Imagen: La Voz del Sur / Sam Fernández |
La última polémica ha sido protagonizada por feministas que parecen sensatas hasta que se habla de mujeres transexuales, donde usan un argumento que no tiene ninguna diferencia con la ultraderecha de Hazte Oír.
Raúl Solís | La Voz del Sur, 2018-10-14
https://www.lavozdelsur.es/el-fascismo-de-genero-no-es-feminismo/
Este sábado a una feminista llamada Sam Fernández, invitada por Podemos a un encuentro de pensamiento de la formación morada, se le ha ocurrido decir que el feminismo tiene que repensar su sujeto activo hilándolo con las personas transexuales. Traducido al román paladino, ha querido decir la feminista Sam Fernández, que no es militante de Podemos, que las mujeres transexuales deben ser también sujetos activos del feminismo.
Rápidamente, el vídeo se ha viralizado en redes sociales y un ejército de fundamentalistas del género, que no feministas, han empezado a echar espuma por la boca con comentarios transfóbicos que sólo leerlos duele a los ojos. “Las mujeres trans no son mujeres, son hombres disfrazados”. “Las mujeres de verdad no tienen pene”. “Las mujeres trans son potenciales violadores”. “Los hombres ellas no pueden ser feministas porque son machos”. “El feminismo es una cosa de mujeres y las trans son otra cosa”.
Podría enumerar decenas de frases similares, hirientes y cargadas de odio que se han vertido en redes sociales por mujeres feministas que han lanzado de manera velada o explícitamente mensajes de odio contra las mujeres transexuales, negándoles su género y por tanto excluyéndolas del feminismo como sujetos.
Últimamente, el feminismo anda con mucha bronca que hacen sospechar que hay quienes tienen intenciones de electoralizar y moralizar debates que se están dando en su seno por puro interés electoral. La prostitución se ha convertido en una batalla campal en lugar de un debate sereno. El PSOE tiene muy clara su postura de abolir la prostitución, mientras Podemos no tiene decidida su opinión y efectivamente debería tener claro la formación morada que en democracia no cabe ni la explotación laboral ni la explotación sexual.
Las dudas que tiene Podemos son las que tiene la sociedad. Hay mucha gente de buena fe que cree que lo mejor es la regulación de la prostitución en lugar de la abolición. Bajo mi punto de vista están profundamente equivocadas las personas que defienden la regulación, pero eso no las convierte en portavoces de los proxenetas ni en enemigas del feminismo.
La última polémica ha sido protagonizada por feministas que parecen sensatas hasta que se habla de mujeres transexuales, donde usan un argumento que no tiene ninguna diferencia con la ultraderecha de Hazte Oír. Las TERF, que es como se llama a quienes militan en el feminismo transfóbico, creen que el género es una cuestión biológica y no una construcción social. Así, las mujeres transexuales, nacidas con órganos genitales de sexo masculino, no pueden ser consideradas mujeres y mucho menos formar parte del movimiento feminista, espacios donde sólo pueden entrar “mujeres de verdad” y no “las otras”.
Un lenguaje peligroso que no tiene en cuenta que las mujeres transexuales, socializadas como mujeres desde los cinco o seis años, sufren las mismas opresiones y discriminaciones de género que las mujeres cisgénero. Es más, a las opresiones que sufren como mujeres en un sistema patriarcal, las transexuales padecen además la violencia de un sistema que condena la disidencia sexual, la expulsión forzosa del hogar familiar en la adolescencia y las garras del sistema prostituidor al que muchas de ellas se tienen que agarrar ante un mercado laboral que les cierra a cal y canto la posibilidad de acceder a un empleo.
Cuando se usan mensajes de odio contra las mujeres transexuales se está obviando que la esperanza de vida de las mujeres transexuales en Europa es de 50 años, tres décadas menos que la esperanza de vida que tienen las mujeres cisgénero. En Latinoamérica, la esperanza de vida de las mujeres transexuales es de 35 años. En otras palabras, las mujeres transexuales viven en sociedades que han levantado un muro contra sus vidas, son perseguidas, violadas, asesinadas, encarceladas y expulsadas de sus vidas desde la adolescencia. Son mujeres a las que se les niega la identidad, quiénes son, el elemento básico de la dignidad de una persona. ¿De verdad las mujeres transexuales se van a convertir en el chivo expiatorio del feminismo? ¿De verdad?
Los mensajes transfóbicos son intolerables en nombre del feminismo. Lo son porque el feminismo es una ideología que defiende la igualdad, que no puede convivir con la desigualdad y el odio en ninguna de sus modalidades. El mejor favor que le podemos hacer al feminismo, justo en el momento donde es hegemónico, es quitarle la careta a supuestas feministas identitarias que en lugar de la igualdad defienden una especie de nacionalismo feminista, un fascismo de género irracional que usa una ideología transformadora para atacar a otras mujeres, en este caso transexuales, que tienen todo el derecho del mundo a ser sujetos activos del feminismo y de cualquier movimiento emancipatorio que aspire a la igualdad, como así lo dice el ordenamiento jurídico de nuestro país y leyes autonómicas, como la andaluza, la aragonesa, la valenciana o la madrileña, que son pioneras en Europa en cuanto a la defensa de la autodeterminación del género. Ahora me dirán que soy un macho y que no tengo ningún derecho a hablar de feminismo. Así está el patio posmoderno.
