Imagen: El Diario / Primera manifestación LGTBI en Extremadura, Mérica, 2018-06-28 |
La primera manifestación LGTBI+ en Extremadura llega con cuarenta años de retraso. Que hayamos tenido que esperar hasta 2018 para manifestarnos en Mérida pone en evidencia no sólo la acaparación por parte de las organizaciones hegemónicas de las luchas políticas del colectivo, sino también su lejanía de estas con la realidad de las personas LGTBI extremeñas.
Francis Reina Corbacho | El Salto, 2018-06-27
https://www.elsaltodiario.com/saltamos-extremadura/stonewall-merida-primera-manifestacion-orgullo-gay-extremadura
Se cumplían diez años de los disturbios de Stonewall cuando en Extremadura seguían existiendo presos en las cárceles de Badajoz por cometer el “inadmisible” delito de ser homosexual. Mientras la década de los 60 en Estados Unidos se caracterizaba por la explosión de luchas y el crisol de movimientos por los derechos y las libertades civiles, en España nos quedarían aún cinco años de dictadura franquista. Los años de la contracultura terminaron en Norteamérica con las revueltas (Stonewall, 1969) que pusieron fin al ataque sistemático de la policía (en connivencia con el Gobierno y las autoridades públicas) contra la comunidad LGTBI+ en la primera respuesta del colectivo como sujeto político.
En la práctica, las leyes de las que se servía el franquismo (Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, sustituta de la Ley de vagos y maleantes) para encarcelar y reprimir a todo disidente sexual se extendieron bien entrada la democracia y en plena Constitución del 78. Por aquel entonces, objetivadas en la derogación de estas leyes así como en la denuncia de la represión y falta de libertad, Barcelona en 1977 y Madrid un año después, llevaban a cabo las primeras manifestaciones LGTBI+ en el estado español.
La primera manifestación LGTBI+ en Extremadura llega con cuarenta años de retraso. Que hayamos tenido que esperar hasta 2018 para manifestarnos en Mérida pone en evidencia no sólo la acaparación por parte de las organizaciones hegemónicas de las luchas políticas del colectivo, sino también la lejanía de estas con la realidad de las personas LGTBI extremeñas.
Porque una vez iniciados los procesos de liberación tras Stonewall, se acentuaron las retóricas frente al fondo y se cristalizó la voluntad de crear una marca elitista para convertir al homosexual en rentable. De llevarnos, como decía Shangay Lily, del retrete a la vitrina. A través de una estrategia capitalista se erigió el paraíso del marketing y el acontecer homosexual en un único camino. Fundaciones asimilacionistas, organizaciones partidistas y Chueca como paradigma.
Un árbol inaudito pero con pretensiones provechosas económicamente que, para existir y triunfar, tuvo que ser podado en sus ramas más fieles y reivindicativas por negarse a contribuir en ese subsistema aprovechado por el capitalismo y la dictadura de la élite sobre el interés de la mayoría. Con estrategia y marketing nos consideran convenientes económicamente y el mercado se apropia del cuestionamiento de los géneros como una nueva fuente de riqueza. En lugar de representar una comunidad heterogénea, se impuso una industria uniforme e inflexible, donde cualquier imperfección sería invisibilizada, escondida y aislada.
Un nuevo oficialismo gay sin raíces, ni orígenes, ni contenidos, ni conocimientos. Mercantilismo puro y duro para burgueses y clasistas despiadados, consumistas voraces y peones de una dictadura que oprime a las minorías dentro de las minorías. El concepto de gay se empapó de esos valores capitalistas y convirtieron al homosexual en alguien blanco, europeo, joven, feliz y guapo que pasea torsos perfectos en desfiles de carrozas publicitarias y nunca pobre, mujer, trans, mal vestido, negra, gitano, jubilado o enferma que tiene la necesidad de protestar, manifestar, reivindicar o luchar contra el heteropatriarcado y la heteronorma.
Así las cosas, las principales organizaciones que componen el movimiento LGTBI convocan la primera manifestación en la historia de Extremadura. Si bien llegamos tarde, quizá nuestra tierra sea la punta de lanza de aquellos y aquellas que entienden cada 28 de junio como un recuerdo a Stonewall y sus luchas. Como un espacio reivindicativo que exige la protección de la ley y expresa el anhelo de libertad para vivir felices sin que nos insulten, menosprecien, repriman, humillen y desprecien. Como la excusa perfecta para recordar a la sociedad que a día de hoy en cuatro de cada diez países se castiga la homosexualidad con la cárcel o la muerte. Que la homosexualidad sigue siendo delito en cerca de 80 países. Que el triunfalismo y la mercantilización de nuestras luchas son incompatibles con paliar las situaciones de discriminación que seguimos sufriendo.
