Imagen: Coordinadora Feminista |
Marta Brancas · Periodista e historiadora, es parte de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia | Coordinadora Feminista, 2015-04-16
http://www.feministas.org/la-importancia-de-la-memoria.html
Con la aprobación de la Ley 52/2007, llamada de Memoria Histórica se crearon muchas expectativas para el conocimiento de la Verdad de lo ocurrido en la Guerra Civil y en el franquismo respecto a la conculcación de los derechos humanos, y también ilusiones de “Justicia y de Reparación”, en la línea de conseguir “Garantías de No Repetición”. Pero a pesar de la casi década transcurrida esto no se ha plasmado en una realidad, especialmente en el caso de las mujeres.
En primer lugar la Ley 46/1977 conocida como la Ley de Amnistía, que fue tan bien recibida por quienes estaban encarcelados o procesados (la que escribe estas líneas se vio agraciada con dos amnistías por sendos procesos pendientes), tenía unas líneas que al parecer no leímos y que ahora hacen que sea considerada una ley de Punto Final porque incluye una cláusula en la que todo funcionario o agentes del orden público que en cumplimiento de su deber hubiera incurrido en actos de represión no podría ser juzgado. Esto ha traído como consecuencia que en los juzgados del Estado español no se admitan querellas por sucesos ocurridos en este largo periodo. Ha tenido que llevarse a Argentina, donde la jueza Servini ha aceptado esta querella del franquismo en la tierra de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo.
El año pasado se presentaron las conclusiones de dos informes hechos por las Naciones Unidas; uno sobre desapariciones forzosas y otro sobre derechos humanos, en los que se dice claramente que no se está consiguiendo cerrar la herida provocada por la guerra y la Dictadura. Destacan en los informes una serie de afirmaciones de realidad y de recomendaciones que tienen que ver con las mujeres. Pablo Greiff, relator de la ONU de derechos humanos, constata que no existe un censo oficial de víctimas de la guerra y la Dictadura y que “Asimismo, varios temas siguen subexplorados, como por ejemplo los trabajos forzosos de presos; muertes en bombardeos; niños robados; las consecuencias de la guerra y diferentes formas de represión, incluyendo contra las mujeres, así como las responsabilidades de las empresas privadas por su participación activa o complicidad en la comisión de violaciones de los derechos humanos”.
Las consecuencias de la guerra y las diferentes formas de represión sobre las mujeres sigue siendo un tema subexplorado… por no decir olvidado. Tanto que “El Relator Especial nota con especial preocupación el impacto de las violaciones contra las mujeres, sean ellas víctimas directas o indirectas, y la poca atención que generalmente le prestan las medidas de reparación actuales”, hace constar en el Informe.
La recomendación al Gobierno español de Mariano Rajoy es que se debe “Ampliar los estudios existentes sobre las violaciones a los derechos de las mujeres y desarrollar medidas de reparación y reconocimiento especial del daño que sufrieron como consecuencia de la Guerra Civil y el franquismo, incluyendo la violencia sexual, agresiones, humillaciones y discriminación en represalia por su afiliación real o supuesta o la de sus familias o parejas”.
Mientras escribo éstas líneas oigo en Radio Euskadi una entrevista sobre los actos por el día de la República que se celebran en Sartaguda, el pueblo navarro conocido como el pueblo de las viudas. Va a haber una representación del grupo Pez Luna de Valladolid titulada “Exhumación, materia cruda” con la que se quiere exorcizar el rescate de los restos de los seres queridos aniquilados, parece que con silencios profundos… Son un grupo de mujeres y quieren, según afirman, “despedir a una generación dándoles las gracias haciendo lo que podemos: contando nuestra historia”.
Es importante la exhumación de las gentes que fueron desaparecidas y asesinadas en parajes perdidos, en simas o cunetas, y necesario que se haga con forenses y agentes judiciales para oficializarlas, pero está resultando un esfuerzo desmedido ya que ante la inhibición de las autoridades competentes se descarga en las familias esta tarea, se privatizan los rescates. Y la recuperación no es sólo de los restos por parte de sus familiares sino que el rescate deber ser de sus ideas, de las ilusiones y proyectos que les llevaron hasta allí y eso no puede hacerse sólo en familia: es un acto colectivo que no se cierra en un panteón familiar con una misa.
Un Mapa de Fosas es gestionado por el Ministerio de Justicia; según la información recibida, actualmente se recogen en tal mapa hasta 2.382 fosas en todo el territorio peninsular. Pero ello sólo supone unos 45.000 cuerpos de los mucho más de 200.000 desaparecidos. En el movimiento de recuperación de la memoria, esperemos que imparable, las exhumaciones van a seguir pueblo a pueblo.
No extraña que en consecuencia con el Informe se propongan una serie de recomendaciones para solventar este olvido. Hay que reconocer que ellas son las protagonistas principales como mujeres, hijas o nietas de los fusilados. Por eso en la Querella argentina la mayor parte de las mujeres querellantes lo hacen en nombre de sus familiares varones represaliados. Pocas lo hacen en nombre propio. En Andalucía se ha avanzado bastante en este tema y algunas mujeres han sido reconocidas como víctimas, no de segunda categoría sino principales de la represión, exaltada por Queipo de Llano.
“Por ser esposas, madres o hermanas de republicanos, fueron humilladas por el bando ganador de la Guerra Civil, que les rapaba la cabeza y las obligaba a beber aceite de ricino, desnudas. Por defender al bando perdedor, fueron asesinadas, violadas y torturadas en prisión, donde muchas vieron morir a sus hijos, cuando el régimen no se los arrebató para entregarlos en adopción a otras familias. Es la parte menos conocida de la represión franquista", explica José María Pedreño, presidente del Foro andaluz por la Memoria.
