Imagen: F26D / Visita de la Fundación 26 de Diciembre a la futura residencia |
La generación que se educó bajo la represión franquista se ve viviendo en las mismas residencias junto a la gente que les reprimió. La Fundación 26 de Diciembre llevaba años reclamando una residencia especializada en la capital y finalmente la Comunidad de Madrid se la ha concedido.
Sara Montero | Cuarto Poder, 2018-06-29
https://www.cuartopoder.es/derechos-sociales/2018/06/29/una-residencia-lgtbi-para-evitar-que-los-mayores-se-vuelvan-a-meter-en-el-armario/
Los que hoy cumplen 65, 70 u 80 años fueron los jóvenes que construyeron la democracia española. También el movimiento LGTBI. Los activistas veteranos arrastraron a España a donde está hoy a costa de cargar sobre sus espaldas insultos de sus compañeros, palos en las comisarías y el ostracismo familiar. Aún siguen pagando la factura. Llegada su madurez se encuentran en las residencias con aquellas personas que las han despreciado toda la vida o con profesionales sin preparación especializada para atenderlos. Por eso, la Fundación 26 de Diciembre llevaba años reclamando una residencia LGTBI en la capital. Finalmente, la Comunidad de Madrid les cedió el pasado abril un edificio en la calle Arroyo Bueno de Villaverde.
La residencia tendrá 66 plazas, se llamará Josete Massa y tardará en abrirse aún unos meses. El objetivo es que sus moradores tengan atención específica. “Las personas de esta generación sufrieron la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Eran catalogados como enfermos o depravados. Ahora necesitan ser cuidados con cariño, respeto y tranquilidad”, explica Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26D. En el mismo complejo también habrá unas 20 o 30 plazas como centro de día.
En la mayoría de residencias estos mayores “no pueden decir quiénes son” por miedo al rechazo o a convivir en el mismo espacio con los que hace 40 años les llamaban ‘maricones’. Además, Armenteros asegura que tantos años de represión deja secuelas profundas en estas personas, que además no han recibido tratamiento psicológico. “Muchas personas mayores LGTBI tienen una salud mental muy débil. Han sido víctimas de muchas agresiones y entonces no había una ley de delitos de odio que les protegiera. Nadie les acompañaba ni recibían ayuda. Eso genera un shock postraumático que repercute en la salud. Por ejemplo, hay muchas personas que sufren depresiones porque nunca han sido aceptadas”. Si la soledad es un problema para los mayores, en este caso también se profundiza. En los 60 o 70 muchos jóvenes cogieron su maleta para huir a una nueva ciudad, rechazados por sus propias familias. Tampoco tuvieron hijos.
Pensiones bajas
Las residencias están diseñadas bajo la óptica de la heterosexualidad. Si una mujer acude sola, los compañeros presuponen que es viuda, no lesbiana. La nueva residencia quiere abrir la óptica a la diversidad sexual. Por tanto, uno de los retos de la nueva será la formación de médicos, enfermeros y cuidadores que tendrán que saber, por ejemplo, qué cuidados necesita el sistema endocrino de una persona trans.
La Fundación 26D aún está perfilando los detalles del proyecto y ajustándolos a la realidad de los mayores LGTBI. “Somos un colectivo que tiene pensiones bajas y dificultades para pagar una residencia”, explica. La marginación que han sufrido en el mundo laboral les ha obligado a vivir durante años en la economía sumergida, como en el caso de las personas transexuales y la prostitución, que fue durante años su única salida laboral posible.
Habrá que esperar unos meses para ver rodar la nueva residencia LGTBI, aunque ya existen experiencias internacionales previas como en el caso de Holanda. Por el momento, estos activistas seguirán celebrando las célebres comidas de la abuela los domingos en su sede de la calle Amparo.
La residencia tendrá 66 plazas, se llamará Josete Massa y tardará en abrirse aún unos meses. El objetivo es que sus moradores tengan atención específica. “Las personas de esta generación sufrieron la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Eran catalogados como enfermos o depravados. Ahora necesitan ser cuidados con cariño, respeto y tranquilidad”, explica Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26D. En el mismo complejo también habrá unas 20 o 30 plazas como centro de día.
En la mayoría de residencias estos mayores “no pueden decir quiénes son” por miedo al rechazo o a convivir en el mismo espacio con los que hace 40 años les llamaban ‘maricones’. Además, Armenteros asegura que tantos años de represión deja secuelas profundas en estas personas, que además no han recibido tratamiento psicológico. “Muchas personas mayores LGTBI tienen una salud mental muy débil. Han sido víctimas de muchas agresiones y entonces no había una ley de delitos de odio que les protegiera. Nadie les acompañaba ni recibían ayuda. Eso genera un shock postraumático que repercute en la salud. Por ejemplo, hay muchas personas que sufren depresiones porque nunca han sido aceptadas”. Si la soledad es un problema para los mayores, en este caso también se profundiza. En los 60 o 70 muchos jóvenes cogieron su maleta para huir a una nueva ciudad, rechazados por sus propias familias. Tampoco tuvieron hijos.
Pensiones bajas
Las residencias están diseñadas bajo la óptica de la heterosexualidad. Si una mujer acude sola, los compañeros presuponen que es viuda, no lesbiana. La nueva residencia quiere abrir la óptica a la diversidad sexual. Por tanto, uno de los retos de la nueva será la formación de médicos, enfermeros y cuidadores que tendrán que saber, por ejemplo, qué cuidados necesita el sistema endocrino de una persona trans.
La Fundación 26D aún está perfilando los detalles del proyecto y ajustándolos a la realidad de los mayores LGTBI. “Somos un colectivo que tiene pensiones bajas y dificultades para pagar una residencia”, explica. La marginación que han sufrido en el mundo laboral les ha obligado a vivir durante años en la economía sumergida, como en el caso de las personas transexuales y la prostitución, que fue durante años su única salida laboral posible.
Habrá que esperar unos meses para ver rodar la nueva residencia LGTBI, aunque ya existen experiencias internacionales previas como en el caso de Holanda. Por el momento, estos activistas seguirán celebrando las célebres comidas de la abuela los domingos en su sede de la calle Amparo.
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