La noche en la que el franquismo liquidó el movimiento LGTBI en Torremolinos.
Una redada policial similar al Stonewall estadounidense acabó con 300 detenidos y con el cierre de los primeros bares de ambiente de España.
Marina Prats | Huffpost, 2019-07-06
https://www.huffingtonpost.es/entry/el-stonewall-espanol-la-noche-en-la-que-el-franquismo-liquido-el-movimiento-lgtbi-en-torremolinos_es_5d11e3a1e4b0a3941867cbae
“Fue horrible. Vi cómo los policías con metralletas se llevaban a todo el mundo a empujones. Habían bloqueado las salidas del pasaje. Si alguna vez podías escapar, esta no”.
Así vivió Ramón Cadenas, el dueño del bar Gogó, dentro del Pasaje Begoña de Torremolinos, la noche del 24 de junio de 1971. Eran las 11 o 12 de la noche cuando tres furgones de la Policía franquista entraron armados con metralletas en este enclave donde se situaban los bares gais de la época. Esta redada acabó con lo que fue un núcleo de diversidad y diversión en los años 60.
El Begoña fue un símbolo a nivel internacional. Los locales que se encontraban en este pasaje en forma de L en pleno centro de la localidad, que entonces aún pertenecía a Málaga y que vivía su época dorada, recibían asiduamente a grandes estrellas internacionales.
Las actrices Ava Gardner y Brigitte Bardot, el intérprete Sean Connery, el músico John Lennon, el mánager de Los Beatles, Brian Eipstein, e incluso la exemperatriz de Irán, Soraya, fueron algunos de los rostros conocidos que pisaron Torremolinos en la década de los 60.
Diez años antes de la bautizada como ‘La Redada’, en pleno tardo franquismo, en el Pasaje Begoña abría el primer bar gay de España, en 1962, y seis años después lo haría el primero de lesbianas.
En estos locales había hombres que se vestían de mujer, mujeres que lo hacían de hombre, había hombres que bailaban con hombres y las mujeres, con mujeres. Esos homosexuales y travestis estaban rodeados de familias heterosexuales y de muchos extranjeros a los que nada de lo que veían y vivían les escandalizaba.
Este oasis de libertad se saldó con 114 detenidos y unas 300 personas identificadas, muchas de las cuales fueron sancionadas con multas de unas 3.000 pesetas de la época. Los extranjeros fueron deportados.
Al igual que Stonewall, el bar de ambiente neoyorkino símbolo de la lucha LGTBI, el Pasaje Begoña es un emblema en España. Las revueltas del establecimiento estadounidense se conmemoran cada año en el Orgullo LGTBI en el mes de junio y, desde el 26 de ese mismo mes, este enclave está hermanado con su homólogo en la Costa del Sol como símbolos del colectivo.
Sesenta años después de ‘La Redada’, pasear por el Begoña es muy distinto. Ya no hay fiesta, ni música, ni siquiera el Pasaje se llama así. La galería, que recibía ese nombre por la hija del constructor del edificio donde se aloja, se llama desde 1981 Pasaje Gil Vicente. En lugar de los dueños de los bares y sus bailarinas que lo habitaban en los sesenta, ahora sus vecinos son familias de inmigrantes y de españoles. Lo que sí se mantiene es ese espíritu de libertad.
Los bares de copas se han reconvertido en una inmobiliaria, una agencia de viajes, una tienda de ropa, apartamentos turísticos y una bombonería. Todos mantienen los nombres de los locales de fiesta de la época dorada del pasaje. Las parejas de homosexuales (casi todas extranjeras) que por allí pasean ya no se tienen que esconder ni refugiar en ningún establecimiento y reconocen perfectamente su bandera.
Torremolinos fue el principio de todo, al menos en España, y sigue siendo uno de los destinos predilectos del turismo ‘gayfriendly’: se nota solo con caminar por su centro. Basta con pasear por la calle principal de la localidad para ver decenas de parejas homosexuales.