Castigos ejemplares, simbólicos, de lo que pasaría a las malas mujeres que se salíeran del modelo católico fascista. Es lo que González Duro ha llamado la otra represión puesto que las mujeres cuantitativamente fueron menos afectadas por las ejecuciones, prisiones, campos de trabajo, etc., pero tuvieron mayor protagonismo en otra represión, que respondía a la estrategia de una violencia menos normativizada, ejercida con mayor arbitrariedad y sobre la base de coacciones morales humillaciones, vejaciones, violencias ocultas, amenazas latentes y degradación social, cuyo objetivo era el aislamiento social de las supervivientes”, afirma el psiquiatra .
Las mujeres solas
El problema después de la guerra es que había muchas mujeres, viudas o huérfanas, mujeres solas que como describió la sobrina nieta de Virginia Wolf, en “Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra” (IGM) tuvieron que tirar para adelante y siguieron solas a duras penas por el camino de trabajos iniciados en la guerra.
En el nuevo estado franquista las mujeres se convirtieron en las principales sostenedoras de sus familias en muy difíciles condiciones. Además la redención era imposible, según Franco se había hecho la guerra para “liberar a la mujer casada del taller y de la fábrica”, por lo que se encontraron entre la espada y la pared. Como castigos extras se vieron sobrecargadas con una serie de trabajos impuestos al servicio de los vencedores: barrer las iglesias, las casas de los señoritos, los cuarteles de las fuerzas represivas, las calles céntricas de la ciudad, lo que se unió a las funciones de proveedoras de la familia en los muchos casos de fusilamientos, encarcelamientos o desaparición de sus familiares hombres. Muchas incluso tuvieron que prostituirse como única forma de alimentar a sus familias, ese fue un trabajo femenino masivo en la España de la posguerra.
El caso de las mujeres solas es especialmente dramático porque fueron consideradas ‘traidoras’ por ser viudas o mujeres de desaparecidos. Ellas encarnaban lo opuesto al ideal de familia numerosa con mujer sumisa que se convirtió en uno de los tres pilares del nuevo régimen. Fueron robadas y despojadas de todos sus bienes, la vivienda y las cuentas de ahorro, de sus talleres, dejándolas en la miseria más atroz. A muchas no se les reconoció ni el status de viudas porque se anularon todos los matrimonios civiles republicanos y, acorde con esto, no se les concedieron pensiones y nunca les ha sido devuelto el patrimonio.
En el caso del robo de niños y niñas y de bebés, hay una Asociación Sos Bebés Robados, compuesta mayoritariamente por mujeres, que se encuentra con muchas dificultades para demostrar la verdad y encontrar a sus vástagos. Aunque la Circular 2/2012 de la Fiscalía General del Estado sostiene que el robo de bebés se trata de un delito permanente y no sujeto a prescripción, contradictoriamente la misma Fiscalía ha rechazado que se esté en presencia de un plan sistemático de robo de niños y niñas.
Están viendo la luz libros en los que mujeres encarceladas denuncian la desaparición de bebés de las prisiones donde estaban sus madres, y a ello se añade los que salieron refugiados y al volver fueron entregados a familias del régimen, y los de las madres solteras o las violadas. También la Sección Femenina, en los tiempos del Auxilio Social, fue cómplice de arrebatar a las mujeres sus niños y niñas. Y en los años posteriores -esa es una trama que está por ver la luz- , porque la Sección Femenina existió hasta el final del franquismo controlando el cuerpo y la vida de las mujeres.
¿Por qué los millones de horas de trabajo esclavo que la Sección Femenina de la Falange obligó a realizar a todas las mujeres no se contabiliza como trabajo esclavo por las organizaciones memorialistas? Desde luego este hecho no dio origen tras la Dictadura a derechos adquiridos por las organizaciones de mujeres y feministas sobre los bienes de la Sección Femenina, cosa que, en mi opinión, aún está pendiente.
La larga noche de la Dictadura franquista
Después de la larga noche de la Dictadura franquista el movimiento feminista que surgió tuvo que nacer de cero, estaba en pañales respecto a la memoria del pasado anterior y con los puentes hacia la República completamente rotos. Aún así eso no ha impedido que sea un movimiento fresco y con una combatividad que todavía mantiene. Pero recuperar la memoria perdida era y es otro cantar.
Las imágenes de milicianas armadas, vestidas con pantalones y casadas civilmente eran lo único que se reflejaba en nuestras pupilas. Junto a ellas algunas mujeres lideresas que sobrevivieron al naufragio y que se contaban con los dedos de una mano: Dolores Ibarruri y Federica Montseny. Luego se descubrió a Clara Campoamor y en menor medida a Margarita Nelken y Victoria Kent, las parlamentarias. Pero todas ellas eran mujeres excepcionales, atípicas, anormales, no correspondientes con las mujeres reales. Este tratamiento, en realidad, es la base de justificación de toda ocupación, como es conocido desde que las investigaciones feministas sobre el mito del matriarcado griego demostraron que el mito fue funcional para los romanos para justificar la invasión y conquista de esos pueblos griegos que permitían semejantes ‘anormalidades’. En nuestro caso las milicianas, las intelectuales, las republicanas eran una rojas y había que exterminarlas.
Con estos pocos elementos se constituyó una historia llena de mitos que nos nubló la mirada. Y digo nubló porque es cierto: la existencia de heroínas y de lideresas sustituyó a la realidad del conjunto de las mujeres e impidió ver las políticas que instrumentalizaron al movimiento femenino. Se exaltaba a unas pocas para no ver a las demás, al colectivo.
