lunes, 18 de mayo de 2020

#hemeroteca #saludpublica #vih | El mito del Supercontagiador: ¿contagió un asistente de vuelo el sida a miles de amantes?

Imagen: El Confidencial / Gäetan Dugas
El mito del Supercontagiador: ¿contagió un asistente de vuelo el sida a miles de amantes?.
En la leyenda del bautizado como paciente cero del VIH nada fue como se contó; el excelente libro 'Contagio' de David Quammen recupera su historia entre otras muchas.
Daniel Arjona | El Confidencial, 2020-05-18
https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-05-18/contagio-gaetan-dugas-gay-sida-paciente-cero_2596955/

La leyenda dice así. Un asistente de vuelo canadiense homosexual y extraordinariamente promiscuo sacó el virus del sida de África a finales de los setenta y lo diseminó por las principales ciudades de Estados Unidos llegando a apuntarse unos 2.500 amantes. Gäetan Dugas era guapo, rubio y encantador, toda una sensación en aquella edad dorada de las saunas. Cuando los síntomas de una rara enfermedad empezaron a acosarle, Dugas no paró. Según relató el periodista Randy Shilts en su célebre ensayo 'Y la orquesta siguió sonando' sobre cómo el VIH diezmó la comunidad homosexual americana, cuando el asistente de vuelo concluía una relación con un desconocido en la sauna Eight-and-Howard de San Francisco, encendía las luces, mostraba su piel descompuesta por el sarcoma de kaposi y anunciaba: "Tengo cáncer gay. Voy a morir, y tú también". El problema es que todo, o casi todo, resultó ser falso.

En su fascinante libro 'Contagio: la evolución de las pandemias' (Debate) que acaba de publicarse en una España acechada por el covid-19, el divulgador científico estadounidense David Quammen relata una vez más la historia de Gäetan Dugas que sirve como eficaz 'vacuna' contra el sensacionalismo, las malas metáforas o las puras y duras mentiras desnudas que hoy, como ayer, se enseñorean en tiempos de miedo y plaga.

El mito del paciente 0 supercontagiador prendió en marzo de 1984, el mismo mes en que Dugas, aquejado por una neumonía entre otras muchas afecciones oportunistas desencadenadas por la inmunodepresión del VIH, murió a los 31 años tras un fallo renal. Aquel mismo mes un equipo de epidemiólogos de los CDC estadounidenses dirigido por el doctor David M. Auerbach argumentaba que aquella nueva y misteriosa enfermedad que por el momento parecía cebarse con homosexuales, hemofílicos y haitianos, estaba causada por un agente infeccioso transmisible por la sangre y los fluidos sexuales. Los investigadores habían entrevistado a los pacientes la mayoría de ellos residentes en el sur de California y Nueva York o, si habían fallecido, a sus contactos cercanos, y con los resultados habían dibujado un gráfico de 40 esferas interconectadas que mostraba quién se había acostado con quién. En el centro de la red, conectado de manera directa o indirecta con casi todos los demás había una persona etiquetada como "O". Se trataba, como adivinan, de Gäetan Dugas.

¿Paciente "O" o paciente "0"?
Aquella "O" no era más que una letra que formaba parte del código utilizado por los investigadores para facilitar su tarea. Pero un avispado periodista gay, el ya citado Randy Shilts, convirtió la letra en número naciendo así el mito del "paciente cero" que ha llegado hasta hoy, un concepto engañoso y pseudocientífico que supuestamente designaría al primer supercontagiador de una nueva enfermedad zoonótica que recogería la antorcha infecciosa del animal de turno para repartir dolor y muerte al resto de la Humanidad. Pero, como relata Quammen en 'Contagio', si bien es cierto que el imprudente Dugas había infectado a muchos otros, él mismo se había contagiado a su vez y no precisamente en África, ni en Haití. Porque, cómo han demostrado recientes investigaciones, el VIH-1 había llegado ya a Norteamérica (y a Europa) cuando el infausto asistente de vuelo aún era un crío que no había pisado una sauna.