No siempre fue así. Después de la época dorada, hubo oscuridad y el renacer del colectivo LGTBI en Torremolinos se produjo a partir de los 80 y ha convertido el Pasaje Begoña en un referente.
Un secreto a voces
Ese ambiente que se respiraba en el Begoña lo conocían los miembros del gobierno franquista, la Policía y, por supuesto, los vecinos, que en su mayoría eran dueños de locales o bailarinas. Pero, como decía Quevedo, “poderoso caballero es don Dinero”.
“Se hacían redadas, pero eran casi de guasa”, cuenta Jorge Pérez, presidente de la Asociación Pasaje Begoña. “El franquismo sabía lo que pasaba, pero dejaba que ocurriese porque los clientes generalmente eran extranjeros y convenía que siguieran viniendo por el dinero que generaban”, señala.
Ramón Cadenas recuerda que antes de ‘La Redada’ del 24 de junio de 1971 “se cerraban bares cada dos por tres” y luego abrían en otro lugar. Era un concepto efímero de ‘negocio’, que no estaba directamente perseguido por el franquismo, pero sí bajo lupa. “Antes de esa noche me habían detenido ya 80 veces”, recuerda. “Te llevaban a la Aduana [comisaría central de Málaga] y te ponían 3.000 pesetas de multa. Yo lo llamaba el ‘impuesto revolucionario’ porque lo hacían para recaudar”, señala.
En 1962 estaba vigente la Ley de vagos y maleantes franquista de 1954, que perseguiría a “los homosexuales, rufianes y proxenetas”. A pesar de esto, en estos bares hacían una excepción.
“En esas redadas hubo una travesti llamada ‘La Daniela’ que se quitó los tacones y echó a correr para el furgón diciendo: ‘Ay, dejadme sentar que siempre me pilláis de pie’. Sabía que la identificarían y ya está”, cuenta Pérez.
El ambiente era tan distendido que el tonteo entre clientes, camareros y dueños era algo bastante común. Ángel Domínguez, escritor y coordinador del libro 'Contaré lo que fui', recuerda que el actor austriaco Helmut Berger, posteriormente pareja de Luchino Visconti, se paseaba por los bares buscando que se le acercase algún chico.
“Se apoyaba en la barra de 'La Boquilla' [uno de los bares del Pasaje] y, como no tenía dinero para consumir, se bebía los restos de los vasos y se fumaba las colillas de los clientes. Se iba también a un semáforo que había en La Nogalera y le apodaban por eso ‘La Semáforo’. Se apoyaba allí y era su excusa para ligar”, detalla.
Este ambiente de libertad no se forjó de la noche a la mañana. En las primeras actuaciones, las transformistas y travestis se asomaban a los lados para vigilar si veían a algún policía de paisano. “Además, avisaban a los camareros para que estuviesen vigilando la puerta. Luego se relajaron, pero no fue automático”, indica Domínguez. “El travestismo era un lujo que podían permitirse solo aquí”, añade.
“Hasta el momento de ‘La Redada’ había tranquilidad, en esa época los extranjeros venían de un ambiente mucho más abierto y copiaron los modelos de negocio que había en otros países, sobre todo en Ámsterdam”, detalla Domínguez. Estos primeros locales, abiertos en un principio por extranjeros, provocaron todo un efecto llamada y los españoles se sumaron.
Por esta razón, los que iban desde Málaga —que eran una minoría, ya que la mayoría eran extranjeros— se cambiaban de ropa en los portales de Torremolinos. “Iban vestidos ‘de Málaga’ y, al llegar, pasaban a vestirse ‘de Torremolinos’, mucho más colorido y acorde a la moda europea”, comenta Cadenas.
Cuando aparecía la Policía, los propios homosexuales tenían códigos de protección entre ellos. Si el camarero de la puerta avistaba a un agente de paisano, daba la voz de alarma y los hombres gais que estaban bailando con hombres se cambiaban con las mujeres lesbianas que bailaban con otras mujeres. Tal y como señala Domínguez, los más desprotegidos eran los travestis, que no tenían cómo ocultar su identidad.