Autoras como Carmen Alcalde, Mary Nash y Rosa Mª Capel fueron las pioneras que empezaron a tirar de la manta sobre las organizaciones de mujeres y sus actividades colectivas. Además de las Mujeres Antifascistas existió Mujeres Libres, y empezaron a surgir testimonios personales de algunas como el de Rosario Sánchez, la Dinamitera, el de Juana Doña y otros sobre las mujeres en la cárceles. Fernanda Romeo Alfaro y Lidia Falcón hablaron sobre las luchas de las mujeres en el franquismo.
La guerra de las mujeres
Las mujeres participaron en la guerra, eso es una obviedad pero merece ser matizada. Primero porque en el campo de la República fueron las primeras desarmadas. Las milicianas fueron alejadas de los frentes a finales de 1936, a los pocos meses de guerra. La excusa formal fue que había que hacer un ejército profesional, jerárquico y homologado a los europeos (lo que no era muy cierto porque muchas habían intervenido en la I Guerra Mundial) pero lo que estuvo por debajo de esta decisión fue acabar con esta ‘anormalidad’ mas propia de tiempos de guerrillas y revoluciones que además provocaba enfermedades venéreas. Vamos, igual que en la revolución francesa, se aleja a las mujeres de los frentes acusándolas de prostitutas.
Una vez en la retaguardia siguieron trabajando para la guerra pero ya lo hicieron como algo ajeno, sosteniendo desde la humildad lo importante, el frente, a los héroes cuya ausencia pesaba más que su presencia. Aquí el drama fue que sus organizaciones perdieron toda autonomía, la mayoría era el ala femenina de sus partidos. Los grupos de feministas independientes desaparecieron del mapa, al igual que las republicanas. No estuvieron unidas porque las cuestiones políticas les separaban; en las Mujeres Antifascistas hablaban de unidad pero en su organización no estaban ni las anarquistas ni las mujeres del POUM. Incluso dentro del Socorro Rojo hubo divisiones políticas, aunque fue un lugar donde las mujeres tuvieron un enorme protagonismo por su solidaridad y apoyo a los represaliados. Por otra parte los millares de católicas que intervenían en asuntos sociales (cuando la iglesia les necesitó y vieron en ello una vía de colaboración política) en la guerra estuvieron marginadas ya que la jerarquía, con excepción del País Vasco, se posicionó con el sector insurgente y fascista lo que limitó su intervención en zonas republicanas.
No por ello en las zonas ocupadas por el nacional-catolicismo participaron las mujeres en la política. Precisamente su alejamiento de la política era el gran slogan y el caballo de batalla de las lideresas falangistas y monárquicas. Urraca Pastor, por ejemplo, recorrió los frentes y la retaguardia con ese mensaje para las que trabajaban en Auxilio de Invierno y Auxilio Social, organizaciones que precedieron durante la contienda a la Sección Femenina de la Falange. Ellas durante la guerra y toda la Dictadura hicieron política pero su mensaje era que las mujeres no debieran hacer política, una posición contradictoria y cínica donde las haya.
Después de la guerra vino lo peor
Podría parecer que una vez acabada la guerra acabaron las tribulaciones del hambre y los bombardeos, las violaciones en la ocupación, así como la obligación de evacuar las ciudades que a las mujeres se impuso. Pero nó, casi se puede decir que empezó una etapa mas cruenta en cuanto a la masificación de las represalias. Etapa de represión masiva femenina, además de la masculina, que duró hasta la entrada de España en las Naciones Unidas y que estuvo impulsada en gran medida por la jerarquía eclesiástica cuyo papel fue el de justificar a un régimen que se había impuesto sin ninguna legitimación excepto la de las armas sobre la legalidad republicana.
Las violaciones fueron ofrecidas como botín de guerra para las tropas de ‘moros’ por Queipo de Llano desde Radio Sevilla, pero también violaban los falangistas, los guardias civiles y los requetés que quedaron al mando de muchos pueblos ocupados y al final de la guerra fue ya la gran orgía represiva. Los cortes de pelo al rape y el hacerles pasear, a veces desnudas, habiendo tomado aceite ricino, eran castigos que sólo se aplicaron a las mujeres, eran un extra, un además, fuera de toda norma o ley contra las detenidas no asociado a ninguna norma. Fue la política sexual de los vencedores que -insisto- aún está por denunciarse.
Los estudios realizados con 50 prisioneras en la cárcel de Málaga por el psiquiatra militar Antonio Vallejo Nájera le sirvieron para trazar toda una teoría general que fue aplicada sistemáticamente después de la guerra por el franquismo. Las rojas no eran personas, se alejaban de lo humano al comportarse de manera distinta a lo que se esperaba de ellas, haciendo política, teniendo relaciones libres, etc. Los frutos de su vientre por tanto no podían ser humanos mas que a condición de que se les arrebataran al nacer y se formaran en un hogar cristiano, cosa que se produjo hasta épocas muy cercanas de los años 80s, como denuncia la Asociación Bebés Robados que es partícipe de la Querella Argentina y que sostiene más de 1.500 casos en las fiscalías del Estado español.
El paroxismo de las derechas tuvo pretensiones de base científica biológica. La derechista Navarra Urraca Pastor llegó a escribir en su libro diario de guerra que los rojos morían distinto, peor, porque no creían en Dios.
