miércoles, 11 de diciembre de 2019

#hemeroteca #gais #testimonios | Joe Orton, reír hasta ser ceniza

El Mundo / Joe Orton, en Londres, 1964 //

Joe Orton, reír hasta ser ceniza.

Siete obras fueron suficientes para que el dramaturgo británico revolucionara la escena de los 60. No le dio tiempo a más. Tenía 34 años cuando su pareja lo asesinó propinándole nueve martillazos en la cabeza.
Alberto Conejero | El Mundo, 2019-12-11
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/12/11/5dea95defdddff98048b45e9.html 

Tal fue la perfección con la que el joven John Kingsley Orton se metamorfoseó en el fabuloso Joe Orton, que en ocasiones el relato de su incandescente biografía ensombrece la grandeza de su obra. Aterrizó en este mundo el 1 de enero de 1933, en Leicester; fue el primogénito de un matrimonio cabreado con la vida: Elsie, la madre, había trabajado en una fábrica de calzado hasta que la tuberculosis le arrebató un pulmón, y William, el padre, mostraba la misma alegría de vivir que los setos que cuidaba en su trabajo como jardinero municipal. Los Orton criaron a sus cuatro hijos con la intención de quien firma un plan de pensiones.

Para romper el tedio de sus primeros trabajos de oficina, el joven Orton se entrega al teatro, descubriendo su vocación. Se encierra en las bibliotecas, hace cursos para suavizar el acento, esculpe su cuerpo a golpe de mancuerna. Los astros se conjuraron para que coincidiera con Kenneth Halliwell, siete años mayor que él, en la Real Escuela de Arte Dramático de Londres en 1951. Una herencia familiar -la madre de Halliwell había fallecido por la picadura de una avispa, cuando éste era un niño- les permite vivir juntos y dedicarse a aquello para lo que el destino los había elegido. Como en una fiebre, se aman y escriben, pero las editoriales rechazan aquellos escritos a cuatro manos. Terminan la novela ‘Los últimos días de Sodoma’ en 1957. También es ignorada, así que deciden intentarlo por separado.

En 1959 alquilan un piso de 20 metros cuadrados en el 25 de Noal Road, en el barrio de Islington. La herencia se va acabando y subsisten con apenas cinco libras a la semana. Sustraen libros de la biblioteca local, los intervienen -modificándolos con collages extraordinarios- y los devuelven. Son descubiertos y declarados culpables de robo y «daño malicioso». Pasan seis meses encarcelados en distintas prisiones. Es la primera y última vez que están tanto tiempo sin verse.

En 1963, la BBC paga 65 libras a Orton por la retransmisión radiofónica de su obra ‘El rufián en la escalera’. Confiado, envía una copia de ‘Entreteniendo al señor Sloane’ a la agente teatral Peggy Ramsay. El estreno en 1964 divide a la crítica entre el elogio y el desprecio, pero él ya ha alcanzado la popularidad. Sus piezas exploran la miseria moral de las clases populares, lejos del retrato idealizado de otros autores. Para hablar del suburbio, para retratarlo, es necesario haber nacido allí y haberlo sufrido. La nómina de su teatro la forman amas de casa codiciosas, policías corruptos, chaperos desalmados y rateros profanadores de tumbas. Crea una dramaturgia que busca la carcajada del espectador para desencajarle inmediatamente la mandíbula. Los siguientes montajes de Orton siguen la tónica de altibajos en la recepción. Una producción de ‘El botín’ en 1966 da con el tono justo y cosecha grandes críticas. Entonces revisa ‘El rufián en la escalera’ para su estreno teatral, escribe ‘The Erpingham Camp’, y realiza un guion para The Beatles llamado ‘Up against it’.

En apariencia, la pareja disfruta del éxito de Orton, pero las discusiones se suceden. Halliwell sufre extrañas enfermedades: dolores en el pecho o pigmentaciones en la piel. Se dedica a hacer ‘collages’ y a corregir las obras de su compañero convertido en rutilante estrella. El 20 de diciembre de 1966 Orton empieza a escribir un ‘Diario’ en el que da cuenta de su agitada vida sexual y de las tribulaciones del oficio: «Compré los periódicos. Críticas nada buenas. [...] Menos mal que anoche follé bien. Algo he sacado de mi regreso a Londres», escribe el 7 de junio de 1967. Orton deja las páginas con el relato pormenorizado de sus escarceos dentro de una carpeta de cuero rojo veteado al alcance de Halliwell; éste, cuya influencia e intervención directas en los textos de Orton fueron decisivas para su éxito, se siente ahora un personaje amortizado y a punto de emprender el mutis.

El 9 de agosto de 1967, el chófer de Paul McCartney acude para llevar al dramaturgo a una reunión con The Beatles. Nadie abre la puerta. La policía encuentra a Orton con el cráneo reventado por nueve martillazos. El martillo estaba a su lado, en la colcha, y en el centro de la habitación, el cadáver de Kenneth. Éste había fallecido por la ingesta de 20 pastillas de Nembutal. La policía encontró la siguiente nota de Kenneth: «Todo se aclarará cuando lean el diario. Sobre todo la última parte». Dos años después, se estrenaría ‘Lo que vio el mayordomo’, la última pieza que Orton dejó escrita.

Los días posteriores al crimen, las familias deciden respetar la voluntad de los amantes. La hermana de Joe tomó un puñado de cenizas de cada urna para mezclarlas y dijo: «Un poco de Joe y un poco de Kenneth». Peggy, la agente, no pudo contenerse y exclamó: «Queridita, esto no es una receta de cocina». Una escena final digna del propio Orton.

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