Imagen: El Mundo / 'Golden Shower's', de Ashley Hans Scheirl |
Rocío R. García-Abadillo | Eme, El Mundo, 2019-11-08
https://www.elmundo.es/eme/2019/11/08/5dc306c8fdddff83ba8b45a3.html
En los años 80, una tal Dorothy traía de cabeza al NCIS (Servicio de Investigación Criminal Naval) de la Marina de EEUU. Investigaban la homosexualidad en Chicago y pensaban que esa misteriosa mujer estaba en el centro de un círculo gay dentro del personal militar, ya que los homosexuales a veces se denominaban a sí mismos como "amigos de Dorothy" (en inglés, abreviado FOD).
El término era un código para la homosexualidad masculina, que fue acuñado en los años 40, y su origen podría ser el filme ‘El mago de Oz’ (1939), donde Judy Garland, que interpretaba a Dorothy, se convirtió en un icono gay. "Amigo de Dorothy" y "Mary" funcionaron como códigos para poder hablar de su vida personal o sexual sin problema -así, no sonaría raro escuchar a un hombre decir "he tenido una cita con Mary"-. Códigos y referencias míticas para camuflarse ante los extraños.
La pintura ‘A friend of Dorothy, 1943’, creada en 1986 por David McDermott y Peter McGough, refleja diversas palabras que servían como insulto (reina, hada, maricón...) sobre un fondo amarillo en el que destaca en rojo la palabra "Mary": el código con el que se llamaban los homosexuales frente a los insultos que se usaban para denominarlos.
Es una de las 250 obras entre pinturas, fotografías, murales y carteles activistas que recoge el libro ‘Art & Queer Culture’. Coincidiendo con el 50 aniversario de los disturbios de Stonewall, la editorial Phaidon ha publicado una edición revisada y actualizada de su histórico estudio sobre la cultura ‘queer’ en los últimos 130 años. Con ensayos de Richard Meyer y Catherine Lord, añade un capítulo titulado ‘Here and Now’, que pone de relieve la nueva visibilidad de los artistas inconformistas en materia de género.
El libro expone solo una obra por artista, sin considerar si es la más importante en su carrera ni si tienen o no una amplia trayectoria artística. Se incluyen figuras conocidas como Francis Bacon, Catherine Opie y Félix González-Torres, pero también artistas menos célebres como Celeste Dupuy Spencer, Lola Flash y Jim Chuchu. Nombres consagrados y ‘underground’; obras exhibidas abiertamente bajo la firma de las bellas artes y otras restringidas o destinadas a audiencias privadas.
Aunque el término ‘queer’ es moderno -entendiendo el término como aquello que reta la heteronormatividad cisgénero-, su significado se extiende mucho más atrás en el tiempo. Desde Oscar Wilde y su ‘Retrato de Dorian Gray’ hasta Susan Sontag y su “Notes on 'Camp'”, pasando por las Molly House del Londres del siglo XVIII o las ‘drag balls’ de Harlem en los años 20, la negativa a las normas sociales y sexuales ha alimentado la creación de arte ‘queer’ de todo el período moderno.
Meyer y Lord se dividen la obra en dos mitades -Meyer se encarga del período entre 1885 y 1980 y Lord de 1980 a nuestros días- por una cuestión práctica: hay tanto arte y cultura ‘queer’ en los últimos 30 años como en el siglo anterior. En ese recorrido, los autores explican los distintos momentos que atraviesa el movimiento gay, en los que se van encuadrando las obras.
La década de los 50 es considerada la más conservadora políticamente y expresamente homófoba del s. XX, con medidas represivas como listas negras o arrestos, que llevaron a una respuesta más organizada por parte de los productores culturales ‘queer’. Esos grupos sentaron las bases de lo que llegaría en los 60-70, una cultura activista con la formación de vínculos entre los movimientos sociales radicales de la época: el pacifismo, el feminismo y el ‘black power’.
El movimiento gay pronto se convirtió en internacional. Los 80 estuvieron marcados por el sida, del que se culpó al colectivo en un primer momento hasta que se fueron conociendo casos entre heterosexuales. La imagen que se transmitía de las personas con sida era de moribundos y demacrados y el reto de los artistas ‘queer’ -muchos de ellos seropositivos o amigos/amantes de quienes lo fueron- fue el de crear representaciones empáticas y positivas. En España hubo silencio hasta los 90, cuando el escultor y artista ‘performance’ Pepe Espaliú, enfermo de sida, plantó una semilla de visibilidad para las personas con sida en nuestro país: con su ‘Carrying Project’, organizó a amigos y conocidos para llevarle en brazos por las calles de Madrid.
