Imagen: ctxt / Ángela Vallvey |
Nerea Balinot | ctxt, 2018-07-18
https://ctxt.es/es/20180718/Culturas/20089/Nerea-Balinot-Angela-Vallvey-feminismo-cuentos-revisiones.htm
A través de esta reescritura concienciada pero también divertida, la autora conecta las historias de nuestra infancia con los problemas reales (y aterradores) de las mujeres del siglo XXI.
Cenicienta sufre una huelga laboral de hadas madrinas y por poco no llega a tiempo al ‘reality show’ en el que conocerá a su príncipe. Y aunque el muchacho la busca para devolverle una zapatilla, su final feliz es rechazarlo y vivir sola. Así lo cuenta Ángela Vallvey (1964, Ciudad Real) –escritora y periodista. Ganadora del Premio Nadal en 2002 y finalista del Premio Planeta en 2008– en sus ‘Cuentos clásicos feministas’, una revisión de las tradicionales historias que han acompañado nuestra infancia durante varias generaciones.
Con este proyecto, Vallvey se embarca en el reto de adaptar los cuentos clásicos al siglo XXI, incluyendo videojuegos, ‘reality show’ y redes sociales. También violencia machista, trata de mujeres, abusos y discriminación laboral. Los cuentos infantiles en los que los lobos perseguían a las niñas por el bosque daban miedo. Los cuentos de Vallvey, donde las jóvenes sufren acoso sexual y las niñas destrozan su cuerpo por agradar a un hombre, aterran.
En su obra, dirigida a adolescentes y adultos, los lobos son mucho más feroces de lo que recordábamos. Vallvey ha conseguido mantener la esencia original de las historias populares: el mundo es un lugar peligroso para las niñas y nuestro final feliz es sobrevivir. Pero debemos aspirar a más.
Así lo reivindica en sus relatos donde, aunque las mujeres sufren violencia, son personajes que luchan por sobreponerse y salir victoriosas. Puede que lo consigan o no, pero no esperarán de brazos cruzados a un príncipe que las rescate. Esta vez, las protagonistas son ellas.
Y los culpables, los lobos. Ángela denuncia que las mujeres no han tenido una responsabilidad heroica en los cuentos clásicos, pero siempre han sido culpables. De comerse una manzana, de pincharse con un dedal, de hablar con desconocidos o de generar envidias. Las historias de Vallvey, en cambio, señalan a los verdaderos agresores. A los padres descuidados que desatienden a sus criaturas, a los desconocidos malévolos que engañan a las niñas y a los coros de patio de colegio que se ríen de quien es diferente. También, al propio sistema o a la inseguridad interiorizada de las más pequeñas. Su objetivo es claro: que ningún lobo vuelva a convencernos de que la culpa es de Caperucita por adentrarse sola en el bosque.
P. ¿Era necesaria una revisión feminista sobre los cuentos clásicos?
R. Los cuentos clásicos tienen prototipos universales, pero están desvirtuados. Quería crear una historia diferente, sugerente y desenfadada, que nos hiciera reflexionar y reír al mismo tiempo.
Los libros tienen el poder de transmitir ideas y esa es una siembra que siempre se recoge. Mediante el humor y la poesía se pueden contar historias que contribuyan a cambiar el mundo. El poder de la literatura es el poder de la seducción. Estás contando la misma idea (feminismo, igualdad, libertad) pero de una forma hermosa, y eso cala en el espíritu de la gente. La literatura es mucho más atractiva que la política.
P. Habrá quien diga que escribir un libro titulado ‘Cuentos feministas’ es bastante político. ¿Qué le respondería?
R. Que tienen razón. Y que eso no es malo. Se trata de fomentar la igualdad entre hombres y mujeres. Quiero ayudar en la creación de una mentalidad feminista que, al fin y al cabo, es positiva para nuestra sociedad.
P. Últimamente está aumentando la literatura infantil enfocada hacia las niñas que las presenta como guerreras o luchadoras. ¿Por qué no vemos cuentos que hablen de niños dulces o sensibles?
R. Siempre somos nosotras las que tenemos que adaptarnos. El mensaje de esa literatura es bueno y, en el futuro, habrá niñas que no crezcan con nuestros miedos de mujer. Pero a los niños también hay que enseñarles a hacer su parte. Esto es un trabajo de todos, no podemos poner siempre la responsabilidad del lado de las mujeres.
P. Su libro está enfocado a un público más adolescente que infantil. ¿Hay que tener cuidado a la hora de hablar sobre estos lobos (agresiones, violaciones, trata de seres humanos) con los niños y niñas?
