La historia de Lucia, la niña de 4 años a la que un juez ha rebautizado de acuerdo con su género percibido, descubre los problemas legales de una realidad que asoma.
Arantxa Aldaz | El Correo, 2016-02-04
«A mí también me pasa esto». Cada aparición pública de la asociación vasca Chrysallis, de familias con menores transexuales, provoca la misma reacción. El teléfono empieza a sonar y al otro lado suspiran de alivio padres o jóvenes ya adolescentes que por primera vez se identifican con un relato semejante a la realidad que ellos viven. La historia de la niña Lucia, que ha logrado que por primera vez en Gipuzkoa un juez autorice un cambio de nombre por cuestión de género –se llamaba Luken–, ha contribuido a poner el foco sobre los problemas sociales, médicos y legales de estas personas.
«Estamos desbordados por la respuesta, pero muy contentos», admiten desde la asociación. Detrás de Chrysallis hay un grupo de padres, la mayoría guipuzcoanos, que han querido dar un paso al frente para «visibilizar» una realidad hasta ahora silenciada: la infancia transexual. El grupo se constituyó el 8 de marzo del año pasado. Empezaron ocho familias. Hoy ya son veinte, la mayoría en Euskadi pero también varias de Navarra. Desde que han empezado a alzar la voz con más fuerza están recibiendo dos nuevos casos al mes, «y en los últimos tiempos uno a la semana», lo que les reafirma en su creencia de que las historias afloradas son solo la punta del iceberg. «No es que antes no existieran, sino que por fin se expresan», se congratula el donostiarra Aingeru Mayor, presidente de Chrysallis Euskal Herria y uno de los padres fundadores de la entidad.
La aceptación de que un hijo que ha nacido con genitales masculinos es en realidad una niña, o que una hija que ha nacido con órganos femeninos es un niño, «es un proceso muy duro y largo. Hay familias que son más conscientes, pero otras a las que les cuesta ver claramente lo que está pasando en su casa. Hasta que escuchan un testimonio en la tele o en prensa y entonces pronuncian esa frase: ‘A mí también me pasa esto’».
«Normalizar» al colectivo
La prevalencia de la transexualidad es desconocida. El presidente de Chrysallis afirma que estudios recientes hablan de que hay una persona transexual por cada mil, aunque las investigaciones más citadas calculan una incidencia de una por cada 10.000. La intención de asociaciones como la que preside Mayor es «normalizar» a este colectivo que sufre mayor discriminación que otros LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales).
«A mayor conocimiento menos rechazo», confirma Jesús Estomba, responsable del programa Berdindu del Gobierno vasco, un servicio de orientación e información en los colegios. «El desconocimiento sobre la transexualidad es mayor que otras identidades de género, lo que no favorece su aceptación. Al final, trastoca la película que nos han contado desde siempre, que las niñas son niñas y los niños son niños, y que lo demás es patológico. Cuando esa información se da correctamente, entonces se derrumba ese esquema y se empieza a ver».
El avance social empieza poco a poco a cristalizar. «En la última década hemos tenido la suerte de que los padres hemos ganado en conocimiento y en capacidad de escucha –asegura Aingeru Mayor–. Cuando hablas con transexuales adultos siempre dicen que perdieron su infancia, que vivieron reprimidos, con el sufrimiento que conlleva». Aporta un dato demoledor. El 41% de los adultos transexuales han tenido algún intento de suicidio. «Ahora estamos ante la primera generación de niños y niñas que van a poder vivir su infancia desde la felicidad».
Pero, como ocurre casi siempre, la realidad camina por delante de la ley. El cambio de nombre autorizado a la niña Lucía no resuelve todos los problemas. «Para empezar, esta decisión depende del juez. La ley no nos ampara por igual», denuncia Aingeru, que cita el hecho de que en toda España se han solicitado 40 cambios de nombre y se hayan rechazado diez.
Otra cosa diferente es el cambio de género en el DNI, que solo puede solicitarse una vez se cumpla la mayoría de edad, lo que puede dar lugar a numerosas confusiones que generan «malestar en el menor y además suponen una vulneración al derecho a la intimidad». Pone un ejemplo. «Cuando un padre va con su hija al aeropuerto, le paran y le preguntan por qué en el DNI pone que es varón. O cuando Lucia vaya al hospital y desde la puerta de la consulta llamen a Luken y se tenga que levantar ella. Todo eso se tiene que evitar».
