viernes, 22 de junio de 2018

#hemeroteca #mujeres #historia | Judy Garland: la estrella que fue incapaz de alcanzar la felicidad

Imagen: El Mundo / Judy Garland
Judy Garland: la estrella que fue incapaz de alcanzar la felicidad.
'Si soy tal leyenda, ¿por qué me siento tan sola?'. A Judy Garland la felicidad se le escapó entre los dedos mientras nos llevaba al otro lado del arcoíris.
Álex Ander | Cinemanía, El Mundo, 2018-06-22
http://cinemania.elmundo.es/noticias/judy-garland-la-estrella-que-fue-incapaz-de-alcanzar-la-felicidad/

En algún lugar sobre el arcoíris, los cielos son azules, y los sueños que te atreves a soñar se hacen realmente realidad. Judy Garland tenía 17 años la primera vez que cantó estos versos del archiconocido ‘Over the Rainbow’ en la película ‘El mago de Oz’ (1939). Y la letra de ese tema musical hizo honor a la triste vida personal de la actriz, que siempre anduvo buscando (de forma infructuosa) esa especie de felicidad prometida.

Icono gay femenino, actriz instintiva y comediante con una dulce voz de canto y excelentes aptitudes para la danza, Garland llegó a ser considerada una leyenda y la mayoría de la gente la adoraba, pero aquello no fue suficiente para que dejase de sentirse desdichada. “Si soy tal leyenda, ¿por qué me siento tan sola? ¿Por qué me siento en casa durante horas mirando el maldito teléfono? Las leyendas están muy bien si tienes a alguien alrededor que te ama, un hombre que no teme enamorarse de Judy Garland”, comentó en alguna de las notas que escribió hacia el final de su vida para un inacabado proyecto de autobiografía.

Natural de Minnesota, su padre murió cuando ella tenía 12 años. Con 18, y presionada (entre otras cosas) por una madre demasiado exigente, tuvo que acudir a un psiquiatra por primera vez, y unos años después intentó quitarse la vida. Se enfrentó a un sinfín de dolencias físicas y sufrió los efectos de las drogas (pastillas y estupefacientes) que empezó a consumir siendo muy joven. Se casó en cinco ocasiones y tuvo varios romances más o menos conocidos. Sin ir más lejos, tres meses antes de su fallecimiento —ocurrido el 22 junio de 1969 — se casó con Mickey Deans, gerente de una discoteca. Y fue precisamente él quien encontró el cuerpo sin vida de Garland en el baño de la casa que ambos compartían en el distrito londinense de Belgravia.

Frances Ethel Gumm a.k.a. Judy Garland parecía predestinada a la infelicidad desde niña. Sus padres, artistas de vodevil, alentaron siempre a sus tres hijas a participar del mundo del espectáculo y la actriz creció bajo la presión de las altas expectativas de sus padres. Con solo dos añitos, su madre vio el potencial talento de la artista estadounidense el día que esta no paró de cantar ‘Jingle Bells’ durante uno de los shows navideños de sus progenitores, y la tuvo que sacar pateando y a rastras del escenario. Eso sí, después de aquello decidió que la pequeña cantaría con sus dos hermanas mayores en un grupo que llamó The Gumm Sisters, y no se cortó ni un pelo a la hora de llevarla durante un tiempo por diversos clubes nocturnos, cabarets, hoteles y teatros del país. “[Mi madre] estaba muy celosa porque ella no tenía absolutamente ningún talento […] Si yo estaba enferma de la tripa, me decía ‘¡Sal y canta o te envolveré alrededor de la pata de la cama!’, así que yo salía a cantar”, comentó Garland sobre la actitud de su progenitora. Su padre, por su parte, vivió su homosexualidad de forma oculta, pero sus líos con otros hombres obligaron a la familia Gumm a tener que abandonar la ciudad en más de una ocasión.

