Imagen: PlayGround / Ocaña, Camilo y Nazario en las Ramblas, Barcelona |
Fue el dibujante que más luchó por normalizar la homosexualidad en la España post-franquista. Ahora, ha topado con Facebook.
Alba Losada | PlayGround, 2016-11-12
http://www.playgroundmag.net/cultura/books/censura-Facebook-propia-dictadura_0_1861613854.html
Parc Güell, Barcelona, 1977. Las jornadas libertarias son el último congreso anarquista internacional de España. En el escenario, tres hombres semidesnudos: el dibujante Nazario Luque, el pintor José Pérez Ocaña y su compañero Camilo.
"¡Nena, hazles un estriptís!", dijo Nazario a Camilo. Acto seguido y sin pensarlo demasiado, Ocaña se dirigió hacia Camilo y simuló que le chupaba la polla mientras él gemía de aparente placer. Aquello desencadenó un revolcón por el suelo que terminó con un trío ficticio con Nazario.
En plena transición española el colectivo homosexual aún estaba muy discriminado, por lo que esa actuación fue una estampa insólita. Un gesto revolucionario, protagonizado por 3 cuerpos desnudos que reivindicaban su sexualidad con naturalidad.
Este es uno de los episodios que el dibujante Nazario Luque relata en sus memorias ‘La vida cotidiana de un dibujante underground’. 284 páginas en las que condensa sus experiencias en la Barcelona de los setenta: la más canalla, la de contracultura, la libertaria y la reivindicativa, entre muchas otras cosas.
Casi 40 años después, desde su piso de Plaça Reial, Nazario comenta que, hoy, su representación en las Jornadas Libertarias sería mucho más censurable y escandalosa. "Hay una censura asquerosa. No hemos ganado nada. Estamos invadidos por el puritanismo que ha venido de EE. UU., igual que pasó con los cómics underground del momento".
Después de vivir la Sevilla de los sesenta, condicionada por la ley franquista de vagos y maleantes, en 1972 cogió un tren rumbo Barcelona. A pesar de que los homosexuales también vivían en la clandestinidad, al menos, en esta ciudad tenían un poco más de libertad para ser ellos mismos.
El escenario preferido del colectivo fue la parte inferior de Las Ramblas, el barrio chino (actualmente conocido como El Raval) y Paral·lel, donde frecuentaban bares como el Elefante Blanco y el Café de la Ópera. Allí no existían prejuicios y todos, fuesen de la condición que fuesen, eran aceptados. "Había puterío, enemas, macarras, delincuentes, marineros, travestis y maricones...", explica en su libro.
Sin embargo, Las Ramblas eran mucho más que eso. Con la muerte de Franco en 1975, nació el Frente de Liberación Homosexual y, entonces, todos salieron a la calle. Allí Nazario protagonizó otras escenas, para muchos escandalosas, como pasearse vestido de mujer, junto a Camilo y Ocaña, o participar en la primera manifestación gay de 1977.
De este modo, hicieron de aquellas calles el espacio emblemático para el activismo, algo que, como recuerda ahora, "no ocurría en el resto de España". Así, su lucha acabó siendo un estímulo y ejemplo para las generaciones futuras.
Pero el espíritu reivindicativo que se respiraba en Las Ramblas se ha perdido. Ha sido arrasado por el turismo y ya solo quedan potenciales consumidores. "No queda nada. Y, aunque digan que quieren dignificarlas, no hay forma de hacerlo", sentencia sentado en el escritorio de su casa.
Su paso por los escenarios bohemios de Barcelona había empezado en una comuna de la calle Comerç, donde vivía con artistas conocidos como Mariscal, Pepichek y Farry, entre otros. Juntos, publicaron el primer fanzine underground de España, ‘El Rrollo Enmascarado’, que editaron ellos mismos y vendieron clandestinamente en bares y discotecas.
Con aquello sacaba el dinero suficiente para seguir con una vida de excesos, experiencias hilarantes, juergas y encuentros sexuales. Sin embargo, en su entorno también palpó hambre, degradación, enfermedades venéreas, alcoholismo y SIDA. Su estilo de vida y su entorno no tenían nada que ver con el de los miembros de la conocida como Gauche Divine, un movimiento de izquierdas pero conformado por "niños bien". "Lo que hacíamos nosotros era impensable para ellos", comenta Nazario.
Vivió muchos años acompañado de vicios y no sería hasta 1984 cuando se desprendería de todos ellos. Aunque habría uno que nunca sería capaz de dejar. "A partir de entonces pude disponer con plenitud de mis 5 sentidos para disfrutar del sexo, la única droga que nunca estaría dispuesto a abandonar", reconoce en sus memorias.