El DNI transitorio vasco
Otro de sus caballos de batalla es el tratamiento que reciben en la Sanidad pública. «En la unidad de género, el primero que nos ve es un psiquiatra. Nos tratan como si nuestros hijos fuesen enfermos mentales. Les diagnostican de disforia de género, un término que rechazamos y que tiene que ser eliminado, como marca la Ley de Transexualidad». Esta ley, aprobada en 2012 en Euskadi, es una de las normativas más avanzadas del Estado y está pendiente de desarrollo. «Hay que despatologizar la transexualidad, y que ésta se trate desde el servicio de endocrinología –cuando se inicie el cambio de sexo y la hormonación–. Y si se requiere de apoyo psicológico, que se preste, pero que no traten a nuestros hijos como enfermos, porque no lo son».
En su combate también hay victorias. El Gobierno vasco ultima un DNI transitorio con la información de su identidad de género, que les valdrá para identificarse en las administraciones vascas. «Ojalá sea el primer avance de muchos otros», desean desde Chrysallis.
«Estamos desbordados por la respuesta, pero muy contentos», admiten desde la asociación. Detrás de Chrysallis hay un grupo de padres, la mayoría guipuzcoanos, que han querido dar un paso al frente para «visibilizar» una realidad hasta ahora silenciada: la infancia transexual. El grupo se constituyó el 8 de marzo del año pasado. Empezaron ocho familias. Hoy ya son veinte, la mayoría en Euskadi pero también varias de Navarra. Desde que han empezado a alzar la voz con más fuerza están recibiendo dos nuevos casos al mes, «y en los últimos tiempos uno a la semana», lo que les reafirma en su creencia de que las historias afloradas son solo la punta del iceberg. «No es que antes no existieran, sino que por fin se expresan», se congratula el donostiarra Aingeru Mayor, presidente de Chrysallis Euskal Herria y uno de los padres fundadores de la entidad.
La aceptación de que un hijo que ha nacido con genitales masculinos es en realidad una niña, o que una hija que ha nacido con órganos femeninos es un niño, «es un proceso muy duro y largo. Hay familias que son más conscientes, pero otras a las que les cuesta ver claramente lo que está pasando en su casa. Hasta que escuchan un testimonio en la tele o en prensa y entonces pronuncian esa frase: ‘A mí también me pasa esto’».
«Normalizar» al colectivo
La prevalencia de la transexualidad es desconocida. El presidente de Chrysallis afirma que estudios recientes hablan de que hay una persona transexual por cada mil, aunque las investigaciones más citadas calculan una incidencia de una por cada 10.000. La intención de asociaciones como la que preside Mayor es «normalizar» a este colectivo que sufre mayor discriminación que otros LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales).
«A mayor conocimiento menos rechazo», confirma Jesús Estomba, responsable del programa Berdindu del Gobierno vasco, un servicio de orientación e información en los colegios. «El desconocimiento sobre la transexualidad es mayor que otras identidades de género, lo que no favorece su aceptación. Al final, trastoca la película que nos han contado desde siempre, que las niñas son niñas y los niños son niños, y que lo demás es patológico. Cuando esa información se da correctamente, entonces se derrumba ese esquema y se empieza a ver».
El avance social empieza poco a poco a cristalizar. «En la última década hemos tenido la suerte de que los padres hemos ganado en conocimiento y en capacidad de escucha –asegura Aingeru Mayor–. Cuando hablas con transexuales adultos siempre dicen que perdieron su infancia, que vivieron reprimidos, con el sufrimiento que conlleva». Aporta un dato demoledor. El 41% de los adultos transexuales han tenido algún intento de suicidio. «Ahora estamos ante la primera generación de niños y niñas que van a poder vivir su infancia desde la felicidad».
Pero, como ocurre casi siempre, la realidad camina por delante de la ley. El cambio de nombre autorizado a la niña Lucía no resuelve todos los problemas. «Para empezar, esta decisión depende del juez. La ley no nos ampara por igual», denuncia Aingeru, que cita el hecho de que en toda España se han solicitado 40 cambios de nombre y se hayan rechazado diez.
Otra cosa diferente es el cambio de género en el DNI, que solo puede solicitarse una vez se cumpla la mayoría de edad, lo que puede dar lugar a numerosas confusiones que generan «malestar en el menor y además suponen una vulneración al derecho a la intimidad». Pone un ejemplo. «Cuando un padre va con su hija al aeropuerto, le paran y le preguntan por qué en el DNI pone que es varón. O cuando Lucia vaya al hospital y desde la puerta de la consulta llamen a Luken y se tenga que levantar ella. Todo eso se tiene que evitar».
