martes, 21 de abril de 2015

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Imagen: El País
Si no somos africanos, ¿qué somos?
El colectivo LGBTI sufre continuas agresiones en Kenia. Activistas y cineastas luchan contra la hipocresía y la brutalidad de la homofobia.
Gemma Solés i Coll | El País, 2015-04-21

http://elpais.com/elpais/2015/03/13/planeta_futuro/1426260539_731058.html

En octubre de 2014, el Gobierno de Kenia prohibió la distribución y reproducción de "Stories of Our Lives" ("Historias de nuestras vidas"), un documental que denuncia la desprotección del colectivo de gais, lesbianas y transexuales en el país. El filme, realizado por un grupo de artistas kenianos de la asociación The Nest, fue aplaudido con fervor por la crítica internacional, y el último Festival Internacional de Cine de Toronto se refirió a él como "una hermosa película sobre el amor, la humanidad y una de las muchas facetas de lo que significa ser africano". Sin embargo, el Consejo de Calificación Cinematográfica de Kenia censuró la cinta y prohibió su distribución alegando que está llena de "lujuria y de escenas explícitas que promueven la homosexualidad".

En Kenia, la homosexualidad está castigada con penas de hasta 14 años de prisión según estipulan las leyes antisodomía del Código Penal, que se refieren a ella como "actos contra el orden de la naturaleza". En agosto de 2014, una propuesta de ley, finalmente, rechazada por violar las obligaciones internacionales de Kenia y contradecirse con la actual Constitución del país, pretendía encarcelar de por vida a los homosexuales kenianos y lapidar públicamente a los extranjeros.

La propuesta de ley pretendía situarse al nivel de la homofobia institucionalizada del país vecino, Uganda. La polémica ley antihomosexual ugandesa, respaldada hace un año por el presidente Museveni, fue derogada en agosto de 2014 gracias a que algunos donantes internacionales como Noruega, Dinamarca o Estados Unidos amenazaron con retirar su ayuda. Pero las políticas homófobas han tenido en Uganda consecuencias negativas tanto en la comercialización de productos nacionales como en las relaciones internacionales del país. El miedo a que algo parecido sucediera en Kenia puso el freno de mano a las macabras políticas antisodomía que vulneran los derechos del colectivo LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales) keniano. Pero no ha sido la vergüenza, ni la empatía, ni la apertura de miras lo que ha hecho retroceder al Parlamento keniano.

"El Código Penal keniano es una reliquia de la ley británica que heredamos en la independencia", opina Denis Nzioka, uno de los portavoces del colectivo LGTBI del país. Denis iba para sacerdote, pero decidió dejar el seminario y salió del armario convencido de que la tarea de sensibilización en relación a las minorías sexuales del país era tan necesaria como las plegarias.

"La vida de un homosexual declarado en Kenia es muy dura y solitaria. Yo pasé por una depresión muy profunda, por el alcoholismo y las drogas, y hasta estuve al borde del suicidio. Ser activista gay aquí es muy peligroso y te da unas condiciones de vida muy inseguras", se lamenta el activista, fundador de la única agencia de noticias dedicada a este colectivo en el país.

La Comisión para los Derechos Humanos de Kenia publicó en 2011 un informe titulado "The outlawed amongst us" ("Lo prohibido entre nosotros") que denuncia la vulnerabilidad de los homosexuales y los transexuales, víctimas de injurias físicas, verbales, violencia sexual y marginación social por parte del Estado, las familias, la sociedad, instituciones como las escuelas o los servicios médicos del país.

Para poder documentar los abusos contra el colectivo LGBTI, Denis y otros siete activistas de su plataforma diseñaron un mapa online gracias al que se pueden rastrear los lugares donde se comenten violaciones de los derechos del colectivo LGTBI en Nairobi. "No me ayuda ocuparme profesionalmente de los casos de violencia y asesinatos de homosexuales. El ser consciente de todo lo que les sucede diariamente a las personas que forman parte del colectivo me hace vivir en un estado de temor constante", reconoce. "Pero nuestra tarea ayuda a muchas personas, ya sea gracias a los recursos que ofrecemos, a las noticias que publicamos o al mapa, que puede avisar a los individuos o grupos de homosexuales para que vayan con cautela en ciertos lugares de la ciudad", asevera.

Mientras muchas miembros del colectivo LGBTI en Uganda y Kenia emigran, por miedo, a otros lugares donde se respetan sus derechos, Denis cree que es importante que afectados como él se arriesguen a alzar la voz. "Sé que seguramente estaría más a salvo en algún otro lugar del mundo. Pero si no se queda alguien aquí para ayudar a que la sociedad abra los ojos y apoyar a las minorías sexuales, vulnerables en todos los sentidos, esto nunca cambiará".

