viernes, 19 de enero de 2018

#hemeroteca #historia | Leyenda Negra: la peor reputación

Imagen: Leer / Grabado de Theodor de Bry
Leyenda Negra: la peor reputación.
Borja Martínez | Leer, 2018-01-19
http://revistaleer.com/2018/01/leyenda-negra-la-peor-reputacion/

“¡Oh, des­di­chada España! ¡Revuelto he mil veces en la memo­ria tus anti­güe­da­des y anales, y no he hallado por qué causa seas digna de tan por­fiada per­se­cu­ción! Sólo cuando veo que eres madre de tales hijos, me parece que ellos, por­que los criaste, y los extra­ños, por­que ven que los con­sien­tes, tie­nen razón de decir mal de ti…” - Fran­cisco de Que­vedo, ‘España defen­dida’ (1609)

El pasado 1 de octu­bre tuvo lugar en Cata­luña el más extra­or­di­na­rio golpe propagan­dís­tico per­pe­trado recien­te­mente con­tra una nación euro­pea. Los ideólogos del pro­ceso sepa­ra­tista cata­lán con­si­guie­ron llevar a su adver­sa­rio, el Gobierno espa­ñol, a un calle­jón sin salida. La cele­bra­ción del simu­la­cro de refe­réndum acabó como pre­ten­dían sus orga­ni­za­do­res: pro­pi­ciando una estampa de repre­sión diseñada para con­mo­cio­nar espec­ta­do­res, una espesa cor­tina de humo que ocul­taba los hechos políticos cier­tos que unas sema­nas des­pués serían objeto de actua­ción judicial.

La idea de un Estado que reprime con vio­len­cia a ciu­da­da­nos empe­ña­dos en ejer­cer su legí­timo derecho a votar quedó fijada con­tra todo razo­na­miento. Los dise­ña­do­res del ope­ra­tivo con­si­guie­ron ‘internacionalizar el con­flicto’ en las coor­de­na­das desea­das, y de paso que muchos ciu­da­da­nos del resto de España asu­mie­ran la ver­güenza por la supuesta repre­sión gubernamental.

Pero la dichosa inter­na­cio­na­li­za­ción no operó de la manera uní­voca que espe­ra­ban los ideó­lo­gos de la sece­sión. Muchos medios y ana­lis­tas, algu­nos de los cua­les habían lle­gado a com­prar la mer­can­cía de los hiper­ac­ti­vos y volun­ta­rio­sos por­ta­vo­ces del ‘pro­cés’, se toma­ron la moles­tia de some­ter los hechos a un escru­ti­nio minu­cioso y, vír­ge­nes de con­ta­mi­na­ción de la neo­len­gua nacio­na­lista, empezaron a des­acre­di­tar sus argu­men­tos. Las sobre­ac­tua­cio­nes bor­deando la comi­ci­dad de algu­nos pro­ta­go­nis­tas y el férreo res­paldo de la Unión Euro­pea a España ter­mi­na­ron de deva­luar el movimiento. La pro­puesta desde Bru­se­las del huido ‘expre­si­dent’ de la Gene­ra­li­tat de votar la salida de Cata­luña de la UE, poniendo del lado euro­es­cép­tico un par­tido que lleva la pala­bra “Euro­peo” en su marca, fue el penúl­timo epi­so­dio del esperpento.

Ese punto de vista extran­jero y lúcido ha moti­vado que muchos espa­ño­les hasta enton­ces inhi­bi­dos, acom­ple­ja­dos o com­pren­si­vos incluso con las ideas nacio­na­lis­tas se hayan ani­mado a aban­do­nar la muy men­tada en los últi­mos meses ‘equi­dis­tan­cia’. Artícu­los de minu­cioso escla­re­ci­miento, como el del com­ba­tivo escri­tor fran­cés Robert Rede­ker en ‘Le Figaro’ expli­cando a los lec­to­res fran­ce­ses por qué “la derrota mediá­tica de Rajoy lo era tam­bién de la razón”, cir­cu­la­ron por España como lite­ra­tura cien­tí­fica que reve­lara una ver­dad hasta enton­ces oculta.

