Imagen: Vanity Fait / Peter Berlin |
Sejo Carrascosa | Hala Bedi, 2020-05-22
https://halabedi.eus/iritzia/sexo-en-tiempos-de-covid-19/
Desde que empezó la llamada desescalada al confinamiento por la pandemia del Covid19, muchas personas empezamos a preocuparnos por la gestión de la misma. Esta desescalada esta dibujando de una forma muy concreta la ansiada “normalidad” que se nos viene encima.
No quiero extenderme sobre la sorpresa que me ha producido ver que sectores han sido los privilegiados en ser los primeros en poder acceder a salir a la calle. Sobre deportistas y familias blancas y heterosexuales hay mucho que hablar, y darían para más escotillas que las que tiene un transatlantico.
Me quiero centrar en un aspecto de la vida que creo que es esencial: la sexualidad.
Hasta ahora la única recomendación que se daba al respecto era la de siempre, que solo se debían mantener relaciones sexuales con la pareja estable. No se cuestionaba si esa pareja era con la que convivías, ni si esa pareja tenia que ir a trabajar con una inexistente o limitada protección.
Asistimos así a la consabida jerarquización de las relaciones, sexuales y afectivas, donde se impone como un ideal la monogamia y la fidelidad, dos de las características del llamado amor romántico, que tan malas consecuencias ha traído para nuestra especie.
Estoy convencido de que este tipo de sexualidad, base de la heteronormatividad, es completamente minoritario, es más, que es aburrido, asimétrico, poco gratificante y muy poco enriquecedor. Pero esto son opiniones personales que me reservo, porque me consta la susceptibilidad que se genera cuando se cuestionan privilegios, y la heterosexualidad como régimen político es uno de ellos.
El problema de esta desescalada y del llamado “distanciamiento social” que se va a implantar, más que aconsejar, es el imponer de nuevo un retorno a la pareja y a la familia tradicional, que no da respuesta a otras, muchas más, formas de sexualidad y relación fuera de la norma. El futuro que se nos presenta es un retorno a la familia nuclear, acompañado por un nuevo repunte de discursos sexofóbicos y moralistas. Nos dicen que estamos en tiempos de asepsia y que nos olvidemos del sexo, que es la hora de la disciplina social y de la responsabilidad.
Bajo estos parámetros me surgen un montón de cuestiones que no sé bien como serán respondidas.
Si lo de los abrazos, tan necesarios, van a ser imposibles, ¿qué vamos a hacer con los besos?
¿Cómo se puede gestionar el distanciamiento social a la hora de ligar?
¿Que va a pasar con el sexo casual y anónimo?
¿Desaparecerán los cuartos oscuros, los espacios de cruising, las saunas, los bares, las fiestas de swingers...?
¿Habrá protocolos oficiales para la reducción de contagios para lo que llaman sexo ocasional?
¿Y para las personas trabajadoras sexuales?
¿Sera una especie de certificado de buena salud que te da acceso al sexo o a los viajes y que sólo algunos puedan permitirse?
¿Se creará una especie de doble nivel de nacionalidad buena y de nacionalidad sospechosa, de los que no tengan ese certificado de salud ?
¿Qué va a pasar con las aplicaciones de contactos?
¿Qué datos se exigirá comunicar en las aplicaciones de geolocalización sexual para certificar que se está limpio de coronavirus?
Para la pandemia del sida sabíamos que con el uso del condón, y ahora la Prep, los problemas de contagio se evitan. ¿Se podrán evitar las gotas de saliva que salen de los gemidos y jadeos?
La pulsión sexual es difícil de dirigir y controlar, la gente va a seguir teniendo sexo, el riesgo se asumirá, o no, de una forma u otra.
La cuestión principal es, y seguirá siendo si esta vuelta, a esa “normalidad” va a pasar por acabar con formas de vida y vida mismas. No dejemos que la gestión de la sexualidad en tiempos de COVID 19 se convierta en un nuevo elemento de control y exclusión, en un arma puritana que margine y estigmatice cuerpos y deseos.
No quiero extenderme sobre la sorpresa que me ha producido ver que sectores han sido los privilegiados en ser los primeros en poder acceder a salir a la calle. Sobre deportistas y familias blancas y heterosexuales hay mucho que hablar, y darían para más escotillas que las que tiene un transatlantico.
Me quiero centrar en un aspecto de la vida que creo que es esencial: la sexualidad.
Hasta ahora la única recomendación que se daba al respecto era la de siempre, que solo se debían mantener relaciones sexuales con la pareja estable. No se cuestionaba si esa pareja era con la que convivías, ni si esa pareja tenia que ir a trabajar con una inexistente o limitada protección.
Asistimos así a la consabida jerarquización de las relaciones, sexuales y afectivas, donde se impone como un ideal la monogamia y la fidelidad, dos de las características del llamado amor romántico, que tan malas consecuencias ha traído para nuestra especie.
Estoy convencido de que este tipo de sexualidad, base de la heteronormatividad, es completamente minoritario, es más, que es aburrido, asimétrico, poco gratificante y muy poco enriquecedor. Pero esto son opiniones personales que me reservo, porque me consta la susceptibilidad que se genera cuando se cuestionan privilegios, y la heterosexualidad como régimen político es uno de ellos.
El problema de esta desescalada y del llamado “distanciamiento social” que se va a implantar, más que aconsejar, es el imponer de nuevo un retorno a la pareja y a la familia tradicional, que no da respuesta a otras, muchas más, formas de sexualidad y relación fuera de la norma. El futuro que se nos presenta es un retorno a la familia nuclear, acompañado por un nuevo repunte de discursos sexofóbicos y moralistas. Nos dicen que estamos en tiempos de asepsia y que nos olvidemos del sexo, que es la hora de la disciplina social y de la responsabilidad.
Bajo estos parámetros me surgen un montón de cuestiones que no sé bien como serán respondidas.
Si lo de los abrazos, tan necesarios, van a ser imposibles, ¿qué vamos a hacer con los besos?
¿Cómo se puede gestionar el distanciamiento social a la hora de ligar?
¿Que va a pasar con el sexo casual y anónimo?
¿Desaparecerán los cuartos oscuros, los espacios de cruising, las saunas, los bares, las fiestas de swingers...?
¿Habrá protocolos oficiales para la reducción de contagios para lo que llaman sexo ocasional?
¿Y para las personas trabajadoras sexuales?
¿Sera una especie de certificado de buena salud que te da acceso al sexo o a los viajes y que sólo algunos puedan permitirse?
¿Se creará una especie de doble nivel de nacionalidad buena y de nacionalidad sospechosa, de los que no tengan ese certificado de salud ?
¿Qué va a pasar con las aplicaciones de contactos?
¿Qué datos se exigirá comunicar en las aplicaciones de geolocalización sexual para certificar que se está limpio de coronavirus?
Para la pandemia del sida sabíamos que con el uso del condón, y ahora la Prep, los problemas de contagio se evitan. ¿Se podrán evitar las gotas de saliva que salen de los gemidos y jadeos?
La pulsión sexual es difícil de dirigir y controlar, la gente va a seguir teniendo sexo, el riesgo se asumirá, o no, de una forma u otra.
La cuestión principal es, y seguirá siendo si esta vuelta, a esa “normalidad” va a pasar por acabar con formas de vida y vida mismas. No dejemos que la gestión de la sexualidad en tiempos de COVID 19 se convierta en un nuevo elemento de control y exclusión, en un arma puritana que margine y estigmatice cuerpos y deseos.
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