Que, como decía Paco Vidarte, se “ha de partir del hecho de que la lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente haciendo abstracción del resto de injusticias sociales y de discriminaciones, sino que la lucha contra la homofobia sólo es posible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación, persecución y discriminación”.
Y que en pleno siglo XXI, continuamos necesitando poner el amor y la tolerancia como eje transversal en cualquiera de nuestras acciones. Solo así, dentro de otros cuarenta años, recordarán Extremadura como hoy recordamos Stonewall, sintiéndonos aquellos que participamos en la primera de muchas, como precursores de un Orgullo nuevo, comprometido y útil para los que, como Federico García Lorca, bordaron en la bandera de la libertad el amor más grande de sus vidas.
En la práctica, las leyes de las que se servía el franquismo (Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, sustituta de la Ley de vagos y maleantes) para encarcelar y reprimir a todo disidente sexual se extendieron bien entrada la democracia y en plena Constitución del 78. Por aquel entonces, objetivadas en la derogación de estas leyes así como en la denuncia de la represión y falta de libertad, Barcelona en 1977 y Madrid un año después, llevaban a cabo las primeras manifestaciones LGTBI+ en el estado español.
La primera manifestación LGTBI+ en Extremadura llega con cuarenta años de retraso. Que hayamos tenido que esperar hasta 2018 para manifestarnos en Mérida pone en evidencia no sólo la acaparación por parte de las organizaciones hegemónicas de las luchas políticas del colectivo, sino también la lejanía de estas con la realidad de las personas LGTBI extremeñas.
Porque una vez iniciados los procesos de liberación tras Stonewall, se acentuaron las retóricas frente al fondo y se cristalizó la voluntad de crear una marca elitista para convertir al homosexual en rentable. De llevarnos, como decía Shangay Lily, del retrete a la vitrina. A través de una estrategia capitalista se erigió el paraíso del marketing y el acontecer homosexual en un único camino. Fundaciones asimilacionistas, organizaciones partidistas y Chueca como paradigma.
Un árbol inaudito pero con pretensiones provechosas económicamente que, para existir y triunfar, tuvo que ser podado en sus ramas más fieles y reivindicativas por negarse a contribuir en ese subsistema aprovechado por el capitalismo y la dictadura de la élite sobre el interés de la mayoría. Con estrategia y marketing nos consideran convenientes económicamente y el mercado se apropia del cuestionamiento de los géneros como una nueva fuente de riqueza. En lugar de representar una comunidad heterogénea, se impuso una industria uniforme e inflexible, donde cualquier imperfección sería invisibilizada, escondida y aislada.
Un nuevo oficialismo gay sin raíces, ni orígenes, ni contenidos, ni conocimientos. Mercantilismo puro y duro para burgueses y clasistas despiadados, consumistas voraces y peones de una dictadura que oprime a las minorías dentro de las minorías. El concepto de gay se empapó de esos valores capitalistas y convirtieron al homosexual en alguien blanco, europeo, joven, feliz y guapo que pasea torsos perfectos en desfiles de carrozas publicitarias y nunca pobre, mujer, trans, mal vestido, negra, gitano, jubilado o enferma que tiene la necesidad de protestar, manifestar, reivindicar o luchar contra el heteropatriarcado y la heteronorma.
Así las cosas, las principales organizaciones que componen el movimiento LGTBI convocan la primera manifestación en la historia de Extremadura. Si bien llegamos tarde, quizá nuestra tierra sea la punta de lanza de aquellos y aquellas que entienden cada 28 de junio como un recuerdo a Stonewall y sus luchas. Como un espacio reivindicativo que exige la protección de la ley y expresa el anhelo de libertad para vivir felices sin que nos insulten, menosprecien, repriman, humillen y desprecien. Como la excusa perfecta para recordar a la sociedad que a día de hoy en cuatro de cada diez países se castiga la homosexualidad con la cárcel o la muerte. Que la homosexualidad sigue siendo delito en cerca de 80 países. Que el triunfalismo y la mercantilización de nuestras luchas son incompatibles con paliar las situaciones de discriminación que seguimos sufriendo.
Que, como decía Paco Vidarte, se “ha de partir del hecho de que la lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente haciendo abstracción del resto de injusticias sociales y de discriminaciones, sino que la lucha contra la homofobia sólo es posible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación, persecución y discriminación”.
Y que en pleno siglo XXI, continuamos necesitando poner el amor y la tolerancia como eje transversal en cualquiera de nuestras acciones. Solo así, dentro de otros cuarenta años, recordarán Extremadura como hoy recordamos Stonewall, sintiéndonos aquellos que participamos en la primera de muchas, como precursores de un Orgullo nuevo, comprometido y útil para los que, como Federico García Lorca, bordaron en la bandera de la libertad el amor más grande de sus vidas.
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