miércoles, 25 de julio de 2018

#hemeroteca #justicia | Garbiñe Biurrun: “Hay una regresión hacia el puritanismo. Antes primaba la libertad de expresión”

Imagen: ctxt / Garbiñe Biurrun
Garbiñe Biurrun · Presidenta de la Sala de lo Social del TSJPV: “Hay una regresión hacia el puritanismo. Antes primaba la libertad de expresión”.
Gorka Castillo | ctxt, 2018-07-25

http://ctxt.es/es/20180725/Politica/20878/Gorka-Castillo-Garbi%C3%B1e-Biurrrun-jueza-presidenta-Tribunal-Superior-de-Justicia-del-Pais-Vasco.htm

“Soy una persona normal y corriente aunque con un punto excesivo de responsabilidad. Y eso es lo que me lleva a manifestarme, a opinar, porque creo que todos tenemos el compromiso de intentar que nuestro mundo sea mejor de lo que es y ahí, a veces, me excedo”. Garbiñe Biurrun (Tolosa, 1960) es presidenta de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) desde hace nueve años. Que una mujer ocupe un puesto de esa relevancia en 2018 empieza a ser habitual pero en 1977, cuando entró en la universidad, no lo era en absoluto. “Es que hasta finales de los años 60 las mujeres teníamos prohibido ser juezas”, aclara. Sin embargo, las cosas deben cambiar mucho más. Aunque las mujeres representan ya el 64% de jueces y magistrados menores de 50 años que hay en España, “la justicia sigue teniendo rostro de hombre”. Crítica con el machismo social que le rodea, Biurrun es madre de dos hijos y tan buena conversadora que a su lado el tiempo aparenta discurrir más rápido. Reconoce que le influye la política, pero desvela un sinfín de razones para rechazar cualquier tentación que le hagan para dar el salto. “Estoy bien como estoy”, asegura con una firmeza enigmática y el rostro iluminado por una sonrisa que parece perpetua.

-¿Cómo prefiere que la llamen, jueza o la juez Biurrun?
-Jueza. Sin ningún género de duda. De hecho, la asociación a la que pertenezco se llama “Juezas y Jueces para la Democracia” desde hace un año.

-Es extraño ver a una mujer ocupando un alto cargo de la judicatura. ¿Le costó llegar?
-Bueno, cada vez es menos raro. Ya hay mujeres que presiden audiencias provinciales, algunas salas de tribunales superiores, como es mi caso, e incluso en el Tribunal Supremo. Es verdad que somos pocas todavía, pero si se analiza la pirámide profesional, la carrera judicial tiene rostro de mujer y la base es mayoritariamente femenina. Lo que sucede es que la parte alta está ocupada por hombres porque son los que tienen más antigüedad. Las mujeres no pudimos acceder a la carrera judicial hasta finales de los años 60. Teníamos prohibido ser juezas. Y si añadimos el punto de machismo estructural de nuestra sociedad, puedes entender el desequilibrio que existe en la judicatura aunque lo estemos corrigiendo. El ejemplo más claro es que más del 50% de las sentencias que se dictaron el pasado año en España fueron realizadas por mujeres.

-Sin embargo, en la Comisión General de Codificación que iba revisar la tipificación del delito sexual sólo había hombres.
-Es que hacía mucho tiempo que no se reunía y cuando la resucitaron nadie tuvo el más mínimo reflejo para decir que aquello no podía ser y que había que rediseñarla. Pero no sólo fue un fallo de la justicia, sino también de la universidad, porque una parte importante de la Comisión procede del mundo académico. Aunque luego se subsanó, este error fue la demostración de la falta de cintura política que existe respecto al género. Personalmente no me sorprendió porque soy consciente de que muchos siguen mirando estas cosas a través de unas gafas exclusivamente masculinas. Para algunos, la igualdad parece que no es importante.

-Madre, jueza, tertuliana. ¿Le resulta complicado compaginar tantas responsabilidades?
-No, la verdad es que no. Seguramente hay gente que tiene muchísimas más dificultades que yo para conciliar la vida laboral y la familiar. En este aspecto, no me puedo quejar.

-¿Fue difícil llegar a la presidencia de la sala de lo Social del TSJPV?
-Quizá desde fuera se ve con otra perspectiva, pero en realidad toda mi vida ha discurrido de una forma natural. No recuerdo ningún episodio de desigualdad de género. Ni siquiera cuando entré en la universidad, en 1977, donde chicos y chicas convivíamos a la perfección. Lo de la carrera judicial, más que una cuestión personal, ha sido un asunto de mujer. Las cosas me han ido objetivamente bien, con dificultades, especialmente en el tema de la conciliación familiar porque es cierto que las mujeres asumimos un plus de responsabilidad.

-¿Cree que la justicia es machista?
-El derecho es el que tiene género, no sólo la justicia, porque está elaborado por hombres desde una óptica machista. Mira la composición de los parlamentos. Continúan siendo mayoritariamente masculinos y las leyes que redactan son interpretadas por una justicia que también está dominada por hombres. Y ahí es donde algunas mujeres tenemos nuestra parte de responsabilidad. Por eso es tan importante el papel del feminismo hoy en día. Porque nos recuerda cómo tenemos que funcionar para llegar a una igualdad efectiva. Hemos avanzado, sin duda, pero algunas sentencias como la de ‘La Manada’ nos advierte de que todavía nos queda mucho camino por recorrer.

