martes, 21 de abril de 2015

#hemeroteca #libros | “Esta cultura nos ha secado el cerebro y el coño”


“Esta cultura nos ha secado el cerebro y el coño”
Diana J. Torres nos cuenta cómo el patriarcado, el catolicismo y el capitalismo arremeten históricamente contra las mujeres acuáticas y reclama venganza para recuperar el placer y la autonomía sobre nuestros cuerpos.
Itziar Abad | Pikara, 2015-04-21
http://www.pikaramagazine.com/2015/04/esta-cultura-nos-ha-secado-el-cerebro-y-el-cono/

Una mujer que grita o muestra emociones intensas es una histérica; una mujer que eyacula es una guarra enferma con defectos congénitos. Y más allá de lo sexual se nos ha dicho que nosotras no manchamos pues nacimos para limpiar la mierda de otros, no para ir dejando charcos por las camas”. Diana J. Torres (Madrid, 1981) es la autora del libro “Coño potens. Manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos”, ilustrado por MagnaFranse y editado por Txalaparta. En él, ‘la Pornoterrorista’ revela todo lo que sabe acerca de la próstata en las mujeres y de su capacidad para eyacular, tras investigar al respecto a lo largo de ocho años. En este artículo ya nos adelantaba “lo que puede un coño”.

Dice la RAE de la próstata: “Glándula pequeña irregular, de color rojizo, que tienen los machos de los mamíferos unida al cuello de la vejiga de la orina y a la uretra, y que segrega un líquido blanquecino y viscoso”.
Desde 2002, el “Diccionario de Terminología Anatómica Médica” reconoce la próstata en mujeres, pero ya sabemos lo que es la RAE: una mesa de señores con telarañas en el cerebro y en el ano.
Abogas por utilizar el término próstata en lugar de Punto G.
Antiguamente, cuando el semen era un líquido sin género, ese era el nombre usado y nos lo robaron; reivindico restaurarlo. La palabra próstata viene del griego parastátês, que significa ‘lo que ayuda’, nada más. También me gusta llamarlo así para rebelarme contra el binarismo. Nos han vendido que los géneros están basados en cuestiones biológicas. Sin embargo, si abres el cuerpo de un hombre y el de una mujer, te das cuenta de que las diferencias son muy pocas. Ambos tienen próstata y es prácticamente idéntica. La nuestra suele ser algo más pequeña, según los niveles de testosterona. Las razones para seguir sosteniendo la dominación patriarcal se desvanecen. No hay nada más queer que la realidad de los cuerpos.

Dime que no has abierto nunca uno…
No, pero he visto muchos dibujos anatómicos y me encantaría poder hacerlo. La ciencia ha monopolizado los estudios sobre él. Tengo colegas que han donado su cuerpo a la ciencia, qué está guay pero, ¿por qué no me lo donan a mí? Está tan regulado que yo, por ejemplo, no puedo abrir a mi abuela si se muere para ver qué tiene por dentro.


Eso se hacía en la antigüedad. Cuando moría una persona, su cuerpo no tenía ya ningún tipo de valor. Entonces se abría, se miraba qué había dentro y se descubrían los misterios de la vida. Ahora está todo controlado porque esa práctica desvela muchas verdades que nos han ocultado.

Seguramente, como cuando reivindicamos la existencia del clítoris y salió el psicoanálisis a decir que teníamos envidia del pene… Los machirulos quieren tener el monopolio de algunas cosas.

¿Por qué no llamarlo Punto G, como se conoce popularmente?
Este término surgió en los 80, en Estados Unidos. Se presentó como remedio para las mujeres incorrectas, que por fin podían tener un orgasmo ‘vaginal’, el placer adecuado. Desplazó así el protagonismo del clítoris en la sexualidad femenina, que las feministas llevaban ya dos décadas reclamando. El libro que hablaba por primera vez de Punto G, titulado “El Punto G y otros descubrimientos recientes sobre sexualidad humana”, le daba la razón a la falocracia. Fue el más vendido sobre sexualidad en ese país; vender respuestas a misterios confundiendo más está dentro de las dinámicas del capitalismo. Habría sido una publicación más sensata de haber contado lo que en 1950 el ginecólogo alemán Gräfenberg no pudo. En sus escritos, decía que el líquido eyaculado por las mujeres no tiene nada que ver con la orina y que la próstata tiene tejidos “homólogos” o “análogos” en mujeres y hombres. Afirmaba además que, en ambos sexos, su posición, tamaño, dimensiones y afecciones son casi idénticas.

