sábado, 4 de junio de 2022

#hemeroteca #lgtbifobia #delitosdeodio | La LGTBIfobia en redes sociales: "Es la puerta del infierno"

Público / Manifestante en Valencia para denunciar el asesinato de Samuel Luiz //

La LGTBIfobia en redes sociales: "Es la puerta del infierno".

Carla Antonelli, exdiputada de la Asamblea de Madrid, Fran Pardo, activista, e Iria, estudiante, explican cómo un aumento del discurso de odio hacia el colectivo LGTBI está causando una vuelta al armario en las redes sociales.
Irene González Rodríguez | Público, 2022-06-04
https://www.publico.es/sociedad/lgtbifobia-redes-sociales-puerta-infierno.html 

Las agresiones hacia el colectivo LGTBI son un riesgo al que se enfrentan todas las personas que viven en los márgenes de la cisheterosexualidad. Las redes sociales se han convertido en otro de los espacios donde el colectivo tiene que enfrentarse a insultos, acoso o incluso amenazas de muerte. Carla Antonelli, Fran Pardo e Iria cuentan a Público cómo han vivido este tipo de LGTBIfobia.

Según una encuesta realizada en 2019 por la Agencia Europea de Derechos Humanos en la que participó la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+), casi el 70% de las personas LGTBI han sufrido LGTBIfobia a través de las redes sociales en los últimos años. La portavoz de delitos de odio de la asociación española, Laura Tejedor, afirma que este tipo de violencia contra el colectivo "cada vez va a más". "Estamos hablando de una violación de derechos fundamentales", subraya.

La viralización de la LGTBIfobia
Iria es una mujer trans de 23 años. Hace ya más de un año, en febrero de 2021, su nombre se convirtió en ‘trending topic’ en la red social Twitter, en lo que fue una semana de una campaña de odio hacia ella y su identidad trans. Esto se originó por la publicación del vídeo de una asamblea de varios colectivos feministas en el que Iria participaba como militante.

La joven recuerda el día que se hizo viral en la famosa red social: "Una amiga me preguntó esa tarde si había entrado en Twitter, y cuando lo hice me encontré con cuentas desconocidas que interactuaban con mi perfil burlándose de mi imagen. Antes de esa noche me encontré que ya era público dónde vivía, en qué universidad estudiaba, qué carrera, cuando la había empezado...". La situación se extendió también a sus relaciones más cercanas, ya que su novia y sus amigas también empezaron a ser acosadas por apoyarla.

La estudiante explica el impacto psicológico que supone esta violencia. "No se trata solo de que se esté vulnerando tu intimidad, sino que se está vulnerando tu propia identidad. Mi voluntad de exposición pública ha retrocedido en el tiempo muchísimo por culpa de esto". Según la encuesta europea, el 30% de las personas agredidas reducen su uso de las redes sociales.

Una consecuencia que diferencia esta violencia de otras que sufre el colectivo es la huella digital que causa. El daño reputacional de estas agresiones puede afectar no solo a la vida personal de quienes las sufren, sino también a la profesional. "Yo voy a una entrevista de trabajo y no digo que soy trans, pero si esa persona estuvo en Twitter en febrero de 2021 le va a sonar mi cara", cuenta Iria. Reconoce que ha tenido que salir del armario a la fuerza con varias personas por culpa de su viralización.

Fran Pardo, un joven activista de 25 años, sufrió acoso en redes sociales durante varios años. ​"Yo era bastante activo en Twitter con lo que se conoce como ciberactivismo, escribía muchos mensajes a favor del colectivo LGTB, de las personas trans...", explica. El mayor número de amenazas las recibió en 2015, cuando una persona mencionó su perfil en Twitter para amenazarle con un tuit que decía: "¿Saco la pipa o a puñetazos?". Este se viralizó y otras personas empezaron a comentar el tuit con mensajes de odio, en los que hablaban de diferentes maneras de infringirle daños físicos a Pardo. Así se creó una ola de amenazas contra el joven, que todavía era menor de edad.

La portavoz de delitos de odio de la FELGTBI+ explica que "el miedo a encontrarte con personas en las redes que no para de insultarte, de atacarte e incluso de amenazarte hace que te plantees ocultar tu identidad, y hay personas que incluso se plantean el suicido".

Pardo recuerda cómo la situación le marcó. "A mí me han deseado la muerte de todas las formas posibles", cuenta. Admite que pasó miedo, y que el acoso todavía ahora condiciona su día a día. "Imagina a un chaval de 17 o 18 años que tenga que lidiar con eso, leer esos comentarios, asumir que hay gente a la que le gustaría verte muerto, o que incluso si pudiese te mataría. Y no tienes por qué pensar que es una tontería, que es un comentario, que 'la gente por Twitter se calienta...'. No tenemos por qué pensar eso porque las agresiones hacia el colectivo son una realidad y hemos visto cómo pueden acabar en el asesinato", afirma.

"Buscan que volvamos a los armarios"
Carla Antonelli, la primera mujer transgénero en acceder a un cargo de representación parlamentaria en España y exdiputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE, sufre las consecuencias del discurso de odio en redes sociales a diario. "Twitter es la puerta del infierno", afirma.

Antonelli ha llegado a ser amenazada de muerte en varias ocasiones, en lo que define como un "acoso infinito". Reconoce que ha llegado a sentir miedo por su propia seguridad. "Bajo el miedo y el temor, buscan que volvamos a los armarios de los que salimos. Es el precio de la visibilidad, es un peaje que hay que pagar", reconoce con rabia.

El aumento de la LGTBIfobia es ya una realidad que se sufre cada día en el colectivo. En mayo, el índice anual Rainbow Europe situaba a España en el undécimo puesto del ránking europeo en derechos LGTBIQ+. En 2021, el país ocupaba el sexto puesto, y hace una década, el segundo.

