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La viruela del mono: relacionar el virus con el 'chemsex' y la comunidad gay es "perjudicial para todos".
Asociaciones y psicólogos alertan de que las informaciones infundadas que relacionan los contagios con el colectivo gay refuerzan el estigma LGTBI y alejan a los posibles enfermos de los servicios de salud.
María G. San Narciso | El Periódico, 2022-06-28
https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20220528/viruela-mono-chem-sex-lgtbi-gais-13720529
"¿Se clausuró la funeraria donde hubo el primer gran brote de Covid en Vitoria-Gasteiz? ¿Sabemos la orientación afectivo-sexual de todos los asistentes al Valencia-Milán? ¿Circularon fotos del primer contagiado en la Gomera?». Estas preguntas las lanzó en Twitter el escritor y activista Christo Casas más bien a modo de respuesta ante todas las informaciones que han asociado la viruela del mono con una sauna. Y, por extensión, con hombres que tienen sexo con hombres. La diana, decía él, siempre la tienen pintada los mismos.
Plataformas y asociaciones LGTBI han puesto el grito en el cielo por una situación que a algunos les ha recordado lo vivido con el VIH décadas atrás. Fue en el año 1971 [sic, 1981], cuando un brote epidémico en cinco hombres gais llamó la atención de las autoridades sanitarias. En adelante, las "informaciones malintencionadas" generaron entonces un estigma dirigido hacia las personas LGTB, como recuerda Mario Blázquez, coordinador de Programas de Salud del COGAM, Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid.
Contagios y acceso a la sanidad
En aquel caso, como en este, se contagiaron también personas cis heterosexuales. Por eso, asociar el brote con el colectivo "no tiene ningún sentido". También Joaquim Roquetas, presidente de la asociación Gais Positius y miembro de la Plataforma LGTBIcat, apunta que informar está bien, pero sin alarmismo. El mensaje para él es explicar los porqués y la información que sirva para atajar el problema. "Hay que evitar que en este contexto actual se vinculen posibles mensajes discriminatorios aprovechando esta situación", afirma.
Hasta ONUSIDA (el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida) ha tenido que pronunciarse para pedir prudencia. "La experiencia demuestra que la retórica estigmatizante puede desactivar rápidamente la respuesta en base a pruebas científicas, fomentando los ciclos de miedo, alejando a las personas de los servicios de salud, obstaculizando los esfuerzos para identificar los casos y fomentando medidas inefectivas y punitivas", expuso Matthew Kavanagh, asesor especial de este organismo, en alusión a lo que ocurrió con el VIH.
"Una carga más"
"Quien tenga la viruela del mono y haya leído que es algo de gais y bisexuales que encima consumen sustancias va a darle reparo ir al centro de salud, con todos los problemas que eso acarrea", añade el portavoz del COGAM.
Porque es lo que tiene la estigmatización, que empuja a las personas a los márgenes. Roberto Sanz, psicólogo y sexólogo en la Fundación Sexpol, explica que esto es "un granito más" a lo que ya viven: "Se les castiga, se les mira mal por tener demasiadas parejas sexuales, por expresar su sexualidad en público... Si asociamos también una enfermedad, como pasó con el VIH, añadimos una carga más. El miedo inducido en un colectivo es muy difícil de quitar".
Desde un punto de vista psicológico, el sexólogo señala que puede implicar que muchos escondan su orientación, obligándose a estudiar en qué contextos y con qué personas se pueden abrir o no. "También va aparejada la vergüenza, pero principalmente hay miedo al rechazo social y a la infección", afirma.
La viruela del mono se identificó por primera vez en 1958. Fue en el Instituto Serológico Estatal de Copenhague, en una población de simios. De ahí su nombre. En principio, se transmite por vía sexual de la misma manera que por cualquier actividad que implique contacto. Bastaría con compartir un jersey o ropa de cama. Aunque ahora expertos europeos plantean si podría haber desarrollado «una nueva habilidad para transmitirse por el aire».
El primer brote en España, en vez de ocurrir en un vestuario de un gimnasio, fue en una sauna. No tardó en salir el nombre de la misma, en clausurarse y en explicarse que los infectados habían tenido prácticas sexuales entre ellos. También se llegó a informar de que todos estaban consumiendo sustancias.
Pero este virus no es como el VIH: da igual el uso del preservativo, lo que importa es el contacto de piel con piel. También los fluidos corporales y las gotas de aliento. Y claro, en el sexo de eso hay bastante.
Juicios moralizantes
"Se intentan subrayar connotaciones que moralmente son peyorativas, como acceder a espacios de sexo públicos y el consumo de sustancias. Así pueden continuar diciendo que los modelos de vida LGTB no son los adecuados", sigue Blázquez. A eso se le añade la enfermedad y tienes el discurso homofóbico perfecto.
Blázquez recuerda que las prácticas sexuales unidas al consumo de estupefacientes no es algo que el colectivo de gais y bisexuales tengan en exclusividad, si bien es cierto que el 'chemsex' (encuentros sexuales en los que se toman drogas para desinhibirse) es un problema de salud pública emergente. Su práctica ha aumentado en los últimos años, sobre todo a raíz de la pandemia.
'Chemsex': un problema de salud emergente
Hay otros factores que influyen en el mayor consumo en el colectivo, lo que derivará en nuevos problemas de salud. "Y de todo lo que conlleva el 'chemsex': soledad, baja autoestima...", relata. Apunta que son problemas que no van a trascender fuera de la comunidad, pero que deben atajarlos ya, entre todos.