Rápidamente, el vídeo se ha viralizado en redes sociales y un ejército de fundamentalistas del género, que no feministas, han empezado a echar espuma por la boca con comentarios transfóbicos que sólo leerlos duele a los ojos. “Las mujeres trans no son mujeres, son hombres disfrazados”. “Las mujeres de verdad no tienen pene”. “Las mujeres trans son potenciales violadores”. “Los hombres ellas no pueden ser feministas porque son machos”. “El feminismo es una cosa de mujeres y las trans son otra cosa”.
Podría enumerar decenas de frases similares, hirientes y cargadas de odio que se han vertido en redes sociales por mujeres feministas que han lanzado de manera velada o explícitamente mensajes de odio contra las mujeres transexuales, negándoles su género y por tanto excluyéndolas del feminismo como sujetos.
Últimamente, el feminismo anda con mucha bronca que hacen sospechar que hay quienes tienen intenciones de electoralizar y moralizar debates que se están dando en su seno por puro interés electoral. La prostitución se ha convertido en una batalla campal en lugar de un debate sereno. El PSOE tiene muy clara su postura de abolir la prostitución, mientras Podemos no tiene decidida su opinión y efectivamente debería tener claro la formación morada que en democracia no cabe ni la explotación laboral ni la explotación sexual.
Las dudas que tiene Podemos son las que tiene la sociedad. Hay mucha gente de buena fe que cree que lo mejor es la regulación de la prostitución en lugar de la abolición. Bajo mi punto de vista están profundamente equivocadas las personas que defienden la regulación, pero eso no las convierte en portavoces de los proxenetas ni en enemigas del feminismo.
La última polémica ha sido protagonizada por feministas que parecen sensatas hasta que se habla de mujeres transexuales, donde usan un argumento que no tiene ninguna diferencia con la ultraderecha de Hazte Oír. Las TERF, que es como se llama a quienes militan en el feminismo transfóbico, creen que el género es una cuestión biológica y no una construcción social. Así, las mujeres transexuales, nacidas con órganos genitales de sexo masculino, no pueden ser consideradas mujeres y mucho menos formar parte del movimiento feminista, espacios donde sólo pueden entrar “mujeres de verdad” y no “las otras”.
Un lenguaje peligroso que no tiene en cuenta que las mujeres transexuales, socializadas como mujeres desde los cinco o seis años, sufren las mismas opresiones y discriminaciones de género que las mujeres cisgénero. Es más, a las opresiones que sufren como mujeres en un sistema patriarcal, las transexuales padecen además la violencia de un sistema que condena la disidencia sexual, la expulsión forzosa del hogar familiar en la adolescencia y las garras del sistema prostituidor al que muchas de ellas se tienen que agarrar ante un mercado laboral que les cierra a cal y canto la posibilidad de acceder a un empleo.
Cuando se usan mensajes de odio contra las mujeres transexuales se está obviando que la esperanza de vida de las mujeres transexuales en Europa es de 50 años, tres décadas menos que la esperanza de vida que tienen las mujeres cisgénero. En Latinoamérica, la esperanza de vida de las mujeres transexuales es de 35 años. En otras palabras, las mujeres transexuales viven en sociedades que han levantado un muro contra sus vidas, son perseguidas, violadas, asesinadas, encarceladas y expulsadas de sus vidas desde la adolescencia. Son mujeres a las que se les niega la identidad, quiénes son, el elemento básico de la dignidad de una persona. ¿De verdad las mujeres transexuales se van a convertir en el chivo expiatorio del feminismo? ¿De verdad?
Los mensajes transfóbicos son intolerables en nombre del feminismo. Lo son porque el feminismo es una ideología que defiende la igualdad, que no puede convivir con la desigualdad y el odio en ninguna de sus modalidades. El mejor favor que le podemos hacer al feminismo, justo en el momento donde es hegemónico, es quitarle la careta a supuestas feministas identitarias que en lugar de la igualdad defienden una especie de nacionalismo feminista, un fascismo de género irracional que usa una ideología transformadora para atacar a otras mujeres, en este caso transexuales, que tienen todo el derecho del mundo a ser sujetos activos del feminismo y de cualquier movimiento emancipatorio que aspire a la igualdad, como así lo dice el ordenamiento jurídico de nuestro país y leyes autonómicas, como la andaluza, la aragonesa, la valenciana o la madrileña, que son pioneras en Europa en cuanto a la defensa de la autodeterminación del género. Ahora me dirán que soy un macho y que no tengo ningún derecho a hablar de feminismo. Así está el patio posmoderno.
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