La exdiputada afirma que los discursos de odio liderados por los representantes políticos de extrema derecha han calado en la sociedad. "Si hay un político de ultraderecha señalando a las personas trans, un sector de la sociedad se va a sentir legitimado para hacerlo también. Ahí es donde estriba el mayor de los peligros", sentencia.

Pardo lamenta que este discurso se reproduzca. "No podemos seguir normalizando que el debate público cuestione nuestra existencia, nuestras realidades y nuestros derechos. No se puede tolerar ni respetar esos discursos de odio, hay personas vulnerables que cada día conviven con ese miedo como fue mi caso. Y no podemos esperar a que haya asesinatos como el de Samuel para actuar", afirma.

La inmunidad del anonimato
El anonimato es una característica esencial de los agresores de la violencia online. Una herramienta de las redes sociales que, para la comunidad LGTBI, puede ser una manera de expresar tu identidad y tu orientación sexual más libremente que en la realidad offline. También de encontrar respuestas cuando te cuestionas esa identidad sin tener que exponerte a tu entorno. El auge de los discursos de odio ha demostrado que el anonimato es un arma de doble filo.

"Tenemos una red social que permite ponerte un nombre que puede no ser el tuyo, una imagen que puede ser tuya o no, y eso te da la sensación de inmunidad y vía libre para decir las burradas que quieras", explica Tejedor. Este escenario facilita al agresor cometer delitos de odio. A pesar de este anonimato, la portavoz explica que la mayoría de los agresores son hombres cisheterosexuales que atacan a personas que no conocen.

"Es un mundo de bots y ‘terfs’, la mayoría son cuentas desconocidas, y cada persona real puede tener veinte o treinta cuentas", explica Antonelli. "Te imaginas a gente que llega de sus trabajos y su mayor entretenimiento por la tarde es ponerse delante de un ordenador y a sacar de lo más profundo de su ser la parte oscura y perversa, sin límites, de una forma hasta sádica, cuando en la vida real no harían algo así", reflexiona.

Los agresores de Iria eran, exceptuando a un par de personas, gente que ella desconocía. También los de Pardo. Ambos coinciden en que la deshumanización de las redes sociales facilita mandar mensajes de odio sin pensar en las consecuencias. "El problema es que las personas LGTBI somos reales y existimos, y aunque para la persona que me escribe mensajes repletos de odio y transfobia en Twitter no significa nada mandarme un mensaje en su día, ni en su semana, ni será lo que le cuente a su pareja en la cama antes de irse a dormir, a mí me está jodiendo la vida", lamenta Iria.

Parar el acoso
La portavoz de delitos de odio de la FELGTBI+ afirma que hay un problema de infradenuncia. Las cuatro personas entrevistadas coinciden en que hay una normalización del odio, que incluso las personas del colectivo asumen, y que hace que no se busque denunciar estas violencias. Sin embargo, hay más factores que influyen. "Hay personas que piensan que no va a servir de nada, o que no se sienten comprendidas por su orientación o identidad por la Policía, y hay personas que no quieren exponerse por tener que denunciar e ir a juicio", explica Tejedor.

Es el caso de Iria, quien reconoce que, aunque se planteó denunciar, finalmente no lo hizo. "Yo, que soy una persona que depende de sus padres, me di cuenta de que si denunciaba podría llegar a mi casa una carta en la que ellos, que no conocen mi identidad, se enterasen de que he denunciado por transfobia a un grupo de gente anónima de internet".

Pardo sí denunció, aunque esperó a ser mayor de edad para poder hacerlo sin ir acompañado por un tutor legal. No quería que sus padres supieran el acoso que estaba sufriendo. "Imagínate ver que tu hijo está recibiendo comentarios que dicen que le quieren ahorcar o matar a puñetazos, y encima teniendo 17 años. Me esperé bastante para explicarle a mi familia la situación", explica.

Su caso se llevó a juicio, aunque para ello el joven tuvo que esperar siete años desde que puso la denuncia en comisaría. Recuerda que uno de los jueces que llevó su caso no sabía lo que era Twitter. "¿Cómo puedes ser un juez instructor en una causa de amenazas en Twitter si no sabes lo que es ni el alcance que tiene una red social así?", se pregunta. De los más de veinte tuits que denunció, la Policía solo encontró el autor de uno, que acabó condenado a nueve meses de cárcel. Pardo dice que tuvo suerte, ya que no se esperaba que la acusación prosperara.

El activista cree que para poner fin a este acoso es necesario "que también se cree una legislación que persiga de manera efectiva y real los verdaderos delitos de odio contra los verdaderos colectivos vulnerables". También opina que hay que mejorar el sistema judicial para poder rastrear estos mensajes. "Para perseguir canciones de rap parece que sí que hay esos mecanismos, pero para condenar mensajes de odio de la extrema derecha contra colectivos vulnerables no", lamenta. Pardo asegura que, por encima de todo esto, lo esencial es "ir a la raíz del problema". "Si desde la educación no ponemos mecanismos para evitar que futuras generaciones sean LGTBIfóbicas podemos poner muchos parches, pero no encontraremos una solución real", dice con firmeza.

Antonelli denunció las amenazas más graves, aunque también reconoce que no denuncia todos los mensajes de odio que recibe debido a su cantidad. Cree que, por todo ello, es necesario concienciación sobre las consecuencias de la LGTBIfobia y un pacto de Estado que proteja a las personas del colectivo, y a las personas trans en especial, de esta violencia, para así erradicarla de forma global. "No hemos llegado hasta aquí para dar pasos atrás, al armario no vamos a volver", sentencia.

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