Imagen: El País / Marta Lucía Ramírez e Iván Duque, vicepresidenta y presidente de Colombia |
El presidente electo ha recibido el respaldo de los sectores más conservadores y religiosos del país latinoamericano.
Santiago Torrado | El País, 2018-06-23
https://elpais.com/internacional/2018/06/21/colombia/1529614052_330370.html
En el discurso que pronunció la noche del domingo, tras imponerse en la segunda vuelta de las elecciones colombianas, el conservador Iván Duque dedicó unas líneas a aplacar el temor de algunos sectores ante el potencial retroceso en libertades individuales. “Nosotros no vamos a despojar a nadie de los derechos que han conseguido en nuestro país”, aseguró el ya para entonces presidente electo. Aunque no los mencionó, ese mensaje parecía destinado especialmente a la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales y personas trans (LGBT).
“Hoy no hay ciudadanos vencidos, porque quiero ser el presidente que le dé el mismo amor a los que votaron por mí y a los que no lo hicieron”, manifestó el ganador de una larga campaña marcada por la polarización, que el próximo 7 de agosto recibirá la banda presidencial de manos de Juan Manuel Santos. Aseguró que gobernará sin odios, para todos los colombianos y que no reconoce enemigos. Sin embargo, esa misma noche comenzó a crecer el lema “la resistencia” entre activistas de todo cuño que se declaran, desde ya, vigilantes.
El acuerdo de paz con las FARC, sobre el que Duque promete hacer modificaciones, dividió en dos a la sociedad colombiana. pero el clima de confrontación ideológica se amplía hacia otros frentes. En un país de tradición católica, como Colombia, en lo que va de siglo se ha vivido una ardua batalla entre agrupaciones religiosas y defensores de la Constitución de 1991 y los derechos de las minorías. Los activistas LGBT no pasan por alto que, pese a su tono conciliador y al perfil moderado que ha cultivado, Duque —apadrinado por el expresidente Álvaro Uribe— llega al poder rodeado por sectores religiosos y pastores cristianos hostiles a las conquistas de esta comunidad.
Las razones de esa desconfianza se centran, en gran medida, en dos nombres a los que se dirigó en todo de especial agradecimiento durante su discurso de victoria: el exprocurador Alejandro Ordóñez, conocido por su visión católica del Estado, y la exsenadora Viviane Morales, representante de sectores evangélicos y promotora de un fallido referendo para prohibir que las parejas del mismo sexo pudieran adoptar.
Duque inició este jueves el empalme con Santos. A la espera de los anuncios sobre el nuevo equipo de Gobierno, varios observadores anticipan nombramientos para Ordóñez o Morales. Los más recelosos temen que ocupen posiciones desde las que puedan poner en riesgo el Estado laico o los derechos adquiridos. Advierten que Duque congregó a su alrededor la misma coalición del no que, encabezada por Uribe, ganó en 2016 el plebiscito sobre los acuerdos de paz. Esa alianza invocó que se quería imponer una supuesta “ideología de género” para movilizar votos y defender el concepto tradicional de familia. Además, el partido de Duque y Uribe, el Centro Democrático, apoyó en el Congreso el referendo que propuso Morales.
Lo paradójico es que las grandes batallas jurídicas de la población LGBT ya están zanjadas en Colombia, donde las parejas del mismo sexo pueden adoptar desde 2015 y se pueden casar desde el 2016. Como ocurrió con el aborto o la eutanasia, esos derechos avanzaron a golpe de sentencias de la Corte Constitucional, pues el Congreso ha evitado legislar en las discusiones que provocan choques de valores. Los políticos progresistas defienden que “la igualdad es imparable”, y en esta campaña Claudia López, compañera de fórmula del centrista Sergio Fajardo, fue la primera candidata lesbiana a la vicepresidencia.
“No heterosexuales”
Duque, un exfuncionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que pasó años en Washington, llegó a publicar en su momento un mensaje en Twitter celebrando la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos. Sin embargo, como candidato fue notablemente más ambiguo. Aunque el asunto LGBT tuvo poco protagonismo, “comenzó a aparecer con eufemismos como hablar de un Ministerio de la familia”, apunta María Mercedes Acosta, cofundadora de 'Sentiido', una plataforma periodística sobre diversidad sexual y de géneros.
En uno de los debates previos a la primera vuelta, los candidatos fueron preguntados sobre qué pensaban sobre el matrimonio igualitario. “Yo estoy de acuerdo con la igualdad de derechos patrimoniales y civiles”, respondió escuetamente Duque. Fue el único que no lo respaldó plenamente. Para la segunda vuelta, Duque se negó a sostener un cara a cara con su rival, el izquierdista Gustavo Petro.
“Hay temores de la gente de que vaya a haber un retroceso, y ellos ni siquiera los disuaden, al contrario, lo reafirman con tanta ambigüedad”, apunta Marcela Sánchez, de Colombia Diversa, la ONG a favor de los derechos de la comunidad LGBT más visible en el país latinoamericano.
El asunto volvió a agitarse cuando el expresidente Uribe, elegido nuevamente senador, publicó en sus redes sociales el jueves 31 de mayo, entre la primera vuelta y el balotaje, un video en el que daba cuenta de una docena de personas “no heterosexuales” que respaldaban al Centro Democrático. Sus palabras despertaron polémica por referirse a las minorías desde la negación, aunque se justificó con el argumento de que ellos se habían autodenominado así. Su discurso reavivó las prevenciones de los activistas, pues invocó el “respeto a la intimidad”, mencionó la libertad religiosa y la objeción de conciencia, una puerta para negarse a acatar los fallos del constitucional.