En ese mismo artículo, Rede­ker seña­laba la iden­ti­fi­ca­ción de la España de hoy con el fran­quismo subya­cente en el dis­curso inde­pen­den­tista. La dic­ta­dura, última encar­na­ción de la mala fama española, se había acti­vado en la memo­ria colec­tiva euro­pea para inter­pre­tar los pro­ce­lo­sos suce­sos catalanes.

Obsesión secular
Un puñado de espa­ño­les difun­diendo un dis­curso intere­sa­da­mente deni­gra­to­rio con­tra la nación; medios y agen­tes forá­neos dando difu­sión a dicho dis­curso y haciendo una lec­tura cap­ciosa de los acon­te­ci­mien­tos; en nues­tro país, exa­ge­rada depen­den­cia de la opi­nión extran­jera, y rabia, ver­güenza y frus­tra­ción por las inter­pre­ta­cio­nes ses­ga­das o intere­sa­das de los hechos en un momento de aguda cri­sis interna. Encon­tra­mos de repente, con­den­sa­dos en un mismo reta­blo, la mayo­ría de indi­cios tradi­cio­nal­mente vin­cu­la­dos a un fenó­meno, a una obse­sión secu­lar espa­ñola como es la lla­mada Leyenda Negra, y coin­ci­diendo ade­más con un rebrote del tema en forma de nove­da­des bibliográficas, un siglo des­pués de que Julián Jude­rías for­ma­li­zara el con­cepto en la obra titu­lada, pre­ci­sa­mente, ‘La Leyenda Negra y la ver­dad his­tó­rica’: desde el exi­toso libro de Elvira Roca Barea, 'Impe­rio­fo­bia y Leyenda Negra' (Siruela, 2016), que quizá ha dado el pis­to­le­tazo de salida a este reno­vado inte­rés por el tema, a 'En defensa de España. Des­mon­tando mitos y leyen­das negras' de Stan­ley Payne, último Pre­mio Espasa.

Lo ve claro Ricardo Gar­cía Cár­cel, uno de los his­to­ria­do­res que más y mejor han escrito sobre la cues­tión y sus reper­cu­sio­nes, y que en su último libro, 'El demo­nio del Sur' (Cáte­dra), aborda la Leyenda Negra en torno a uno de sus obje­ti­vos ini­cia­les, Felipe II. “Curio­sa­mente, ahora, cuando hace un siglo de la publi­ca­ción de la obra de Jude­rías, parece lan­zarse una ofen­siva de rearme del con­cepto de Leyenda Negra, den­tro de un esce­na­rio polí­tico de reno­va­das inquie­tu­des ante el problema de España cau­sa­das, entre otros moti­vos, por los espas­mos nacio­na­lis­tas peri­fé­ri­cos”, señala en el pró­logo. En una entre­vista reciente, Elvira Roca Barea inter­pre­taba el asunto cata­lán como actua­li­za­ción de la Leyenda Negra: “Ese relato vicioso de la His­to­ria de España ha sido una de las fuen­tes de ali­men­ta­ción de este tipo de nacio­na­lismo peri­fé­rico que si es algo, es anti­es­pa­ñol. Porque España es el com­pen­dio de todos los horro­res, y ellos las víc­ti­mas que se quie­ren liberar”.

¿Pero qué es real­mente la Leyenda Negra? ¿Por qué España puede pre­su­mir, como señaló Julián Marías, de algo tan “suma­mente ori­gi­nal” que se entiende uni­ver­sal­mente como un fenó­meno español? Lean si no nos creen la defi­ni­ción que de la expre­sión ‘Black Legend’ da la Enci­clo­pe­dia Bri­tá­nica: “Tér­mino que expresa una ima­gen des­fa­vo­ra­ble de España y los espa­ño­les, acu­sán­do­los de cruel­dad e into­le­ran­cia, pre­do­mi­nante en el pasado en la obra de nume­ro­sos his­to­ria­do­res extran­je­ros, par­ti­cu­lar­mente pro­tes­tan­tes. Ini­cial­mente aso­ciado con la España del siglo XVI y las polí­ti­cas anti­pro­tes­tan­tes de Felipe II, el tér­mino fue popu­la­ri­zado por el his­to­ria­dor espa­ñol Julián Jude­rías en su libro homónimo”.

