Imagen: El País / Carlo Alberto Capella (i) |
El acusado, que conservaba una gran cantidad de imágenes y vídeos delictivos, se declaró culpable.
Lorena Pacho | El País, 2018-06-23
https://elpais.com/internacional/2018/06/23/actualidad/1529776672_910200.html
El tribunal del Vaticano ha condenado este sábado a cinco años de prisión y a 5.000 euros de multa al sacerdote italiano y exdiplomático de la Nunciatura de Washington, Carlo Alberto Capella, de 51 años, por posesión, cesión e intercambio de pornografía infantil. Los hechos se remontan a su época como consejero en la capital estadounidense, que comenzó en 2016. Allí, las autoridades del país —y también las de Canadá— detectaron movimientos de material delictivo a través de su cuenta en la red social Tumblr e informaron al Vaticano en agosto de 2017.
El promotor de justicia del Vaticano (figura equivalente al fiscal), Gian Piero Milano, inició un mes después una investigación que concluyó el pasado 7 de abril, cuando la Gendarmería Vaticana pudo comprobar que el sacerdote había intercambiado y aún conservaba “una cantidad ingente” —medio centenar— de imágenes pornográficas en su teléfono móvil, ordenador y en su cuenta de almacenamiento digital.
Es la primera vez que en el Vaticano se lleva a cabo un proceso por pornografía infantil. De hecho, este delito no se contemplaba en el ordenamiento penal de la Santa Sede hasta 2013, cuando el papa Francisco lo introdujo a través de un ‘Motu Proprio’ poco después de estrenar su pontificado. Contempla penas para este delito de uno a cinco años de prisión. Aunque Capella dejó claro que prefiere que el caso permanezca en los cauces judiciales del Vaticano, el prelado podría pedir que el caso se traslade a la justicia civil.
El sacerdote, que antes había estado destinado en India, Hong Kong y en la Secretaría para las Relaciones con los Estados —y desde abril se encontraba bajo arresto en las celdas del Vaticano— se declaró culpable en la primera sesión del juicio que se celebró el pasado viernes y por eso el proceso ha durado tan solo dos días. Esta por ver si el sacerdote cumplirá condena en esas celdas de la Santa Sede o en una cárcel común de Italia.
Capella pidió que se le aplicaran atenuantes por las presuntas dificultades psicológicas que atraviesa y su abogado intentó justificar la actuación del prelado alegando que se trataba de una “crisis de la mediana edad”, y agregó un informe que determina que el acusado “no ha revelado tendencias a pedofilia o parafilia”, sino que sufre “problemas de tipo psicológico relativos a su fragilidad”.
El exfuncionario vaticano declaró en el interrogatorio que su llegada a Washington, donde tenía poco trabajo y amigos, le sumió “en un conflicto interior, un sentimiento de vacío y de inutilidad” y argumentó que ese fue el origen “de actos compulsivos de consultas impropias en Internet" de cosas que hasta ahora no habían nunca atraído su interés. Explicó que había comenzado buscando en las redes imágenes “de animales con expresiones divertidas” y que de ahí pasó a la búsqueda “de estas imágenes inapropiadas de contenido pornográfico” que ahora le causan “repugnancia”. E intentó justificarse: “Subestimé la crisis que estaba atravesando y me equivoqué al pensar que podría gestionarla solo”.
Sin embargo, la fiscalía vaticana rechazó esta tesis al sopesar el hecho de que Capella había consultado en diversas ocasiones los mismos contenidos, incluso cuando ya se encontraba bajo investigación, puesto que la última vez que accedió a las imágenes fue en octubre de 2017. Por eso consideró que no podía hablarse de “una captación casual” de este tipo de material.
El fiscal también desgranó que el acusado tenía en su posesión además de fotografías y vídeos de menores —uno de un niño pequeño y otro de muchachos entre 13 y 17 años— durante actos sexuales explícitos, dibujos manga que representaban a niños en las mismas circunstancias. Y pidió a los magistrados que no distinguieran entre las imágenes reales y las ilustraciones ya que para él lo realmente importante es el contenido.