-¿Qué siente cuando compañeros suyos, la mayoría hombres, debaten sobre qué es el abuso sexual y qué es agresión?
-Suelo recordarles el Convenio de Estambul sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer de 2014 porque es ahí donde se especifica con claridad que el delito sexual depende del consentimiento expreso de la víctima. Ya no sirve el “no es no”. Eso deberíamos darlo por supuesto. Sólo el “sí es un sí”. Algunos compañeros que dominan el área penal consideran que ha llegado el momento de eliminar la distinción entre el abuso y la agresión. El problema es que en España aún no hemos traspuesto el contenido del Convenio de Estambul al Código Penal. Creo que habría que hacer ya esa reforma.

-Con el Código Penal en la mano, ¿le parece acertada la sentencia de ‘La Manada’?
-Con los hechos probados me parece claro que hubo intimidación, agresión sexual y, por lo tanto, violación.

-¿Le resulta sospechoso que los condenados estén en la calle?
-No conozco las deliberaciones del tribunal pero supongo que habrá alguna explicación aunque, en mi opinión, la sentencia está construida de una forma extraña. Me refiero a que hay una calificación jurídica rebajada, sin demasiada explicación, para unos hechos tan contundentes. En todo caso, la argumentación relativa a la inexistencia de riesgos de reiteración delictiva es muy discutible porque si algo me ha quedado claro es lo que piensan los cinco miembros de ‘La Manada’. No han entendido nada de lo que hicieron a la chica y por eso creo que pueden volver a delinquir. Comprendo que son decisiones difíciles de tomar porque la prisión provisional siempre es una medida extraordinaria y excepcional.

-Pero, ¿no cree que falta empatía de género en la justicia?
-Las mujeres no podemos entender determinadas sentencias. Es evidente que vivimos una especie de desencuentro con la justicia por la forma que ha tenido de solventar casos intimidantes contra las mujeres.

-Tampoco muchos hombres lo comprenden.
-Sí, pero las mujeres nos enfrentamos a muchas más situaciones de alarma en la vida cotidiana. No es igual la sensación que puedo sentir yo al encontrarme con un desconocido cuando una noche voy sola por la calle que la que experimenta un hombre en esa misma situación. Yo me pongo alerta.

-A veces, ¿no exigen mucho a la víctima?
-Hay que partir del principio de que un proceso penal es una maquinaria potentísima del Estado que puede llegar a ser muy destructiva. También para la víctima, que se enfrenta a un largo y tortuoso camino donde muchas veces se escruta, y no debería, hasta su vida íntima. Esto produce muchas dudas a las víctimas, bastantes más que el funcionamiento de su defensa, de la fiscalía, la acusación particular y de las acusaciones populares, de las que soy una gran defensora.

-En otros países no existe la acción popular.
-Ya, pero tampoco tienen una fiscalía tan dependiente del gobierno como la nuestra. Por eso digo que el hecho de que la ciudadanía tenga la posibilidad de defenderse a través de la acción popular refuerza el amparo de la víctima, sobre todo cuando el Ministerio Público igual no considera delictivas determinados actos que, en realidad, lo son. Y pongo un ejemplo claro: la tortura.

-¿Alguna vez ha pensado que la justicia no es independiente?
-No es que lo piense, es que hay resoluciones en Europa que hablan de la complicada situación de la justicia en España y de la negativa percepción que de ella tiene parte de la ciudadanía. Son varios los informes que nos colocan en las últimas posiciones del ranking comunitario. Por lo tanto, sí lo he pensado. Tenemos problemas con la independencia del poder judicial en España y deberíamos intentar solucionarlo.

-¿Cómo hacerlo?
-Pues evitando casos como los dos últimos nombramientos de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, uno senador y el otro un alto cargo de Justicia. ¿Quién los ha nombrado? El Consejo General del Poder Judicial. Y, ¿cómo se nombra al CGPJ? En las Cortes. Hemos tenido muchos vocales que han terminado de ministros. Lo han hecho todos, no sólo el PP. La tentación de controlar a la justicia está en todas las instituciones, no sólo en los partidos políticos.

-¿Nunca le ha seducido la política?
-En 2016 me propusieron encabezar la candidatura de Podemos a lehendakari pero tuve razones personales para decir que no. Creo que la política puede hacerse desde muchos ámbitos y aunque comprenda que es perfectamente posible que un magistrado se convierta en ministro, lo que me parece grave es lo que hacemos después con él. ¿Enviarle al Supremo? ¿Al CGPJ? Esos movimientos son los que deterioran la justicia con respecto al poder político y los que incrementan las sospechas de la ciudadanía. Mira, yo estoy tranquila donde estoy.

-¿Considera que las injurias al rey son un delito?
-Me alegra que me haga esa pregunta. Hay una regresión hacia el puritanismo. Pero no es por la ley mordaza, que sólo impone multas, sino por la interpretación que determinados jueces hacen de la norma. Esto es lo grave. Conozco sentencias de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo de hace 10 o 15 años que son absolutorias con grupos de música que escribían canciones más duras que las que hoy se están condenando. ¿Sabe por qué? Porque antes primaba la libertad de expresión.

-Usted conoce a Fernando Grande-Marlaska, ¿qué le parece su nombramiento como ministro del Interior?
-Le he tratado poco para opinar en profundidad, aunque ha suscitado grandes dudas por las resoluciones del Tribunal de Estrasburgo en su contra por no haber investigado denuncias de torturas. Personalmente, no me preocupa tanto cómo es Grande-Marlaska sino cómo es el Gobierno. Supongo que el presidente Sánchez tendrá claro lo que quiere dinamizar en justicia y ya se lo habrá transmitido.

-¿Aceptaría un cargo de esa responsabilidad?
-No creo que me lo propongan nunca.

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