La defi­ni­ción de Jude­rías, que reco­gió un tér­mino que ya cir­cu­laba pre­via­mente, docu­men­tado por pri­mera vez de boca de Emi­lia Pardo Bazán, es algo más pro­lija. “Por Leyenda Negra enten­de­mos el ambiente creado por los fan­tás­ti­cos rela­tos que acerca de nues­tra patria han visto la luz pública en casi todos los paí­ses; las des­crip­cio­nes gro­tes­cas que se han hecho siem­pre del carác­ter de los españoles como indi­vi­duos y como colec­ti­vi­dad; la nega­ción, o por lo menos la igno­ran­cia sistemática de cuanto nos es favo­ra­ble y hon­roso en las diver­sas mani­fes­ta­cio­nes de la cul­tura y del arte; las acu­sa­cio­nes que en todo tiempo se han lan­zado con­tra España, fun­dán­dose para ello en hechos exa­ge­ra­dos, mal inter­pre­ta­dos o fal­sos en su tota­li­dad, y, final­mente, la afir­ma­ción con­te­nida en libros al pare­cer res­pe­ta­bles y verí­di­cos y muchas veces repro­du­cida, comen­tada y ampliada en la prensa extran­jera, de que nues­tra patria cons­ti­tuye, desde el punto de vista de la tole­ran­cia, de la cultura y del pro­greso polí­tico, una excep­ción lamen­ta­ble den­tro del grupo de nacio­nes euro­peas”. Una incli­na­ción ale­vosa y recal­ci­trante, que ima­gina una España eter­na­mente “inqui­si­to­rial, ignorante, faná­tica”, inculta, “dis­puesta siem­pre a las repre­sio­nes vio­len­tas, enemiga del pro­greso y de las inno­va­cio­nes”, desde tiem­pos de la Reforma y que “no ha dejado de uti­li­zarse en con­tra nues­tra desde enton­ces, y más espe­cial­mente en momen­tos crí­ti­cos de nues­tra vida nacional”.

¿Por qué esa per­sis­ten­cia? ¿Qué extraña cua­li­dad tenían las semi­llas que plan­ta­ron Anto­nio Pérez y fray Bar­to­lomé de las Casas para que su fru­tos se hayan sobre­puesto de tal manera al paso del tiempo y hayan dis­traído la aten­ción de los des­ma­nes de otros impe­ria­lis­mos, y aún peor, de los más crue­les colo­nia­lis­mos europeos?

No es sen­ci­llo dar una res­puesta fac­tual, ni siquiera para quie­nes se han metido de lleno en la mate­ria, aun­que quizá pueda hallarse un prin­ci­pio de la misma en la pro­pia defi­ni­ción de Jude­rías –cuando habla de “excep­ción” y su uso en “momen­tos crí­ti­cos” de nues­tra his­to­ria–, y lle­ga­re­mos a ello al final de este artículo. Lo cierto es que muchos han sido los auto­res empe­ña­dos pri­mero en refu­tar los mitos con­sa­gra­dos por la Leyenda Negra, y una vez cum­plida esa labor en expli­car las cau­sas de su for­ma­ción y vigen­cia. Cuando pare­cía un asunto supe­rado, curio­sa­mente, hoy las nove­da­des vuel­ven al pri­mer movi­miento refu­ta­to­rio, o en el caso más intere­sante de Roca Barea a cru­zar el caso espa­ñol con otros fenó­me­nos de ‘impe­rio­fo­bia’, com­ba­tiendo de paso, aun­que sólo a medias, el mali­cioso virus de la ‘excep­cio­na­li­dad’ española.