Con esta sentencia, la política de “tolerancia cero” de Francisco trata de extenderse también a los delitos informáticos. El caso llega en un momento en el que la eficacia de la lucha de la Iglesia contra la pederastia está en el punto de mira, de forma particular tras el ‘terremoto’ que se desató por la gestión negligente de los casos de abusos a menores por parte del clero de Chile y que ha desembocado en una limpieza del episcopado del país sudamericano.
El promotor de justicia del Vaticano (figura equivalente al fiscal), Gian Piero Milano, inició un mes después una investigación que concluyó el pasado 7 de abril, cuando la Gendarmería Vaticana pudo comprobar que el sacerdote había intercambiado y aún conservaba “una cantidad ingente” —medio centenar— de imágenes pornográficas en su teléfono móvil, ordenador y en su cuenta de almacenamiento digital.
Es la primera vez que en el Vaticano se lleva a cabo un proceso por pornografía infantil. De hecho, este delito no se contemplaba en el ordenamiento penal de la Santa Sede hasta 2013, cuando el papa Francisco lo introdujo a través de un ‘Motu Proprio’ poco después de estrenar su pontificado. Contempla penas para este delito de uno a cinco años de prisión. Aunque Capella dejó claro que prefiere que el caso permanezca en los cauces judiciales del Vaticano, el prelado podría pedir que el caso se traslade a la justicia civil.
El sacerdote, que antes había estado destinado en India, Hong Kong y en la Secretaría para las Relaciones con los Estados —y desde abril se encontraba bajo arresto en las celdas del Vaticano— se declaró culpable en la primera sesión del juicio que se celebró el pasado viernes y por eso el proceso ha durado tan solo dos días. Esta por ver si el sacerdote cumplirá condena en esas celdas de la Santa Sede o en una cárcel común de Italia.
Capella pidió que se le aplicaran atenuantes por las presuntas dificultades psicológicas que atraviesa y su abogado intentó justificar la actuación del prelado alegando que se trataba de una “crisis de la mediana edad”, y agregó un informe que determina que el acusado “no ha revelado tendencias a pedofilia o parafilia”, sino que sufre “problemas de tipo psicológico relativos a su fragilidad”.
El exfuncionario vaticano declaró en el interrogatorio que su llegada a Washington, donde tenía poco trabajo y amigos, le sumió “en un conflicto interior, un sentimiento de vacío y de inutilidad” y argumentó que ese fue el origen “de actos compulsivos de consultas impropias en Internet" de cosas que hasta ahora no habían nunca atraído su interés. Explicó que había comenzado buscando en las redes imágenes “de animales con expresiones divertidas” y que de ahí pasó a la búsqueda “de estas imágenes inapropiadas de contenido pornográfico” que ahora le causan “repugnancia”. E intentó justificarse: “Subestimé la crisis que estaba atravesando y me equivoqué al pensar que podría gestionarla solo”.
Sin embargo, la fiscalía vaticana rechazó esta tesis al sopesar el hecho de que Capella había consultado en diversas ocasiones los mismos contenidos, incluso cuando ya se encontraba bajo investigación, puesto que la última vez que accedió a las imágenes fue en octubre de 2017. Por eso consideró que no podía hablarse de “una captación casual” de este tipo de material.
El fiscal también desgranó que el acusado tenía en su posesión además de fotografías y vídeos de menores —uno de un niño pequeño y otro de muchachos entre 13 y 17 años— durante actos sexuales explícitos, dibujos manga que representaban a niños en las mismas circunstancias. Y pidió a los magistrados que no distinguieran entre las imágenes reales y las ilustraciones ya que para él lo realmente importante es el contenido.
Con esta sentencia, la política de “tolerancia cero” de Francisco trata de extenderse también a los delitos informáticos. El caso llega en un momento en el que la eficacia de la lucha de la Iglesia contra la pederastia está en el punto de mira, de forma particular tras el ‘terremoto’ que se desató por la gestión negligente de los casos de abusos a menores por parte del clero de Chile y que ha desembocado en una limpieza del episcopado del país sudamericano.
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