"Aquellas no fueron las primeras víctimas, ni muchísimo menos", afirma Quammen. "Más bien representan puntos intermedios en el curso de la pandemia y señalizan la fase en la que un fenómeno, lento, casi imperceptible, alcanzó de pronto un 'crescendo'. Una vez más, en los términos escuetos de los matemáticos especializados en enfermedades, cuya labor es tan importante para la historia del sida: el R0 para el virus en cuestión había superado el 1,0 con cierto margen, y la epidemia estaba en marcha. Pero el auténtico origen del sida estaba en otra parte, y tuvieron que transcurrir varias décadas y varios puñados de científicos trabajando para descubrirlo".

El autor de 'Contagio' prosigue su investigación en páginas más y más emocionantes que van desplazando hacia atrás el origen de la enfermedad que a día de hoy ha matado a más de 35 millones de personas y para la cual, pese a contar con retrovirales eficaces, aún no existe vacuna. La extrema capacidad mutante del virus del que existen al menos dos versiones bastante diferentes lo ha impedido hasta hoy. Quammen desecha conspiraciones como un muy eficaz 'fake' que a punto estuvo de convertirse en teoría oficial sobre el nacimiento del sida que lo databa en una campaña de vacunación masiva en África en los años 60. Finalmente, y apoyado por la potente herramienta de la secuenciación genética, aparece una fecha mucho más remota de lo esperado: 1908. Aquel año, en alguna aldea del sudeste de Camerún, alguien cazó a un sabroso chimpancé en la selva, se hirió gravemente en la refriega y la sangre contaminada del animal se mezcló con la suya. Aquel cuerpo humano diferente y no preparado iba a convertirse en un inédito festín para un virus hambriento.

Mitos e injusticias
Ochenta años después, en 1988, la intelectual estadounidense Susan Sontag reflexionaba así en 'El sida y sus metáforas' -una extensión de su libro anterior 'La enfermedad y sus metáforas' escrito después de superar milagrosamente un cáncer de mama muy agresivo: "La transmisión sexual de esta enfermedad, considerada por lo general como una calamidad que uno mismo se ha buscado, merece un juicio mucho más severo que otras vías de transmisión, en particular porque se entiende que el sida es una enfermedad debida no solo al exceso sexual sino a la perversión sexual. Una enfermedad infecciosa cuya vía de transmisión más importante es de tipo sexual, pone en jaque forzosamente, a quienes tienen vidas sexuales más activas; y es fácil entonces pensar en ella como un castigo".

Ninguna otra enfermedad como el sida había arrojado un oprobio tan virulento sobre sus primeras víctimas como mostraba la excelente 'Philadelfia' en la que Tom Hanks encarnaba al abogado Andrew Beckett despedido tras declararse seropositivo. En 1991 el hetero Magic Johnson conmocionaba al mundo al anunciar que era portador del sida tras acostarse con centenares de mujeres de todo el país entre partido y partido de la NBA y empezaba a quedar bastante claro que aquello no sólo era cosa de homosexuales o heroinómanos. Ni de africanos pobres pese a los estragos que causaría en el continente su expansión. Pero sólo recientemente una profunda investigación refutaba el injusto estatus de 'paciente cero' adjudicado a nuestro Gäetan Dugas.

Un nuevo estudio publicado en 2016 en 'Nature' y capitaneado conjuntamente por Richard McKay, investigador del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge, y Michael Worobey, experto en evolución vírica y director del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Arizona, demostraba que Dugas no había sido en realidad más que un "chivo expiatorio" situado en un estado intermedio no ya de la evolución de la enfermedad en el mundo como hemos explicado sino incluso de la evolución de la enfermedad en el propio EEUU. Desde África el VIH saltaría a Haití en forma probablemente de plasma sanguíneo alrededor de 1967 desde allí a Nueva York en torno a 1971, ciudad que serviría de cabeza de playa para su posterior viaje a San Francisco. Según explicó el propio Worobey en una entrevista a El Mundo, la epidemia pasó desapercibida hasta su desembarco en Nueva York. "En esta ciudad el virus encontró una población que era como yesca seca".

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