La noche más negra de Torremolinos
El 24 de junio de 1971 el Begoña se apagó. Lo que parecía una excepción en el régimen franquista, que había actualizado apenas un año antes su normativa contra los homosexuales con la Ley de Peligrosidad y Reforma Social, acabó de la noche a la mañana.
A pesar de lo repentina que fue ‘La Redada’, tanto los investigadores como Cadenas coinciden en que partió del Gobernador Civil, Víctor Arroyo Arroyo, que había llegado apenas un año antes a Málaga y era miembro del Opus Dei. Dio la orden de acabar con este ‘libertinaje’, pero hay tres teorías que explicarían lo que le llevó a hacerlo.
Domínguez y Pérez señalan que el gobernador quiso reprender a su hijo, que era homosexual y solía ir a esos locales, mientras que Cadenas argumenta que un grupo de mujeres de Torremolinos le presionaron para hacerlo. Hay quien incluso señala a un amigo de Franco que tenía terrenos en Marbella y quiso trasladar los locales hasta allí.
A Cadenas le avisaron de ‘La Redada’ desde la Policía cuando abrió su local, tres semanas antes: “Me contó que habían cerrado otro bar y me dijo: ’Ten cuidado que aquí va a caer una gorda. Estad atentos”.
La noche del 24 de junio estaba tranquilo en su local hablando con un camarero en la ventana. Ya se había olvidado del aviso. Su bar hacía esquina, por lo que podía ver los coches que venían de la parte trasera donde estaba la comisaría.
“Era fiesta y no había mucha gente. De pronto vi que venían dando la vuelta a la calle tres furgones grandes, que no eran muy habituales. Cerré las ventanas y las puertas y apagué la música”, recuerda. Eso le salvó de ser uno de los más de 300 detenidos de esa noche. Se quedó junto a las personas que había en su bar mirando por el hueco del cierre de la ventana.
“Se llevaron a todo el mundo, a los dueños, a los camareros, a las familias...”. Esa noche cerraron todos los locales del Pasaje, cerca de una decena.
Unas 300 víctimas
Los extranjeros fueron deportados y no volvieron nunca a Torremolinos. El trato de España hacia ellos provocó una oleada de críticas que llegó incluso a medios internacionales como ‘The Sunday Times’ o ‘Der Spiegel’.
“Los consulados pusieron el grito en el cielo. Ninguno volvió a Torremolinos, casi todos se trasladaron a Ibiza”, señala Domínguez. De hecho, del 71 al 74 se redujo el turismo de Torremolinos en beneficio de otros destinos.
Por supuesto, los diarios de la época, como ‘ABC’ o ‘La Vanguardia Española’, pasaban por alto la orientación sexual de los detenidos y los acusaban de “faltas a la moral”, “drogadicción” o “peleas”.
Los españoles corrieron peor suerte. A algunos simplemente los identificaron y multaron, mientras que otros fueron encarcelados con penas de cinco años. “No te podían meter en la cárcel por ser gay porque eso no existía. Con Franco no había maricones en España”, bromea.
Una de las encarceladas fue Sandra Amodóvar, por aquel entonces con DNI y nombre masculino, que estuvo recluida en la Cárcel Modelo de Málaga antes de ser trasladada a la cárcel de pasivos de Badajoz, donde sufrió palizas e insultos por parte de los funcionarios y policías. Para reducir su pena cosió balones de reglamento, pero no le sirvió de nada. A pesar de ese mal trago, a sus más de 70 años sigue dedicándose a la actuación en el ‘Pourquois Pas?’, que reabrió décadas después.
La mayoría de los encarcelados fueron hombres gais, mientras que las lesbianas eran reprendidas por sus familias y enviadas, con su consentimiento, a conventos o psiquiátricos. La excepción fue María [nombre ficticio], que estuvo internada más de seis meses en la cárcel por “invertida femenina” y por mantener “relaciones homosexuales con mujeres”. Además, se le prohibió residir en Málaga durante un año.
