sábado, 4 de junio de 2016

#hemeroteca #libros #testimonios | Nazario, referente de la Barcelona libertaria, se desnuda

Imagen: La Vanguardia / Nazario
Nazario, referente de la Barcelona libertaria, se desnuda.
Las memorias del artista underground recorren una era de sexo, drogas y cultura.
Xavi Ayén | La Vanguardia, 2016-06-04
http://www.lavanguardia.com/cultura/20160604/402268168471/nazario-se-desnuda.html

No sabe uno, tras ­leer 'La vida cotidiana del dibujante underground', las memorias de Nazario (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) –que Anagrama publicará el próximo 15 de junio– si le hubiera gustado ser amigo del creador de Anarcoma y ver expuestas ahí tantas intimidades detalladas, con profusión de detalles pornográficos. Lo que está claro es que, si uno no ha formado parte de ese grupo de artistas libertarios que cometieron toda clase de excesos pero también mostraron una creatividad vigorosa y lucharon con arrojo por que les dejaran vivir su vida, en unos tiempos en que eso no era nada fácil, podrá dejarse transportar sin reservas a la misma atmósfera que respiraron, entre otros, nombres como Mariscal, Miquel Barceló, Pau Riba, Sisa o, por supuesto, Ocaña (1947-1983), gran amigo de Nazario y uno de los secundarios de lujo de esta obra, por un lado repleta de espíritus libres, orgías, drogas, nuevas exploraciones, imaginación desbordada, anécdotas hilarantes... pero también de hambre, degradación, enfermedades venéreas, alcoholismo, psiquiátricos y el sida.

Lejos de ofrecer una panorámica analítica global de aquel grupo donde florecieron varios creadores –lo que sería un plano cenital más o menos omnisciente– Nazario opta por narrar las cosas desde dentro, como si llevara una cámara oculta en sus gafas mientras todo aquello va sucediendo –a veces inserta incluso su diario de la época– y prioriza los temas en función de sus intereses personales: su historia de amor con Alejandro es mucho más importante que las interacciones entre artistas o los proyectos de revistas, por ejemplo. Hay que decir que, en el año 2000, ya publicó ‘La Barcelona de los años 70 vista por Nazario y sus amigos’, que es el complemento perfecto para esta nueva autobiografía, que sucede en lugares de los que se habla en aquel otro libro.

Procedente de Sevilla, Nazario llegó a Barcelona en 1972, en un tren que llamaban El Catalán, con una plaza de maestro en una escuela de Torre Baró, en Nou Barris, soñando con poder dedicarse al cómic. Aquel trabajo normal le duró solo un curso: “Atiborrado de consignas de mayo del 68, de lecturas sobre las escuelas libres de Summerhill y el Libro rojo de los escolares, del que una de las primeras máximas era aquella de que un niño obediente jamás llegaría a ser libre”, sufrió la incomprensión del resto del claustro, harto de aquel docente bajo cuya responsabilidad los niños se asomaban a las ventanas, salían y entraban de clase y jugaban a rugby en el pasillo, mientras, en el aula, recibían lecciones de cómo colocar un condón. Lo que le atrajo de Barcelona fue su libertad en las prácticas sexuales, “con váteres públicos y cines donde los maricones campaban a su anchas. La diferencia, en este sentido, entre Barcelona y Sevilla, era como la de ir de compras a una tienda o a unos grandes alma­cenes”.

Su posterior paso a la bohemia tiene varios escenarios, como la comuna de la calle Comerç, donde vivían y trabajaban un grupo de dibujantes –Farry, Mariscal, Pepichek, Montesol– que publicarán “el primer tebeo underground” de España, 'El Rrollo Enmascarado', y que de vez en cuando mitigaban sus problemas de abastecimiento acudiendo a “las inauguraciones de la cercana y espléndida Galería Maeght” con el fin principal de saciar sus estómagos. Nazario era “el único homosexual del grupo” y Montesol, “el guapo oficial”. Más tarde, varios de ellos participan en la fundación de la revista 'Star', e incluso cuentan con un estand propio en el Canet Rock. Otros pisos que ocupó son los de la plaza Sant Josep Oriol o el de la plaza ­Reial donde se estableció con “novio fijo” en los años 80.