Por suerte para todos ellos, el magnate de la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) Louis B. Mayer escuchó cantar a la estadounidense en 1935 y decidió apostar por ella. El Hollywood, la joven fue bautizada como Judy Garland (usando el apellido de soltera de su madre) y debutó en el cine en el musical ‘Locuras de estudiantes’ (1936). Los famosos estudios de cine la explotaron sin ningún tipo de reparos, a pesar de que al principio no la veían glamurosa y creían que era demasiado mayor para interpretar papeles infantiles.

Según contó la propia actriz, fueron ellos quienes la iniciaron en el hábito de los barbitúricos para dormir y las anfetaminas para trabajar, suministrándole con frecuencia estas pastillas para mantenerla despierta durante las maratonianas sesiones de rodaje —que, en muchas ocasiones, se prolongaban durante seis días a la semana, 18 horas al día—.

Con dieciséis años, Garland logró el papel más recordado de su carrera, dando vida a una niña huérfana de Kansas llamada Dorothy Gale que sueña con huir de su monótona vida en la granja en ‘El mago de Oz’ (1939). Una película que con el tiempo se convirtió en un clásico del cine musical y que le valió a su protagonista un premio Oscar en febrero de 1940. “Siempre me tomé ‘El mago de Oz’ muy en serio, ya sabes. Creo en la idea del arcoíris. Y he pasado toda mi vida tratando de superarlo”, comentó en una ocasión la actriz.

Ganaba dinero y comenzaba a ser muy famosa, pero Garland se sentía presa de las inseguridades, la sobrecarga de trabajo y las presiones en el estudio. Tanto, que tuvo que empezar a ver a un psiquiatra. Y comenzó a tomar estimulantes, calmantes y alcohol. Además, tan solo tres meses después de firmar un contrato con la MGM, su padre murió a causa de una meningitis espinal. Pero ella transitó el camino del duelo trabajando, y en poco tiempo se consagró como una de las actrices más taquilleras de Hollywood.

Taquillera, sí. Desdichada, también. Con 19 añitos, se casó con el compositor y pianista David Rose, del que se divorciaría poco después. Su matrimonio se fue a pique cuando, tras descubrir que estaba embarazada, su madre y la MGM la persuadieron para que abortase —la premisa del estudio de cine era que sus chicas podían casarse si querían pero debían mantener siempre su imagen virginal y de niña buena—. Para entonces, la diva había protagonizado ya su primer papel adulto como artista de vodevil durante la Primera Guerra Mundial en el musical ‘Por mi chica y por mí’ (1942).

Como un clavo saca otro clavo, Garland se casó en 1945 con el cineasta Vincente Minnelli, considerado el padre de los musicales modernos. Bajo su dirección, la carrera de Garland prosperó y la actriz tuvo a su primera hija, Liza. Pero su salud mental empezó a deteriorarse, y la de Grand Rapids comenzó a sufrir alucinaciones y a recurrir a las acusaciones falsas hacia distintas personas (incluido su marido). Su cuerpo empezó a resentirse y llegó a intentar suicidarse —cortándose las muñecas con un vaso de cristal roto—. Todo eso la condujo a ser ingresada en un centro de rehabilitación, lo que la dejó bastante tocada anímicamente.

Con su imagen pública algo dañada y con un evidente sobrepeso, la mala racha de la actriz continuó cuando la MGM decidió rescindir su contrato con ella, al no soportar su carácter volátil y su falta de profesionalidad y fiabilidad. Poco después, se divorciaría también de Minnelli. Tras el forzoso parón, Garland regresó a los escenarios en 1951, en Inglaterra, con un espectáculo musical en solitario que tuvo bastante éxito y se quedó embarazada del que poco después se convertiría en su tercer marido, el empresario Sid Luft —al que había conocido en un club de Manhattan cuando ella estaba aún casada con Minnelli y con quien tuvo dos hijos—.

