Imagen: El País |
La recomendación legal es a los 18, pero no hay mecanismos de control. Los psicólogos apelan al control (relajado) de los padres
Miguel Ángel Bargueño | Buena Vida, El País, 2015-04-26
http://elpais.com/elpais/2015/04/23/buenavida/1429781472_876967.html
Si tiene un hijo preadolescente y cada vez que usted pasa por detrás de su ordenador él o ella minimiza automáticamente la pantalla, muy posiblemente es lo que piensa: su tierno vástago consume porno en la Red. El 90% de los chicos y chicas de 13 y 14 años han accedido alguna vez a contenidos sexualmente explícitos a través de Internet, de manera voluntaria o fortuita, según publicó en 2007 la Universidad de Alberta (Canadá). Si hablamos solo de chicos, el 35% ha visto vídeos pornográficos “tantas veces que ha perdido la cuenta”. Eso es uno de cada tres.
No descubrimos nada si afirmamos que a los chicos y chicas, a partir de cierta edad, empiezan a atraerles la sexualidad. Están configurados para ello. “El interés por el cuerpo del otro, por verlo y descubrirlo, es muy precoz: puede aparecer antes de los once años”, explica el psicólogo y sexólogo Esteban Cañamares, del Colegio de Psicólogos de Madrid. “Lo que ocurre es que al llegar esa prepubertad, el desarrollo hormonal activa ciertas áreas del cerebro que tienden al contacto físico”, añade.
El problema es que Internet ha alterado los hábitos de consumo. Conseguir una revista e ingeniárselas para esconderla al fondo de la cajonera no era tarea fácil para los intrépidos adolescentes de hace tres décadas; visitar páginas web en dispositivos electrónicos no solo es más sencillo, sino instantáneo y discreto. Por tanto, se consume más. Y variedades de sexo que no son las más indicadas para esas edades. “La pornografía que suele haber en páginas para adultos no está en consonancia con la curiosidad de los chavales. Es como muy fantástica: las erecciones son instantáneas, hombres y mujeres son exuberantes, abunda el sadomaso… No es un reflejo de la realidad”, apunta el psicólogo.
Pero eso los jóvenes no lo saben, y vuelven a buscar las mismas páginas una y otra vez. El 32% de los adolescentes admite haber accedido intencionadamente a contenidos pornográficos online, de los cuales el 43% lo hace de forma sistemática, según un informe publicado en 2012 por la compañía de software McAfee. El estudio también indicaba que solo el 12% de los padres conocen lo que sus hijos se traen entre manos. Otra investigación, realizada en 2009 por Symantec, que también desarrolla programas para ordenador (entre ellos, el antivirus Norton), reveló que “sexo” era el cuarto término más buscado en la Red por los adolescentes, solo por detrás de “YouTube”, “Google” y “Facebook”. “Porno” era el sexto.
Saber distinguir entre realidad y ficción
La pregunta es: ¿qué efectos puede tener el acceso temprano a ese amplio catálogo de imágenes, a veces extremas? “En primer lugar, los chicos pueden hacerse una idea equivocada de lo que es el sexo”, responde Esteban Cañamares: “Se percibe como algo mecánico y no como un acercamiento entre dos personas. Y después puede haber, para algunos, cierta incitación a la precocidad, a entrar en un mundo para el que todavía no están preparados. Corren el riesgo de verse metidos en situaciones que no controlan y que sean lesivas para ellos”. Por ejemplo, contactando con desconocidos a través de chats. “Los adolescentes deben acercarse al sexo a su ritmo y con sus iguales, descubriendo y jugando”, añade.
La recomendación de que estos contenidos sean vistos solo por mayores de 18 años es a día de hoy solamente eso, una recomendación. “No hay nada ilegal a menos que los contenidos sean ilegales, por ejemplo, si hacen apología de la pederastia o si se cometen delitos contra la intimidad. Pero más allá de la sugerencia, no existe un control exhaustivo”, asegura Marcos Gómez, subdirector del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE). "Las páginas que preguntan al principio si el usuario es mayor de edad, toman la decisión por curarse en salud”, matiza el experto. Y por eso hay tantas que lo hacen. Obviamente, mentir es sencillo. De hecho, desde INCIBE consideran que lo ideal sería que pidieran información que permitiera contrastar la mayoría de edad, como el número de DNI.
En el Reino Unido se aprobó una ley que obliga a que los proveedores de Internet den a elegir a los usuarios si desean acceder o no esta clase de contenidos; algunos proveedores los dan bloqueados por defecto, y el cliente debe pedir que se activen. "En España y el resto de Europa, estamos estudiando la forma de que se establezca un etiquetado de contenidos, para que los padres sepan si las páginas que visitan sus hijos son apropiadas o no. O que tu navegador sepa que quien accede en ese momento es un menor y deniegue dicha entrada. La tecnología ya te permite hacer ese tipo de control”, asevera Marcos Gómez. En otras palabras, la responsabilidad actualmente recae solo en los padres.
