martes, 5 de junio de 2018

#hemeroteca #ideologiadegenero | Bendito sea el fruto (en respuesta al artículo de Carla de La Lá)

Imagen: La Pajarera
Bendito sea el fruto (en respuesta al artículo de Carla de La Lá).
Antoni Miralles Alemany | La Pajarera Magazine, 2018-06-05
http://www.lapajareramagazine.com/bendito-sea-el-fruto-en-respuesta-al-articulo-de-carla-de-la-la

Buenos días Doña Carla;

Le escribo esta carta como respuesta a su considerado artículo y como usted presumía de gustarle mucho cambiar de opinión y que “le revienten sus argumentos”. Aquí estoy yo para hacerlo. Si pinchan en este enlace, podrán leerlo: https://www.larazon.es/familia/bendito-sea-el-fruto-EI18546211

Antes de nada quería hacer una mención especial a una serie de televisión, que parece que nos gusta a los dos, para poder comentar lo completamente salvaje de su –quiero creer- ironía argumental.

Usted ha utilizado un fotograma de una serie que se titula: 'The Handmaid’s tale' ('La criada') que está contextualizada en una guerra civil, en la que un grupo de fascistas armados consiguen derrocar -a través de la violencia- a un gobierno democrático, para instaurar a la fuerza esos “principios y valores” que usted ve amenazados.

Un gobierno que promueve e impone dogmas –que no valores- religiosos, como la construcción de una identidad nacional basada en dichos dogmas –manipulados- que aparecen en las sagradas escrituras a través de leyes caudillistas que someten a la población civil.

Por lo cual, la protagonista de la serie no es solo arrebatada de sus derechos civiles, sociales y políticos (tener propiedades, trabajo, votar...), sino que además es detenida, procesada, torturada, secuestrada, chantajeada, utilizada como vientre y para ese fin, violada sistemáticamente por parte del dueño de la casa, el padre de familia, a través de un ritual –por cierto- con precedentes en el libro que usted lleva bajo el brazo en cada misa.

June, la protagonista, es arrebatada de su propia identidad como mujer, madre y ciudadana de pleno derecho, a través de violencias institucionales –algunas más sutiles que otras- como prohibir la lectura, la escritura, las opiniones o cualquier ideación política y en definitiva, hasta utilizar su nombre de pila.

Cuando algunos, como yo, intentamos evitar que cualquiera de esos dogmas se instalen en la sociedad en la que usted y yo vivimos, le garantizo que me protejo a mí y sin duda a usted. No sé si usted puede decir lo mismo.

A las personas como yo, se las denomina “traidores de género” o “traidoras de género”. Aquí sí que no tienen ningún problema en desdoblar la terminología para identificar claramente a las lesbianas. Porque las mujeres lesbianas son condenadas a muerte o en el peor de los casos, enviadas a campos de concentración donde deben realizar trabajos forzados con productos químicos –sin protección- donde literalmente enferman y mueren con fortísimos dolores.

A los hombres homosexuales directamente se les persigue como traidores de género, entendiendo que es un delito, serán ahorcados posteriormente a un juicio sin ninguna clase de garantías y mostrados al público hasta que huelan a podredumbre, supongo que para calmar los aires de rebelión, como precaución supongo.

Algunas de las lesbianas y en general mujeres que no valen para la concepción, son prostituidas en burdeles, completamente ilegales, pero ya sabemos que la ley cuando es escrita por algunos hombres, siempre tienen vacíos completamente desinteresados y que se adaptan difícilmente a los “valores” que pregonan.

Lo que siempre dicen ustedes: “predicar con el ejemplo”.

Sería difícil escribir un guion de esta clase sin precedentes y sin nuestro imaginario colectivo intacto. Sería difícil de creer que alguien escribiera un guion realista y verosímil en el que hay persecuciones sistemáticas a heterosexuales o donde las mujeres violan sistemáticamente a los hombres y que alguien no pudiera pensar que es un futuro distópico, porque desde luego no es un pasado, ni un presente.