Garland demostró al mundo que aún tenía mucho que decir, y firmó un contrato con la productora Warner Bros., volviendo a la gran pantalla con el drama musical ‘Ha nacido una estrella’, junto a James Mason. La película se convertiría en uno de los últimos trabajos cinematográficos de Garland, pero su interpretación le valió un Globo de Oro y una nominación al Oscar —que le arrebató Grace Kelly, un día después de que diese a luz a su tercer hijo en el hospital—. Para decepción de muchos entendidos en la materia, la actriz había perdido el Premio de la Academia. Pero también estaba perdiendo su dinero, ya que su marido —adicto al juego— comenzó a dilapidar su fortuna. Su relación de pareja se volvió volátil e intermitente y acabó en un litigio por la custodia de los niños.

Garland siguió actuando como pudo —llegando a percibir hasta 55 mil dólares por semana por un show musical en el Frontier Hotel de Las Vegas— y, en noviembre de 1959, ingresó en un hospital de Nueva York, donde los médicos descubrieron que padecía hepatitis (y le dieron cinco años más de vida, como máximo). “La presión estuvo fuera de mí por primera vez en mi vida”, llegó a confesar la actriz sobre el momento en que recibió la fatal noticia. Ellos le hablaron claro: ahora era una semi-inválida y, por supuesto, no podía volver a trabajar.

Pero ella hizo caso omiso a las advertencias y, a principios de los sesenta, intentó retornar a los escenarios por enésima vez. Sus promotores prepararon un calendario repleto de actuaciones para ella y ella intentó cumplir con sus compromisos, ofreciendo espectáculos como el icónico concierto que dio en el Carnegie Hall en abril de 1961 (y que dio lugar a un exitoso álbum grabado en directo). Y, como el gusanillo de la interpretación seguía picándole, se embarcó poco después en una serie de televisión semanal que acabó siendo retirada de la parrilla después de una temporada por falta de audiencia.

Como andaba sin blanca y no quería encerrarse en casa, se marchó a Australia para llevar a cabo una nueva gira de conciertos, pero una inoportuna (y recurrente) laringitis hizo acto de presencia y decidió darla por concluida antes de tiempo. En ese momento, habló públicamente (y en serio) sobre la posibilidad de retirarse y dedicarse al cuidado de sus tres hijos. “Mis hijos nunca ponen mis discos en casa. No están demasiado interesados en mi carrera. Una vez la pequeña Lorna, bastante bruscamente, le dijo a un periodista inglés condescendiente que le había preguntado si Judy Garland le cantaba canciones de cuna a sus hijos antes de acostarse: ‘No, no lo hace, y no la llamamos Judy Garland, solo mamá'”, comentó la estadounidense en una entrevista concedida en esa época.

Lo que vino después podría calificarse de definitivo ocaso de una diva. Después de divorciarse de Luft, Garland se casó con el actor y promotor de su gira Mark Herron, en una pequeña capilla de Las Vegas. El matrimonio duró menos de dos años y se acabó después de que Garland acusase a Herron de haberla golpeado —aunque él respondió a la acusación asegurando que solo le pegó una vez, y que fue en defensa propia—.

La americana se fue a vivir a Londres a finales de 1968, con la intención de retomar su carrera musical. Actuó en el London Palladium y se atrevió con una torturada residencia de seis semanas en el club nocturno ‘The Talk of the Town’. Fue durante esa gira cuando anunció que se casaría con el dj Mickey Deans, a quien había conocido en Nueva York en 1966 —cuando un amigo en común le pidió que le entregase un paquete de pastillas estimulantes a Garland y este, para mostrarse discreto, se presentó en la habitación de su hotel ante ella y sus hijos haciéndose pasar por médico—. “Este es él. Por primera vez en mi vida, soy realmente feliz. Finalmente, estoy enamorada”, comentó ella de su último maromo.

Deans siempre confió en el regreso triunfal de su chica, pero Garland no fue capaz de curarse, ni de dejar a un lado sus adicciones, y ofreció el último recital de su vida en Copenhague en marzo de 1969. Poco después, murió de una sobredosis de barbitúricos aparentemente accidental, dejando un legado compuesto por más de 35 películas, varios discos y el recuerdo de una voz y una mirada difícilmente olvidables.

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