Imagen: El País / Los Titanes del rugby en el Orgullo de Lalín |
De cómo Galicia se enreda en cualquier vida. Hasta en la tuya.
Celia Blanco · Mirdiscos y Tacones | El País, 2018-05-10
https://elpais.com/elpais/2018/04/10/mordiscos_y_tacones/1523362213_140835.html
En 1983, el 54% de los españoles se declaraba abierta y orgullosamente homófobo. En 2017, esa cifra se reducía al 11%. España es uno de los países menos homófobos del mundo; explique eso en las zonas rurales.
La señora Rosa era una gallega que vivía en el tercero. Subía despacio las escaleras, hermosa ella. Mi casa, esquinazo de un rellano, era el lugar perfecto para tomarse un respiro. "Qué guapa estás, niña. ¿Vas a jugar? ¡Ay, qué falda más corta llevas! Déjame que vea si tiene dobladillo."Mientras dejaba hueco para dejar pasar, cogía un cacho de pan tan grande y crujiente como ella y de no sé dónde sacaba dos dedos de tocino que te daba en la mano. "Ha ido mi Manuel este fin de semana y me ha traído de todo. Merienda bien, niña. Y súbeme luego la falda que le baje el bajo". Desde la señora Rosa, cada cierto tiempo, me cruzo con alguien que emana Galicia por cada poro de su piel. Ásperos como el talón de un oso. Cuidadores por inercia."Somos celtiñas y turcos", me dijo uno de los últimos. Y ni en eso se puso de acuerdo con el amigo que lo acompañaba.
Efervescente. La mejor descripción que encuentro es efervescente. Bullía cualquier posibilidad por el empedrado de las calles. Las cuatro primeras personas que me crucé al llegar (tres hombres y una mujer), felicitaron el buen tiempo después de un invierno durísimo, y los cuatro me ofrecieron ayuda en lo que necesitara. Insistieron. Costumbres, quiero creer, de vivir en mitad de la nada pero en medio de todo. Lalín es un nudo en el cabello de la medusa gallega. Hasta cuando les cambian el paso y revientan sus normas, como ocurrió durante #OrgulloLalín2018: Niños, adultos y viejos en estado de gracia conviviendo con las reencarnaciones de las bruxas que pactan con el diablo porque no son meigas. "El alcalde nos ha llenado el pueblo de maricones", dice alguien. Pero desiste en seguir la conversación al verse rodeado de desconocidos; a saber lo que piensan. O aún peor, a saber lo que son. Una de las señoras del pueblo me lo pregunta directamente; mi altura, mi voz y mi ímpetu hablando la confunden: "Entonces, tú eres travesti, ¿no? Una mujer que aún no tiene cuerpo de mujer". En unos pocos minutos le explico que no, que no soy una mujer transexual. Y aprovecho para matizarle que no todas las personas transexuales cambian sus genitales. Parece conforme, pero a lo largo de la noche se acercará un par de veces más a preguntar detalles sobre la diversidad sexual.
La heteronormatividad sigue siendo el lastre de las zonas rurales. Se puede ser lesbiana, pero que no se vea. Decir tu nombre y afirmar orgullosa que no eres heterosexual cuando tienes 15 años y lo haces en un auditorio repleto de compañeros de instituto, te convierte automáticamente en una heroína sin capa. La visibilidad LGTBI supone un riesgo. Cada tres días se agrede a una persona en Madrid por su condición sexual o de género; la presión en una población de unos pocos habitantes es aún mayor. No puedes esconderte aunque quieras. Marcos volvió a Cangas do Morrazo para pasar la fase hormonal de su tratamiento. Se amputó los pechos, unos pechos inmensos, de esos que da gusto verlos, tocarlos, besarlos y amarlos. Empezó a tomar las hormonas pertinentes que enronquecieron su voz y poblaron de vello su cuerpo. Antes de nada quiso que su abuela lo supiera "Me da igual que seas un hombre, una mujer o lo que te dé la gana. Lo que quiero es que seas buena persona y no me avergüence nunca de ti", 'contestou a avoa'. Para Marcos es indispensable cumplir lo prometido. Con ese temple se luce viril por las calles de Lalín mientras busca una farmacia para comprar analgésicos con los que paliar el dolor de regla que tiene. "Cuando voy al ginecólogo siempre hay alguna señora que me avisa de que me he equivocado de despacho, que allí solo mujeres. Reconozco disfrutar cuando les digo que tengo la regla exactamente igual que ellas. La mayoría cree que soy un maleducado; ni se plantea que pueda ser un hombre transexual, porque no tienen ni idea de que existimos". Liarla así de parda en el interior de Galicia es de valientes, pero Rafa Cuiña, el alcalde, está dispuesto a correrlos todos, uno detrás de otro. Será porque lleva incumpliendo pronósticos ajenos unos cuantos años, desbancando al impertérrito Partido Popular en las urnas después de un cuarto de siglo, poniendo pasquines del Orgullo en todas las esquinas del pueblo y quitándose de encima el título de hijo del que llamaron delfín de Fraga. Nuevas generaciones de verdad, no de las que acostumbramos.
