transición médica y se cambia a un nuevo instituto, donde, sin contar con un dominio fluido del idioma, se matricula en la sección lingüística de francés en el último trimestre de tercero de la ESO. Termina el Bachibac, el programa en el que se funden el Bachiller y el Baccalauréat (la Selectividad francesa), con un expediente brillante. Sin embargo, Duval está muy lejos de abrazar el academicismo ortodoxo. Su loco perfil de Twitter y su reciente participación en el programa de citas de Cuatro, 'First dates', dan buena cuenta de ello.

¿Empezamos por Hegel o por Carlos Sobera?

No son incompatibles.

¿Qué te motivó a asistir al popular programa de citas?
Hay una división entre alta y baja cultura respecto a los medios que no tiene sentido. Si se asume que un artista o escritor, alguien que forma parte de la escena cultural, entra en la sociedad del espectáculo, se tiene que asumir del todo. Es la misma figura pública la que va a una entrevista con Ernesto Castro y habla de filosofía francesa contemporánea y cuestiones de teoría ‘queer’, que la que va a ‘First dates’ a hacer una performance de autopromoción o que la que da una conferencia en Oviedo sobre chalecos amarillos y articulaciones discursivas del posmarxismo con influencia lacaniana. Todo entra dentro de los mecanismos de construcción de un personaje público que tiene que manifestarse de muchas maneras. Sería muy tonto, dado que existen medios como los ‘realities’, no aprovecharlos. Son los medios de mayor calado dentro de las masas. Además, se hace así de ácido sulfúrico desde dentro, ya que se introduce un elemento que desentona con el programa en su núcleo y consigue desestabilizarlo un poco.

¿No ibas entonces a enamorarte?
No, no iba a enamorarme. No hubo segunda cita.

¿Y qué tal se portaron los troles?
Me entrevistaron en ‘El intermedio’ con 14 años; fui portada de ‘Tentaciones’ con 16 o 17. Estoy acostumbrada a los medios y a todos los mecanismos de reacción que generan. No solo entré a ver qué decían los troles en Twitter sobre mi participación en ‘First dates’, sino que le pedí a un amigo que me mandase capturas de qué se estaba diciendo en ForoCoches. Llega un punto en el que te resulta hasta divertido; conoces esos mecanismos desde tan joven que te da casi igual el troleo. No puedes tener la piel fina dentro de esa escena. Sobre todo si eres mujer, trans y lesbiana.

Hablemos de eso: mujer, joven, lesbiana, 'trans', activista, escritora, ‘performer’, proyecto de filósofa... ¿Cuántas etiquetas caben en ti y qué relación tienes con ellas?
Es muy complejo. No se pueden aunar todas en una y tampoco tengo interés en hacerlo. Igual que la obra artística siempre es superior al individuo que la crea, ese individuo es superior a las categorías a las que pueda pertenecer. Por comprender lo que es ser ‘trans’, mujer, lesbiana, artista o activista, no vas a comprender cómo todo eso construye tanto mi persona como mi personaje público. Yo asumo muchas de esas etiquetas de una forma sutil, pero también me gusta dificultar la tarea de quien me quiera categorizar. Escribiendo teatro, ensayo, poesía, narrativa, haciendo activismo y ‘performances’ audiovisuales, creo que es complicado definirme sin caer en una sopa de etiquetas que no tiene ningún sentido.

Hasta hace muy poco hacías uso de otra etiqueta muy curiosa en tu biografía de Twitter, la de “joven promesa de las letras europeas”. ¿En qué te basas?
Fue la manera en la que otra ‘tuitera’ se refirió a mí una vez y me hizo gracia, así que lo incorporé de una forma posirónica. Además, el mero hecho de anunciarte como promesa ya construye en la gente la imagen de que realmente lo eres. Genera un interés, una expectativa. Vivimos en una sociedad capitalista y toda la cuestión de la industria cultural también es ‘marketing’, y este tipo de descripciones vende mucho mejor.