“Parece estar insinuando Uribe que con la libertad religiosa y la objeción de conciencia se va a poder discriminar a la gente, lo cual es inaceptable”, cierra Mauricio Albarracín, activista e investigador del centro de pensamiento Dejusticia. Remitirse a la intimidad, añade, niega la dimensión pública de derechos que han sido respaldados por la justicia.
“Hoy no hay ciudadanos vencidos, porque quiero ser el presidente que le dé el mismo amor a los que votaron por mí y a los que no lo hicieron”, manifestó el ganador de una larga campaña marcada por la polarización, que el próximo 7 de agosto recibirá la banda presidencial de manos de Juan Manuel Santos. Aseguró que gobernará sin odios, para todos los colombianos y que no reconoce enemigos. Sin embargo, esa misma noche comenzó a crecer el lema “la resistencia” entre activistas de todo cuño que se declaran, desde ya, vigilantes.
El acuerdo de paz con las FARC, sobre el que Duque promete hacer modificaciones, dividió en dos a la sociedad colombiana. pero el clima de confrontación ideológica se amplía hacia otros frentes. En un país de tradición católica, como Colombia, en lo que va de siglo se ha vivido una ardua batalla entre agrupaciones religiosas y defensores de la Constitución de 1991 y los derechos de las minorías. Los activistas LGBT no pasan por alto que, pese a su tono conciliador y al perfil moderado que ha cultivado, Duque —apadrinado por el expresidente Álvaro Uribe— llega al poder rodeado por sectores religiosos y pastores cristianos hostiles a las conquistas de esta comunidad.
Las razones de esa desconfianza se centran, en gran medida, en dos nombres a los que se dirigó en todo de especial agradecimiento durante su discurso de victoria: el exprocurador Alejandro Ordóñez, conocido por su visión católica del Estado, y la exsenadora Viviane Morales, representante de sectores evangélicos y promotora de un fallido referendo para prohibir que las parejas del mismo sexo pudieran adoptar.
Duque inició este jueves el empalme con Santos. A la espera de los anuncios sobre el nuevo equipo de Gobierno, varios observadores anticipan nombramientos para Ordóñez o Morales. Los más recelosos temen que ocupen posiciones desde las que puedan poner en riesgo el Estado laico o los derechos adquiridos. Advierten que Duque congregó a su alrededor la misma coalición del no que, encabezada por Uribe, ganó en 2016 el plebiscito sobre los acuerdos de paz. Esa alianza invocó que se quería imponer una supuesta “ideología de género” para movilizar votos y defender el concepto tradicional de familia. Además, el partido de Duque y Uribe, el Centro Democrático, apoyó en el Congreso el referendo que propuso Morales.
Lo paradójico es que las grandes batallas jurídicas de la población LGBT ya están zanjadas en Colombia, donde las parejas del mismo sexo pueden adoptar desde 2015 y se pueden casar desde el 2016. Como ocurrió con el aborto o la eutanasia, esos derechos avanzaron a golpe de sentencias de la Corte Constitucional, pues el Congreso ha evitado legislar en las discusiones que provocan choques de valores. Los políticos progresistas defienden que “la igualdad es imparable”, y en esta campaña Claudia López, compañera de fórmula del centrista Sergio Fajardo, fue la primera candidata lesbiana a la vicepresidencia.
“No heterosexuales”
Duque, un exfuncionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que pasó años en Washington, llegó a publicar en su momento un mensaje en Twitter celebrando la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos. Sin embargo, como candidato fue notablemente más ambiguo. Aunque el asunto LGBT tuvo poco protagonismo, “comenzó a aparecer con eufemismos como hablar de un Ministerio de la familia”, apunta María Mercedes Acosta, cofundadora de 'Sentiido', una plataforma periodística sobre diversidad sexual y de géneros.
En uno de los debates previos a la primera vuelta, los candidatos fueron preguntados sobre qué pensaban sobre el matrimonio igualitario. “Yo estoy de acuerdo con la igualdad de derechos patrimoniales y civiles”, respondió escuetamente Duque. Fue el único que no lo respaldó plenamente. Para la segunda vuelta, Duque se negó a sostener un cara a cara con su rival, el izquierdista Gustavo Petro.
“Hay temores de la gente de que vaya a haber un retroceso, y ellos ni siquiera los disuaden, al contrario, lo reafirman con tanta ambigüedad”, apunta Marcela Sánchez, de Colombia Diversa, la ONG a favor de los derechos de la comunidad LGBT más visible en el país latinoamericano.
El asunto volvió a agitarse cuando el expresidente Uribe, elegido nuevamente senador, publicó en sus redes sociales el jueves 31 de mayo, entre la primera vuelta y el balotaje, un video en el que daba cuenta de una docena de personas “no heterosexuales” que respaldaban al Centro Democrático. Sus palabras despertaron polémica por referirse a las minorías desde la negación, aunque se justificó con el argumento de que ellos se habían autodenominado así. Su discurso reavivó las prevenciones de los activistas, pues invocó el “respeto a la intimidad”, mencionó la libertad religiosa y la objeción de conciencia, una puerta para negarse a acatar los fallos del constitucional.
“Parece estar insinuando Uribe que con la libertad religiosa y la objeción de conciencia se va a poder discriminar a la gente, lo cual es inaceptable”, cierra Mauricio Albarracín, activista e investigador del centro de pensamiento Dejusticia. Remitirse a la intimidad, añade, niega la dimensión pública de derechos que han sido respaldados por la justicia.
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