Imagen: El País |
Ricardo de Querol | Mujeres, El País, 2015-11-13
http://blogs.elpais.com/mujeres/2015/11/la-igualdad-conseguida-es-una-broma.html
Existe el temor de que las movilizaciones no sirvan para nada, pero sirven. Que manifestarse por la igualdad entre los sexos en la calle –en España, en Brasil, en México, en India, en Canadá-, que romper el silencio en los medios o en las redes sociales no vaya a hacer ceder la presión del machismo. Y es verdad que el machismo no va a desaparecer después de una marcha ciudadana o de una campaña en Internet, pero también lo es que poco a poco va avanzando la mentalidad de la población. Continuarán las noticias de mujeres asesinadas, las cifras de maltratadas, seguirá la discriminación salarial y laboral, el techo de cristal que bloquea el ascenso profesional de las mujeres, continuará el acoso callejero, las violaciones y los abusos, seguirán produciéndose infinidad de micromachismos: bromas groseras, desprecios, manoseos, faltas de respeto, mensajes tóxicos en medios de comunicación.
No va a desaparecer el machismo pero hay que arrinconarlo. Lo primero es conquistar el debate público para ir ganando terreno en el privado. Que las mujeres que sufren y soportan la violencia sepan que no tienen que aguantar ni un minuto más, y que no están solas. Que los bravucones que desprecian a la mujer, aunque lo hagan desde una falsa galantería paternalista, se encuentren con la respuesta de su entorno. Que los que presumen de varoniles por ser rudos y agresivos no reciban el aplauso de sus amigotes. Que los machos alfa no se crean atractivos. Que las mujeres luchadoras que siguen adelante tengan al menos esperanza de que los obstáculos empezarán a moverse. Que las personas que tienen poder o influencia, que tienen micrófonos y despachos, los utilicen con responsabilidad y sensibilidad.
Hay un discurso perverso que se escucha demasiado, según el cual el feminismo sería el reverso del machismo, y por lo tanto son discriminatorios los dos. Es tan absurdo como defender que era lo mismo el racismo que combatir el racismo, el esclavismo o el abolicionismo, la intolerancia que la tolerancia, ser homosexual que ser homófobo. Luther King o el Ku Klux Klan. El feminismo es una de las causas más justas de nuestro tiempo, porque no persigue el dominio sino la igualdad. Podrán discutirse sus propuestas, con serenidad, pero no sus objetivos. El feminismo no es una causa de las mujeres, como combatir la esclavitud no fue un problema de los negros. Por eso es tan importante la presencia de varones en las manifestaciones como la de los días 30 y 31 de octubre en Río de Janeiro y Sao Paulo o el pasado día 7 en Madrid.
Otro mensaje envenenado: no hace falta luchar por la igualdad porque ya se ha conseguido, al menos en el mundo occidental. ¿Están de broma? De acuerdo: las leyes de los países democráticos han ido eliminando discriminaciones por razón de sexo que estaban vigentes hace muy poco (y no todas: véase el delicado asunto de la salud sexual y reproductiva en tantos países de América). Pero incluso suponiendo que han desaparecido todas las injusticia en la ley ¿puede decirse en serio que se ha conquistado la igualdad en la vida real? Ni en el hogar ni en el espacio público: miren los datos de crímenes o de empleo, fíjense en el reparto de tareas en su propia familia, pregunten a sus conocidas y vecinas, preocúpense por sus compañeras de trabajo, presten atención a lo que aún se ve a diario en cualquier esquina de la calle. Pónganse en la cabeza de quien convive a diario con miedo: con miedo al desconocido en un callejón, con miedo al explotador de su trabajo o de su cuerpo, con miedo al traficante de su viaje en busca de una vida digna, con miedo al monstruo con el que comparte colchón. ¿De verdad estos problemas no afectan específicamente a las mujeres? ¿De verdad creen que es un drama de similar magnitud para ambos sexos las agresiones, el acoso, los asesinatos, la trata, la explotación sexual? ¿Saben en qué mundo viven?
No están de broma. Saben lo que dicen y por qué lo dicen. Quieren que nada cambie. Pero están perdiendo. La historia no está de su lado.
No va a desaparecer el machismo pero hay que arrinconarlo. Lo primero es conquistar el debate público para ir ganando terreno en el privado. Que las mujeres que sufren y soportan la violencia sepan que no tienen que aguantar ni un minuto más, y que no están solas. Que los bravucones que desprecian a la mujer, aunque lo hagan desde una falsa galantería paternalista, se encuentren con la respuesta de su entorno. Que los que presumen de varoniles por ser rudos y agresivos no reciban el aplauso de sus amigotes. Que los machos alfa no se crean atractivos. Que las mujeres luchadoras que siguen adelante tengan al menos esperanza de que los obstáculos empezarán a moverse. Que las personas que tienen poder o influencia, que tienen micrófonos y despachos, los utilicen con responsabilidad y sensibilidad.
Hay un discurso perverso que se escucha demasiado, según el cual el feminismo sería el reverso del machismo, y por lo tanto son discriminatorios los dos. Es tan absurdo como defender que era lo mismo el racismo que combatir el racismo, el esclavismo o el abolicionismo, la intolerancia que la tolerancia, ser homosexual que ser homófobo. Luther King o el Ku Klux Klan. El feminismo es una de las causas más justas de nuestro tiempo, porque no persigue el dominio sino la igualdad. Podrán discutirse sus propuestas, con serenidad, pero no sus objetivos. El feminismo no es una causa de las mujeres, como combatir la esclavitud no fue un problema de los negros. Por eso es tan importante la presencia de varones en las manifestaciones como la de los días 30 y 31 de octubre en Río de Janeiro y Sao Paulo o el pasado día 7 en Madrid.
Otro mensaje envenenado: no hace falta luchar por la igualdad porque ya se ha conseguido, al menos en el mundo occidental. ¿Están de broma? De acuerdo: las leyes de los países democráticos han ido eliminando discriminaciones por razón de sexo que estaban vigentes hace muy poco (y no todas: véase el delicado asunto de la salud sexual y reproductiva en tantos países de América). Pero incluso suponiendo que han desaparecido todas las injusticia en la ley ¿puede decirse en serio que se ha conquistado la igualdad en la vida real? Ni en el hogar ni en el espacio público: miren los datos de crímenes o de empleo, fíjense en el reparto de tareas en su propia familia, pregunten a sus conocidas y vecinas, preocúpense por sus compañeras de trabajo, presten atención a lo que aún se ve a diario en cualquier esquina de la calle. Pónganse en la cabeza de quien convive a diario con miedo: con miedo al desconocido en un callejón, con miedo al explotador de su trabajo o de su cuerpo, con miedo al traficante de su viaje en busca de una vida digna, con miedo al monstruo con el que comparte colchón. ¿De verdad estos problemas no afectan específicamente a las mujeres? ¿De verdad creen que es un drama de similar magnitud para ambos sexos las agresiones, el acoso, los asesinatos, la trata, la explotación sexual? ¿Saben en qué mundo viven?
No están de broma. Saben lo que dicen y por qué lo dicen. Quieren que nada cambie. Pero están perdiendo. La historia no está de su lado.
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