martes, 6 de octubre de 2015

#hemeroteca #feminismo | Soy feminista, pero lo normal

Imagen: Google Imágenes
Soy feminista, pero lo normal.
María González Aguado | Pikara, 2015-10-06
http://www.pikaramagazine.com/2015/10/soy-feminista-pero-lo-normal/

Escribo estas líneas en respuesta al artículo de la señora Clara Grima publicado en Eldiario.es el pasado 24 de septiembre. En su artículo, la Sra. Grima nos contaba su visión del feminismo, una visión interesadamente polarizada. De un lado el feminismo que ella profesa, un feminismo racional y razonable, y por tanto deseable para la paz social, y del lado contrario, un feminismo enajenado que adultera los nobles fines del pensamiento igualitario para instaurar un régimen de sadismo femenino de baja intensidad en las redes sociales. Para ello, comparaba el feminismo en red –o ciertos sectores del mismo- con monjas y maestras franquistas.

Mi intención no es criticar el derecho a debatir los fines y vindicaciones de los feminismos, todo el mundo tiene derecho a discutir y dialogar sobre aquello que le ocasiona malestar, sufrimiento e indignación, incluido el feminismo. Pero el debate se basa en el respeto y la argumentación, algo muy distinto a depreciar subrepticiamente a las contrarias para colocarse en una falsa posición de objetividad y sentido común desde la que hablar. La objetividad no es neutral, menos cuando se habla de opresión. Lo que intento explicar es que la autora, en lugar de defender su postura a la luz de la razón de su feminismo razonable, se limitó a escribir una sucesión de tropos y de lo que, ante la ausencia de argumentos, interpreto como prejuicios invocando una objetividad y sentido común totalmente ausentes en su texto. Todo ello envuelto en un aura de campechanía y simpatía para ganarse al público porque, como ya sabemos, las feministas radicales, las feminazis que se pasan de feministas, no tienen sentido del humor.

Quisiera decir, antes de comenzar, que coincido con Barbijaputa en que, dado que la señora Grima es investigadora y divulgadora y que el día de publicación del artículo se daba a conocer una encuesta en la que un alto porcentaje de europeos creen que las mujeres no están capacitadas para la ciencia, a lo mejor, era el día para hablar de esto y no de las feministas que se pasan de feministas. O yo qué sé yo, diciéndose la Sra. Grima feminista, podría también haber escrito sobre el acoso sexual a becarias en la universidad española –que anda que no se han dejado tesis por eso- o de que, para un sector nada despreciable del profesorado universitario masculino, mantener relaciones sexuales y sentimentales con alumnas de manera reiterada es tan normal como obtener sexenios de investigación Y si no quiere ser tan feminista, pues siempre hubiera podido hablar de la humillante brecha salarial y de derechos laborales entre funcionarios y personal contratado en ciencia en nuestro país. Pero eso es una preferencia personal, son las noticias que me gustaría leer. No es feminista decirle a una mujer sobre qué tiene que escribir. Como tampoco es feminista, ni honesto, ni racional comparar a las mujeres del franquismo con aquéllas y aquéllos con las que la autora disiente –por no decir ataca- para indicarle al lector lo que tiene que pensar.

Con esta maniobra la autora sitúa a esas otras feministas en un imaginario de sadismo femenino para evitar explicar por qué ella piensa lo que piensa. Eso es muy fácil, Sra. Grima. Yo también podría decir que usted es como las mujeres de la Sección Femenina quienes, si bien reconocían el valor de sus congéneres para la sociedad, defendían la subyugación de la mujer a la autoridad masculina. Para continuar, podría identificar a la señora a quien usted no nombra –Barbijaputa- con las ministras de la República, adelantadas a su tiempo y necesariamente radicales. Y para completar el cuadro, decir que las que piensan como usted son, en realidad, unas “amigas de los hombres” que lo único que buscan es la autocomplacencia y el beneplácito de los varones. Le pongo un par de pinceladas campechanas y “simpaticotas” y me quedo tan ancha como se debió quedar usted.

Pero dialogar, argumentar desde las ideas y la experiencia no es eso. Es algo parecido a lo que sigue, no digo que yo lo haga bien. Sobre los ejemplos de poder femenino excesivo que usted propone, la crítica al uso del espacio en el transporte público que hacen muchos varones y el control sobre el cuerpo de las alumnas por parte monjas y maestras del régimen franquista, le diría lo siguiente: creo que es importante llamar la atención de cómo hombres y mujeres nos sentamos en el metro, porque ello refleja la manera en la que ambos vivimos y usamos nuestros cuerpos. Los varones aprenden que su cuerpo es para disfrutarlo, que pueden enseñarlo, que pueden ocupar el espacio que quieran porque el espacio público es su lugar natural. A las mujeres nos enseñan a controlar nuestro cuerpo, a ocupar el mínimo espacio en el espacio público, a cerrar las piernas, a cubrirnos los hombros y a avergonzarnos de nuestros ciclos hormonales. Y esos regímenes de disciplina, para desgracia de todos, se manifiestan en cosas tan nimias como la manera en que nos sentamos en el metro. Juzgue usted ahora si las feminazis están del lado de la monja franquista o del suyo. A lo mejor estaba usted tirando piedras sobre su propio tejado.

Lamentablemente, la igualdad no se consigue solamente a base de leyes ni de educación, ni la igualdad es solamente conciliar vida familiar y laboral, como usted dice. Los prejuicios también operan y están encarnados en nuestros actos cotidianos por muy absurdo que a usted le parezca. Y de poco sirve una ley o una lección de un temario ante la cultura de la violación, por poner un ejemplo. Para terminar quisiera decirle que no sé si vil, pero cuanto menos falta usted a la verdad, cuando divide a las feministas en buenas y malas, las que odian a las hombres y, las buenas que, como usted, se toman cafés con ellos y dan saltitos ante los piropos. Otra vez paralelismos sin fundamento real que visten de coherencia su postura, pero que no explican ni demuestran nada. Sra. Grima, se es feminista o no se es, no se es “feminista, pero lo normal”. Si usted de verdad aboga por la igualdad, discutamos los porqués de su malestar con otras feministas que no piensan como usted, suponiendo que usted sea feminista, que nadie lo duda o igual sí.

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