domingo, 28 de octubre de 2018

#hemeroteca #neoliberalismo | Alaska y Mario Vaquerizo no son lo que parecen: 40 años tomando el pelo a España

Imagen: El Confidencial / Mario y Alaska
Alaska y Mario Vaquerizo no son lo que parecen: 40 años tomando el pelo a España.
Víctor Lenore publica el libro 'Espectros de la movida. Por qué odiar los años ochenta'. Adelantamos el capítulo sobre la deriva de dos iconos del lado más frívolo del movimiento.
Víctor Lenore | El Confidencial, 2018-10-28
https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-10-28/alaska-mario-vaquerizo-lenore-espectros-movida_1635777/

La figura cultural que mejor encarna los valores ochenteros es Mario Vaquerizo, histrión catódico obsesionado desde la adolescencia por los ochenta. Su actividad –en realidad– consiste en ser él mismo, alguien que no hace nada y, a la vez, se siente capaz de trabajar de todo. Ejerce de tertuliano, presentador, escritor y líder de las Nancys Rubias, un grupo donde canta en 'playback'. La industria publicitaria adora a Vaquerizo; por eso, es omnipresente en las pausas televisivas, ya sea en spots de cerveza, patatas fritas, teléfonos móviles o franquicias de repuestos para coches.

Su filosofía vital puede consultarse en el libro 'Vaquerizismos', donde ofrece una remezcla 'kitsch' del pensamiento warholiano. Con su esquizofrenia habitual, se declara «alérgico a los dogmas», pero, a la vez, presenta un listado de mandamientos donde llama la atención el decimotercero, donde proclama «Serás consumista» (que Vaquerizo no considere esto como un dogma ayuda a hacernos una idea de su posición política y rigor argumental). "Son muchos los que se han dedicado a meternos miedo, el agobio de no gastar, de ahorrar con la única finalidad de querer anularnos, de convertirnos en personas tristes, temerosas por el futuro que se nos viene encima, encerrados todo el día en casa. Eso no se puede consentir", denuncia en su texto. Estamos ante una gran definición de los años ochenta: la plena identificación del consumo con el placer (incluso con la felicidad).

En el libro, Vaquerizo ilumina involuntariamente conexiones que no resultan tan sencillas de hacer; por ejemplo, explica su devoción por programas como 'Crónicas marcianas', donde Javier Sardá ejercía de jefe de pista de un circo posmodermo rebosante de frikis, debates políticos descerebrados y exhibicionismo travesti. A lo largo de las páginas Vaquerizo despliega sus delirios ideológicos, declarándose a favor de Esperanza Aguirre pero en contra de privatizar la sanidad y afirmando que admira al locutor derechista Federico Jiménez Losantos, pero también al movimiento popular 15M. Como 'fashion victim' declarada, disfruta del "lado kitsch y folclórico de Franco" y de los estilismos de Carmen Polo, Imelda Marcos y Farah Diba. Cumple todos los requisitos del esperpento.

Por supuesto, el pensamiento posmoderno no se define sólo por lo que defiende sino por lo que omite: en su libro no se habla de desahucios ni de rescates bancarios con dinero público ni de la creciente desigualdad provocada por la clase dominante. Resumiendo: no habla nunca de nada que pueda molestar a alguien con poder. Puede sonar exagerado analizar en serio un libro de Vaquerizo, pero su éxito como icono cultural demuestra que hay un porcentaje apreciable de la población que sintoniza con ese estilo alegre y descerebrado de relacionarse con la realidad. Cuando el personaje se viene arriba, llega a decir que «la filosofía de Warhol debería estudiarse en las escuelas». Recuerda un poco a Mugatu, el malo de 'Zoolander', que aspira a una sociedad totalitaria donde se impongan los valores del mundo 'fashion' (un proyecto que no anda tan lejos de realizarse como pueda parecer).

La presencia de Vaquerizo está muy cotizada en espacios de máxima audiencia como Sálvame, El Hormiguero y Levántate All Stars. En realidad, figuras como Antonio de Felipe, Amy Martin y el líder de las Nancys Rubias siempre me hacen recordar una frase de Koma, rapero francés del grupo Sacred Conexxion, procedente del barrio parisino marginado de Barbès. Es corta y contundente: "El sistema ama a la gente que no tiene nada que decir". La industria cultural necesita a 'artistas' inofensivos para llenar las infinitas horas de programación de los medios. Si no disponen de este tipo de personajes, corren el riesgo de que se les cuele alguien proponiendo alternativas o cuestionando cualquier asunto relevante sobre la vida social del país. Mario Vaquerizo, máximo icono de las estrellas «petardas», cumple a las mil maravillas esa función de "hablar sin decir nada". Como explica el escritor reaccionario Juan Manuel de Prada, en el mundo en que vivimos la mejor forma de ser inicuo consiste en ser inocuo.