El DNI transitorio vasco
Otro de sus caballos de batalla es el tratamiento que reciben en la Sanidad pública. «En la unidad de género, el primero que nos ve es un psiquiatra. Nos tratan como si nuestros hijos fuesen enfermos mentales. Les diagnostican de disforia de género, un término que rechazamos y que tiene que ser eliminado, como marca la Ley de Transexualidad». Esta ley, aprobada en 2012 en Euskadi, es una de las normativas más avanzadas del Estado y está pendiente de desarrollo. «Hay que despatologizar la transexualidad, y que ésta se trate desde el servicio de endocrinología –cuando se inicie el cambio de sexo y la hormonación–. Y si se requiere de apoyo psicológico, que se preste, pero que no traten a nuestros hijos como enfermos, porque no lo son».
En su combate también hay victorias. El Gobierno vasco ultima un DNI transitorio con la información de su identidad de género, que les valdrá para identificarse en las administraciones vascas. «Ojalá sea el primer avance de muchos otros», desean desde Chrysallis.
«¿Y si mi hija es feliz con su cuerpo sin operarse?».
Los padres de Lucia reclaman una norma que permita a este colectivo cambiar su sexo en el DNI sin someterse a cirugía.
El Correo, 2016-02-04
«Titulares como ‘un niño de cuatro años que cambia de nombre’, son hirientes porque Lucia es una niña, y hablar de cuerpo erróneo es algo que queda muy bien en los medios, pero no es así. Ellos no tienen un cuerpo erróneo. Su cuerpo es el que es. Mi hija tiene un cuerpo precioso. Unos genitales masculinos preciosos. No es un cuerpo erróneo. La mirada del que piensa así es errónea». Abi Labaien, madre de Lucia, atribuye a la «falta de información» este tipo de miradas sobre la transexualidad.
Para ellos, lograr que su hija de cinco años, en situación de transexualidad, haya podido cambiar en todos los documentos oficiales Luken por Lucia es solo el principio. La nueva «lucha» de sus padres es que la legislación también permita cambiar su sexo de masculino a femenino en, por ejemplo, su DNI. Actualmente «tienes que llevar mínimamente dos años de tratamiento, que se empieza en la preadolescencia, o estar operada, que es a partir de los 18 años», explica Abi.
En ese sentido, critica que «nos están diciendo que tienen que ser de tal forma o pasar por ciertos tratamientos médicos para cambiar el sexo». Aunque este pueda ser el recorrido «habitual», ella pone el foco sobre otra situación: «¿Y si mi hija está sumamente feliz con su cuerpo y no desea ni hormonarse ni operarse? ¿Quién es alguien para decir que no es una mujer y que en el DNI no puede figurar sexo femenino porque no se va a operar?».
Los padres de Lucia defienden que las decisiones que tengan que ver con el cuerpo de su hija «las tomará ella». Ahora habla de ello «porque lo ve», explica su padre, «dice ‘yo igual me quito el pitilín’, o habla de ‘cuando me salgan las tetas’». Todo ello desde la inocencia de una niña que desconoce lo que supone la operación, «una intervención quirúrgica muy potente».
Para ellos, lograr que su hija de cinco años, en situación de transexualidad, haya podido cambiar en todos los documentos oficiales Luken por Lucia es solo el principio. La nueva «lucha» de sus padres es que la legislación también permita cambiar su sexo de masculino a femenino en, por ejemplo, su DNI. Actualmente «tienes que llevar mínimamente dos años de tratamiento, que se empieza en la preadolescencia, o estar operada, que es a partir de los 18 años», explica Abi.
En ese sentido, critica que «nos están diciendo que tienen que ser de tal forma o pasar por ciertos tratamientos médicos para cambiar el sexo». Aunque este pueda ser el recorrido «habitual», ella pone el foco sobre otra situación: «¿Y si mi hija está sumamente feliz con su cuerpo y no desea ni hormonarse ni operarse? ¿Quién es alguien para decir que no es una mujer y que en el DNI no puede figurar sexo femenino porque no se va a operar?».
Los padres de Lucia defienden que las decisiones que tengan que ver con el cuerpo de su hija «las tomará ella». Ahora habla de ello «porque lo ve», explica su padre, «dice ‘yo igual me quito el pitilín’, o habla de ‘cuando me salgan las tetas’». Todo ello desde la inocencia de una niña que desconoce lo que supone la operación, «una intervención quirúrgica muy potente».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.