“Las lesbianas estaban invisibilizadas, eran muy pocas. Había sobre todo hombres y mujeres hetero, hombres gais y travestis”, apunta Domínguez. El investigador señala que, en el caso concreto de María, se debería probablemente a que era un hombre transexual o una lesbiana muy masculina y “llamaría mucho la atención”.
Mientras que los hombres homosexuales se reconocían entre ellos en la cárcel y se apoyaban mutuamente, María no tuvo esa suerte. “Debió de ser durísimo para ella y para su familia. Era la excepción dentro de la minoría”, cuenta.
Tras la revuelta, Torremolinos murió poco a poco. La fiesta se trasladó a Ibiza y a Marbella y aquellos locales de ambiente no volvieron a abrir hasta los años 80.
Cadenas se vio afectado también por estas medidas y por el control de la zona que tenía desde entonces la Policía. “Me fui a Alemania porque el ambiente y la gente con la que trabajaba había desaparecido y no iba a volver”.
Con el cierre del Pasaje se clausuraron también otras discotecas en zonas más alejadas del centro de Torremolinos. “Después de eso cerraron bares de alterne de la carretera y discotecas como Villa Ariel, que era de gais y era donde íbamos cuando cerraban los bares”, recuerda Cadenas. “Torremolinos no volverá a ser nunca como lo conocimos. Esto no tiene nada que ver”.
La resurrección del Begoña
Tras estar cerrado durante años y con la decadencia que trajeron los años 70 a Torremolinos, el Pasaje y sus aledaños se empezaron a llenar de clubs de alterne y de prostitución. Sin embargo, con el tiempo, la localidad malagueña ha acabado recuperando el título de destino turístico LGTBI de España, y el Pasaje no iba a ser menos.
La Asociación Pasaje Begoña junto a la de comerciantes de la zona está incentivando la creación de negocios donde antes se encontraban esos bares. Jaione —dueña de la inmobiliaria Pía Beck—, Cédric —de la tienda Gogó—, Carlos —de la bombonería La Boquilla— y Gabriela —de los alojamientos Aladín—, han tomado el relevo de Ramón Cadenas, Pía Beck y compañía para intentar recuperar este símbolo de la lucha LGTBI.
Cuentan que resucitar un lugar que ha estado abandonado, incluso okupado, no es fácil, pero que merece la pena invertir en un sitio así. Su clientela no es toda LGTBI, al igual que ocurría en el Pasaje, pero sí se han integrado perfectamente los vecinos que residen en las 150 viviendas de la parte superior del Pasaje Gil Vicente.
El presidente de la Asociación Pasaje Begoña, Jorge Pérez, señala que ya fue todo un logro cuando el Congreso les declaró Lugar de Memoria Histórica, pero que un emblema como Stonewall y que la embajada estadounidense les reconozcan su labor en la lucha LGTBI es prácticamente un sueño. El Stonewall español tiene nombre de mujer y está despertando de su letargo.
El misterioso Tony’s Bar, el primer bar gay de España
Ni en Chueca, ni en Sitges, ni en Maspalomas. El primer bar gay en abrir en España fue el Tony’s Bar, en 1962, en el Pasaje Begoña. A pesar de que al revisar la hemeroteca no aparece este nombre, los autores de una tesis sobre el Pasaje para la Universidad Pablo Olavide de Sevilla señalan que el local pudo ser itinerante o que directamente ese no era el nombre real del enclave.
El Tony’s no estaba estrictamente dirigido a ese público, al igual que los demás bares gais que nacieron en esa época en Torremolinos. “Eran locales que tenían propietarios gais y, algunos también, mujeres lesbianas. Más bien eran sitios diversos donde todo el mundo era bien recibido y se convivía con naturalidad y diversidad”, señala Pérez.
Según cuenta, el alquiler costaba hasta mil pesetas al día, prácticamente un mes de alquiler en el Madrid de entonces, y ninguno superaba los 40 metros cuadrados.