¿Cuál es tu relación con esa red social? ¿Qué es lo mejor y lo peor que te has encontrado?
Lo peor es el ‘troleo’ cuando se escuda en el anonimato. Puede llegar a ser bastante brutal. Lo mejor son las conexiones personales y las relaciones con gente muy interesante con la que posteriormente he entablado una amistad duradera. Se aprende mucho. En mi casa no se ha leído, no se ha ido al cine o al teatro; yo no he sido heredera de un capital cultural. Si no hubiera sido por la democratización que implica Internet y las redes sociales, no habría podido construirme tal y como soy. Accedí a Internet con nueve años.

¿Cómo descubres entonces que hay vida más allá?
Una de mis incursiones iniciales fue en foros que me llevaron a una primera construcción de personaje. Me hice pasar por una persona que tenía bastantes años más que yo y una trayectoria muy diferente de la mía. Lo hice para que me tomaran en serio. Eso supuso una maduración muy rápida.

¿Dónde está puesto el foco del debate trans en la España actual?

Al poner el foco en la adolescencia se publicitan cuerpos que entran mucho mejor dentro del sistema, que gracias a haber comenzado la transición desde muy jóvenes pueden alcanzar ese ‘passing’ [el proceso de adaptación estética al género real] casi completo y, con ello, pueden asimilarse. No tienen ni por qué visibilizar su condición ‘trans’. En este contexto, hay toda una serie de mujeres ‘trans’ mayores que se ven empujadas a ejercer la prostitución y se encuentran en situaciones de enorme precariedad, que se dejan de lado. Es mucho más fácil, dentro de la nueva narrativa que se ha construido, dar más espacio a los menores ‘trans’ porque además queda más estético. Entra en el marco de lo que es fácilmente asimilable por el sistema.

¿Y dónde te sitúas tú en este escenario?
Ahora mismo, no tengo interés en hacer reclamas por mí, por mi situación personal sobre lo trans. Tengo acceso a un tratamiento médico, tengo el DNI cambiado, vivo en París sin mayor preocupación en relación a la cuestión trans. He sufrido mucha más lesbofobia que transfobia, pero me parece importante seguir abordando el tema porque hay gente en circunstancias mucho más precarias que las mías, por las cuales yo tengo la posibilidad de hablar.

¿Has sufrido realmente más discriminación por lesbiana que por trans?
Sí, me ha pasado en Madrid, muchas veces, el estar besándome por la calle con otra mujer y recibir gritos. Y, en París, cosas no tan estruendosas, pero sí una hipersexualización brutal. Un hombre pasa a nuestro lado de noche y se queda medio parado mirándonos y puede hasta hacer algún comentario de que le está agradando el espectáculo. Como si ser mujer y estar con otra mujer por la calle se convirtiese en un espectáculo para la visión heterosexual de la realidad. Para ser el blanco de la lesbofobia no tienes que estar haciendo nada más que existir con otra persona. Me ha sucedido muchísimas veces.

¿Cómo te defines políticamente?
En la praxis me defino como feminista, de izquierdas y posmarxista.

¿Y qué significa ser posmarxista en un sistema capitalista?
Para mí, ser de izquierdas no tiene solamente una dimensión de lucha contra las desigualdades sociales, sino que también tiene una dimensión económica y de la importancia y el rol que tiene que tener el Estado dentro de una mayor o menor intervención. Yo defiendo una izquierda mucho más intervencionista y donde se le concede mayor soberanía al Estado.

¿Cuántos libros lees al año?
Este año he leído unos 80. Tengo cuenta de Goodreads y voy haciendo la lista.

¿Y todavía te queda tiempo para ver ‘First dates’?
No lo veo mucho. En realidad no soy muy fan del programa. Pero me vi toda la última edición de ‘Operación Triunfo’. Y me gustaría tener más tiempo para poder hacer un análisis cinematográfico serio de los códigos audiovisuales de ‘Sálvame’. Me parece que tienen un valor artístico muy fuerte. Hay elementos que parecen sacados de la película de David Lynch 'Mulholland Drive'.

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