R. Sí, aunque los lobos no tienen cuidado cuando persiguen la infancia. Mientras yo me planteo tratar con delicadeza ciertos temas, los niños están confrontando asuntos muy duros, como la pornografía, desde edades tempranas. El mundo les hace llegar mensajes verdaderamente brutales sin ningún filtro, así que quizás sí sea adecuado ir hablando de feminismo, de violencia machista, etc. en la infancia.
P. En los cuentos clásicos, el final feliz de las mujeres es sobrevivir. ¿No podemos aspirar a nada más?
R. Debemos aspirar a más. La igualdad formal ya está conseguida, pero cada vez que luchamos por la igualdad real el sistema contraataca y aumentan las agresiones. Quieren que el miedo siga controlando a las mujeres para expulsarnos del espacio público. Quieren alejarnos de los lugares donde se gestiona la vida y el poder. Pero ya estamos cansadas de escuchar esas historias de miedo. A las niñas hay que contarles la historia de su libertad.
P. Cada vez son más las niñas y adolescentes que, como refleja en sus cuentos, viven obsesionadas con los estándares de belleza o preocupadas por no gustar a los hombres. ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
R. Las niñas de ahora sienten más presión de la que nunca haya sentido una mujer. La tiranía de la belleza, a pesar de todo, está más presente que nunca y las redes sociales han aumentado este fenómeno. Cada vez y, a edades más tempranas, encontramos niñas obsesionadas con la idea de ser guapas. La hipersexualización a la que las estamos sometiendo es tremenda y mata su infancia. La única manera de solucionarlo es con educación, dotando a las niñas de herramientas para que se defiendan de sus agresores. A las mujeres se nos educa para estar dispuestas a sacrificar nuestro cuerpo por amor. Es un disparate. No podemos enseñarles a las niñas que su único valor es el cuerpo. Tenemos que hablarles de su imaginación, de su inteligencia y de su personalidad.
P. La alianza entre abuela y nieta en ‘Caperucita Tall’ o la amistad entre las siete gigantas de Blancanieves son una excepción en los cuentos tradicionales. Las mujeres, brujas o madrastras, aparecen siempre como enemigas. ¿Es necesario escribir sobre la amistad entre mujeres?
R. Es imprescindible. Nos han enseñado a desconfiar entre nosotras, a tratarnos como competidoras. Las brujas y madrastas existen. Es innegable y en mis cuentos aparecen. Pero también hay que mostrar a las niñas historias de amistad, confianza y apoyo mutuo entre mujeres.
P. ¿Qué mensaje transmiten historias como las de la Bella Durmiente o Blancanieves, donde un desconocido las besa mientras duermen?
R. La historia original de la Bella Durmiente trata sobre una joven que está dormida, inconsciente y es abusada por un hombre que pasa por allí. La deja embarazada y, cuando despierta, tiene que casarse con el violador. Ese era su final feliz. Esto es algo espeluznante, y con el tiempo el cuento se transformó. La metáfora avisa perfectamente de que una mujer que duerme, que no está alerta, está expuesta a ser depredada. Lanza el mensaje de que tienes que tener los ojos bien abiertos para sobrevivir.
P. El capítulo ‘La princesa poligonera y el guisante emotivo’ es una historia de abuso y acoso sexual. Existen pocos relatos al respecto, menos aún aquellos en los que la víctima rehace su vida. ¿Es importante contar estas historias de superación?
R. Sí, por supuesto. Hasta ahora las víctimas se llevaban la parte de la vergüenza y del oprobio social. Es necesario que la mujer pierda esa vergüenza y se la adjudique al verdadero responsable, al agresor. No es justo que ella cargue con el abuso y, encima, con la culpa y la condena.
P. ¿Cree que estamos avanzando en el terreno de la igualdad?
R. Los cambios se operan cuando cambia la mentalidad y aumenta la presión social. En ese sentido, creo que sí. Movimientos como el #Metoo, la manifestación del 8M o la condena al caso de la Manada lo demuestran. Se está moviendo la opinión pública y eso es imprescindible para que veamos cambios políticos y sociales. Cuando cambia la mentalidad de las personas, el sistema tiene que adaptarse. Confio en que esta dirección de justicia e igualdad perdure.
P. Al final de su libro, presenta la imaginación como una llave mágica. ¿la estamos perdiendo?
R. En este mundo la muerte de la imaginación y, sobre todo, la de la imaginación de las mujeres es un peligro que existe. Hay que hacer todo lo posible para que ocurra lo contrario, para que las mujeres encuentren la llave de su imaginación y se aventuren en ese mundo inexplorado y lleno de maravillas.
Es necesario, también, que escriban. La historia siempre la han contado ellos y, aunque ha habido mujeres, el canon las ha ignorado. Ahora están cambiando las cosas y tenemos más recursos. Las mujeres escribimos con la misma libertad que los hombres y estamos empezando a contar nuestra propia historia.