Además del Tony’s, La Boquilla, La Sirena, Le Fiacre, La Cueva de Aladino o The Blue Note son algunos de los nombres que se veían en los carteles luminosos del Pasaje, cuyo espíritu se extendió por las zonas aledañas, como la Plaza de la Nogalera, donde abrió el primer bar para mujeres lesbianas: el ‘Pourquois Pas?’.
Así vivió Ramón Cadenas, el dueño del bar Gogó, dentro del Pasaje Begoña de Torremolinos, la noche del 24 de junio de 1971. Eran las 11 o 12 de la noche cuando tres furgones de la Policía franquista entraron armados con metralletas en este enclave donde se situaban los bares gais de la época. Esta redada acabó con lo que fue un núcleo de diversidad y diversión en los años 60.
El Begoña fue un símbolo a nivel internacional. Los locales que se encontraban en este pasaje en forma de L en pleno centro de la localidad, que entonces aún pertenecía a Málaga y que vivía su época dorada, recibían asiduamente a grandes estrellas internacionales.
Las actrices Ava Gardner y Brigitte Bardot, el intérprete Sean Connery, el músico John Lennon, el mánager de Los Beatles, Brian Eipstein, e incluso la exemperatriz de Irán, Soraya, fueron algunos de los rostros conocidos que pisaron Torremolinos en la década de los 60.
Diez años antes de la bautizada como ‘La Redada’, en pleno tardo franquismo, en el Pasaje Begoña abría el primer bar gay de España, en 1962, y seis años después lo haría el primero de lesbianas.
En estos locales había hombres que se vestían de mujer, mujeres que lo hacían de hombre, había hombres que bailaban con hombres y las mujeres, con mujeres. Esos homosexuales y travestis estaban rodeados de familias heterosexuales y de muchos extranjeros a los que nada de lo que veían y vivían les escandalizaba.
Este oasis de libertad se saldó con 114 detenidos y unas 300 personas identificadas, muchas de las cuales fueron sancionadas con multas de unas 3.000 pesetas de la época. Los extranjeros fueron deportados.
Al igual que Stonewall, el bar de ambiente neoyorkino símbolo de la lucha LGTBI, el Pasaje Begoña es un emblema en España. Las revueltas del establecimiento estadounidense se conmemoran cada año en el Orgullo LGTBI en el mes de junio y, desde el 26 de ese mismo mes, este enclave está hermanado con su homólogo en la Costa del Sol como símbolos del colectivo.
Sesenta años después de ‘La Redada’, pasear por el Begoña es muy distinto. Ya no hay fiesta, ni música, ni siquiera el Pasaje se llama así. La galería, que recibía ese nombre por la hija del constructor del edificio donde se aloja, se llama desde 1981 Pasaje Gil Vicente. En lugar de los dueños de los bares y sus bailarinas que lo habitaban en los sesenta, ahora sus vecinos son familias de inmigrantes y de españoles. Lo que sí se mantiene es ese espíritu de libertad.
Los bares de copas se han reconvertido en una inmobiliaria, una agencia de viajes, una tienda de ropa, apartamentos turísticos y una bombonería. Todos mantienen los nombres de los locales de fiesta de la época dorada del pasaje. Las parejas de homosexuales (casi todas extranjeras) que por allí pasean ya no se tienen que esconder ni refugiar en ningún establecimiento y reconocen perfectamente su bandera.
Torremolinos fue el principio de todo, al menos en España, y sigue siendo uno de los destinos predilectos del turismo ‘gayfriendly’: se nota solo con caminar por su centro. Basta con pasear por la calle principal de la localidad para ver decenas de parejas homosexuales.
No siempre fue así. Después de la época dorada, hubo oscuridad y el renacer del colectivo LGTBI en Torremolinos se produjo a partir de los 80 y ha convertido el Pasaje Begoña en un referente.
Un secreto a voces
Ese ambiente que se respiraba en el Begoña lo conocían los miembros del gobierno franquista, la Policía y, por supuesto, los vecinos, que en su mayoría eran dueños de locales o bailarinas. Pero, como decía Quevedo, “poderoso caballero es don Dinero”.