El colectivo de dibujantes tampoco duraría para siempre. En 1975 publicaron ‘La Piraña Divina’, que recopilaba una serie de relatos con referencias a la pornografía, homosexualidad y burlas a la iglesia. Ello desembocó en la persecución de las autoridades y el grupo acabó desintegrándose. Pero ya se habían convertido en emblemas de todo aquello que las autoridades intentaban combatir.
Nazario siempre intentó hacer relatos en los que denunciaba la represión que sufrían las mujeres y los homosexuales. Pero, con la llegada de los ochenta, se distanció de la simple denuncia y apostó por un nuevo estilo que plasmó en el cómic ‘Anarcoma’: la vida cotidiana de un travesti que se prostituía en Las Ramblas. Quería mostrar la homosexualidad con normalidad para que la gente también la percibiera así. Y aquello sería el gran valor de su obra.
Terminó publicándolo en la revista ‘El Víbora’, que tenía un público más bien heterosexual. De este modo, aquellas historias trascendieron más allá del movimiento gay. "Había muchos homosexuales jodidos, que vivían en la clandestinidad, por lo que una publicación así les sirvió para aceptar su personalidad", recuerda años después.
Aquello significó una victoria para él y para el colectivo, ya que, a pesar de que hacía tiempo que podían manifestarse en la calle, aún eran víctimas de constantes vejaciones. Como relata en su libro, años antes de esa publicación, en 1978, Ocaña y él fueron detenidos por ir vestidos de mujer.
Ocurrió en las inmediaciones del Café de la Ópera y, en consecuencia, el resto de gays que había en la zona tiraron, airados, vasos y botellas a la policía. Mientras se desencadenaba un motín entre los presentes, Nazario y Ocaña ya iban rumbo a la comisaria de Via Laietana, donde recibieron una paliza.
Después, les encerraron 3 días en cárcel La Modelo y, entonces, ocurrió algo inesperado: una manifestación espontánea en la que se reclamaba su liberación. Ese gesto también fue un pequeño logro, ya que, a pesar de todo, el colectivo aún tenía fuerzas para permanecer unido.
Para que sus obras salieran a la luz, Nazario, como muchos otros artistas del momento, tuvo que autocensurarse. Algo que, de hecho, sigue teniendo que hacer actualmente en Facebook.
"La censura de Facebook es propia de una dictadura. Si lo miras, ves que no ha cambiado nada en este sentido", insiste desde Plaça Reial. A él ya le han cerrado temporalmente su cuenta 4 o 5 veces por publicar fotos de desnudos. "En Facebook no puedes escandalizar ni hacer nada distinto a lo que hace todo el mundo. Ahora, todo tiene que ser ‘light’ porque sino no puedes publicarlo".
Los años setenta censuraron el espíritu libre de Nazario, pero 40 años después, en una sociedad presuntamente más tolerante y abierta, choca con la misma barrera. Solo que ahora no es una paliza, es el ostracismo en la red.
"¡Nena, hazles un estriptís!", dijo Nazario a Camilo. Acto seguido y sin pensarlo demasiado, Ocaña se dirigió hacia Camilo y simuló que le chupaba la polla mientras él gemía de aparente placer. Aquello desencadenó un revolcón por el suelo que terminó con un trío ficticio con Nazario.
En plena transición española el colectivo homosexual aún estaba muy discriminado, por lo que esa actuación fue una estampa insólita. Un gesto revolucionario, protagonizado por 3 cuerpos desnudos que reivindicaban su sexualidad con naturalidad.
Este es uno de los episodios que el dibujante Nazario Luque relata en sus memorias ‘La vida cotidiana de un dibujante underground’. 284 páginas en las que condensa sus experiencias en la Barcelona de los setenta: la más canalla, la de contracultura, la libertaria y la reivindicativa, entre muchas otras cosas.
Casi 40 años después, desde su piso de Plaça Reial, Nazario comenta que, hoy, su representación en las Jornadas Libertarias sería mucho más censurable y escandalosa. "Hay una censura asquerosa. No hemos ganado nada. Estamos invadidos por el puritanismo que ha venido de EE. UU., igual que pasó con los cómics underground del momento".
Después de vivir la Sevilla de los sesenta, condicionada por la ley franquista de vagos y maleantes, en 1972 cogió un tren rumbo Barcelona. A pesar de que los homosexuales también vivían en la clandestinidad, al menos, en esta ciudad tenían un poco más de libertad para ser ellos mismos.
El escenario preferido del colectivo fue la parte inferior de Las Ramblas, el barrio chino (actualmente conocido como El Raval) y Paral·lel, donde frecuentaban bares como el Elefante Blanco y el Café de la Ópera. Allí no existían prejuicios y todos, fuesen de la condición que fuesen, eran aceptados. "Había puterío, enemas, macarras, delincuentes, marineros, travestis y maricones...", explica en su libro.