Según sus posiciones, las República, los marxistas para ellxs, habían desnaturalizado a las mujeres permitiéndoles entrar en lo social, en la política. Esto había despertado en ellas instintos feroces, sanguinarios, brutales, incontrolables por lo anormal y antisocial del comportamiento. Por eso las cárceles se llenaron de militantes políticas y sindicales pero junto a ellas una mayoría de mujeres presas por ser familiares de hombres significados y otras por auxilio a la rebelión. En sus procesos puede leerse cómo eran acusadas se ser las que más incitaban a los saqueos y al asesinato.
La difusa violencia
Recientes estudios de Mª Jesús Miranda sobre las mujeres en prisión demuestran que para la mayoría de las presas la cárcel es el fin de su vida social. Sus familias les abandonan, sus maridos no les guardan la ausencia y sus hijos les son arrebatados. A diferencia de los hombres que se ven sostenidos por la familia que les acompaña durante años, esperando su regreso al hogar. Esto les pasó a muchas presas del franquismo. Incluso la red de solidaridad que se tejió para ayuda a los presos políticos, en la que la militancia femenina destacaba, contradictoriamente no llegaba de igual forma a las cárceles y preventorios femeninos. Por otra parte no es una anécdota decir algunas de las que esperaron 10, 15 o más años a sus maridos se vieron abandonados por ellos una vez que estos salieron de prisión. Finalmente respecto a las prisiones una se hace la pregunta de que pasa con las cárceles de mujeres de Ventas, de Yeserias, de Saturraran, y un largo etc., que van desapareciendo sin dejar huella de su pasado cuando deberían ser lugares de la memoria de las mujeres.
En los actuales momentos de crisis de la institución monárquica y del régimen de la Transición nacido el 78 existe un profundo silencio sobre el tema que estamos tratando de mujeres y memoria histórica. El silencio se ha transmitido de mujer a mujer como forma de protección, para no ser mujeres marcadas. Ya Dulce Chacón en su Voz dormida, hablaba de ello. El caso de una revolucionaria feminista catalana que exiliada es paradigmático de lo que digo. Su hija se vió sorprendida cuando en Barcelona se le hizo un homenaje a su madre. Nunca ella le había contado absolutamente nada de su pasado de lucha, como si no hubiera existido, fue su forma de protegerla, borrando la memoria de lo que tanto dolor le produjo.
Las mujeres grandes, las hijas, nietas o biznietas tenemos el reto de rescatar las ilusiones de nuestras mayores y denunciar sus sufrimientos. Cuando los juzgados del estado español admitan querellas esto se hará esto más fácil, pero quizá lo más importante es hablar, publicar, dar a conocer por un lado lo que sufrieron estas mujeres como víctimas que fueron de un sistema injusto, pero también las estrategias de supervivencia que desarrollaron y que nos llevaron en 1975-1977 a la línea de salida de un movimiento feminista que ha conseguido muchos éxitos.
Pero las cuestiones de la violencia sexista machista siguen siendo cuestionadas. Aunque es reconocido internacionalmente que las mujeres son rehenes y victimas especiales en las guerras hay sitios como Japón donde el caso ya estaba juzgado y admitida la reclamación de las Comfort Women (ejército de prostitutas que montó el ejército japonés con mujeres de toda la región en la II Guerra Mundial), hay sectores que siguen negando estos hechos y demandando daños por prejuicios al honor de la nación. El tribunal Internacional de Justicia permanente o los que se organizan Ad hoc muchas veces no incluyen las violaciones entre sus casos.
La violencia sexual sigue siendo algo prepolítico, cuando algún caso llega a los tribunales es como ejemplarizante, como modelo o como represalia para ciertos hombres. No hay más que ver cómo se mantiene hoy en día el debate sobre las denuncias falsas de las mujeres en los casos de malos tratos y violaciones cuando se sabe que en los casos denunciados son únicamente el 0’001 % los que la comisión de investigación del Poder Judicial ha detectado como tales. Sin embargo la duda sistemática se mantiene sobre las denunciantes y las organizaciones que les apoyan.
Creo sinceramente que hace falta que las mujeres nos sintamos libres. Una puede estar oprimida, explotada, marginada, maltratada… pero no por ello ser todo ello. Recuperar la memoria pasa no sólo por un proceso de concienciación intelectual sino por transformaciones personales y colectivas. Por eso me parecen importantes las palabras de la guatemalteca Yolanda Aguilar, perteneciente a la red internacional de Mujeres de Negro, que destaca los esfuerzos en recuperar en todos los sentidos a las mujeres violentadas.
Lo que había iniciado como un ejercicio de conceptualización tomaba forma en la vida cotidiana de mujeres que habían transitado caminos de transformación personal y colectiva. Ese fue un paso trascendente. Estas mujeres nos daban lecciones de lo que implicaba la palabra transgresión a los patrones más enraizados de la cultura patriarcal, los de la violencia sexual.
Estamos pues, ante un profundo cambio de conciencia, en un momento en donde no se trata solo de sentir el agravio. Se trata de desapegarnos de la condición de agraviadas/os, oprimidas y sufrientes, y una vez que se ha procesado lo que esto significa en nuestras vidas, transformar esa energía en vitalidad y fortaleza para seguir viviendo, aún en las peores condiciones. Eso implica procesos largos de autoconciencia en nuestro ser, nuestros cuerpos y sexualidades, nuestras formas de recordar e hilar la memoria.
El Relator Especial de la ONU del que se hablaba al principio hace notar en su informe que varios representantes del Gobierno en las reuniones que mantuvieron enmarcaron las discusiones en el siguiente esquema: “o todos concluimos que ya estamos totalmente reconciliados o la única alternativa es el resurgir de odios subyacentes, lo cual implicaría un riesgo demasiado alto”. No puedo estar más en desacuerdo con estos gobernantes, creo que para la reconciliación son imprescindibles la Verdad, la Justicia y la Reparación, lo que en el caso de las mujeres son realidades que aún están por salir a la luz. El mayor riesgo es el silencio, por eso pienso que cuantas más mujeres participemos en la Marea por la recuperación de la Memoria Histórica mejor defenderemos nuestros intereses y los de toda la sociedad.