Yo suelo fijarme más en lo simbólico que en lo explícito, porque habitualmente creo que la consciencia muestra lo que quiere mostrar, pero el subconsciente siempre revela nuestra verdadera naturaleza y usted se ha valido de un sistema fascista para otorgarle base a sus argumentos. Solo usted sabrá por qué. Los cuales no habrían sido publicados por el diario “La Razón” si viviera en ese sistema que usted anhela desesperadamente.

Dicho lo cual, pasaré del subconsciente a lo (in) consciente.

Yo no conozco a su amiga, pero tal y como ha descrito a su marido sueco, sí que me gustaría conocerla. Yo amo con locura a mis amigos y a mis amigas, pero le soy sincero, prefiero formarme con datos científicos evaluables cuando se trata de algo tan y tan relevante como la educación y el sistema que la acompaña.

Y simplemente le recomendaré eso mismo, leer algunos estudios e investigaciones más para que pueda sacar alguna que otra conclusión que no sea basada en el boca a boca de su amiga del alma. A la que no pongo ni cara, ni cuerpo, ni credibilidad.

Sea usted sincera, quería mencionar el tema del chalet, pero no sabía si ofender al colectivo LGTB o a Podemos y después de unas copas de sangre de cristo, su amiga le dijo: “No hay huevos” y sí, los hubo.

Respecto al chalet de Podemos. Yo fui el primer crítico, no porque crea que una pareja de rojos peligrosos deban vivir en un zulo sin ventanas, coserse la ropa y cobrar en sacos de arroz, sino porque hubo contradicciones que se cargaron directamente el discurso y además, entiendo que alguien en un chalet es muy fácil que pierda la perspectiva y deje de defender los intereses de la clase trabajadora. Imagínese si hay salud democrática en Podemos, que no solo no permitimos la corrupción, sino que no permitimos las incoherencias dialécticas.

Dicho lo cual. Respecto al “nosotras y nosotros”.

Yo, habitualmente, si el lenguaje me lo permite y no queda muy cargado, suelo usar ambos términos. Decía George Steiner que lo que no se nombra no existe y las mujeres durante siglos tuvieron vetada la posibilidad de nombrar.

Me gustaría recordarle que muchas profesiones totalmente feminizadas como las “azafatas” no existían hombres, por tanto, la Real Academia Española sin dudarlo un solo segundo introdujo el término “azafato”. No sea que algún hombre y su masculinidad puedan ser dañados de gravedad. Lo mismo ocurrió con la enfermería. Todas las enfermeras era mujeres, por tanto, el término estaba construido en femenino, hasta la inclusión eventual y todavía episódica de hombres en la enfermería y, de repente, sin comerlo ni beberlo, aparecieron los “enfermeros”. Lo mismo ocurrió con las modistas y los modistos. La palabra modisto ni existía y se introdujo por las mismas razones.

Eso sí, ni se le ocurra decir “médica”, “abogada” o “política” que está usted cometiendo un delito gramatical feminazi irreparable. Desde que se dice “abogada” Arturo Pérez-Reverte llora cada noche hasta quedarse dormido y moja la cama.

No pasa nada por nombrar, repito, las mujeres fueron vetadas para tal cosa durante toda su existencia, por eso no es de extrañar, ni nada llamativo que el lenguaje esté masculinizado. Porque su control, desarrollo y avance ha sido cosa de hombres. No pasa nada por asumirlo, usted que lo asume todo.

El neutral con la “e” a mí tampoco me gusta, porque no me parece estético ni necesario, creo que la lengua castellana tiene recursos suficientes como para no alterarlo, aunque tampoco es imposible hacerlo. De hecho en Alemania, un país muy feminazi, se introdujo el “hes” como neutral de “él” y “ella”. También le digo que aunque pusieran un neutral artificial, nadie le pondría una pistola en la cabeza. Está usted muy nerviosa. Mire si no sabe que es la opresión que le da miedo una “e” mal puesta y cree que acabará con los penes de los niños.

A mí lo que me parece más clasista no es contratar a una filipina como asistenta, me parece más clasista todavía considerar que ser una asistenta filipina es un insulto. Y de este tema sin más.

Usted dice que su madre sabiamente le dijo que tenía asumidos todos los desastres del mundo. Admiro a su madre. Lo que creo que entendió mal es que asumir no es sinónimo de perpetuar, sino un instrumento analítico para combatir.

