Imagen: Campusa / Javier Fernández Sebastián |
Javier Fernández Sebastián · Coordinador general de Iberconceptos e investigador principal del Grupo ‘Historia intelectual de la política moderna' | Campusa, 2016-06-03
http://www.ehu.eus/es/web/guest/preview-campusa/-/asset_publisher/1O7v/content/n_20160603-cathedra-javier-fernandez-sebastian
¿Qué es Europa? ¿En qué consiste ser europeo? Preguntas como estas no tienen fácil respuesta. Los conceptos históricos no se dejan atrapar en simples definiciones. Europa es una noción elusiva, mucho más cultural que geográfica: plural, cambiante y controvertida. No en vano la identidad europea se ha ido forjando azarosamente a lo largo de varios siglos, por contraste con otras realidades culturales más o menos distantes, percibidas como no europeas.
Desde la perspectiva que aquí interesa, podríamos describir la europeidad como una constelación de conceptos y categorías que históricamente han moldeado la civilización europea. Un patrimonio intangible de valores y principios tan apreciados como libertad y democracia, humanidad o tolerancia, pero también nociones básicas como sociedad, individuo, estado, historia, filosofía, derecho, política o economía; todos ellos cimentan las disciplinas que hoy solemos agrupar bajo la rúbrica de humanidades y ciencias sociales. (Dejamos deliberadamente a un lado las ciencias naturales, aunque las transferencias semánticas entre distintas áreas del saber suelen burlar muy a menudo las fronteras interdisciplinarias: piénsese en herramientas cognitivas transversales, válidas para ciencias y letras, como evolución, crisis, función, proceso, generación, sistema o estructura).
Si nos centramos en los conceptos sociales y políticos fundamentales, hablamos de conceptos borrosos, polisémicos y disputados, siempre expuestos a la redescripción retórica, refractarios a la claridad y la precisión de los lenguajes formales caros a la filosofía analítica; conceptos cruciales, sin embargo, por su capacidad de conformar las experiencias de los individuos y de los grupos, así como para diseñar y construir el futuro; conceptos impuros, valorativos, inseparables de las prácticas a las que están asociados, teñidos de mil tonos y matices según momentos y situaciones pragmáticas. Pues si bien es cierto que, como observó el poeta Leopardi hace dos siglos, los europeos compartimos una piccola lingua sociopolítica compuesta de varias decenas de ‘europeísmos' –términos de raíces griegas y latinas presentes con ligeras variantes en casi todos los idiomas del subcontinente–, los significados de esas palabras clave varían sustancialmente dependiendo de los hablantes, lenguas, épocas, países y circunstancias. Así, por ejemplo, sería un grave error presumir que los sintagmas koinonia politike, societas civilis, sociedad civil, civil society, bürgerliche Gesellschaft o société civile se refieren en todo momento a la misma cosa. Y la existencia de una terminología afín en casi todas las lenguas europeas para designar a la Ilustración, al liberalismo, a la ciudadanía, a la opinión pública, etcétera, no quiere decir en absoluto que ese léxico compartido remita a idénticos significados ni a experiencias o expectativas históricas equivalentes.
Deshacer los malentendidos a que pueden dar lugar esos vocabularios paneuropeos, observar y comparar las diversas pautas y velocidades del cambio semántico en las diferentes áreas político-culturales del continente, analizar históricamente las transferencias conceptuales, hibridaciones, adaptaciones, traducciones, convergencias y divergencias entre ellas, cartografiar las variadas conceptualizaciones con que las sucesivas generaciones de europeos en muy distintos contextos han respondido a parecidos retos, son algunos de los objetivos del Proyecto Europeo de Historia Conceptual. Se trata de un ambicioso proyecto que un grupo de académicos europeos llevamos años tratando de poner en marcha y que sólo ahora, con la publicación de los primeros libros de la serie ‘European Conceptual History', empieza a recoger sus primeros frutos (entre ellos el volumen metodológico Conceptual History in the European Space, coeditado por tres miembros del consejo editorial de la colección: Michael Freeden, Willibald Steinmetz y quien esto escribe). Para ello ha sido necesario dejar a un lado prejuicios de escuela y trascender los marcos nacionales en aras de una aproximación auténticamente transnacional a la historia de los conceptos sociales y políticos. Una aproximación ‘descentrada' que mira a Europa como una región entre otras, capaz de dialogar con otros programas de investigación similares a lo largo y ancho del planeta –tales como Iberconceptos o los proyectos sobre conceptos básicos de la India y del Lejano Oriente– con vistas a construir poco a poco una historia conceptual global.
Uno de los mayores desafíos del proyecto estriba en la dificultad de los investigadores para tomar distancia de su propio utillaje cognitivo, de ese engañoso ‘sentido común' que nos hace creer que nuestro sistema conceptual –uno entre muchos posibles– refleja el mundo ‘tal cual es'. Pues los conceptos fundamentales por los cuales nos orientamos son como lentes, naturalizadas y ordinariamente invisibles, a través de las cuales percibimos y clasificamos el mundo, en donde sólo vemos aquello que ha sido previamente conceptualizado.
En este tiempo de grandes transformaciones y obsolescencia conceptual acelerada, mientras Europa se muestra incapaz de repensarse a sí misma (lo que no deja de ser una dificultad conceptual) y vemos retornar los viejos demonios y las pulsiones disgregadoras, parece más oportuno que nunca avanzar en un proyecto como este. Quienes participamos en él, historiadores y profesionales de las ciencias sociales, queremos contribuir al debate cívico en la forma en que sabemos hacerlo: cumpliendo lo mejor posible nuestro trabajo de clarificación e historización de los vocabularios de la política y de la cultura. Nuestra apuesta por una nueva historia conceptual transnacional aspira a devolver algo de su complejidad histórica a las múltiples, zigzagueantes y muchas veces discordantes rutas de la civilización europea. Mostrando entre otras cosas hasta qué punto ciertas redes conceptuales están entretejidas inextricablemente con la construcción de Europa, pero también con los periodos más dramáticos y destructivos de su historia.