¿Alguna queja más?
También me chirría el enigma que lo rodea, cual Triángulo de las Bermudas, y el eufemismo. Se llama Punto G en honor al señor Gräfenberg. Debieron de pensar que, si no utilizaban una metáfora, las mujeres no entenderíamos de qué se trata. Como somos tan poco técnicas… Otro motivo para dejar de hablar de Punto G es la colonización de nuestro coño. Lo traemos lleno de apellidos de señores: Falopio, Skene, Bartolino, Gräfenberg… Por todo esto, ¡también me molesta que las feministas lo llamen así!

Según has dicho, en la antigüedad la próstata en las mujeres estaba reconocida. ¿Quién nos la extirpó ideológicamente?
El patriarcado y el catolicismo, en nuestro contexto. Al catolicismo no le interesaban las mujeres acuáticas, porque tenían poder. Cuando se pusieron a perseguir el placer comenzaron por nuestro cuerpo. La cuestión de volverse líquida está también muy relacionada con la flexibilidad del pensamiento, con la idea de que las categorías son inestables, que es mucho más divertido que que sean rígidas o secas. Yo me imagino el pensamiento que nos imponen como una habitación de madera, sin nada más. Cuando pienso un poco más fluido me imagino en el monte, rodeada de ríos. También el capitalismo se encargó se secarnos. La sexualidad tiene la capacidad de empoderarnos y de hacernos felices. En el momento en que un grupo de personas intenta únicamente ser feliz, el capitalismo entero se viene abajo porque, ¿quién va a ser feliz trabajando diez horas al día, con 15 días de vacaciones al año y una hipoteca? Esta cultura no solo nos ha secado el cerebro, sino el cuerpo completo y el coño, en particular.

Afirmas que “no poder eyacular no es estar perdiéndose algo particularmente placentero, un orgasmo sideral o algo por el estilo”, que el placer de eyacular “es político”. ¿En qué ‘te eyaculas’ tú, si cabe la expresión?
En los siglos de represión, en los manuales que tienen los médicos en su mesita que dicen que nosotras no tenemos la capacidad de eyacular, en nuestra cultura y en la ciencia, patriarcal y misógina. También, en las complicidades de quienes se tienen por progres. Parece que están de nuestro lado, pero luego dicen que hablaremos de la eyaculación cuando hayamos ganado la revolución. No se dan cuenta de que todo está totalmente vinculado, de que la manipulación de los cuerpos no es casual. El hecho de que haya gente en la cárcel no está separado de las violaciones a las mujeres. ‘Me eyaculo’ en todo eso, cual tsunami. Como la canción de la Jurado, “como una ola”, pues como un tsunami (risas).

Ante el histórico maltrato médico reclamas venganza. ¿Qué sugieres?
Lo primero, recuperar el tiempo perdido y reencontrarnos con nuestra próstata. ¿Cómo? Cuando estés bien caliente, en mitad de un polvo, te paras, te pones de cuclillas con la espalda pegada a la pared, te metes dos dedos y aprietas contra el pubis. Ahí vas a encontrar como una especie de bultito que se va para los lados. Esa es tu próstata. Salúdala por las mañanas: “Hola, sé que estás ahí, sé que existes”. Tenemos que restaurarla en el mapa mental. Otra venganza es difundir el conocimiento silenciado durante tanto tiempo. Propongo conversar sobre el sexo y el cuerpo con las personas que nos quieren y a las que queremos, con quienes muchas veces hablamos de puras banalidades. Finalmente sugiero desconfiar de la ciencia, sobre todo si no nos duele nada, e intentar conocer nuestro cuerpo por nosotras mismas.