En primer lugar la Ley 46/1977 conocida como la Ley de Amnistía, que fue tan bien recibida por quienes estaban encarcelados o procesados (la que escribe estas líneas se vio agraciada con dos amnistías por sendos procesos pendientes), tenía unas líneas que al parecer no leímos y que ahora hacen que sea considerada una ley de Punto Final porque incluye una cláusula en la que todo funcionario o agentes del orden público que en cumplimiento de su deber hubiera incurrido en actos de represión no podría ser juzgado. Esto ha traído como consecuencia que en los juzgados del Estado español no se admitan querellas por sucesos ocurridos en este largo periodo. Ha tenido que llevarse a Argentina, donde la jueza Servini ha aceptado esta querella del franquismo en la tierra de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo.
El año pasado se presentaron las conclusiones de dos informes hechos por las Naciones Unidas; uno sobre desapariciones forzosas y otro sobre derechos humanos, en los que se dice claramente que no se está consiguiendo cerrar la herida provocada por la guerra y la Dictadura. Destacan en los informes una serie de afirmaciones de realidad y de recomendaciones que tienen que ver con las mujeres. Pablo Greiff, relator de la ONU de derechos humanos, constata que no existe un censo oficial de víctimas de la guerra y la Dictadura y que “Asimismo, varios temas siguen subexplorados, como por ejemplo los trabajos forzosos de presos; muertes en bombardeos; niños robados; las consecuencias de la guerra y diferentes formas de represión, incluyendo contra las mujeres, así como las responsabilidades de las empresas privadas por su participación activa o complicidad en la comisión de violaciones de los derechos humanos”.
Las consecuencias de la guerra y las diferentes formas de represión sobre las mujeres sigue siendo un tema subexplorado… por no decir olvidado. Tanto que “El Relator Especial nota con especial preocupación el impacto de las violaciones contra las mujeres, sean ellas víctimas directas o indirectas, y la poca atención que generalmente le prestan las medidas de reparación actuales”, hace constar en el Informe.
La recomendación al Gobierno español de Mariano Rajoy es que se debe “Ampliar los estudios existentes sobre las violaciones a los derechos de las mujeres y desarrollar medidas de reparación y reconocimiento especial del daño que sufrieron como consecuencia de la Guerra Civil y el franquismo, incluyendo la violencia sexual, agresiones, humillaciones y discriminación en represalia por su afiliación real o supuesta o la de sus familias o parejas”.
Mientras escribo éstas líneas oigo en Radio Euskadi una entrevista sobre los actos por el día de la República que se celebran en Sartaguda, el pueblo navarro conocido como el pueblo de las viudas. Va a haber una representación del grupo Pez Luna de Valladolid titulada “Exhumación, materia cruda” con la que se quiere exorcizar el rescate de los restos de los seres queridos aniquilados, parece que con silencios profundos… Son un grupo de mujeres y quieren, según afirman, “despedir a una generación dándoles las gracias haciendo lo que podemos: contando nuestra historia”.
Es importante la exhumación de las gentes que fueron desaparecidas y asesinadas en parajes perdidos, en simas o cunetas, y necesario que se haga con forenses y agentes judiciales para oficializarlas, pero está resultando un esfuerzo desmedido ya que ante la inhibición de las autoridades competentes se descarga en las familias esta tarea, se privatizan los rescates. Y la recuperación no es sólo de los restos por parte de sus familiares sino que el rescate deber ser de sus ideas, de las ilusiones y proyectos que les llevaron hasta allí y eso no puede hacerse sólo en familia: es un acto colectivo que no se cierra en un panteón familiar con una misa.
Un Mapa de Fosas es gestionado por el Ministerio de Justicia; según la información recibida, actualmente se recogen en tal mapa hasta 2.382 fosas en todo el territorio peninsular. Pero ello sólo supone unos 45.000 cuerpos de los mucho más de 200.000 desaparecidos. En el movimiento de recuperación de la memoria, esperemos que imparable, las exhumaciones van a seguir pueblo a pueblo.
No extraña que en consecuencia con el Informe se propongan una serie de recomendaciones para solventar este olvido. Hay que reconocer que ellas son las protagonistas principales como mujeres, hijas o nietas de los fusilados. Por eso en la Querella argentina la mayor parte de las mujeres querellantes lo hacen en nombre de sus familiares varones represaliados. Pocas lo hacen en nombre propio. En Andalucía se ha avanzado bastante en este tema y algunas mujeres han sido reconocidas como víctimas, no de segunda categoría sino principales de la represión, exaltada por Queipo de Llano.
“Por ser esposas, madres o hermanas de republicanos, fueron humilladas por el bando ganador de la Guerra Civil, que les rapaba la cabeza y las obligaba a beber aceite de ricino, desnudas. Por defender al bando perdedor, fueron asesinadas, violadas y torturadas en prisión, donde muchas vieron morir a sus hijos, cuando el régimen no se los arrebató para entregarlos en adopción a otras familias. Es la parte menos conocida de la represión franquista", explica José María Pedreño, presidente del Foro andaluz por la Memoria.