Cuando usted dice que no da consejos deliberadamente pero sí en su columna, usted induce al error. Repita conmigo para terminar la frase: “No doy consejos deliberadamente… gratis”.

Respecto a la “presunción de la heterosexualidad”. Yo no sé en qué círculos se mueve usted, o cuadrados, pero lo que está claro es que no se mueve en los míos y tampoco se lee los libros que me leo yo.

Anthony Giddens, un sociólogo al que admiro profundamente, decía que las familias eran el espejo de las sociedades. Si analizábamos como se constituían las familias a nivel microsocial, podríamos entender lo macro social. Porque nuestra crianza marca nuestras ideas, deseos y demás intereses asociados a nuestra identidad personal. Asumiendo que eran construcciones culturales arraigadas a unas pautas culturales, tradiciones y costumbres, porque Doña Carla, las sociedades en abstracto no existen.

Las sociedades se constituyen en normas y esas normas son instalaciones regladas sobre la conducta que se entiende social y la contraria o la que no se adapta a la pauta sociocultural, es entendida como anti social.

Cuando usted dice que la homosexualidad no permite la pervivencia de la especie y que usted vela por las normas de la naturaleza, está perpetuando una idea sociocultural, no natural. Se equivoca de leyes.

Aunque le sorprenda sé cómo funcionan los gametos, sé cómo funciona la reproducción y supongo que usted también y eso me lleva a preguntarle: ¿todas sus relaciones sexuales han tenido objetivo reproductivo? ¿A que no? Y, ¿sabe por qué?

Porque las relaciones sexuales y las relaciones emocionales pueden crearse simplemente con ese fin. Es muy normal y muy natural que un ser vivo busque placer fisiológico en función de sus preferencias.

El colectivo LGTB no es político per se, se politiza cuando gente que no forma parte del propio entiende que nuestra vida tiene que ser objeto de debate y lo pone en el centro de la agenda política, permítame decir, que con algo de obsesión.

Detrás de una mayoría social hay normas que la regulan. La heterosexualidad jamás es un problema, jamás. Jamás hemos odiado a nadie por ser heterosexual y además le garantizo que intento vivir sin odio, aunque a veces me lo pongan difícil.

Lo que decimos es que todos y todas somos heterosexuales hasta que se demuestre lo contrario. Que tutelan ustedes nuestra vida como si tuvieran el copyright de la corrección y fueran los guardianes de la decencia, pero no ustedes por ser heterosexuales, sino la ideología social que hay detrás.

Usted ve algo grotesco donde no hay nada más que preferencias sexuales y emocionales. A mí no me dan asco las mujeres, al contrario, pero prefiero a un hombre estéticamente, físicamente y sexualmente.

La sexualidad cambia, no es estática, forma parte de nosotros y la desarrollamos, como todas las demás funciones corporales y extracorporales del ser humano. Es indecente, permítame que le diga, que usted considere que nacen gays como setas y esté permanentemente intentando justificar su homofobia con argumentos perdonavidas.

Lo único que queremos transmitir a la gente, a todos y a todas las personas de esta tierra, es que la sexualidad no tiene barreras físicas ni emocionales y que las únicas barreras que existen son construidas por la moral sexual imperante y ¿quién si no va a marcar la moral sexual que la mayoría social? Lo que queremos transmitir es que podemos amar de muchas maneras, que el sexo puede ser o no una expresión de ese amor y que podemos relacionarnos con quien queramos siempre y cuando sea libre, deseado, consentido y esa persona tenga la capacidad de decidir, es decir, voluntad.

Yo no sé usted, pero yo me considero homosexual y me he sentido atraído por algunas mujeres. Del mismo modo que queremos que muchos hombres y mujeres rompan las barreras de las catalogaciones morales y que crean que autoproclamarse hetero o LGTB solo sea un paso previo a la libertad sexual.

La sexualidad es una línea de preferencias, sin más. Y además, estoy convencido que hasta usted ha sentido alguna vez algo de atracción sexual por una mujer y convencido estoy de que se negará a decirlo y si no usted, alguien de su alrededor que se considera totalmente heterosexual. Quien sabe, tal vez ¿su marido?