Los especialistas consultados, sin embargo, apelan al realismo: muchos chavales no van a esperar a los 18 para consumir contenidos eróticos. Si no son de los más precoces, a partir de los 14 empezarán a buscar la manera de saciar su apetito. “A esa edad”, comenta el sexólogo, “el adolescente ya tiene cierta capacidad para distinguir la realidad de la ficción, es más seguro de sí mismo y más maduro, incluso en el plano sexual”. Ante esto, dice, se impone el control de los padres sin carácter punitivo, esto es, aceptando con naturalidad el incipiente deseo de sus hijos y procurando redirigirlos. Libros, artículos y la orientación de los mayores satisfarán su curiosidad y les prepararán para lo que, sin duda, practicarán después.
No descubrimos nada si afirmamos que a los chicos y chicas, a partir de cierta edad, empiezan a atraerles la sexualidad. Están configurados para ello. “El interés por el cuerpo del otro, por verlo y descubrirlo, es muy precoz: puede aparecer antes de los once años”, explica el psicólogo y sexólogo Esteban Cañamares, del Colegio de Psicólogos de Madrid. “Lo que ocurre es que al llegar esa prepubertad, el desarrollo hormonal activa ciertas áreas del cerebro que tienden al contacto físico”, añade.
El problema es que Internet ha alterado los hábitos de consumo. Conseguir una revista e ingeniárselas para esconderla al fondo de la cajonera no era tarea fácil para los intrépidos adolescentes de hace tres décadas; visitar páginas web en dispositivos electrónicos no solo es más sencillo, sino instantáneo y discreto. Por tanto, se consume más. Y variedades de sexo que no son las más indicadas para esas edades. “La pornografía que suele haber en páginas para adultos no está en consonancia con la curiosidad de los chavales. Es como muy fantástica: las erecciones son instantáneas, hombres y mujeres son exuberantes, abunda el sadomaso… No es un reflejo de la realidad”, apunta el psicólogo.
Pero eso los jóvenes no lo saben, y vuelven a buscar las mismas páginas una y otra vez. El 32% de los adolescentes admite haber accedido intencionadamente a contenidos pornográficos online, de los cuales el 43% lo hace de forma sistemática, según un informe publicado en 2012 por la compañía de software McAfee. El estudio también indicaba que solo el 12% de los padres conocen lo que sus hijos se traen entre manos. Otra investigación, realizada en 2009 por Symantec, que también desarrolla programas para ordenador (entre ellos, el antivirus Norton), reveló que “sexo” era el cuarto término más buscado en la Red por los adolescentes, solo por detrás de “YouTube”, “Google” y “Facebook”. “Porno” era el sexto.
Saber distinguir entre realidad y ficción
La pregunta es: ¿qué efectos puede tener el acceso temprano a ese amplio catálogo de imágenes, a veces extremas? “En primer lugar, los chicos pueden hacerse una idea equivocada de lo que es el sexo”, responde Esteban Cañamares: “Se percibe como algo mecánico y no como un acercamiento entre dos personas. Y después puede haber, para algunos, cierta incitación a la precocidad, a entrar en un mundo para el que todavía no están preparados. Corren el riesgo de verse metidos en situaciones que no controlan y que sean lesivas para ellos”. Por ejemplo, contactando con desconocidos a través de chats. “Los adolescentes deben acercarse al sexo a su ritmo y con sus iguales, descubriendo y jugando”, añade.
La recomendación de que estos contenidos sean vistos solo por mayores de 18 años es a día de hoy solamente eso, una recomendación. “No hay nada ilegal a menos que los contenidos sean ilegales, por ejemplo, si hacen apología de la pederastia o si se cometen delitos contra la intimidad. Pero más allá de la sugerencia, no existe un control exhaustivo”, asegura Marcos Gómez, subdirector del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE). "Las páginas que preguntan al principio si el usuario es mayor de edad, toman la decisión por curarse en salud”, matiza el experto. Y por eso hay tantas que lo hacen. Obviamente, mentir es sencillo. De hecho, desde INCIBE consideran que lo ideal sería que pidieran información que permitiera contrastar la mayoría de edad, como el número de DNI.
En el Reino Unido se aprobó una ley que obliga a que los proveedores de Internet den a elegir a los usuarios si desean acceder o no esta clase de contenidos; algunos proveedores los dan bloqueados por defecto, y el cliente debe pedir que se activen. "En España y el resto de Europa, estamos estudiando la forma de que se establezca un etiquetado de contenidos, para que los padres sepan si las páginas que visitan sus hijos son apropiadas o no. O que tu navegador sepa que quien accede en ese momento es un menor y deniegue dicha entrada. La tecnología ya te permite hacer ese tipo de control”, asevera Marcos Gómez. En otras palabras, la responsabilidad actualmente recae solo en los padres.
Los especialistas consultados, sin embargo, apelan al realismo: muchos chavales no van a esperar a los 18 para consumir contenidos eróticos. Si no son de los más precoces, a partir de los 14 empezarán a buscar la manera de saciar su apetito. “A esa edad”, comenta el sexólogo, “el adolescente ya tiene cierta capacidad para distinguir la realidad de la ficción, es más seguro de sí mismo y más maduro, incluso en el plano sexual”. Ante esto, dice, se impone el control de los padres sin carácter punitivo, esto es, aceptando con naturalidad el incipiente deseo de sus hijos y procurando redirigirlos. Libros, artículos y la orientación de los mayores satisfarán su curiosidad y les prepararán para lo que, sin duda, practicarán después.
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