P. Y eso enriquece la literatura.
R. Enriquece el mundo.
Cenicienta sufre una huelga laboral de hadas madrinas y por poco no llega a tiempo al ‘reality show’ en el que conocerá a su príncipe. Y aunque el muchacho la busca para devolverle una zapatilla, su final feliz es rechazarlo y vivir sola. Así lo cuenta Ángela Vallvey (1964, Ciudad Real) –escritora y periodista. Ganadora del Premio Nadal en 2002 y finalista del Premio Planeta en 2008– en sus ‘Cuentos clásicos feministas’, una revisión de las tradicionales historias que han acompañado nuestra infancia durante varias generaciones.
Con este proyecto, Vallvey se embarca en el reto de adaptar los cuentos clásicos al siglo XXI, incluyendo videojuegos, ‘reality show’ y redes sociales. También violencia machista, trata de mujeres, abusos y discriminación laboral. Los cuentos infantiles en los que los lobos perseguían a las niñas por el bosque daban miedo. Los cuentos de Vallvey, donde las jóvenes sufren acoso sexual y las niñas destrozan su cuerpo por agradar a un hombre, aterran.
En su obra, dirigida a adolescentes y adultos, los lobos son mucho más feroces de lo que recordábamos. Vallvey ha conseguido mantener la esencia original de las historias populares: el mundo es un lugar peligroso para las niñas y nuestro final feliz es sobrevivir. Pero debemos aspirar a más.
Así lo reivindica en sus relatos donde, aunque las mujeres sufren violencia, son personajes que luchan por sobreponerse y salir victoriosas. Puede que lo consigan o no, pero no esperarán de brazos cruzados a un príncipe que las rescate. Esta vez, las protagonistas son ellas.
Y los culpables, los lobos. Ángela denuncia que las mujeres no han tenido una responsabilidad heroica en los cuentos clásicos, pero siempre han sido culpables. De comerse una manzana, de pincharse con un dedal, de hablar con desconocidos o de generar envidias. Las historias de Vallvey, en cambio, señalan a los verdaderos agresores. A los padres descuidados que desatienden a sus criaturas, a los desconocidos malévolos que engañan a las niñas y a los coros de patio de colegio que se ríen de quien es diferente. También, al propio sistema o a la inseguridad interiorizada de las más pequeñas. Su objetivo es claro: que ningún lobo vuelva a convencernos de que la culpa es de Caperucita por adentrarse sola en el bosque.
P. ¿Era necesaria una revisión feminista sobre los cuentos clásicos?
R. Los cuentos clásicos tienen prototipos universales, pero están desvirtuados. Quería crear una historia diferente, sugerente y desenfadada, que nos hiciera reflexionar y reír al mismo tiempo.
Los libros tienen el poder de transmitir ideas y esa es una siembra que siempre se recoge. Mediante el humor y la poesía se pueden contar historias que contribuyan a cambiar el mundo. El poder de la literatura es el poder de la seducción. Estás contando la misma idea (feminismo, igualdad, libertad) pero de una forma hermosa, y eso cala en el espíritu de la gente. La literatura es mucho más atractiva que la política.
P. Habrá quien diga que escribir un libro titulado ‘Cuentos feministas’ es bastante político. ¿Qué le respondería?
R. Que tienen razón. Y que eso no es malo. Se trata de fomentar la igualdad entre hombres y mujeres. Quiero ayudar en la creación de una mentalidad feminista que, al fin y al cabo, es positiva para nuestra sociedad.
P. Últimamente está aumentando la literatura infantil enfocada hacia las niñas que las presenta como guerreras o luchadoras. ¿Por qué no vemos cuentos que hablen de niños dulces o sensibles?
R. Siempre somos nosotras las que tenemos que adaptarnos. El mensaje de esa literatura es bueno y, en el futuro, habrá niñas que no crezcan con nuestros miedos de mujer. Pero a los niños también hay que enseñarles a hacer su parte. Esto es un trabajo de todos, no podemos poner siempre la responsabilidad del lado de las mujeres.
P. Su libro está enfocado a un público más adolescente que infantil. ¿Hay que tener cuidado a la hora de hablar sobre estos lobos (agresiones, violaciones, trata de seres humanos) con los niños y niñas?
R. Sí, aunque los lobos no tienen cuidado cuando persiguen la infancia. Mientras yo me planteo tratar con delicadeza ciertos temas, los niños están confrontando asuntos muy duros, como la pornografía, desde edades tempranas. El mundo les hace llegar mensajes verdaderamente brutales sin ningún filtro, así que quizás sí sea adecuado ir hablando de feminismo, de violencia machista, etc. en la infancia.