Castigos ejemplares, simbólicos, de lo que pasaría a las malas mujeres que se salíeran del modelo católico fascista. Es lo que González Duro ha llamado la otra represión puesto que las mujeres cuantitativamente fueron menos afectadas por las ejecuciones, prisiones, campos de trabajo, etc., pero tuvieron mayor protagonismo en otra represión, que respondía a la estrategia de una violencia menos normativizada, ejercida con mayor arbitrariedad y sobre la base de coacciones morales humillaciones, vejaciones, violencias ocultas, amenazas latentes y degradación social, cuyo objetivo era el aislamiento social de las supervivientes”, afirma el psiquiatra .
Las mujeres solas
El problema después de la guerra es que había muchas mujeres, viudas o huérfanas, mujeres solas que como describió la sobrina nieta de Virginia Wolf, en “Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra” (IGM) tuvieron que tirar para adelante y siguieron solas a duras penas por el camino de trabajos iniciados en la guerra.
En el nuevo estado franquista las mujeres se convirtieron en las principales sostenedoras de sus familias en muy difíciles condiciones. Además la redención era imposible, según Franco se había hecho la guerra para “liberar a la mujer casada del taller y de la fábrica”, por lo que se encontraron entre la espada y la pared. Como castigos extras se vieron sobrecargadas con una serie de trabajos impuestos al servicio de los vencedores: barrer las iglesias, las casas de los señoritos, los cuarteles de las fuerzas represivas, las calles céntricas de la ciudad, lo que se unió a las funciones de proveedoras de la familia en los muchos casos de fusilamientos, encarcelamientos o desaparición de sus familiares hombres. Muchas incluso tuvieron que prostituirse como única forma de alimentar a sus familias, ese fue un trabajo femenino masivo en la España de la posguerra.
El caso de las mujeres solas es especialmente dramático porque fueron consideradas ‘traidoras’ por ser viudas o mujeres de desaparecidos. Ellas encarnaban lo opuesto al ideal de familia numerosa con mujer sumisa que se convirtió en uno de los tres pilares del nuevo régimen. Fueron robadas y despojadas de todos sus bienes, la vivienda y las cuentas de ahorro, de sus talleres, dejándolas en la miseria más atroz. A muchas no se les reconoció ni el status de viudas porque se anularon todos los matrimonios civiles republicanos y, acorde con esto, no se les concedieron pensiones y nunca les ha sido devuelto el patrimonio.
En el caso del robo de niños y niñas y de bebés, hay una Asociación Sos Bebés Robados, compuesta mayoritariamente por mujeres, que se encuentra con muchas dificultades para demostrar la verdad y encontrar a sus vástagos. Aunque la Circular 2/2012 de la Fiscalía General del Estado sostiene que el robo de bebés se trata de un delito permanente y no sujeto a prescripción, contradictoriamente la misma Fiscalía ha rechazado que se esté en presencia de un plan sistemático de robo de niños y niñas.
Están viendo la luz libros en los que mujeres encarceladas denuncian la desaparición de bebés de las prisiones donde estaban sus madres, y a ello se añade los que salieron refugiados y al volver fueron entregados a familias del régimen, y los de las madres solteras o las violadas. También la Sección Femenina, en los tiempos del Auxilio Social, fue cómplice de arrebatar a las mujeres sus niños y niñas. Y en los años posteriores -esa es una trama que está por ver la luz- , porque la Sección Femenina existió hasta el final del franquismo controlando el cuerpo y la vida de las mujeres.
¿Por qué los millones de horas de trabajo esclavo que la Sección Femenina de la Falange obligó a realizar a todas las mujeres no se contabiliza como trabajo esclavo por las organizaciones memorialistas? Desde luego este hecho no dio origen tras la Dictadura a derechos adquiridos por las organizaciones de mujeres y feministas sobre los bienes de la Sección Femenina, cosa que, en mi opinión, aún está pendiente.
La larga noche de la Dictadura franquista
Después de la larga noche de la Dictadura franquista el movimiento feminista que surgió tuvo que nacer de cero, estaba en pañales respecto a la memoria del pasado anterior y con los puentes hacia la República completamente rotos. Aún así eso no ha impedido que sea un movimiento fresco y con una combatividad que todavía mantiene. Pero recuperar la memoria perdida era y es otro cantar.
Las imágenes de milicianas armadas, vestidas con pantalones y casadas civilmente eran lo único que se reflejaba en nuestras pupilas. Junto a ellas algunas mujeres lideresas que sobrevivieron al naufragio y que se contaban con los dedos de una mano: Dolores Ibarruri y Federica Montseny. Luego se descubrió a Clara Campoamor y en menor medida a Margarita Nelken y Victoria Kent, las parlamentarias. Pero todas ellas eran mujeres excepcionales, atípicas, anormales, no correspondientes con las mujeres reales. Este tratamiento, en realidad, es la base de justificación de toda ocupación, como es conocido desde que las investigaciones feministas sobre el mito del matriarcado griego demostraron que el mito fue funcional para los romanos para justificar la invasión y conquista de esos pueblos griegos que permitían semejantes ‘anormalidades’. En nuestro caso las milicianas, las intelectuales, las republicanas eran una rojas y había que exterminarlas.
Con estos pocos elementos se constituyó una historia llena de mitos que nos nubló la mirada. Y digo nubló porque es cierto: la existencia de heroínas y de lideresas sustituyó a la realidad del conjunto de las mujeres e impidió ver las políticas que instrumentalizaron al movimiento femenino. Se exaltaba a unas pocas para no ver a las demás, al colectivo.