A sus ojos, las autoridades sanitarias y las competentes en materia de consumo no están haciendo todo lo necesario para abordarlo. O más bien "lo obvian". Organizaciones como ellas seguirán informando al colectivo con las baterías de reducción de riesgos y de daños para que asuman los menores riesgos posibles y defendiendo que cada uno, con su vida, puede hacer lo que quiera sin que nadie les moralice.
Plataformas y asociaciones LGTBI han puesto el grito en el cielo por una situación que a algunos les ha recordado lo vivido con el VIH décadas atrás. Fue en el año 1971 [sic, 1981], cuando un brote epidémico en cinco hombres gais llamó la atención de las autoridades sanitarias. En adelante, las "informaciones malintencionadas" generaron entonces un estigma dirigido hacia las personas LGTB, como recuerda Mario Blázquez, coordinador de Programas de Salud del COGAM, Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid.
Contagios y acceso a la sanidad
En aquel caso, como en este, se contagiaron también personas cis heterosexuales. Por eso, asociar el brote con el colectivo "no tiene ningún sentido". También Joaquim Roquetas, presidente de la asociación Gais Positius y miembro de la Plataforma LGTBIcat, apunta que informar está bien, pero sin alarmismo. El mensaje para él es explicar los porqués y la información que sirva para atajar el problema. "Hay que evitar que en este contexto actual se vinculen posibles mensajes discriminatorios aprovechando esta situación", afirma.
Hasta ONUSIDA (el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida) ha tenido que pronunciarse para pedir prudencia. "La experiencia demuestra que la retórica estigmatizante puede desactivar rápidamente la respuesta en base a pruebas científicas, fomentando los ciclos de miedo, alejando a las personas de los servicios de salud, obstaculizando los esfuerzos para identificar los casos y fomentando medidas inefectivas y punitivas", expuso Matthew Kavanagh, asesor especial de este organismo, en alusión a lo que ocurrió con el VIH.
"Una carga más"
"Quien tenga la viruela del mono y haya leído que es algo de gais y bisexuales que encima consumen sustancias va a darle reparo ir al centro de salud, con todos los problemas que eso acarrea", añade el portavoz del COGAM.
Porque es lo que tiene la estigmatización, que empuja a las personas a los márgenes. Roberto Sanz, psicólogo y sexólogo en la Fundación Sexpol, explica que esto es "un granito más" a lo que ya viven: "Se les castiga, se les mira mal por tener demasiadas parejas sexuales, por expresar su sexualidad en público... Si asociamos también una enfermedad, como pasó con el VIH, añadimos una carga más. El miedo inducido en un colectivo es muy difícil de quitar".
Desde un punto de vista psicológico, el sexólogo señala que puede implicar que muchos escondan su orientación, obligándose a estudiar en qué contextos y con qué personas se pueden abrir o no. "También va aparejada la vergüenza, pero principalmente hay miedo al rechazo social y a la infección", afirma.
La viruela del mono se identificó por primera vez en 1958. Fue en el Instituto Serológico Estatal de Copenhague, en una población de simios. De ahí su nombre. En principio, se transmite por vía sexual de la misma manera que por cualquier actividad que implique contacto. Bastaría con compartir un jersey o ropa de cama. Aunque ahora expertos europeos plantean si podría haber desarrollado «una nueva habilidad para transmitirse por el aire».
El primer brote en España, en vez de ocurrir en un vestuario de un gimnasio, fue en una sauna. No tardó en salir el nombre de la misma, en clausurarse y en explicarse que los infectados habían tenido prácticas sexuales entre ellos. También se llegó a informar de que todos estaban consumiendo sustancias.
Pero este virus no es como el VIH: da igual el uso del preservativo, lo que importa es el contacto de piel con piel. También los fluidos corporales y las gotas de aliento. Y claro, en el sexo de eso hay bastante.
Juicios moralizantes
"Se intentan subrayar connotaciones que moralmente son peyorativas, como acceder a espacios de sexo públicos y el consumo de sustancias. Así pueden continuar diciendo que los modelos de vida LGTB no son los adecuados", sigue Blázquez. A eso se le añade la enfermedad y tienes el discurso homofóbico perfecto.
Blázquez recuerda que las prácticas sexuales unidas al consumo de estupefacientes no es algo que el colectivo de gais y bisexuales tengan en exclusividad, si bien es cierto que el 'chemsex' (encuentros sexuales en los que se toman drogas para desinhibirse) es un problema de salud pública emergente. Su práctica ha aumentado en los últimos años, sobre todo a raíz de la pandemia.
'Chemsex': un problema de salud emergente
Hay otros factores que influyen en el mayor consumo en el colectivo, lo que derivará en nuevos problemas de salud. "Y de todo lo que conlleva el 'chemsex': soledad, baja autoestima...", relata. Apunta que son problemas que no van a trascender fuera de la comunidad, pero que deben atajarlos ya, entre todos.
A sus ojos, las autoridades sanitarias y las competentes en materia de consumo no están haciendo todo lo necesario para abordarlo. O más bien "lo obvian". Organizaciones como ellas seguirán informando al colectivo con las baterías de reducción de riesgos y de daños para que asuman los menores riesgos posibles y defendiendo que cada uno, con su vida, puede hacer lo que quiera sin que nadie les moralice.
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