¿Tienes algún truco?
Hay uno muy bonito, a base de remolacha, para asegurarnos por ejemplo de que la eyaculación no es pis. La remolacha tiñe la orina, pero ningún otro líquido del cuerpo. Si te comes dos crudas, con aceitito, mearás morado total, pero verás que el líquido eyaculado no está teñido. Si eres eyaculadora hacia dentro, también puedes hacer la prueba. Recoge la orina justo después de follar o de masturbarte y verás que no tiene color. Si esperas diez minutos, aparecerá el morado.

Tus vendettas son puro empoderamiento y autodefensa feminista.

Funcionan como herramientas para que nosotras seamos las soberanas de nuestros cuerpos, pero también para combatir la violencia ginecológica sobre ellos. Porque es violencia que una mujer joven, sin ningún tipo de problemas de incontinencia, le explique al ginecólogo su ‘meada’ en la cama y, para solucionarlo, la metan a un quirófano y le extirpen la próstata; porque son violencia los traumas que cargan las mujeres cuando sus parejas les dejan por eyacular y los problemas de salud derivados de la invisibilización de la próstata en nosotras; porque es violencia que la RAE defina así este órgano.

¿Qué les dirías a las mujeres que viven con culpa, miedo o vergüenza sus eyaculaciones?
Que cambien de amantes, que no vayan por nada del mundo a un médico, que recurran al círculo afectivo y que traten de entrar en contacto con los feminismos prosex. Además, que hagan los experimentos que comento, supernecesarios para reconocerle al cuerpo su identidad eyaculadora y restaurar la conexión entre el cerebro y el órgano.

¿En qué consisten tus talleres sobre eyaculación femenina?
Primero cuento de forma resumida todo lo que sé al respecto, utilizando imágenes en las que muestro la próstata, dónde están los orificios por los que eyaculamos o las evidencias de cómo la ciencia maltrata nuestro cuerpo. Por ejemplo, enseño un corte anatómico en el que faltan justo los dos órganos maléficos para el patriarcado: el clítoris y la próstata. Después viene lo más interesante de los talleres: las preguntas y el intercambio de conocimiento. La parte práctica la he hecho muy pocas veces.

¿Algo que ver con que eres ‘la Pornoterrorista’?
Cuando anunciaba un taller teórico-práctico de eyaculación no venía ni dios; creo que las tías se imaginaban que les iba a sentar en una mesa y a meterles el puño por el chocho hasta que estallaran como una fuente (risas).

Vistas tus performances, yo habría imaginado algo parecido.
La vida real no es lo mismo que un escenario, que empodera mucho. En Granada hubo un taller práctico muy bonito. Pedí que trajeran unos guantes de látex, unas toallas y lubricante. Después de la parte teórica nos quedamos alrededor de 15 tías follando en el sótano de una cafetería, porque los talleres prácticos consisten en ponerte a follar. Les dije que se localizaran la próstata y la estimularan para que saliera algo de líquido, que si no podían les ayudaría yo. Eyacularon todas. Algunas ya sabían cómo hacerlo, otras se ayudaron entre sí para conseguirlo. El mejor práctico fue en una okupa de mujeres, en Nantes. Había 30 tías y llenaron una ensaladera gigante de corridas. ¡Yo me fui del taller, no podía más con aquello!

¿Se conocían entre ellas?
Sí; se ‘coñocían’ bien (risas). Eso puede facilitar las cosas. Si follar con personas desconocidas no fuera tan terriblemente complicado en esta sociedad, los talleres prácticos serían mucho más fáciles. En el maravilloso taller de Granada había un par de chicas con sus chicos, que estaban espantados y se querían largar. Luego empezaron a emocionarse y decidieron entrar en el juego. Uno acabó bebiéndose una taza entera de lo que su churri había echado por el coño.

Entonces los talleres son mixtos.
Esta cuestión es otra que complica la organización, sobre todo con feministas. Si son mixtos hay que ver que no se cuele ningún baboso, aunque parezca mariquita e inocente, que vaya a estar después intentando meter mano a todas. Claro que eso también lo puede hacer una tía…

¿Te han montado broncas por empapar colchones?
Una vez tuve que salir corriendo de la casa de un tipo muy anarcopunk, que tenía en la pared un póster del Che o de Bakunin, ya no recuerdo, y un colchón de viscolatex, de esos que se pagan a mensualidades. El wey se puso bien violento, me acusó de haberle meado en la cama, me tiró la ropa fuera y me dijo: “Vete de aquí, cerda”. Otra vez me pasó con una chica. El chorretón le cayó en la cara y le entró una crisis de pánico porque pensó que le había pegado el VIH. Una pija.