“Se hacían redadas, pero eran casi de guasa”, cuenta Jorge Pérez, presidente de la Asociación Pasaje Begoña. “El franquismo sabía lo que pasaba, pero dejaba que ocurriese porque los clientes generalmente eran extranjeros y convenía que siguieran viniendo por el dinero que generaban”, señala.
Ramón Cadenas recuerda que antes de ‘La Redada’ del 24 de junio de 1971 “se cerraban bares cada dos por tres” y luego abrían en otro lugar. Era un concepto efímero de ‘negocio’, que no estaba directamente perseguido por el franquismo, pero sí bajo lupa. “Antes de esa noche me habían detenido ya 80 veces”, recuerda. “Te llevaban a la Aduana [comisaría central de Málaga] y te ponían 3.000 pesetas de multa. Yo lo llamaba el ‘impuesto revolucionario’ porque lo hacían para recaudar”, señala.
En 1962 estaba vigente la Ley de vagos y maleantes franquista de 1954, que perseguiría a “los homosexuales, rufianes y proxenetas”. A pesar de esto, en estos bares hacían una excepción.
“En esas redadas hubo una travesti llamada ‘La Daniela’ que se quitó los tacones y echó a correr para el furgón diciendo: ‘Ay, dejadme sentar que siempre me pilláis de pie’. Sabía que la identificarían y ya está”, cuenta Pérez.
El ambiente era tan distendido que el tonteo entre clientes, camareros y dueños era algo bastante común. Ángel Domínguez, escritor y coordinador del libro 'Contaré lo que fui', recuerda que el actor austriaco Helmut Berger, posteriormente pareja de Luchino Visconti, se paseaba por los bares buscando que se le acercase algún chico.
“Se apoyaba en la barra de 'La Boquilla' [uno de los bares del Pasaje] y, como no tenía dinero para consumir, se bebía los restos de los vasos y se fumaba las colillas de los clientes. Se iba también a un semáforo que había en La Nogalera y le apodaban por eso ‘La Semáforo’. Se apoyaba allí y era su excusa para ligar”, detalla.
Este ambiente de libertad no se forjó de la noche a la mañana. En las primeras actuaciones, las transformistas y travestis se asomaban a los lados para vigilar si veían a algún policía de paisano. “Además, avisaban a los camareros para que estuviesen vigilando la puerta. Luego se relajaron, pero no fue automático”, indica Domínguez. “El travestismo era un lujo que podían permitirse solo aquí”, añade.
“Hasta el momento de ‘La Redada’ había tranquilidad, en esa época los extranjeros venían de un ambiente mucho más abierto y copiaron los modelos de negocio que había en otros países, sobre todo en Ámsterdam”, detalla Domínguez. Estos primeros locales, abiertos en un principio por extranjeros, provocaron todo un efecto llamada y los españoles se sumaron.
Por esta razón, los que iban desde Málaga —que eran una minoría, ya que la mayoría eran extranjeros— se cambiaban de ropa en los portales de Torremolinos. “Iban vestidos ‘de Málaga’ y, al llegar, pasaban a vestirse ‘de Torremolinos’, mucho más colorido y acorde a la moda europea”, comenta Cadenas.
Cuando aparecía la Policía, los propios homosexuales tenían códigos de protección entre ellos. Si el camarero de la puerta avistaba a un agente de paisano, daba la voz de alarma y los hombres gais que estaban bailando con hombres se cambiaban con las mujeres lesbianas que bailaban con otras mujeres. Tal y como señala Domínguez, los más desprotegidos eran los travestis, que no tenían cómo ocultar su identidad.
La noche más negra de Torremolinos
El 24 de junio de 1971 el Begoña se apagó. Lo que parecía una excepción en el régimen franquista, que había actualizado apenas un año antes su normativa contra los homosexuales con la Ley de Peligrosidad y Reforma Social, acabó de la noche a la mañana.