P. En los cuentos clásicos, el final feliz de las mujeres es sobrevivir. ¿No podemos aspirar a nada más?
R. Debemos aspirar a más. La igualdad formal ya está conseguida, pero cada vez que luchamos por la igualdad real el sistema contraataca y aumentan las agresiones. Quieren que el miedo siga controlando a las mujeres para expulsarnos del espacio público. Quieren alejarnos de los lugares donde se gestiona la vida y el poder. Pero ya estamos cansadas de escuchar esas historias de miedo. A las niñas hay que contarles la historia de su libertad.
P. Cada vez son más las niñas y adolescentes que, como refleja en sus cuentos, viven obsesionadas con los estándares de belleza o preocupadas por no gustar a los hombres. ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
R. Las niñas de ahora sienten más presión de la que nunca haya sentido una mujer. La tiranía de la belleza, a pesar de todo, está más presente que nunca y las redes sociales han aumentado este fenómeno. Cada vez y, a edades más tempranas, encontramos niñas obsesionadas con la idea de ser guapas. La hipersexualización a la que las estamos sometiendo es tremenda y mata su infancia. La única manera de solucionarlo es con educación, dotando a las niñas de herramientas para que se defiendan de sus agresores. A las mujeres se nos educa para estar dispuestas a sacrificar nuestro cuerpo por amor. Es un disparate. No podemos enseñarles a las niñas que su único valor es el cuerpo. Tenemos que hablarles de su imaginación, de su inteligencia y de su personalidad.
P. La alianza entre abuela y nieta en ‘Caperucita Tall’ o la amistad entre las siete gigantas de Blancanieves son una excepción en los cuentos tradicionales. Las mujeres, brujas o madrastras, aparecen siempre como enemigas. ¿Es necesario escribir sobre la amistad entre mujeres?
R. Es imprescindible. Nos han enseñado a desconfiar entre nosotras, a tratarnos como competidoras. Las brujas y madrastas existen. Es innegable y en mis cuentos aparecen. Pero también hay que mostrar a las niñas historias de amistad, confianza y apoyo mutuo entre mujeres.
P. ¿Qué mensaje transmiten historias como las de la Bella Durmiente o Blancanieves, donde un desconocido las besa mientras duermen?
R. La historia original de la Bella Durmiente trata sobre una joven que está dormida, inconsciente y es abusada por un hombre que pasa por allí. La deja embarazada y, cuando despierta, tiene que casarse con el violador. Ese era su final feliz. Esto es algo espeluznante, y con el tiempo el cuento se transformó. La metáfora avisa perfectamente de que una mujer que duerme, que no está alerta, está expuesta a ser depredada. Lanza el mensaje de que tienes que tener los ojos bien abiertos para sobrevivir.
P. El capítulo ‘La princesa poligonera y el guisante emotivo’ es una historia de abuso y acoso sexual. Existen pocos relatos al respecto, menos aún aquellos en los que la víctima rehace su vida. ¿Es importante contar estas historias de superación?
R. Sí, por supuesto. Hasta ahora las víctimas se llevaban la parte de la vergüenza y del oprobio social. Es necesario que la mujer pierda esa vergüenza y se la adjudique al verdadero responsable, al agresor. No es justo que ella cargue con el abuso y, encima, con la culpa y la condena.
P. ¿Cree que estamos avanzando en el terreno de la igualdad?
R. Los cambios se operan cuando cambia la mentalidad y aumenta la presión social. En ese sentido, creo que sí. Movimientos como el #Metoo, la manifestación del 8M o la condena al caso de la Manada lo demuestran. Se está moviendo la opinión pública y eso es imprescindible para que veamos cambios políticos y sociales. Cuando cambia la mentalidad de las personas, el sistema tiene que adaptarse. Confio en que esta dirección de justicia e igualdad perdure.
P. Al final de su libro, presenta la imaginación como una llave mágica. ¿la estamos perdiendo?
R. En este mundo la muerte de la imaginación y, sobre todo, la de la imaginación de las mujeres es un peligro que existe. Hay que hacer todo lo posible para que ocurra lo contrario, para que las mujeres encuentren la llave de su imaginación y se aventuren en ese mundo inexplorado y lleno de maravillas.
Es necesario, también, que escriban. La historia siempre la han contado ellos y, aunque ha habido mujeres, el canon las ha ignorado. Ahora están cambiando las cosas y tenemos más recursos. Las mujeres escribimos con la misma libertad que los hombres y estamos empezando a contar nuestra propia historia.
P. Y eso enriquece la literatura.
R. Enriquece el mundo.
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