Colec­cio­nando enemigos
Uno de los auto­res que ana­li­za­ron con más tino y minu­cio­si­dad este som­brío acervo en torno a nuestro país fue Julián Marías. En 'España inte­li­gi­ble' (1985) esta­ble­ció tres con­di­cio­nes nece­sa­rias y coin­ci­den­tes para que una cons­truc­ción dia­léc­tica de la enver­ga­dura de la Leyenda Negra se materiali­zase: que el país objeto de calum­nia sea “impor­tante”, impres­cin­di­ble en el con­curso internacio­nal; “que exista una secreta admi­ra­ción, envi­diosa y no con­fe­sada, por ese país”; y “una orga­ni­za­ción”, una con­cer­ta­ción de volun­ta­des deni­gra­to­rias simul­tá­neas o suce­si­vas. Marías ve en la inso­len­cia de la España impe­rial y expan­siva recién uni­fi­cada, que parece nece­si­tar empre­sas desmesu­ra­das en las que pro­yec­tar las ener­gías sobran­tes de la Recon­quista, motivo ori­gi­nal de la impor­tan­cia y del recelo. La pro­pia voca­ción hege­mó­nica de la monar­quía his­pá­nica fomen­tará la con­cer­ta­ción dero­ga­to­ria desde Ita­lia, foco ori­gi­nal donde ya la pre­sen­cia ara­go­nesa levantó ampo­llas y se fra­guará la fama de arro­gan­tes, dés­po­tas y gro­se­ros de unos espa­ño­les sos­pe­cho­sos ade­más de estar con­ta­mi­na­dos de san­gre judía –un deta­lle muy mal visto en la tie­rra que inventó el gueto– a la Europa sep­ten­trio­nal y en trance de Reforma, donde la España cató­lica colec­cio­nará antagonistas.

A apo­yar esa con­ver­gen­cia de intere­ses crea­dos llegó un libro que ha sido his­tó­ri­ca­mente con­si­de­rado clave en la cons­truc­ción de la Leyenda Negra. Tras su publi­ca­ción en Sevi­lla en 1552 y cir­cu­lar libremente por España, la ‘Bre­ví­sima rela­ción de la des­truc­ción de las Indias’ de fray Bar­to­lomé de las Casas fue rápi­da­mente tra­du­cido al holan­dés, el fran­cés, el inglés, el ita­liano, el ale­mán e incluso el latín, ilu­mi­nado con los fan­ta­sio­sos gra­ba­dos del tam­bién edi­tor Theo­dor de Bry –impre­sor asimismo de la no menos dero­ga­to­ria ‘His­to­ria del Nuevo Mundo’ del comer­ciante mila­nés Giro­lamo Ben­zoni, o Jeró­nimo Ben­zón para sus ‘ami­gos’ espa­ño­les–. Toda­vía hoy el relato tre­men­dista de Las Casas, enco­men­dero antes que fraile, sos­tiene en Amé­rica su con­di­ción de héroe y pre­cur­sor de los dere­chos nati­vos, aun­que su vida y su obra haya sido some­tida a con­cien­zuda crí­tica aca­dé­mica en España y Esta­dos Uni­dos. Pero su des­fi­gu­rado retrato de la reali­dad his­pa­noa­me­ri­cana, lleno de exage­ra­cio­nes idea­das para con­mo­cio­nar la sen­si­bi­li­dad de la monar­quía cató­lica, dio una pre­ciada y defi­ni­tiva muni­ción a los adver­sa­rios de la corona. Quizá por sus cua­li­da­des fabu­lo­sas, el relato lascasiano se con­so­lidó en el ima­gi­na­rio colec­tivo y ha resis­tido de siglo en siglo.

La leyenda ya estaba en mar­cha y, “por su pro­pia iner­cia, estaba des­ti­nada a cre­cer y pros­pe­rar”, apunta Marías. En ade­lante, cada agra­viado por los intere­ses espa­ño­les, en casi cual­quier con­texto, tenía “ya pre­fa­bri­cado el vehículo para dar cauce y cum­pli­miento a su hos­ti­li­dad o ren­cor”. Un mecanismo que hemos iden­ti­fi­cado más arriba en las gra­ves y recien­tes jor­na­das catalanas.