Autoras como Carmen Alcalde, Mary Nash y Rosa Mª Capel fueron las pioneras que empezaron a tirar de la manta sobre las organizaciones de mujeres y sus actividades colectivas. Además de las Mujeres Antifascistas existió Mujeres Libres, y empezaron a surgir testimonios personales de algunas como el de Rosario Sánchez, la Dinamitera, el de Juana Doña y otros sobre las mujeres en la cárceles. Fernanda Romeo Alfaro y Lidia Falcón hablaron sobre las luchas de las mujeres en el franquismo.
La guerra de las mujeres
Las mujeres participaron en la guerra, eso es una obviedad pero merece ser matizada. Primero porque en el campo de la República fueron las primeras desarmadas. Las milicianas fueron alejadas de los frentes a finales de 1936, a los pocos meses de guerra. La excusa formal fue que había que hacer un ejército profesional, jerárquico y homologado a los europeos (lo que no era muy cierto porque muchas habían intervenido en la I Guerra Mundial) pero lo que estuvo por debajo de esta decisión fue acabar con esta ‘anormalidad’ mas propia de tiempos de guerrillas y revoluciones que además provocaba enfermedades venéreas. Vamos, igual que en la revolución francesa, se aleja a las mujeres de los frentes acusándolas de prostitutas.
Una vez en la retaguardia siguieron trabajando para la guerra pero ya lo hicieron como algo ajeno, sosteniendo desde la humildad lo importante, el frente, a los héroes cuya ausencia pesaba más que su presencia. Aquí el drama fue que sus organizaciones perdieron toda autonomía, la mayoría era el ala femenina de sus partidos. Los grupos de feministas independientes desaparecieron del mapa, al igual que las republicanas. No estuvieron unidas porque las cuestiones políticas les separaban; en las Mujeres Antifascistas hablaban de unidad pero en su organización no estaban ni las anarquistas ni las mujeres del POUM. Incluso dentro del Socorro Rojo hubo divisiones políticas, aunque fue un lugar donde las mujeres tuvieron un enorme protagonismo por su solidaridad y apoyo a los represaliados. Por otra parte los millares de católicas que intervenían en asuntos sociales (cuando la iglesia les necesitó y vieron en ello una vía de colaboración política) en la guerra estuvieron marginadas ya que la jerarquía, con excepción del País Vasco, se posicionó con el sector insurgente y fascista lo que limitó su intervención en zonas republicanas.
No por ello en las zonas ocupadas por el nacional-catolicismo participaron las mujeres en la política. Precisamente su alejamiento de la política era el gran slogan y el caballo de batalla de las lideresas falangistas y monárquicas. Urraca Pastor, por ejemplo, recorrió los frentes y la retaguardia con ese mensaje para las que trabajaban en Auxilio de Invierno y Auxilio Social, organizaciones que precedieron durante la contienda a la Sección Femenina de la Falange. Ellas durante la guerra y toda la Dictadura hicieron política pero su mensaje era que las mujeres no debieran hacer política, una posición contradictoria y cínica donde las haya.
Después de la guerra vino lo peor
Podría parecer que una vez acabada la guerra acabaron las tribulaciones del hambre y los bombardeos, las violaciones en la ocupación, así como la obligación de evacuar las ciudades que a las mujeres se impuso. Pero nó, casi se puede decir que empezó una etapa mas cruenta en cuanto a la masificación de las represalias. Etapa de represión masiva femenina, además de la masculina, que duró hasta la entrada de España en las Naciones Unidas y que estuvo impulsada en gran medida por la jerarquía eclesiástica cuyo papel fue el de justificar a un régimen que se había impuesto sin ninguna legitimación excepto la de las armas sobre la legalidad republicana.
Las violaciones fueron ofrecidas como botín de guerra para las tropas de ‘moros’ por Queipo de Llano desde Radio Sevilla, pero también violaban los falangistas, los guardias civiles y los requetés que quedaron al mando de muchos pueblos ocupados y al final de la guerra fue ya la gran orgía represiva. Los cortes de pelo al rape y el hacerles pasear, a veces desnudas, habiendo tomado aceite ricino, eran castigos que sólo se aplicaron a las mujeres, eran un extra, un además, fuera de toda norma o ley contra las detenidas no asociado a ninguna norma. Fue la política sexual de los vencedores que -insisto- aún está por denunciarse.
Los estudios realizados con 50 prisioneras en la cárcel de Málaga por el psiquiatra militar Antonio Vallejo Nájera le sirvieron para trazar toda una teoría general que fue aplicada sistemáticamente después de la guerra por el franquismo. Las rojas no eran personas, se alejaban de lo humano al comportarse de manera distinta a lo que se esperaba de ellas, haciendo política, teniendo relaciones libres, etc. Los frutos de su vientre por tanto no podían ser humanos mas que a condición de que se les arrebataran al nacer y se formaran en un hogar cristiano, cosa que se produjo hasta épocas muy cercanas de los años 80s, como denuncia la Asociación Bebés Robados que es partícipe de la Querella Argentina y que sostiene más de 1.500 casos en las fiscalías del Estado español.
El paroxismo de las derechas tuvo pretensiones de base científica biológica. La derechista Navarra Urraca Pastor llegó a escribir en su libro diario de guerra que los rojos morían distinto, peor, porque no creían en Dios.
Según sus posiciones, las República, los marxistas para ellxs, habían desnaturalizado a las mujeres permitiéndoles entrar en lo social, en la política. Esto había despertado en ellas instintos feroces, sanguinarios, brutales, incontrolables por lo anormal y antisocial del comportamiento. Por eso las cárceles se llenaron de militantes políticas y sindicales pero junto a ellas una mayoría de mujeres presas por ser familiares de hombres significados y otras por auxilio a la rebelión. En sus procesos puede leerse cómo eran acusadas se ser las que más incitaban a los saqueos y al asesinato.