¿Homofobia o hipocresía?
El 93% de los kenianos piensa que la homosexualidad no es moralmente aceptable, según un estudio publicado a principios de 2014 con el título "Perceptions towards abortion and homosexuality in Kenia". Pero, ¿están estas cifras exentas de contradicciones? Según datos de Google, Kenia es el país donde más se realiza la búsqueda en Internet de las palabras gay sex pics (fotos de sexo gay) junto a Nigeria —otro de los países que sostiene implacables leyes contra la homosexualidad—. Esto no significa que sea el país que más porno gay consume, pero el detalle es llamativo. Entonces, ¿estamos ante un brote de homofobia generalizada o más bien ante una ola de hipocresía?

El mito sobre la homosexualidad como tendencia importada de Occidente y, por tanto, como no "auténticamente africana" está extendido entre la mayor parte de la sociedad de la región. Las voces de las minorías sexuales, como las que se pueden escuchar en la censurada Stories of Our Lives, se preguntan naufragando en el "mainstream" keniano: "Si no somos africanos, entonces ¿qué somos?".

Otra cinta analiza el por qué de la homofobia en Uganda. En "God Loves Uganda" (Dios Ama a Uganda), el director Roger Williams explora la relación entre el fundamentalismo evangélico de las iglesias norteamericanas y el auge de la homofobia en este país.

El debate sobre si los occidentales introdujeron la homosexualidad o la homofobia en África ya se ha analizado anteriormente. Pero la actualidad del tema parece estar más ligada a los intereses políticos que a la preocupación real de los Estados. Hace algunos meses, el escritor keniano Binyavanga Wainaina, que salió del armario públicamente para alzar su voz en contra de la homofobia, apuntaba que la demonización del colectivo gay en África es un arma para desviar la atención de los africanos. El intelectual tachó la ola homófoba de los políticos africanos como un mero instrumento populista y aseguró que la estigmatización del colectivo gay es muy conveniente para las elecciones.

Además de actuar desde la faceta política, la homofobia se mueve por distintas esferas, indica Denis Nzioka. "Es un demonio polifacético, pues existe la homofobia religiosa, política y social. La religión juega un papel importantísimo en el odio continuado hacia la homosexualidad. El estigma social y la discriminación a las prácticas no heterosexuales también son consecuencia de la pretendida homogeneización y el mito de la antiafricanidad. Los políticos son culpables por instigar el discurso contra los gais para ganar votos. La educación de los niños y el adoctrinamiento al que son sometidos para que piensen que la homosexualidad está mal es otro factor crucial", reflexiona. "Es algo muy difícil de cambiar. Ni siquiera las leyes pueden garantizar una mejora sustancial de la vida del colectivo LGTBI en Kenia. Si nos fijamos en Sudáfrica, donde tienen las mejores leyes de protección al colectivo de todo el continente, la violencia contra los gais es extrema. Harán falta muchos años para que la situación mejore", manifiesta.

La minoría de las lesbianas
La minoría de lesbianas kenianas y ugandesas sufren, si cabe aún, peor trato que el colectivo de hombres homosexuales. En octubre de 2014 la prensa difundió que 11 niñas fueron expulsadas de un instituto en Nyandarua —en el centro de Kenia— por mostrar comportamientos homosexuales en público. Pero de todas las injusticias sufridas por las lesbianas, la violencia sexual es la más alarmante. Entre algunos hombres del país, existe la macabra idea de que violar a una lesbiana la convertirá en heterosexual.

Esa es la experiencia de Ann, que prefiere guardar su apellido en el anonimato por seguridad. "Salía de la Conferencia internacional de asociaciones de gais y lesbianas en Nairobi. Dos chicos se abalanzaron sobre mí cuando iba a subirme al autobús y me empezaron a pegar e insultar. Me tiraron al suelo y me repitieron que tenía que aprender a ser una mujer. 'Te vamos a enseñar por qué tienes ese agujero', me dijeron. Me asfixiaban tanto que me desmayé. Me violaron. Es lo que ellos llaman violación correctiva. Supuestamente esto te tiene que curar de la homosexualidad", relata, casi sin parpadear, esta mujer de 29 años. "Después de eso, no he querido involucrarme ni en encuentros, ni en protestas, ni mostrar en público mi condición sexual. Al fin y al cabo, ¿a quién voy a ir a denunciar si me atacan de nuevo?", se lamenta con angustia.

Además de ser estigmatizadas por su condición sexual, las mujeres violadas en Kenia suelen ser mucho más vulnerables a contraer el VIH. Los embarazos no deseados, además, se convierten en un problema psicológico, y para las chicas más pobres, también en un problema económico. El difícil acceso a la sanidad por culpa de este estigma postra a todo el colectivo LGBTI con VIH a la marginación más profunda.

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