Se asoma aquí la pecu­lia­ri­dad negro­le­gen­da­ria: esa obs­ti­nada vigen­cia que sobre­vive al pro­pio imperio espa­ñol hasta nues­tros días, sin que las cruel­da­des colo­nia­les del resto de poten­cias euro­peas ni sus fenó­me­nos de into­le­ran­cia reli­giosa hayan gene­rado rela­tos equi­va­len­tes. Y que sólo se explica por la interio­ri­za­ción de la misma por parte de los espa­ño­les que ya advierte Marías, abo­nando el discurso de la deca­den­cia, el fra­caso y la excep­cio­na­li­dad que ha mar­cado nues­tro pen­sa­miento. La Leyenda Negra intro­duce la “vaci­la­ción” en nues­tra vida polí­tica e inte­lec­tual y mata la fres­cura y la “espon­ta­nei­dad”. Un aspecto en cuyas inves­ti­ga­cio­nes ha hecho hin­ca­pié Gar­cía Cárcel.

Con­ta­gia­dos e indignados
Marías fija tres acti­tu­des veri­fi­ca­bles ante la Leyenda Negra, y que de algún modo deter­mi­nan la forma de ser espa­ñol. Están en pri­mer lugar los con­ta­gia­dos por ella, “los que han creído en su ver­dad o, por lo menos han que­dado afec­ta­dos por gra­ves dudas, per­sua­di­dos, tal vez a medias, de su justifica­ción”, y que por ello viven “en estado de depre­sión his­tó­rica”, deni­grando el país y su realidad. Están en segundo lugar los ‘indig­na­dos’, de signo bien dis­tinto a los de las pla­zas del 15-M; aque­llos que se revuel­ven, que recha­zan la crí­tica “de manera abso­luta y sin mati­ces”, “defen­so­res a ultranza de lo bueno y de lo malo” de España hasta ter­mi­nar siendo “des­pre­cia­do­res de lo ajeno”, que sobre­ac­túan y exa­ge­ran la sim­bo­lo­gía y los atri­bu­tos de la nación hasta hacer­los ridícu­los. Y entre ambas acti­tu­des esta­rían los pocos espa­ño­les libres frente al tópico, “abier­tos a la verdad”.

¿Pre­fi­gura la Leyenda Negra las dos Espa­ñas eter­na­mente con­ten­dien­tes, así como esa ter­cera minorita­ria inca­paz de impo­nerse para des­ha­cer el anta­go­nismo? “Nada ha sido más per­tur­ba­dor para la his­to­ria espa­ñola de los últi­mos cua­tro siglos”; sos­tiene Marías, antes de lamen­tar que cuando en el pri­mer ter­cio del XX España pare­cía en vías de superar esta dia­léc­tica enfer­miza, la Gue­rra Civil la vol­vió a con­sa­grar con nue­vos argumentos.

“La Leyenda Negra no puede enten­derse, desde luego, sin la capa­ci­dad pro­pa­gan­dís­tica de la opi­nión pro­tes­tante, pero tam­poco sin la ero­sión del sis­tema desde den­tro de deter­mi­na­das éli­tes inte­lec­tua­les que nunca se iden­ti­fi­ca­ron ple­na­mente con el nacio­nal­ca­to­li­cismo iden­ti­ta­rio”, explica Gar­cía Cár­cel en 'El demo­nio del Sur', antes de ras­trear las impli­ca­cio­nes inter­nas de la Leyenda Negra en los debates nacio­na­les. Ali­men­tando pri­mero el dis­curso de la deca­den­cia de los arbi­tris­tas y des­pués de los libe­ra­les, que impor­ta­rán los argu­men­tos del fana­tismo y la into­le­ran­cia reli­giosa como cau­sas del retraso espa­ñol. Eso cris­ta­li­zará en la visión de nues­tra his­to­ria como una suce­sión de fra­ca­sos, particu­lar­mente, en el XIX, de la bur­gue­sía como clase y del estado en el pro­ceso de nacio­na­li­za­ción del país. Aná­li­sis que tiene tam­bién su com­po­nente mítico: son pro­ce­sos débi­les si se com­pa­ran con otros paí­ses, pero no nece­sa­ria­mente falli­dos. Esta dia­léc­tica deri­vará en el debate fini­se­cu­lar hacia la dis­yun­tiva entre cas­ti­cismo y euro­peísmo, con­di­cio­nará el dis­curso rege­ne­ra­cio­nista y a par­tir del 98 la expre­sión lite­ra­ria del Desastre.