Solo un par de experiencias feas; has tenido suerte.
Antes de meterme en la cama con alguien le echo bien el ojo y me fijo en su entorno, en cómo se mueve, en lo que habla. Parece que con esto del devenir perra, del pornoterrorismo y del posporno nos metiéramos en la cama con cualquiera pero, en realidad, somos bastantes selectivas. No me apetece nada tener malas experiencias porque tengo unas prácticas que no son normativas. Para mí ser prosex no es follar con cualquier cosa que se mueva, sino tener presentes los cuidados, las afinidades ideológicas, políticas, corporales y emocionales de las personas con las que nos acostamos. Prosex dirán que son todos los machirulos que van al fútbol porque les encantaría follar con una diferente cada día, pero eso no tiene nada que ver con mi idea feminista del término.

¿Cómo has hecho posible "Coño potens"? Encerrada en una biblioteca no te veo…
No, no; soy del software libre y de la navegación por la infranet, donde encuentras todo lo que quieras, desde un riñón hasta artículos científicos. Este libro es el resultado de una investigación hecha prácticamente por la red y del montón de información y de dudas que salieron en los más de 200 talleres que he dado hasta ahora. En un punto resolver esos enigmas me divierte; de pequeña quería ser detective (risas). Sayak Valencia, mi única amiga académica, me pasó una web fantástica en la que descargar artículos gratis.

¿Y a partir de ahora?
De no haber sabido bien inglés este libro no habría sido posible. Por eso, mi idea es ponerme a traducir artículos y, poco a poco, ir subiéndolos a yeswecum.org, web que he creado para compartir el conocimiento colectivo. He escrito este libro también para ver si encuentro colaboraciones de personas de diversas ramas y generar así una red de conocimiento. No tengo ninguna intención de pasarme la vida en una biblioteca, la verdad. Cuando termine la gira de presentaciones por aquí, Italia y México, me iré de vacaciones a Cancún a traducir textos, en una hamaca con mi mojito. Me lo merezco (risas).

En pocas palabras
Lo sugerente: La voz grave de una mujer hablando de feminismo
Lo deserotizante: Una manicura francesa, ¡puaj!
Lo pendiente: Un libro o sortilegio escrito que nos ayude a actuar con más ética y menos prepotencia
Un éxito: Que un coño consiga eyacular tras uno de mis talleres
Algo como para tirar la toalla: Mmm… ¿la muerte?
Una feminista: Frieda
Una época: Esta
Un lugar en el mundo: Ciudad de México

Las mujeres tienen próstata y eyaculan
Conocida como Glándula de Skene y después como Punto G, en homenaje a dos médicos que estudiaron las glándulas parauretrales femeninas, la próstata de las mujeres tiene características similares a la de los hombres. En las mujeres discurre de forma paralela a la vagina y se encuentra enraizada en la uretra. Por eso, cuando crece al ser estimulada, causa la sensación de tener ganas de orinar. Ante la histórica negación de su existencia, se cree comúnmente que el líquido eyaculado por las mujeres es pis. Este es el motivo por el que las que eyaculan hacia afuera y provocan charcos más o menos abundantes sean muchas veces rechazadas por sus parejas sexuales. En consecuencia, acaban sintiendo vergüenza o culpa por vivir así este proceso fisiológico.

El tamaño de la próstata oscila entre los dos y los cinco centímetros, en reposo, —nada de ‘Punto’ G— y puede llegar a triplicarse cuando está llena. Al ser estimulada genera y almacena el líquido que expulsa en los momentos de intenso placer o durante el orgasmo. Todas las mujeres eyaculan. Hacia afuera, a través de los orificios destinados expresamente a esa función, o hacia la vejiga. En este último caso, el líquido eyaculatorio es desechado junto con la orina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.