La precariedad es una constante. A veces se alimenta atiborrándose de frankfurts gratis en el puesto de un amigo, u otras se va a duchar con agua caliente a los baños públicos de la plaza Urquinaona.

Causar escándalo en unas Jornadas Libertarias no está al alcance de cualquiera, pero eso consiguieron en 1977 Nazario y sus amigos Ocaña y Camilo subiéndose al escenario del parque Güell y manteniendo sexo en público: “Los músicos apenas si se atrevían a protestar por el acoso que sufrían y porque les reventábamos la actuación”. El autor analiza el método de Ocaña –que ve “daliniano”– de organizar espectáculos escandalosos con el fin de llamar la atención sobre su obra y destaca su vis exhibicionista “que hacía que los directores de cine sólo tuvieran que poner las cámaras delante y la película salía sola sin necesidad de guiones ni ensayos”. Las anécdotas sobre él son varias, y van desde el día en que acabó con diversas quemaduras al fallarle un dispositivo de bengalas con el que quería culminar una cabalgata por su pueblo, o al día en que ambos fueron ingresados en la cárcel Modelo. Nazario explica que, mientras eran conducidos a sus celdas por los guardias, “oímos gritos desde otros pisos llamando a Ocaña y preguntando qué hacía allí. Muchos de aquellos inquilinos habían pasado por su casa en más de una ocasión”, con lo que se comportó como una celebridad lumpen: “Era llevado de una celda a otra y con unos cantaba unos fandangos y a otros, mientras yo les hacía a duras penas un dibujo en el brazo para que luego se lo tatuaran, él les chupaba la polla en la litera de abajo”. En cualquier caso, “la celda se convertiría en centro de peregrinación porque Ocaña comenzó a pintar en una de las paredes una Asunción plagada de angelitos”. Entre los encerrados, tres miembros de Els Joglars, Andreu Solsona, Gabi Renom y Arnau Vilardebó, “que habían solicitado ser trasladados a la sección de travestidos, una barriada dentro de la cárcel”.

De sus visitas a Madrid, hay un cameo de Almodóvar, a quien recuerda “interpretando las voces de los actores o cantando una canción de Olga Guillot” para poner sonido “a los cortos mudos que había rodado en Súper 8”.

Capítulo especial merece el episodio en que la discográfica RCA le pirateó un dibujo suyo para la portada del disco 'Take no prisoners' (1978) de Lou Reed. Tuvieron que pasar veintidós años hasta que, en el 2000, un juez le diera la razón y recibiera “cuatro millones de pesetas como compensación, aunque tengo que resignarme a ver cómo el disco se seguirá vendiendo toda la vida con mi dibujo pero sin mi nombre”.

Los amantes de los chismes disfrutarán viendo cómo el pintor Miquel Barceló le roba novias a Javier Mariscal. Dice el autor que “Javier se burlaba a menudo de Barceló diciendo que vivía la vida como si fuera un personaje de ficción inspirado en las novelas que había leído”. Cuando Barceló le arrebató por segunda vez una novia, “pasando por encima del cadáver de su mejor amigo sin ningún escrúpulo”, eso hundió al diseñador “en el cinismo y un caparazón de tortuga”.

Salpican el libro varias drogas, el sida y un extenso catálogo de enfermedades venéreas, más o menos pintorescas o trágicas. El propio autor no elude la crudeza en la descripción de sus problemas con el alcohol –“hubo un tiempo en que pensé que lo ideal hubiera sido poder inyectármelo”–, que al final dejará, junto al tabaco.

También explica la fundación de la revista 'El Víbora' en el año 1979, que “no pudo llamarse 'Goma-3', como habíamos decidido, por sus connotaciones vascas y etarras”, y que sería el referente del movimiento underground en los años 80, financiado “sin arriesgar demasiado” por Josep Toutain.

Su crítica a la Barcelona olímpica es contundente. Trajo consigo una gentrificación del barrio, la marcha de inquilinos que pagaban rentas bajas, mediante mobbing, y “el cierre de pensiones, con la consiguiente expulsión de gente que llevaban muchos años instalados en ellas, fue algo así como la expulsión de los moriscos”.

Nazario, en cualquier caso, hubiera escrito o no sus memorias, ya forma parte para siempre de la historia de esta ciudad, como su amigo Ocaña.

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