A pesar de lo repentina que fue ‘La Redada’, tanto los investigadores como Cadenas coinciden en que partió del Gobernador Civil, Víctor Arroyo Arroyo, que había llegado apenas un año antes a Málaga y era miembro del Opus Dei. Dio la orden de acabar con este ‘libertinaje’, pero hay tres teorías que explicarían lo que le llevó a hacerlo.
Domínguez y Pérez señalan que el gobernador quiso reprender a su hijo, que era homosexual y solía ir a esos locales, mientras que Cadenas argumenta que un grupo de mujeres de Torremolinos le presionaron para hacerlo. Hay quien incluso señala a un amigo de Franco que tenía terrenos en Marbella y quiso trasladar los locales hasta allí.
A Cadenas le avisaron de ‘La Redada’ desde la Policía cuando abrió su local, tres semanas antes: “Me contó que habían cerrado otro bar y me dijo: ’Ten cuidado que aquí va a caer una gorda. Estad atentos”.
La noche del 24 de junio estaba tranquilo en su local hablando con un camarero en la ventana. Ya se había olvidado del aviso. Su bar hacía esquina, por lo que podía ver los coches que venían de la parte trasera donde estaba la comisaría.
“Era fiesta y no había mucha gente. De pronto vi que venían dando la vuelta a la calle tres furgones grandes, que no eran muy habituales. Cerré las ventanas y las puertas y apagué la música”, recuerda. Eso le salvó de ser uno de los más de 300 detenidos de esa noche. Se quedó junto a las personas que había en su bar mirando por el hueco del cierre de la ventana.
“Se llevaron a todo el mundo, a los dueños, a los camareros, a las familias...”. Esa noche cerraron todos los locales del Pasaje, cerca de una decena.
Unas 300 víctimas
Los extranjeros fueron deportados y no volvieron nunca a Torremolinos. El trato de España hacia ellos provocó una oleada de críticas que llegó incluso a medios internacionales como ‘The Sunday Times’ o ‘Der Spiegel’.
“Los consulados pusieron el grito en el cielo. Ninguno volvió a Torremolinos, casi todos se trasladaron a Ibiza”, señala Domínguez. De hecho, del 71 al 74 se redujo el turismo de Torremolinos en beneficio de otros destinos.
Por supuesto, los diarios de la época, como ‘ABC’ o ‘La Vanguardia Española’, pasaban por alto la orientación sexual de los detenidos y los acusaban de “faltas a la moral”, “drogadicción” o “peleas”.
Los españoles corrieron peor suerte. A algunos simplemente los identificaron y multaron, mientras que otros fueron encarcelados con penas de cinco años. “No te podían meter en la cárcel por ser gay porque eso no existía. Con Franco no había maricones en España”, bromea.
Una de las encarceladas fue Sandra Amodóvar, por aquel entonces con DNI y nombre masculino, que estuvo recluida en la Cárcel Modelo de Málaga antes de ser trasladada a la cárcel de pasivos de Badajoz, donde sufrió palizas e insultos por parte de los funcionarios y policías. Para reducir su pena cosió balones de reglamento, pero no le sirvió de nada. A pesar de ese mal trago, a sus más de 70 años sigue dedicándose a la actuación en el ‘Pourquois Pas?’, que reabrió décadas después.
La mayoría de los encarcelados fueron hombres gais, mientras que las lesbianas eran reprendidas por sus familias y enviadas, con su consentimiento, a conventos o psiquiátricos. La excepción fue María [nombre ficticio], que estuvo internada más de seis meses en la cárcel por “invertida femenina” y por mantener “relaciones homosexuales con mujeres”. Además, se le prohibió residir en Málaga durante un año.
“Las lesbianas estaban invisibilizadas, eran muy pocas. Había sobre todo hombres y mujeres hetero, hombres gais y travestis”, apunta Domínguez. El investigador señala que, en el caso concreto de María, se debería probablemente a que era un hombre transexual o una lesbiana muy masculina y “llamaría mucho la atención”.
