Imagen: 20 Minutos / Marcos Ventura Armas |
Marcos Ventura Armas · Licenciado en Derecho y activista Gamá, Colectivo LGTB de Canarias | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2018-07-27
https://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2018/07/27/ser-incoherentes-nos-hace-menos-validas-soy-trans-aunque-parezca-un-hombre/
La coherencia es uno de esos grandes valores que tenemos en alta estima, pero sobre el que quizás no reflexionamos lo suficiente. Una de esas ideas que no deconstruimos, pero detrás de la cual puede haber más de lo que imaginamos.
La coherencia implica la toma de decisiones tales que estén en conformidad con nuestra forma de pensar o nuestra actuación anterior. Es decir, lo que se juzga al juzgar la coherencia son las decisiones que hemos tomado. Ahora bien, tomar decisiones es un ejercicio de libertad individual. En la concepción del sujeto propia de la modernidad, como sujeto plenamente autónomo que goza de libre albedrío, esto no supone conflicto. Pero en la concepción contemporánea del sujeto como influenciado y hasta determinado por su entorno, por su cultura, por el poder que lo atraviesa y utiliza, sí. Por usar una expresión patria, no soy solo yo, sino yo y mis circunstancias.
Cuando juzgamos a alguien en función de la coherencia que muestra, ¿estamos valorando hasta qué punto ha tenido libertad para decidir? ¿Analizamos cómo le influye el entorno a la hora de actuar? Mucho me temo que solemos obviar que la coherencia es en ocasiones un privilegio de aquellas personas que no tienen que buscar estrategias para evitar la agresión, para sobrevivir.
Vinculada a la concepción del sujeto que tengamos estará la de la identidad. La identidad como algo innato y natural o algo adquirido y construido. La identidad como algo permanente o fluctuante. La identidad como realidad externa que se me impone o como campo de batalla política en el que se juega mi libertad. Gran parte del debate político actual trata de identidad, porque a través de ella los cuerpos pueden ser seleccionados para el privilegio o la opresión.
¿Existe coherencia entre identidad y acción? En principio el sentido común parece dictarnos que sí. Pero deconstruyamos un poco. Las mujeres que se definen como heterosexuales, ¿dejan de serlo si se enrollan con una mujer? ¿Se pierde el carnet de marica por acostarse con una mujer? ¿Alguien en una relación monógama de por vida deja de ser bisexual? Llevado al extremo, ¿qué orientación tienen las personas vírgenes?
Este debate que se ha solucionado sobre la base de definir la orientación por el deseo, no por las prácticas. Es decir, te guste lo que te guste, aunque tus prácticas no concuerden con ese deseo, no perderás tu identidad. Por supuesto, esta teoría no siempre se aplica, y las personas bisexuales sabemos que se escrutan permanentemente nuestras prácticas a ver si estamos diciendo la verdad o nos han de retirar el carnet bi.
En este momento suele surgir la típica pregunta: ¿a quién le importa lo que piensen los demás? La respuesta es que nos importa a todas. Porque la identidad tiene un carácter social y relacional. Y porque todas necesitamos el reconocimiento de nuestras iguales, no solo para nuestra autoestima, sino para nuestra propia actuación en sociedad. Tanto es así, que la negación por parte de otras personas de nuestra identidad se considera, con razón, un importante acto de violencia.
Esa lucha del reconocimiento de la identidad sigue siendo muy importante para las personas transexuales, que organizaciones como la Iglesia Católica ponen en duda. Pero es también tremendamente relevante para las personas trans no binarias, las cuales no solo son desconocidas para la inmensa mayoría de la población, sino que incluso encuentran la negación de su identidad por parte del colectivo LGTB y, sí, en ocasiones incluso de personas transexuales.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la coherencia? Pues resulta que al igual que el sentido común dicta que debe haber coherencia entre la orientación y las prácticas sexuales, ese mismo sentido común (capataz de todas las opresiones) dicta que nuestra identidad de género ha de concordar con nuestra expresión. Pero ¿qué sucede entonces con las personas que, teniendo clara nuestra identidad, no tomamos la decisión de transitar en nuestra expresión, porque por los motivos que sean las circunstancias nos lo impiden o no es el momento? ¿Qué sucede con las personas que, teniendo clara su identidad, no quieren modificar ni su cuerpo ni su expresión porque así se sienten cómodas? Pues que sufrirán aún más el cuestionamiento de su identidad, que muchos considerarán inexistente o falsa.