La sexualidad no es como se la han contado, es compleja, rica, diversa y eso Doña Carla, y solo eso es lo normal. Lo normal es la diversidad, lo normal es querer, lo normal es enamorarse independientemente de lo que tenga entre las piernas.

Usted ve a un traidor de género y por eso me posiciono políticamente ante la moral sexual socializada e imperante. Espero que algún día pueda dejar de hacerlo.

Me sorprende y me genera cierta incredulidad que usted crea que el foco del problema de la natalidad está en la perversión de la naturaleza reproductiva, cuando en realidad, en muy pocos años el planeta ha cruzado límites de superpoblación que jamás en la historia se vieron. Hemos pasado de 7 mil millones de personas a casi 8 mil millones en menos de 10 años y ¡usted hablando de los peligros de la pervivencia de la especie!

¿Sabe qué es lo que pone en cuestión la pervivencia de la especie? El hambre, la guerra, la pobreza y el terrorismo. Eso que parece no importarle y que si analizamos un poco la historia reciente del libro que lleva debajo del brazo, no solo parece no importar, sino que es algo de lo que se alimentan con cruel cinismo.

Nosotros y nosotras no cuestionamos a la familia biológica. Todos y todas tenemos madre y padre, yo creo que es obvio. Lo que ponemos en cuestión son los modelos de crianza, que estará usted de acuerdo, que el nuestro no es el único en el mundo, ni obligatoriamente el mejor. Usted que sabe tanto de sociología y de todas las disciplinas que estudian al ser humano.

Dígame un solo país en el mundo, uno solo en la historia que haya condenado a muerte o a prisión a un heterosexual, por el mero hecho de serlo. Si lo consigue, se lo agradeceré.

¿Resentimiento? ¿No estaría usted resentida si cada vez que se besa en público con su novia (como hacen los heterosexuales) les gritaran desde un coche en marcha: “bolleras de mierda” o se girara toda la terraza de un bar para mirarlas? A mí un día hasta me fotografiaron, como si fuera un animal mitológico, como su dios. Deje de pensar en los resentidos y empiece a pensar en los que nos resienten que son los que ejercen una violencia real y son aquellos y aquellas que atentan contra la vida y los que representan un peligro.

Respecto al “león que se acuesta con la jirafa”. No me quiero ni imaginar sus pensamientos y lo que le pasa por la cabeza cuando mira “El Rey León” con sus hijes, pero suena –como decimos los y las jóvenes- un poco ‘creepy’.

Le pregunto y me gustaría que me respondiera si se diera la situación en la que me lee: ¿en serio esa es la educación afectiva y sexual que recibió?

El género es un constructo social y el sexo una característica fisiológica. Ser sensible o emocional no es cosa de mujeres o niñas -aunque así se haya socializado-. La sensibilidad es una emoción humana. Pensar que hay que promocionar una idea de “niño” y una idea de “niña” genera más problemas de identidad de género y de sexo, que desdibujar el género y promocionar una personalidad desarrollada en función de cada ser humano y sin borrar las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Tenemos cuerpos diferentes, jamás lo hemos negado, sería absurdo hacerlo. Es tan absurdo negarlo como negar que usted es el perfil idóneo para trabajar en La Razón.

Los y las abolicionistas del género no queremos promocionar una idea destructiva del mundo, ni prohibir, ni odiar, ni coartar, ni censurar, porque sabemos lo que es vivir en un mundo hostil y que nos odia. Queremos la construcción de un mundo y de una sociedad sin jerarquías, sin autoritarismos y sin un poder caudillista. Queremos promocionar el liderazgo natural, el sentir, el bienestar social y la cohesión. En definitiva, lograr la igualdad a través de la asunción de nuestras diferencias. Porque, Doña Carla, todos y todas somos diferentes y eso es, sin duda, lo que nos convierte en iguales.

Y para acabar, usted decía que lo tolerable no es obligatoriamente deseable, con lo cual podría hacer un ejercicio de tolerancia si su hija fuera lesbiana, pero no sería lo deseable para usted y ¿sabe qué he pensado en seguida? Primero, que confunde sus deseos individuales egoístas con los derechos colectivos y lo segundo, que ni la tolero, ni le deseo a nadie tener una madre como usted.

-¿Bendito sea el fruto?
-El Señor permita que madure (pero ya, urgente)

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