Mientras que los hombres homosexuales se reconocían entre ellos en la cárcel y se apoyaban mutuamente, María no tuvo esa suerte. “Debió de ser durísimo para ella y para su familia. Era la excepción dentro de la minoría”, cuenta.
Tras la revuelta, Torremolinos murió poco a poco. La fiesta se trasladó a Ibiza y a Marbella y aquellos locales de ambiente no volvieron a abrir hasta los años 80.
Cadenas se vio afectado también por estas medidas y por el control de la zona que tenía desde entonces la Policía. “Me fui a Alemania porque el ambiente y la gente con la que trabajaba había desaparecido y no iba a volver”.
Con el cierre del Pasaje se clausuraron también otras discotecas en zonas más alejadas del centro de Torremolinos. “Después de eso cerraron bares de alterne de la carretera y discotecas como Villa Ariel, que era de gais y era donde íbamos cuando cerraban los bares”, recuerda Cadenas. “Torremolinos no volverá a ser nunca como lo conocimos. Esto no tiene nada que ver”.
La resurrección del Begoña
Tras estar cerrado durante años y con la decadencia que trajeron los años 70 a Torremolinos, el Pasaje y sus aledaños se empezaron a llenar de clubs de alterne y de prostitución. Sin embargo, con el tiempo, la localidad malagueña ha acabado recuperando el título de destino turístico LGTBI de España, y el Pasaje no iba a ser menos.
La Asociación Pasaje Begoña junto a la de comerciantes de la zona está incentivando la creación de negocios donde antes se encontraban esos bares. Jaione —dueña de la inmobiliaria Pía Beck—, Cédric —de la tienda Gogó—, Carlos —de la bombonería La Boquilla— y Gabriela —de los alojamientos Aladín—, han tomado el relevo de Ramón Cadenas, Pía Beck y compañía para intentar recuperar este símbolo de la lucha LGTBI.
Cuentan que resucitar un lugar que ha estado abandonado, incluso okupado, no es fácil, pero que merece la pena invertir en un sitio así. Su clientela no es toda LGTBI, al igual que ocurría en el Pasaje, pero sí se han integrado perfectamente los vecinos que residen en las 150 viviendas de la parte superior del Pasaje Gil Vicente.
El presidente de la Asociación Pasaje Begoña, Jorge Pérez, señala que ya fue todo un logro cuando el Congreso les declaró Lugar de Memoria Histórica, pero que un emblema como Stonewall y que la embajada estadounidense les reconozcan su labor en la lucha LGTBI es prácticamente un sueño. El Stonewall español tiene nombre de mujer y está despertando de su letargo.
El misterioso Tony’s Bar, el primer bar gay de España
Ni en Chueca, ni en Sitges, ni en Maspalomas. El primer bar gay en abrir en España fue el Tony’s Bar, en 1962, en el Pasaje Begoña. A pesar de que al revisar la hemeroteca no aparece este nombre, los autores de una tesis sobre el Pasaje para la Universidad Pablo Olavide de Sevilla señalan que el local pudo ser itinerante o que directamente ese no era el nombre real del enclave.
El Tony’s no estaba estrictamente dirigido a ese público, al igual que los demás bares gais que nacieron en esa época en Torremolinos. “Eran locales que tenían propietarios gais y, algunos también, mujeres lesbianas. Más bien eran sitios diversos donde todo el mundo era bien recibido y se convivía con naturalidad y diversidad”, señala Pérez.
Según cuenta, el alquiler costaba hasta mil pesetas al día, prácticamente un mes de alquiler en el Madrid de entonces, y ninguno superaba los 40 metros cuadrados.
Además del Tony’s, La Boquilla, La Sirena, Le Fiacre, La Cueva de Aladino o The Blue Note son algunos de los nombres que se veían en los carteles luminosos del Pasaje, cuyo espíritu se extendió por las zonas aledañas, como la Plaza de la Nogalera, donde abrió el primer bar para mujeres lesbianas: el ‘Pourquois Pas?’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.