El futuro será diverso o no será. Por las calles de Lalín aparecieron las banderas arcoíris, sonaron taconazos de talla 45 y los jugadores del Madrid Titanes Club de Rugby se abrazaron y besaron mientras escuchaban las canciones más románticas en el escenario de la plaza. La maraña de pelos de la medusa gallega se desenreda. Las bruxas hacen aquelarres sin esconderse en el bosque.
La señora Rosa era una gallega que vivía en el tercero. Subía despacio las escaleras, hermosa ella. Mi casa, esquinazo de un rellano, era el lugar perfecto para tomarse un respiro. "Qué guapa estás, niña. ¿Vas a jugar? ¡Ay, qué falda más corta llevas! Déjame que vea si tiene dobladillo."Mientras dejaba hueco para dejar pasar, cogía un cacho de pan tan grande y crujiente como ella y de no sé dónde sacaba dos dedos de tocino que te daba en la mano. "Ha ido mi Manuel este fin de semana y me ha traído de todo. Merienda bien, niña. Y súbeme luego la falda que le baje el bajo". Desde la señora Rosa, cada cierto tiempo, me cruzo con alguien que emana Galicia por cada poro de su piel. Ásperos como el talón de un oso. Cuidadores por inercia."Somos celtiñas y turcos", me dijo uno de los últimos. Y ni en eso se puso de acuerdo con el amigo que lo acompañaba.
Efervescente. La mejor descripción que encuentro es efervescente. Bullía cualquier posibilidad por el empedrado de las calles. Las cuatro primeras personas que me crucé al llegar (tres hombres y una mujer), felicitaron el buen tiempo después de un invierno durísimo, y los cuatro me ofrecieron ayuda en lo que necesitara. Insistieron. Costumbres, quiero creer, de vivir en mitad de la nada pero en medio de todo. Lalín es un nudo en el cabello de la medusa gallega. Hasta cuando les cambian el paso y revientan sus normas, como ocurrió durante #OrgulloLalín2018: Niños, adultos y viejos en estado de gracia conviviendo con las reencarnaciones de las bruxas que pactan con el diablo porque no son meigas. "El alcalde nos ha llenado el pueblo de maricones", dice alguien. Pero desiste en seguir la conversación al verse rodeado de desconocidos; a saber lo que piensan. O aún peor, a saber lo que son. Una de las señoras del pueblo me lo pregunta directamente; mi altura, mi voz y mi ímpetu hablando la confunden: "Entonces, tú eres travesti, ¿no? Una mujer que aún no tiene cuerpo de mujer". En unos pocos minutos le explico que no, que no soy una mujer transexual. Y aprovecho para matizarle que no todas las personas transexuales cambian sus genitales. Parece conforme, pero a lo largo de la noche se acercará un par de veces más a preguntar detalles sobre la diversidad sexual.
La heteronormatividad sigue siendo el lastre de las zonas rurales. Se puede ser lesbiana, pero que no se vea. Decir tu nombre y afirmar orgullosa que no eres heterosexual cuando tienes 15 años y lo haces en un auditorio repleto de compañeros de instituto, te convierte automáticamente en una heroína sin capa. La visibilidad LGTBI supone un riesgo. Cada tres días se agrede a una persona en Madrid por su condición sexual o de género; la presión en una población de unos pocos habitantes es aún mayor. No puedes esconderte aunque quieras. Marcos volvió a Cangas do Morrazo para pasar la fase hormonal de su tratamiento. Se amputó los pechos, unos pechos inmensos, de esos que da gusto verlos, tocarlos, besarlos y amarlos. Empezó a tomar las hormonas pertinentes que enronquecieron su voz y poblaron de vello su cuerpo. Antes de nada quiso que su abuela lo supiera "Me da igual que seas un hombre, una mujer o lo que te dé la gana. Lo que quiero es que seas buena persona y no me avergüence nunca de ti", 'contestou a avoa'. Para Marcos es indispensable cumplir lo prometido. Con ese temple se luce viril por las calles de Lalín mientras busca una farmacia para comprar analgésicos con los que paliar el dolor de regla que tiene. "Cuando voy al ginecólogo siempre hay alguna señora que me avisa de que me he equivocado de despacho, que allí solo mujeres. Reconozco disfrutar cuando les digo que tengo la regla exactamente igual que ellas. La mayoría cree que soy un maleducado; ni se plantea que pueda ser un hombre transexual, porque no tienen ni idea de que existimos". Liarla así de parda en el interior de Galicia es de valientes, pero Rafa Cuiña, el alcalde, está dispuesto a correrlos todos, uno detrás de otro. Será porque lleva incumpliendo pronósticos ajenos unos cuantos años, desbancando al impertérrito Partido Popular en las urnas después de un cuarto de siglo, poniendo pasquines del Orgullo en todas las esquinas del pueblo y quitándose de encima el título de hijo del que llamaron delfín de Fraga. Nuevas generaciones de verdad, no de las que acostumbramos.
El futuro será diverso o no será. Por las calles de Lalín aparecieron las banderas arcoíris, sonaron taconazos de talla 45 y los jugadores del Madrid Titanes Club de Rugby se abrazaron y besaron mientras escuchaban las canciones más románticas en el escenario de la plaza. La maraña de pelos de la medusa gallega se desenreda. Las bruxas hacen aquelarres sin esconderse en el bosque.
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