La difusa violencia
Recientes estudios de Mª Jesús Miranda sobre las mujeres en prisión demuestran que para la mayoría de las presas la cárcel es el fin de su vida social. Sus familias les abandonan, sus maridos no les guardan la ausencia y sus hijos les son arrebatados. A diferencia de los hombres que se ven sostenidos por la familia que les acompaña durante años, esperando su regreso al hogar. Esto les pasó a muchas presas del franquismo. Incluso la red de solidaridad que se tejió para ayuda a los presos políticos, en la que la militancia femenina destacaba, contradictoriamente no llegaba de igual forma a las cárceles y preventorios femeninos. Por otra parte no es una anécdota decir algunas de las que esperaron 10, 15 o más años a sus maridos se vieron abandonados por ellos una vez que estos salieron de prisión. Finalmente respecto a las prisiones una se hace la pregunta de que pasa con las cárceles de mujeres de Ventas, de Yeserias, de Saturraran, y un largo etc., que van desapareciendo sin dejar huella de su pasado cuando deberían ser lugares de la memoria de las mujeres.
En los actuales momentos de crisis de la institución monárquica y del régimen de la Transición nacido el 78 existe un profundo silencio sobre el tema que estamos tratando de mujeres y memoria histórica. El silencio se ha transmitido de mujer a mujer como forma de protección, para no ser mujeres marcadas. Ya Dulce Chacón en su Voz dormida, hablaba de ello. El caso de una revolucionaria feminista catalana que exiliada es paradigmático de lo que digo. Su hija se vió sorprendida cuando en Barcelona se le hizo un homenaje a su madre. Nunca ella le había contado absolutamente nada de su pasado de lucha, como si no hubiera existido, fue su forma de protegerla, borrando la memoria de lo que tanto dolor le produjo.
Las mujeres grandes, las hijas, nietas o biznietas tenemos el reto de rescatar las ilusiones de nuestras mayores y denunciar sus sufrimientos. Cuando los juzgados del estado español admitan querellas esto se hará esto más fácil, pero quizá lo más importante es hablar, publicar, dar a conocer por un lado lo que sufrieron estas mujeres como víctimas que fueron de un sistema injusto, pero también las estrategias de supervivencia que desarrollaron y que nos llevaron en 1975-1977 a la línea de salida de un movimiento feminista que ha conseguido muchos éxitos.
Pero las cuestiones de la violencia sexista machista siguen siendo cuestionadas. Aunque es reconocido internacionalmente que las mujeres son rehenes y victimas especiales en las guerras hay sitios como Japón donde el caso ya estaba juzgado y admitida la reclamación de las Comfort Women (ejército de prostitutas que montó el ejército japonés con mujeres de toda la región en la II Guerra Mundial), hay sectores que siguen negando estos hechos y demandando daños por prejuicios al honor de la nación. El tribunal Internacional de Justicia permanente o los que se organizan Ad hoc muchas veces no incluyen las violaciones entre sus casos.
La violencia sexual sigue siendo algo prepolítico, cuando algún caso llega a los tribunales es como ejemplarizante, como modelo o como represalia para ciertos hombres. No hay más que ver cómo se mantiene hoy en día el debate sobre las denuncias falsas de las mujeres en los casos de malos tratos y violaciones cuando se sabe que en los casos denunciados son únicamente el 0’001 % los que la comisión de investigación del Poder Judicial ha detectado como tales. Sin embargo la duda sistemática se mantiene sobre las denunciantes y las organizaciones que les apoyan.
Creo sinceramente que hace falta que las mujeres nos sintamos libres. Una puede estar oprimida, explotada, marginada, maltratada… pero no por ello ser todo ello. Recuperar la memoria pasa no sólo por un proceso de concienciación intelectual sino por transformaciones personales y colectivas. Por eso me parecen importantes las palabras de la guatemalteca Yolanda Aguilar, perteneciente a la red internacional de Mujeres de Negro, que destaca los esfuerzos en recuperar en todos los sentidos a las mujeres violentadas.
Lo que había iniciado como un ejercicio de conceptualización tomaba forma en la vida cotidiana de mujeres que habían transitado caminos de transformación personal y colectiva. Ese fue un paso trascendente. Estas mujeres nos daban lecciones de lo que implicaba la palabra transgresión a los patrones más enraizados de la cultura patriarcal, los de la violencia sexual.
Estamos pues, ante un profundo cambio de conciencia, en un momento en donde no se trata solo de sentir el agravio. Se trata de desapegarnos de la condición de agraviadas/os, oprimidas y sufrientes, y una vez que se ha procesado lo que esto significa en nuestras vidas, transformar esa energía en vitalidad y fortaleza para seguir viviendo, aún en las peores condiciones. Eso implica procesos largos de autoconciencia en nuestro ser, nuestros cuerpos y sexualidades, nuestras formas de recordar e hilar la memoria.
El Relator Especial de la ONU del que se hablaba al principio hace notar en su informe que varios representantes del Gobierno en las reuniones que mantuvieron enmarcaron las discusiones en el siguiente esquema: “o todos concluimos que ya estamos totalmente reconciliados o la única alternativa es el resurgir de odios subyacentes, lo cual implicaría un riesgo demasiado alto”. No puedo estar más en desacuerdo con estos gobernantes, creo que para la reconciliación son imprescindibles la Verdad, la Justicia y la Reparación, lo que en el caso de las mujeres son realidades que aún están por salir a la luz. El mayor riesgo es el silencio, por eso pienso que cuantas más mujeres participemos en la Marea por la recuperación de la Memoria Histórica mejor defenderemos nuestros intereses y los de toda la sociedad.
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