Imagen: El Español / Gloria Fuertes |
Gloria Fuertes redefinió los cuentos tradicionales en una sociedad que aprendia a usar la democracia y a tener en cuenta a la mujer.
Peio H. Riaño | El Español, 2016-01-05
http://www.elespanol.com/cultura/20160105/92240784_0.html
La ilusión de varias generaciones de españoles y españolas ha pasado por la lectura de una de las obras de teatro en verso más famosas de una de las poetas más populares. ‘Las tres reinas magas’ se sigue representando en colegios, es lectura en las aulas, hay compañías que la mueven por los teatros y las bibliotecas mantienen vigente su préstamo. Hace tres décadas Gloria Fuertes (1917-1998) logró que la televisión fuera altavoz de la poesía al abrir un hueco para la lectura de sus poemas para niños. Melchora, Gaspara y Baltasara pasaron por la tele nada más aterrizar la democracia en este país: “Sopitas de leche/ con pan y escabeche/ que el niño que nace,/ verás lo que hace”, le dicen las tres mujeres, arrodilladas en el pesebre, al recién nacido.
Las madres también son reinas magas, porque los padres han ido a la guerra y alguien tiene que seguir a la estrella y adorar al niño con sus regalos. La leyenda católica se mantiene intacta, la poeta redefine los cuentos tradicionales en medio de una sociedad que estaba aprendiendo a usar la democracia y que debía tener en cuenta a la mujer en su transición hacia un estado libre. La resistencia de la obra de Gloria Fuertes a lo establecido por el régimen desveló incluso una nueva relación con dios poco habitual: “El sujeto nunca se mitifica como profeta visionario o como líder social, sino que habla desde una perspectiva mucho más individual. Todo esto diferencia la poesía de Gloria Fuertes de gran parte de la poesía escrita en España a principio de los cincuenta, y le da un carácter personal y propio”, escribe Andrew Debicki en el ensayo ‘Poesía del conocimiento. La generación española de 1956-1971’.
Muy católica a su manera: “Dios está en el mar y en el viejo que pasa,/ en la madre que pare y en la garrapata,/ en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca”. Y acaba: “En ti, debajo mismo de tu corbata”. Gloria Fuertes le encantaría al Papa Francisco, porque dibuja a un dios accesible, familiar, vulgar, sin fronteras. En ‘Poeta de guardia’: “Para mí Dios no es problema,/ Dios es para mí un paisaje sin niebla/ …/ para mí/ está claro”. “Aunque parezca mentira/ dios existe”.
Porque era vitalista y creía que la vida era una verbena: “La vida es el tubo de la risa” y eso impide cualquier tipo de autoridad, desde la política a la eclesiástica. Baltasara al habla: “Esto de las sardinas en lata no deja de ser una lata/ ¿Por qué no se habrá inventado ya, la tortilla de patatas?/ Y no comer tanto en este día,/ que en vez de las tres reinas magas/ vamos a parecer los gordos de la lotería...”
“Si la realidad es gris, la pongo verde”. Ella transgrede las reglas del discurso, de manera natural y directa. “Entrañablemente eficaz” dijo José Manuel Caballero Bonald de la poesía de Gloria. Habló el poeta del “cargamento de verdad” de la poesía de ella, de “la fuerza de penetración” de la palabra. Una trayectoria marcada por un testimonio vital personal y colectivo, cuyo sentido fue profundamente humano, real y alegre. Las reinas magas están de camino y comen, beben, discuten, cantan, recitan versos… “De poetas y de locos, todos tenemos un poco”, escribió en ‘Mujer de verso en pecho’.
Y siempre en femenino, porque de cualquiera de sus obras podría decirse que más que un libro es una mujer. Así lo dejó escrito ella misma en su Historia de Gloria. Entiende la poesía como una herramienta para cambiar el mundo (no como un arma cargada de futuro). La poesía es una “medicina”. “Tengo cartas de enfermos que han leído a algunos de los poetas de ahora y que, al leernos, se han sentido mejor y han vuelto a tener ganas de vivir”, dijo en entrevista con Antonio Núñez.
Odiaba la guerra, creía en la reparación de la injusticia social, en la igualdad entre hombres y mujeres, en la felicidad, denuncia al egoísta, el amor y la paz, defensa de los seres raros y fuera de la norma, creía que otro mundo era posible, tenía un “sentido de la responsabilidad humana” y sigue siendo un ejemplo para todos los niños que hacen de ella su lectura, sin poner en riesgo sus ilusiones infantiles. Ahora es Gaspara: “Comportaos muchachas,/ y preparad las gachas./ No estaría nada bien/ que lleguen las tres reinas magas/ borrachitas a Belén”.