Mucho más amable para la comunidad LGTBIQ y, por tanto, para el arte ‘queer’, han sido los 2000, donde se han ido visibilizando las personas transgénero. Pero no olvidemos que esta obra se centra en artistas anglófonos y europeos. En muchas partes del mundo donde la homosexualidad sigue siendo un delito, el arte ‘queer’ quizá siga tirando de códigos tipo "Mary" para expresarse con cierta libertad.
El término era un código para la homosexualidad masculina, que fue acuñado en los años 40, y su origen podría ser el filme ‘El mago de Oz’ (1939), donde Judy Garland, que interpretaba a Dorothy, se convirtió en un icono gay. "Amigo de Dorothy" y "Mary" funcionaron como códigos para poder hablar de su vida personal o sexual sin problema -así, no sonaría raro escuchar a un hombre decir "he tenido una cita con Mary"-. Códigos y referencias míticas para camuflarse ante los extraños.
La pintura ‘A friend of Dorothy, 1943’, creada en 1986 por David McDermott y Peter McGough, refleja diversas palabras que servían como insulto (reina, hada, maricón...) sobre un fondo amarillo en el que destaca en rojo la palabra "Mary": el código con el que se llamaban los homosexuales frente a los insultos que se usaban para denominarlos.
Es una de las 250 obras entre pinturas, fotografías, murales y carteles activistas que recoge el libro ‘Art & Queer Culture’. Coincidiendo con el 50 aniversario de los disturbios de Stonewall, la editorial Phaidon ha publicado una edición revisada y actualizada de su histórico estudio sobre la cultura ‘queer’ en los últimos 130 años. Con ensayos de Richard Meyer y Catherine Lord, añade un capítulo titulado ‘Here and Now’, que pone de relieve la nueva visibilidad de los artistas inconformistas en materia de género.
El libro expone solo una obra por artista, sin considerar si es la más importante en su carrera ni si tienen o no una amplia trayectoria artística. Se incluyen figuras conocidas como Francis Bacon, Catherine Opie y Félix González-Torres, pero también artistas menos célebres como Celeste Dupuy Spencer, Lola Flash y Jim Chuchu. Nombres consagrados y ‘underground’; obras exhibidas abiertamente bajo la firma de las bellas artes y otras restringidas o destinadas a audiencias privadas.
Aunque el término ‘queer’ es moderno -entendiendo el término como aquello que reta la heteronormatividad cisgénero-, su significado se extiende mucho más atrás en el tiempo. Desde Oscar Wilde y su ‘Retrato de Dorian Gray’ hasta Susan Sontag y su “Notes on 'Camp'”, pasando por las Molly House del Londres del siglo XVIII o las ‘drag balls’ de Harlem en los años 20, la negativa a las normas sociales y sexuales ha alimentado la creación de arte ‘queer’ de todo el período moderno.
Meyer y Lord se dividen la obra en dos mitades -Meyer se encarga del período entre 1885 y 1980 y Lord de 1980 a nuestros días- por una cuestión práctica: hay tanto arte y cultura ‘queer’ en los últimos 30 años como en el siglo anterior. En ese recorrido, los autores explican los distintos momentos que atraviesa el movimiento gay, en los que se van encuadrando las obras.
La década de los 50 es considerada la más conservadora políticamente y expresamente homófoba del s. XX, con medidas represivas como listas negras o arrestos, que llevaron a una respuesta más organizada por parte de los productores culturales ‘queer’. Esos grupos sentaron las bases de lo que llegaría en los 60-70, una cultura activista con la formación de vínculos entre los movimientos sociales radicales de la época: el pacifismo, el feminismo y el ‘black power’.
El movimiento gay pronto se convirtió en internacional. Los 80 estuvieron marcados por el sida, del que se culpó al colectivo en un primer momento hasta que se fueron conociendo casos entre heterosexuales. La imagen que se transmitía de las personas con sida era de moribundos y demacrados y el reto de los artistas ‘queer’ -muchos de ellos seropositivos o amigos/amantes de quienes lo fueron- fue el de crear representaciones empáticas y positivas. En España hubo silencio hasta los 90, cuando el escultor y artista ‘performance’ Pepe Espaliú, enfermo de sida, plantó una semilla de visibilidad para las personas con sida en nuestro país: con su ‘Carrying Project’, organizó a amigos y conocidos para llevarle en brazos por las calles de Madrid.
Mucho más amable para la comunidad LGTBIQ y, por tanto, para el arte ‘queer’, han sido los 2000, donde se han ido visibilizando las personas transgénero. Pero no olvidemos que esta obra se centra en artistas anglófonos y europeos. En muchas partes del mundo donde la homosexualidad sigue siendo un delito, el arte ‘queer’ quizá siga tirando de códigos tipo "Mary" para expresarse con cierta libertad.
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