Sin embargo, Las Ramblas eran mucho más que eso. Con la muerte de Franco en 1975, nació el Frente de Liberación Homosexual y, entonces, todos salieron a la calle. Allí Nazario protagonizó otras escenas, para muchos escandalosas, como pasearse vestido de mujer, junto a Camilo y Ocaña, o participar en la primera manifestación gay de 1977.
De este modo, hicieron de aquellas calles el espacio emblemático para el activismo, algo que, como recuerda ahora, "no ocurría en el resto de España". Así, su lucha acabó siendo un estímulo y ejemplo para las generaciones futuras.
Pero el espíritu reivindicativo que se respiraba en Las Ramblas se ha perdido. Ha sido arrasado por el turismo y ya solo quedan potenciales consumidores. "No queda nada. Y, aunque digan que quieren dignificarlas, no hay forma de hacerlo", sentencia sentado en el escritorio de su casa.
Su paso por los escenarios bohemios de Barcelona había empezado en una comuna de la calle Comerç, donde vivía con artistas conocidos como Mariscal, Pepichek y Farry, entre otros. Juntos, publicaron el primer fanzine underground de España, ‘El Rrollo Enmascarado’, que editaron ellos mismos y vendieron clandestinamente en bares y discotecas.
Con aquello sacaba el dinero suficiente para seguir con una vida de excesos, experiencias hilarantes, juergas y encuentros sexuales. Sin embargo, en su entorno también palpó hambre, degradación, enfermedades venéreas, alcoholismo y SIDA. Su estilo de vida y su entorno no tenían nada que ver con el de los miembros de la conocida como Gauche Divine, un movimiento de izquierdas pero conformado por "niños bien". "Lo que hacíamos nosotros era impensable para ellos", comenta Nazario.
Vivió muchos años acompañado de vicios y no sería hasta 1984 cuando se desprendería de todos ellos. Aunque habría uno que nunca sería capaz de dejar. "A partir de entonces pude disponer con plenitud de mis 5 sentidos para disfrutar del sexo, la única droga que nunca estaría dispuesto a abandonar", reconoce en sus memorias.
El colectivo de dibujantes tampoco duraría para siempre. En 1975 publicaron ‘La Piraña Divina’, que recopilaba una serie de relatos con referencias a la pornografía, homosexualidad y burlas a la iglesia. Ello desembocó en la persecución de las autoridades y el grupo acabó desintegrándose. Pero ya se habían convertido en emblemas de todo aquello que las autoridades intentaban combatir.
Nazario siempre intentó hacer relatos en los que denunciaba la represión que sufrían las mujeres y los homosexuales. Pero, con la llegada de los ochenta, se distanció de la simple denuncia y apostó por un nuevo estilo que plasmó en el cómic ‘Anarcoma’: la vida cotidiana de un travesti que se prostituía en Las Ramblas. Quería mostrar la homosexualidad con normalidad para que la gente también la percibiera así. Y aquello sería el gran valor de su obra.
Terminó publicándolo en la revista ‘El Víbora’, que tenía un público más bien heterosexual. De este modo, aquellas historias trascendieron más allá del movimiento gay. "Había muchos homosexuales jodidos, que vivían en la clandestinidad, por lo que una publicación así les sirvió para aceptar su personalidad", recuerda años después.
Aquello significó una victoria para él y para el colectivo, ya que, a pesar de que hacía tiempo que podían manifestarse en la calle, aún eran víctimas de constantes vejaciones. Como relata en su libro, años antes de esa publicación, en 1978, Ocaña y él fueron detenidos por ir vestidos de mujer.
Ocurrió en las inmediaciones del Café de la Ópera y, en consecuencia, el resto de gays que había en la zona tiraron, airados, vasos y botellas a la policía. Mientras se desencadenaba un motín entre los presentes, Nazario y Ocaña ya iban rumbo a la comisaria de Via Laietana, donde recibieron una paliza.
Después, les encerraron 3 días en cárcel La Modelo y, entonces, ocurrió algo inesperado: una manifestación espontánea en la que se reclamaba su liberación. Ese gesto también fue un pequeño logro, ya que, a pesar de todo, el colectivo aún tenía fuerzas para permanecer unido.
Para que sus obras salieran a la luz, Nazario, como muchos otros artistas del momento, tuvo que autocensurarse. Algo que, de hecho, sigue teniendo que hacer actualmente en Facebook.
"La censura de Facebook es propia de una dictadura. Si lo miras, ves que no ha cambiado nada en este sentido", insiste desde Plaça Reial. A él ya le han cerrado temporalmente su cuenta 4 o 5 veces por publicar fotos de desnudos. "En Facebook no puedes escandalizar ni hacer nada distinto a lo que hace todo el mundo. Ahora, todo tiene que ser ‘light’ porque sino no puedes publicarlo".
Los años setenta censuraron el espíritu libre de Nazario, pero 40 años después, en una sociedad presuntamente más tolerante y abierta, choca con la misma barrera. Solo que ahora no es una paliza, es el ostracismo en la red.
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