Y andando el tiempo lle­ga­mos al punto en el que hoy nos encon­tra­mos, toda­vía bajo los efec­tos de la trau­má­tica cesura fran­quista. La dic­ta­dura auto­ri­ta­ria y nacio­nal­ca­tó­lica apa­rece como la última gran encar­na­ción de la Leyenda Negra. Si his­tó­ri­ca­mente “el miedo a la eti­queta de ser de dere­chas” ha hecho “estra­gos en la con­cien­cia nacio­nal”, cons­tata Gar­cía Cár­cel, no menos dañina ha sido la “identi­fi­ca­ción del nacio­na­lismo espa­ñol con el fran­quismo”. Lo expre­saba hace unas sema­nas Gabriel Albiac entre­vis­tado por Fer­nando Pal­mero en el dia­rio El Mundo: «El triunfo más espan­toso y más perenne del fran­quismo es que cada uno de noso­tros tiene que hacer un esfuerzo para decir España sin temer estar diciendo fran­quismo”.

La cues­tión latente de la Leyenda Negra y sus con­se­cuen­cias per­ma­nece viva, aun­que haya mutado. Por­que “sigue vigente su punto de par­tida: el com­plejo de infe­rio­ri­dad”, un “com­pli­cado las­tre de inse­gu­ri­da­des e inhi­bi­cio­nes”, en for­mu­la­ción de nuevo de Gar­cía Cár­cel, que con­cluye: “Se ha avanzado poco en la auto­es­tima nacio­nal. Vivi­mos una nueva cri­sis de nues­tra con­cien­cia nacio­nal, con la misma ansie­dad rege­ne­ra­cio­nista de los tiem­pos de Juderías”.

El apo­tegma de Que­vedo citado al prin­ci­pio de este artículo daba pues en el clavo. La Leyenda Negra y sus peo­res con­se­cuen­cias sólo han sido posi­bles con el activo con­curso de los españoles.

‘Indig­nado’ Jude­rías
En 2018 se cum­ple el cen­te­na­rio del fallecimiento de Julián Jude­rías. Su figura ha que­dado engu­llida por el éxito de ‘La leyenda negra’, publi­cado ori­gi­nal­mente en 1914 pero cono­cido espe­cial­mente a par­tir de la reedi­ción de 1917, hace ahora 100 años. Luis Espa­ñol Bou­ché, res­pon­sa­ble de la última edi­ción del libro (La Esfera de los Libros, 2014), se apro­ximó a su bio­gra­fía en ‘Leyen­das negras: vida y obra de Julián Jude­rías’ (Junta de Cas­ti­lla y León, 2007). Tra­duc­tor e intér­prete para el Ministe­rio de Estado gra­cias a su pro­di­gioso don de len­guas, perio­dista, biblio­te­ca­rio del Ate­neo de Madrid, Jude­rías com­binó el inte­rés por la his­to­ria y la socio­lo­gía. Fue autor de nume­ro­sos artícu­los sobre las con­di­cio­nes de vida de la clase obrera. En su ánimo rege­ne­ra­cio­nista se topó con las fal­si­fi­ca­cio­nes de la his­to­ria que habían des­acre­di­tado a España y difi­cul­tado su encaje en Europa y se propuso refu­tar­las. Su dis­curso indig­nado ado­lece de un vic­ti­mismo que tras­lada la culpa de los males nacio­na­les a ‘los demás’ y que trans­mi­tirá a toda la lite­ra­tura deu­dora de su hallazgo. No es casual que la idea de Leyenda Negra aflore en momen­tos de cri­sis o de nece­si­dad de afir­ma­ción nacio­nal; que la buena for­tuna edi­to­rial del libro comen­zara en un año nefasto para España como 1917, o que en 1954, recién fir­ma­dos los deci­si­vos acuer­dos con EEUU, en vís­pe­ras del ingreso en la ONU y con el país ape­lando por última vez a la retó­rica de los años el ais­la­miento a pro­pó­sito de la visita de Isabel II a Gibral­tar, apa­re­ciera una nueva edi­ción con pró­logo de un Areilza a punto de mar­char a Washing­ton como emba­ja­dor de España.

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