Gloria Fuertes escribió para el pueblo, para comunicarse con él, para servirle, con palabras cotidianas y coloquiales, como si la poesía no fuera algo extraño, porque quizá no lo sea: “Arte es saber hacer algo,/no hay materiales pobres/ni palabras pobres”. Rompe todas las convenciones sobre las conductas sociales, la religión, la política, la infancia, gracias al humor, trivializando lo trascendente, restando importancia a lo que más nos pesa. Es una antisistema, como todo poeta: “Me pagan y escribo,/ me pegan y escribo,/ me dejan de mirar y escribo,/ veo a la persona que más quiero con otra y escribo,/ sola en la sala, llevo siglos, y escribo,/ hago reír y escribo./ De pronto me quiere alguien y escribo./ Me viene la indiferencia y escribo./ Lo mismo me da todo y escribo./ No me escriben y escribo./ Parece que me voy a morir y escribo”.
Las madres también son reinas magas, porque los padres han ido a la guerra y alguien tiene que seguir a la estrella y adorar al niño con sus regalos. La leyenda católica se mantiene intacta, la poeta redefine los cuentos tradicionales en medio de una sociedad que estaba aprendiendo a usar la democracia y que debía tener en cuenta a la mujer en su transición hacia un estado libre. La resistencia de la obra de Gloria Fuertes a lo establecido por el régimen desveló incluso una nueva relación con dios poco habitual: “El sujeto nunca se mitifica como profeta visionario o como líder social, sino que habla desde una perspectiva mucho más individual. Todo esto diferencia la poesía de Gloria Fuertes de gran parte de la poesía escrita en España a principio de los cincuenta, y le da un carácter personal y propio”, escribe Andrew Debicki en el ensayo ‘Poesía del conocimiento. La generación española de 1956-1971’.
Muy católica a su manera: “Dios está en el mar y en el viejo que pasa,/ en la madre que pare y en la garrapata,/ en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca”. Y acaba: “En ti, debajo mismo de tu corbata”. Gloria Fuertes le encantaría al Papa Francisco, porque dibuja a un dios accesible, familiar, vulgar, sin fronteras. En ‘Poeta de guardia’: “Para mí Dios no es problema,/ Dios es para mí un paisaje sin niebla/ …/ para mí/ está claro”. “Aunque parezca mentira/ dios existe”.
Porque era vitalista y creía que la vida era una verbena: “La vida es el tubo de la risa” y eso impide cualquier tipo de autoridad, desde la política a la eclesiástica. Baltasara al habla: “Esto de las sardinas en lata no deja de ser una lata/ ¿Por qué no se habrá inventado ya, la tortilla de patatas?/ Y no comer tanto en este día,/ que en vez de las tres reinas magas/ vamos a parecer los gordos de la lotería...”
“Si la realidad es gris, la pongo verde”. Ella transgrede las reglas del discurso, de manera natural y directa. “Entrañablemente eficaz” dijo José Manuel Caballero Bonald de la poesía de Gloria. Habló el poeta del “cargamento de verdad” de la poesía de ella, de “la fuerza de penetración” de la palabra. Una trayectoria marcada por un testimonio vital personal y colectivo, cuyo sentido fue profundamente humano, real y alegre. Las reinas magas están de camino y comen, beben, discuten, cantan, recitan versos… “De poetas y de locos, todos tenemos un poco”, escribió en ‘Mujer de verso en pecho’.
Y siempre en femenino, porque de cualquiera de sus obras podría decirse que más que un libro es una mujer. Así lo dejó escrito ella misma en su Historia de Gloria. Entiende la poesía como una herramienta para cambiar el mundo (no como un arma cargada de futuro). La poesía es una “medicina”. “Tengo cartas de enfermos que han leído a algunos de los poetas de ahora y que, al leernos, se han sentido mejor y han vuelto a tener ganas de vivir”, dijo en entrevista con Antonio Núñez.
Odiaba la guerra, creía en la reparación de la injusticia social, en la igualdad entre hombres y mujeres, en la felicidad, denuncia al egoísta, el amor y la paz, defensa de los seres raros y fuera de la norma, creía que otro mundo era posible, tenía un “sentido de la responsabilidad humana” y sigue siendo un ejemplo para todos los niños que hacen de ella su lectura, sin poner en riesgo sus ilusiones infantiles. Ahora es Gaspara: “Comportaos muchachas,/ y preparad las gachas./ No estaría nada bien/ que lleguen las tres reinas magas/ borrachitas a Belén”.
Gloria Fuertes escribió para el pueblo, para comunicarse con él, para servirle, con palabras cotidianas y coloquiales, como si la poesía no fuera algo extraño, porque quizá no lo sea: “Arte es saber hacer algo,/no hay materiales pobres/ni palabras pobres”. Rompe todas las convenciones sobre las conductas sociales, la religión, la política, la infancia, gracias al humor, trivializando lo trascendente, restando importancia a lo que más nos pesa. Es una antisistema, como todo poeta: “Me pagan y escribo,/ me pegan y escribo,/ me dejan de mirar y escribo,/ veo a la persona que más quiero con otra y escribo,/ sola en la sala, llevo siglos, y escribo,/ hago reír y escribo./ De pronto me quiere alguien y escribo./ Me viene la indiferencia y escribo./ Lo mismo me da todo y escribo./ No me escriben y escribo./ Parece que me voy a morir y escribo”.
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