jueves, 12 de diciembre de 2019

#hemeroteca #libertades #justicia | El Tour de La Manada: la banalidad de la vanguardia y el dolor de la víctima

Imagen: El Salto / F.E.A., Feministas con Esperanza Aguirre, 2016
El Tour de La Manada: la banalidad de la vanguardia y el dolor de la víctima.
Homo Velamine intentaba hacer reflexionar a la sociedad sobre la difusión de noticias falsas con la web del tour de La Manada. Podemos considerar desproporcionada la pena de prisión, pero hacer una página web sobre la violación grupal es una acción idiota, extremadamente dañina para la víctima y nada radical.
Nacho M. Segarra | El Salto, 2019-12-12
https://www.elsaltodiario.com/manada/el-tour-de-la-manada-la-banalidad-de-la-vanguardia-y-el-dolor-de-la-victima

Ayer se resolvía el juicio contra el autor de la famosa web que anunciaba un falso recorrido turístico por los lugares relacionados con el caso de violación ocurrida en los sanfermines de 2016. La pena, dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Navarra y que podemos considerar desproporcionada para cualquier persona que esté en contra de las respuestas punitivas, es de un largo año y medio de prisión y unos escasos 15.000 euros, para paliar el profundo dolor y malestar psicológico que la victima había sufrido tras conocer, por medios generalistas, la existencia de dicho recorrido.

Detrás de esa página web se encontraba la acción de un grupo de artistas llamados Homo Velamine, autodefinidos como “colectivo ultrarracionalista” y que, según ellos, intentaba hacer reflexionar a la sociedad sobre la presencia de noticias falsas en unos medios de comunicación que habían caído en su trampa dando voz a una falsa página web en una acción que se configuraba, siempre según su versión, como una denuncia radical.

Merece la pena centrarse en la breve historia de este grupo ultrarracionalista, por el modo en el que señala las muchas carencias de una escena cultural madrileña raquítica de pensamiento, obra y omisión. La aparición de unos niños bien dispuestos a hacer ‘boutades’ culturales con un aire rompedor fue celebrada por un montón de gente a la que considero cabal, incluido yo mismo: ¡¡A Madrid volvían las melenas modernistas y las greñas románticas!! Esos tipos que aparecían en Luces de Bohemia y que sacaban a Max Estrella de la cárcel al grito de “¡¡maestro!!” retornaban al centro de la ciudad introduciéndose en manifestaciones, celebraciones políticas o algaradas varias con lemas absurdos y cánticos idiotas.

Desde luego, conquistaron mi corazón con su campaña F.E.A. (Feministas por Esperanza Aguirre), que ponía el acento, o eso creía yo, sobre cierto aprovechamiento por parte de la derecha de los ideales feministas. No acababa de comprender muchas de sus acciones pero, seamos sinceros, en medio de asuntos tan vergonzosos como el encarcelamiento de unos titiriteros por su supuesto ensalzamiento de ETA en las fiestas del barrio de Tetuán, los chicos parecían tener garra y ganas de trastocar las cosas.

El romance fue efectivamente breve. Realizaron un vídeo sobre el edificio España, recién comprado por el grupo Wanda, en el que interpelaban a los viandantes preguntándoles si sabían que el edificio se iba a convertir en el bazar chino más grande de Madrid. A ese racismo sin complejos se le unió el coqueteo con la presencia de fascistas en redes sociales en clave estética, nostálgica y paternalista.

Hemos de reconocer que en eso resultaron avispados al señalar, entre divertidos y fascinados, los razonamientos al límite de la inteligencia y la estética florida que, años después, iban a saltar de los rincones más abyectos de las redes sociales al ‘mainstream’ político a través de Vox.

El próximo frente contra el que disparar era el feminismo, básicamente con el despliegue de una inmensa bandera española con el símbolo feminista y el lema “Viva España Feminista” en la histórica manifestación del 8M de 2018, así como la presencia de unos hombres disfrazados de mujeres en la contramanifestación antifeminista del año siguiente bajo el eslogan “Por un día de la mujer diferente”. El tema de la clase social no iba a quedar atrás y lo abordaron, siempre desde su peculiar filosofía, haciendo “garbeos ultrarracionales”, básicamente paseos en zonas obreras de Madrid —por ejemplo, Prosperidad— manteniendo su visión de turistas, de visitantes socioeconómicos que disfrutan de la autenticidad del pueblo llano y sus bares aceitosos.

Muchos de esos actos fueron dirigidos de manera estricta y coreografiada —según me comenta una antigua simpatizante que prefiere permanecer anónima— y llevados a cabo por una filosofía que tiene poco o nada de original: algo de vanguardia de derechas que es tan vieja como el futurismo, algo de guerrilla de la información de los años 60 mezclada la figura del antisistema reaccionario contemporáneo que tiene su origen en la era Reagan y que se extiende a las cloacas de internet con 4chan —especialmente su identificación de la censura de los discursos políticamente correctos como el feminismo—. También, por supuesto, algo de teoría de la sociedad del espectáculo mal digerida y mucha, pero que mucha publicidad (¿alguno de estos chicos se dedica al ramo del marketing?). El producto resultante, y mal que les pese, tenía fuertes características contemporáneas, especialmente en su confusión ideológica y en su escasa demanda de pensamiento en los/as participantes y espectadores/as.

Junto a todos esos detritus culturales fácilmente reciclables, existe un elemento que resulta tan naif que solo puede ser falso: su concepción de que viven fuera de la ideología. Me explico: la página web del tour de La Manada se creó con la idea de mostrar cómo ellos (la vanguardia) podían manipular a los medios a través de falsas noticias para despertar al pueblo (nosotros), y señalarles, ojo, en 2019, aquello que es verdadero y que es falso. De hecho, parte de su alegato de defensa se ha construido en base a la idea de que no pretendían vejar a la víctima sino demostrar la manipulación mediática a través de noticias falsas.

Aquí, claro, hay dos problemas: el primero, especialmente grave, es la situación de la víctima, una mujer que ha sufrido una violencia machista brutal y cuyo estado ha empeorado por una página web, el otro, mucho más idiota, es el debate de las noticias falsas.

La cuestión, para mí, no es si el tour de La Manada era verdadero o falso, sino si era probable o improbable. Todos nosotros, todas nosotras, navegamos diariamente en una multitud de datos y noticias no verificadas —la banalización del ‘factchecking’ es otro artículo—, noticias reales que parecen falsas y falsas con todos los visos de realidad, y evaluamos muchas de ellas con la única herramienta que tenemos a mano, al marco en el que vivimos.

El tour de La Manada puede que fuera falso pero, desde luego, era un hecho probable porque, primero, el machismo nos ha enseñado el escaso valor que debemos dar a las víctimas y, segundo, porque el capitalismo y la turistificación que vivimos en nuestros entornos nos ha enseñado que nuestros estilos de vida, y dentro de ellas incluimos a nuestras tragedias, pueden convertirse en mercancías que pueden ser vendidas si atraen a un número suficiente de personas dispuestas a gastarse dinero, tal como hacen los propios Homo Velamine visitando barrios obreros.

Hacer una página web sobre la violación machista de la Manada era una acción desde luego ni radical ni progresista, sino idiota, corta de miras y, lo más importante, extremadamente dañina para la victima cuyo sufrimiento debe respetarse, pero conviene también preguntarse si la extremada banalidad de Homo Velamine merece un año y medio de cárcel o simplemente que soplemos esa vela con la que presuntamente nos quieren guiar no sé dónde, pero a algún sitio cerca del barrio de Salamanca.

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