Desde la perspectiva que aquí interesa, podríamos describir la europeidad como una constelación de conceptos y categorías que históricamente han moldeado la civilización europea. Un patrimonio intangible de valores y principios tan apreciados como libertad y democracia, humanidad o tolerancia, pero también nociones básicas como sociedad, individuo, estado, historia, filosofía, derecho, política o economía; todos ellos cimentan las disciplinas que hoy solemos agrupar bajo la rúbrica de humanidades y ciencias sociales. (Dejamos deliberadamente a un lado las ciencias naturales, aunque las transferencias semánticas entre distintas áreas del saber suelen burlar muy a menudo las fronteras interdisciplinarias: piénsese en herramientas cognitivas transversales, válidas para ciencias y letras, como evolución, crisis, función, proceso, generación, sistema o estructura).
Si nos centramos en los conceptos sociales y políticos fundamentales, hablamos de conceptos borrosos, polisémicos y disputados, siempre expuestos a la redescripción retórica, refractarios a la claridad y la precisión de los lenguajes formales caros a la filosofía analítica; conceptos cruciales, sin embargo, por su capacidad de conformar las experiencias de los individuos y de los grupos, así como para diseñar y construir el futuro; conceptos impuros, valorativos, inseparables de las prácticas a las que están asociados, teñidos de mil tonos y matices según momentos y situaciones pragmáticas. Pues si bien es cierto que, como observó el poeta Leopardi hace dos siglos, los europeos compartimos una piccola lingua sociopolítica compuesta de varias decenas de ‘europeísmos' –términos de raíces griegas y latinas presentes con ligeras variantes en casi todos los idiomas del subcontinente–, los significados de esas palabras clave varían sustancialmente dependiendo de los hablantes, lenguas, épocas, países y circunstancias. Así, por ejemplo, sería un grave error presumir que los sintagmas koinonia politike, societas civilis, sociedad civil, civil society, bürgerliche Gesellschaft o société civile se refieren en todo momento a la misma cosa. Y la existencia de una terminología afín en casi todas las lenguas europeas para designar a la Ilustración, al liberalismo, a la ciudadanía, a la opinión pública, etcétera, no quiere decir en absoluto que ese léxico compartido remita a idénticos significados ni a experiencias o expectativas históricas equivalentes.
Deshacer los malentendidos a que pueden dar lugar esos vocabularios paneuropeos, observar y comparar las diversas pautas y velocidades del cambio semántico en las diferentes áreas político-culturales del continente, analizar históricamente las transferencias conceptuales, hibridaciones, adaptaciones, traducciones, convergencias y divergencias entre ellas, cartografiar las variadas conceptualizaciones con que las sucesivas generaciones de europeos en muy distintos contextos han respondido a parecidos retos, son algunos de los objetivos del Proyecto Europeo de Historia Conceptual. Se trata de un ambicioso proyecto que un grupo de académicos europeos llevamos años tratando de poner en marcha y que sólo ahora, con la publicación de los primeros libros de la serie ‘European Conceptual History', empieza a recoger sus primeros frutos (entre ellos el volumen metodológico Conceptual History in the European Space, coeditado por tres miembros del consejo editorial de la colección: Michael Freeden, Willibald Steinmetz y quien esto escribe). Para ello ha sido necesario dejar a un lado prejuicios de escuela y trascender los marcos nacionales en aras de una aproximación auténticamente transnacional a la historia de los conceptos sociales y políticos. Una aproximación ‘descentrada' que mira a Europa como una región entre otras, capaz de dialogar con otros programas de investigación similares a lo largo y ancho del planeta –tales como Iberconceptos o los proyectos sobre conceptos básicos de la India y del Lejano Oriente– con vistas a construir poco a poco una historia conceptual global.
Uno de los mayores desafíos del proyecto estriba en la dificultad de los investigadores para tomar distancia de su propio utillaje cognitivo, de ese engañoso ‘sentido común' que nos hace creer que nuestro sistema conceptual –uno entre muchos posibles– refleja el mundo ‘tal cual es'. Pues los conceptos fundamentales por los cuales nos orientamos son como lentes, naturalizadas y ordinariamente invisibles, a través de las cuales percibimos y clasificamos el mundo, en donde sólo vemos aquello que ha sido previamente conceptualizado.
En este tiempo de grandes transformaciones y obsolescencia conceptual acelerada, mientras Europa se muestra incapaz de repensarse a sí misma (lo que no deja de ser una dificultad conceptual) y vemos retornar los viejos demonios y las pulsiones disgregadoras, parece más oportuno que nunca avanzar en un proyecto como este. Quienes participamos en él, historiadores y profesionales de las ciencias sociales, queremos contribuir al debate cívico en la forma en que sabemos hacerlo: cumpliendo lo mejor posible nuestro trabajo de clarificación e historización de los vocabularios de la política y de la cultura. Nuestra apuesta por una nueva historia conceptual transnacional aspira a devolver algo de su complejidad histórica a las múltiples, zigzagueantes y muchas veces discordantes rutas de la civilización europea. Mostrando entre otras cosas hasta qué punto ciertas redes conceptuales están entretejidas inextricablemente con la construcción de Europa, pero también con los periodos más dramáticos y destructivos de su historia.
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