Las cosas de Alaska
Otro ejemplo son Alaska y Nacho Canut. Procedentes de familias pudientes, Fangoria nunca tuvieron que hacer los tirabuzones políticos de Loquillo, un arribista de barrio centrado en mantener su estatus. Alaska y Canut siempre han demostrado una tremenda coherencia en sus declaraciones, abiertamente prosistema. De hecho, su particular sentido común coincide 100 por 100 con los dogmas neoliberales. En febrero de 2016, desataron una polémica en redes sociales por unas declaraciones donde culpaban de los desahucios a las propias víctimas, ignorando la corrupción del sistema bancario en complicidad con los políticos. Transcribo el fragmento de la entrevista:

Nacho Canut.— Estamos en una época de victimismo y la gente tiene que aprender a ser responsable de sus actos y de sus decisiones económicas y no económicas. Si has decidido meterte en una hipoteca, lo has decidido tú y ¿ahora quieres que el Gobierno venga a sacarte? En fin. Hay que ser responsable.

Alaska.— Deberíamos empezar a pensar que no tenemos en la vida nada seguro.

Nacho Canut.— El trabajo no es para siempre. Si quieres tener cuatro hijos, tenlos, pero después no digas que no tienes dinero porque lo has decidido tú. La gente tiene que empezar a pensar y no mirar siempre al Gobierno cuando les conviene.

La Plataforma de Afectados por la Hipoteca organizó un escrache en una de sus firmas de discos, pero el dúo electrónico nunca se disculpó por las declaraciones ni tampoco las matizó de ninguna manera. Esa actitud los honra en cierta manera, ya que lo que dijeron es lo que siempre han pensado y expresado. La demanda que más rechazo causa a Fangoria es que alguien cuestione el «paraíso» que conocemos como sociedad de consumo.

Habrá quien piense que estamos cuestionando a Fangoria por las ideas que despliegan fuera del escenario, pero son un fiel reflejo de las desarrollan dentro de su proyecto musical. La entrevista de la que sale el fragmento citado sobre las hipotecas tenía como motivo la promoción de su disco 'Canciones para robots románticos'. ¿Qué asuntos trataban las letras? El álbum describe una utopía tecnocrática (distopía, dirán otros) donde la política y los sentimientos humanos no tienen cabida. Seleccionamos unas cuantas respuestas para que se hagan una idea. Alaska abre fuego: "Hoy siguen mandando los sentimientos, las decisiones políticamente correctas que no son las racionales que tomaría un robot: 'Lo siento mucho, pero en este autobús no cabe una persona más'. No puedes entrar y se acabó. Pero es que es una señora con un carrito... Y ahí es donde entramos nosotros".

Sigue Nacho Canut: "¿Crisis de emigrantes? Te dicen que va a venir un millón. Pues en este país no caben y se van a ese otro país porque es el que puede recibirlos. Ese tipo de decisiones frías". Luego Alaska hace una precisión relevante: "Incluso el título encierra una trampa. Es muy visual, pero está mal. Un robot romántico está estropeado. Nosotros no lo queremos, lo resetearíamos". Y cerramos con Canut: "Si fuera un robot te diría: “Usted a este ministerio porque está capacitado para esto, y este partido ahora no y este sí, y no me hablen de izquierdas ni derechas. El problema es que cuando entramos en las ideologías nos enfrentamos a la cultura y a la tradición, que si mi abuelo fue comunista, el mío luchó con Franco... ¿Ustedes quieren que España se gobierne? Pues es imposible que lo hagan seres humanos. Por eso deberíamos dejarle a un robot tomar estas decisiones frías". Si los nuevos partidos de derecha necesitan banda sonora, ya saben dónde pueden buscar.

En este punto, quizá algunos estén recordando los lazos de amistad que unen a Alaska con Esperanza Aguirre (líder del PP madrileño durante décadas) o las colaboraciones en el programa de radio del derechista Federico Jiménez Losantos. No acuso a la cantante de nada, pero tiene sentido preguntarse por qué Olvido Gara (su nombre real) es un personaje tan atractivo para la derecha española. ¿Lo más probable? Tanto al PP como a los gurús mediáticos reaccionarios les conviene un icono moderno para sacudirse cierta imagen rancia, la conexión con los valores del franquismo y un argumentario neoliberal, difícilmente defendible en tiempos de extrema desigualdad. Tanto por su 'look' como por su discurso, Alaska es una coartada perfecta, ni hecha de encargo. Y no estoy diciendo que lo haya buscado, sino que estamos ante una alianza natural.

La circunstancia fortuita de que Alaska pasase su adolescencia rodeada de 'petardos', punkis y politoxicómanos puede habernos despistado, pero sus valores vitales nunca se salieron de los dogmas de la España más tradicional y autoritaria. Jamás le han preocupado ninguno de los problemas sociales que arrastra el país, desde la creciente desigualdad hasta la crisis de la vivienda. Cuando llegó al Ayuntamiento Manuela Carmena, una jueza con querencias izquierdistas, pidió públicamente que no interfiriese en las actividades de los empresarios privados de la noche; básicamente, que no hiciese política. El discurso de Alaska siempre fue una mezcla de las posiciones de la CEOE, el culebrón Dinastía y Cuarto Milenio. Se trata de un personaje tan estereotipado como Bertín Osborne (de ahí seguramente su triunfo en los medios).

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