Así es, querida lectora, te he hecho llegar hasta aquí solo para decirte que soy una persona trans no binaria que no quiere cambiar su expresión de género en este momento, porque lidia con demasiadas cosas en su vida y no se ve capaz de afrontar la violencia que supondría. Y mientras la situación siga siendo así, me vestiré y actuaré como me dé la gana, y necesito reafirmarme en que eso no invalida mi identidad.
¡Mi identidad de género no depende de mi expresión!
La coherencia implica la toma de decisiones tales que estén en conformidad con nuestra forma de pensar o nuestra actuación anterior. Es decir, lo que se juzga al juzgar la coherencia son las decisiones que hemos tomado. Ahora bien, tomar decisiones es un ejercicio de libertad individual. En la concepción del sujeto propia de la modernidad, como sujeto plenamente autónomo que goza de libre albedrío, esto no supone conflicto. Pero en la concepción contemporánea del sujeto como influenciado y hasta determinado por su entorno, por su cultura, por el poder que lo atraviesa y utiliza, sí. Por usar una expresión patria, no soy solo yo, sino yo y mis circunstancias.
Cuando juzgamos a alguien en función de la coherencia que muestra, ¿estamos valorando hasta qué punto ha tenido libertad para decidir? ¿Analizamos cómo le influye el entorno a la hora de actuar? Mucho me temo que solemos obviar que la coherencia es en ocasiones un privilegio de aquellas personas que no tienen que buscar estrategias para evitar la agresión, para sobrevivir.
Vinculada a la concepción del sujeto que tengamos estará la de la identidad. La identidad como algo innato y natural o algo adquirido y construido. La identidad como algo permanente o fluctuante. La identidad como realidad externa que se me impone o como campo de batalla política en el que se juega mi libertad. Gran parte del debate político actual trata de identidad, porque a través de ella los cuerpos pueden ser seleccionados para el privilegio o la opresión.
¿Existe coherencia entre identidad y acción? En principio el sentido común parece dictarnos que sí. Pero deconstruyamos un poco. Las mujeres que se definen como heterosexuales, ¿dejan de serlo si se enrollan con una mujer? ¿Se pierde el carnet de marica por acostarse con una mujer? ¿Alguien en una relación monógama de por vida deja de ser bisexual? Llevado al extremo, ¿qué orientación tienen las personas vírgenes?
Este debate que se ha solucionado sobre la base de definir la orientación por el deseo, no por las prácticas. Es decir, te guste lo que te guste, aunque tus prácticas no concuerden con ese deseo, no perderás tu identidad. Por supuesto, esta teoría no siempre se aplica, y las personas bisexuales sabemos que se escrutan permanentemente nuestras prácticas a ver si estamos diciendo la verdad o nos han de retirar el carnet bi.
En este momento suele surgir la típica pregunta: ¿a quién le importa lo que piensen los demás? La respuesta es que nos importa a todas. Porque la identidad tiene un carácter social y relacional. Y porque todas necesitamos el reconocimiento de nuestras iguales, no solo para nuestra autoestima, sino para nuestra propia actuación en sociedad. Tanto es así, que la negación por parte de otras personas de nuestra identidad se considera, con razón, un importante acto de violencia.
Esa lucha del reconocimiento de la identidad sigue siendo muy importante para las personas transexuales, que organizaciones como la Iglesia Católica ponen en duda. Pero es también tremendamente relevante para las personas trans no binarias, las cuales no solo son desconocidas para la inmensa mayoría de la población, sino que incluso encuentran la negación de su identidad por parte del colectivo LGTB y, sí, en ocasiones incluso de personas transexuales.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la coherencia? Pues resulta que al igual que el sentido común dicta que debe haber coherencia entre la orientación y las prácticas sexuales, ese mismo sentido común (capataz de todas las opresiones) dicta que nuestra identidad de género ha de concordar con nuestra expresión. Pero ¿qué sucede entonces con las personas que, teniendo clara nuestra identidad, no tomamos la decisión de transitar en nuestra expresión, porque por los motivos que sean las circunstancias nos lo impiden o no es el momento? ¿Qué sucede con las personas que, teniendo clara su identidad, no quieren modificar ni su cuerpo ni su expresión porque así se sienten cómodas? Pues que sufrirán aún más el cuestionamiento de su identidad, que muchos considerarán inexistente o falsa.
Así es, querida lectora, te he hecho llegar hasta aquí solo para decirte que soy una persona trans no binaria que no quiere cambiar su expresión de género en este momento, porque lidia con demasiadas cosas en su vida y no se ve capaz de afrontar la violencia que supondría. Y mientras la situación siga siendo así, me vestiré y actuaré como me dé la gana, y necesito reafirmarme en que eso no invalida mi identidad.
¡Mi identidad de género no depende de mi expresión!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.